Ciudad
Juárez es conocida por los sureños de Texas como el lugar
donde la noche dura 24 horas. Está al norte de México,
en el Estado de Chihuahua y junto a la ciudad El Paso, en la frontera
con Texas. Juárez es, como Tijuana, la última ciudad mexicana
por la que pasan los miles de mexicanos que entran todos los días
a Norteamérica, dejando atrás su infierno frijolero,
como los norteamericanos del sur llaman a México. Es la ciudad
con más alto índice de portación de armas del país
y la ciudad que eligió Amado Carrillo el magnate del narcotráfico
que desembarcó en la Argentina en 1996 para fundar el poderoso
y temido Cártel de Juárez. Y quizá sea, por si
fuera poco, la ciudad en la que impunemente se está filmando
cine snuff. Un cine que se caracteriza por mostrar asesinatos cometidos
con el solo efecto de registrar la escena.
Las calles de la ciudad huelen a alcohol y a sexo rancio, sencillamente
porque hay casi cuatro mil bares y cabarets y apenas unas setecientas
escuelas. A diferencia de los establecimientos educativos, los Table
Dance no se detienen en todo el día porque la demanda sexual
no tiene horarios en Juárez. Por eso cruzar la frontera no es
sólo un atractivo para los mexicanos que buscan dólares.
Cada día, miles de norteamericanos la cruzan en sentido contrario
atraídos por el sexo barato y bizarro que se les ofrece en la
ciudad. La droga es el otro gran atractivo: un gramo de coca cuesta
cinco dólares y una dosis de heroína, apenas diez. Nadie
sabe cuánto se consume exactamente en la ciudad, pero se calcula
que el Cártel de Juárez es el que maneja la mayor parte
de las más de 200 toneladas de cocaína que entran a Estados
Unidos desde México. Además, es un hecho que por lo menos
diez personas mueren al mes en Juárez por sobredosis.
Sin embargo, éstos no son los únicos componentes de una
frontera caracterizada por la desigualdad económica entre dos
países tan diferentes. La economía de la ciudad no sólo
vive de la droga y el turismo erótico, sino también de
las muchas empresas norteamericanas que radicaron sus plantas maquiladoras
del otro lado del Río Bravo, como una forma de abaratar los costos
de mano de obra. La industria del ensamble y la manufactura tiene un
papel fundamental en la realidad de los migrantes, porque en el imaginario
de muchos de ellos el trabajo de maquila es la última pesadilla
laboral antes de ingresar al sueño del trabajo pagado en dólares.
Sin embargo, para muchos la pesadilla nunca termina, porque la Border
Patrol norteamericana se encarga de que muchos se queden del lado mexicano,
entrampados en una larga cadena de montaje.
Muchas mujeres se sumergen en la prostitución para conseguir
el dinero que les cobran los coyotes que son traficantes de ilegales.
Los coyotes se encargan de evitarles una amarga travesía a pie
por el desierto o la montaña, aunque no les garantizan dejarlas
en un lugar completamente seguro. Ha habido casos de deportaciones masivas
minutos después de que el coyote dio por cumplido su trabajo.
La policía norteamericana se ha puesto cada día menos
amistosa y cada vez son más los que se empantanan en Juárez,
subsistiendo en gigantescos barrios construidos con cartón prensado
y chapas viejas. Hoy, la historia de Juárez es la historia de
los que no pudieron pasar y viven con esa remota esperanza, de los que
nacieron mirando el otro lado, de los que sucumbieron en el intento,
y de los que día a día siguen llegando.
Más
de 200
La ciudad se ha acostumbrado a una violencia callejera que consiguió
el status de cierta normalidad que ya no asusta. Hace unos años
comenzó una ola de asesinatos a mujeres que no se detiene hasta
hoy. Una ola que tampoco alcanzó para horrorizar al resto del
país, aunque sí para convocar a periodistas de todo el
mundo, ansiosos por explicar el comportamiento de tan extraños
asesinatos en serie.
Desde el 93 hasta la fecha se han encontrado más de 200 cuerpos
de mujeres muertas, a veces mutiladas, violadas y tirados en los basurales,en
el desierto, al costado de rutas o debajo de las camas de los numerosos
hoteles alojamiento que tiene la ciudad. Las organizaciones interesadas
en las muertes coinciden en que si el gobierno posee registrada esa
cantidad de casos, la cifra de muertas debe alcanzar por lo menos el
doble, ya que se trata de cuerpos encontrados por casualidad, o porque
el o los asesinos los dejaron con la intención de que sean fácilmente
descubiertos, o porque la impunidad es tal que ni siquiera se consideró
la necesidad de esconderlos.
Sólo una cantidad mínima de cuerpos fue reclamada y/o
reconocida por familiares. La razón principal se debe a que muchos
de los habitantes de Juárez no poseen un pasado ni una familia
en la ciudad. A Juárez llegan muchas jóvenes solas para
cruzar la frontera, principalmente de los estados de Durango, Zacatecas
y el propio Chihuahua. La única promesa que pueden hacerle a
su familia es que llamarán por teléfono al llegar al otro
lado. Pocas prevén lo difícil que puede resultarles sobrevivir
en el límite, especialmente en una ciudad donde la noche dura
24 horas.
Non
Fiction
El más común de los sentidos descarta que exista
un asesino serial con tamaña efectividad. Pero como si realmente
se tratara de un serial killer, los crímenes poseen víctimas
cuidadosamente elegidas. El periodista Víctor Ronquillo, autor
del libro Las muertas de Juárez, asegura que las mujeres no superan
los 30 años de edad, la mayoría tiene entre 15 y 20, son
muy pobres o sin familia, morenas, delgadas, y con el pelo a la altura
de los hombros.
La hipótesis del homicida múltiple hace tiempo que fue
descartada por la policía local y no sin pena, porque luego de
jactarse de haber atrapado al Chacal tal como presentaron
al egipcio Abdul Latif Sharif Sharif, acusado y condenado a 30 años
de prisión, los crímenes siguieron cometiéndose
con la misma regularidad y metodología. Diferentes investigadores
incluso agentes del FBI aseguraron que no se puede establecer
el perfil psicológico de un asesino, sino que hay que pensar
en diferentes grupos, que probablemente asesinen de la misma manera.
Muchos coinciden en que la ineficiencia policial permite que nuevos
asesinos imiten el modus operandi de los anteriores.
La ola es tal que hasta metió sus narices el famoso ex investigador
del FBI Robert Kessler, aquel que en los 70 acuñó el término
serial killer, y que últimamente está dedicado al asesoramiento
literario y televisivo (no sólo asesoró a Thomas Harris,
autor de El silencio de los inocentes, sino que se dice que es el modelo
del mismísimo agente Mulder de Los Expedientes X). Pero Kessler
poco pudo decirle a la prensa sobre una situación cuya complejidad
es ante todo social, política y económica. Se limitó
a sugerir la complicidad de la policía y a señalar que
las obreras de la ciudad se ven obligadas a caminar a la madrugada por
zonas que él mismo no se atrevería a transitar de día
y armado hasta los dientes. En Juárez, la maquila, como los prostíbulos,
también funciona las 24 horas. Es difícil saber cuál
fue el diagnóstico oficial de Kessler, porque el resultado de
su investigación fue borrado por personal de cómputos
perteneciente a la policía judicial de la gestión
anterior, según explican las autoridades actuales.
Macabriedades
En una comunidad dominada por el dinero del narcotráfico,
con un alto índice de prostitución y consumo sexual, pobreza
extrema y corrupción policial, cualquier hipótesis es
mejor que la de un único psicópata que mata a 200 mujeres.
Algunos especulan con el negocio del tráfico de órganos.
Otros, con una simple violencia misógina (sic). Pero
una de las tantas hipótesis que recorre desde el principio las
calles de Juárez es la del cine de extinción
o snuff movies. Algunos elementos comunes a muchas de las muertes parecen
admitir esa posibilidad: 1) gran parte de los asesinatos fueron por
estrangulamiento, lo que supone una muerte lenta luego de reiteradas
violaciones anales y vaginales; 2) en muchos cuerpos, el pecho izquierdo
apareció completamente cercenado y el pezón del derecho
arrancado a mordiscones (en estos casos, la causa de muerte fue la misma:
estrangulamiento); 3) se pudo establecer que muchas de las víctimas
habían permanecido varios días en cautiverio antes de
morir (esto sólo se comprobó cuando el reclamo familiar
permitió identificar los cuerpos, contrastando el día
de la desaparición con la fecha de muerte calculada por los médicos).
Lo cierto es que en Juárez todo parece tristemente cinematográfico,
demasiado cruel para ser verdad. En una de las cabañas en las
que se llevaron a cabo varios crímenes, se encontró una
tabla que bien pudo ser la escenografía de un rito macabro. La
tabla tenía los dibujos cuidadosamente realizados de diez mujeres,
cada uno con su número correspondiente. Sobre ellos, restos de
cera de vela y sangre. La policía incautó la tabla y la
prueba automáticamente desapareció. Quedan los testimonios
de quienes encontraron la cabaña y los restos de la supuesta
víctima número diez.
En medio de tanto horror parece impensable que los asesinos puedan dar
muestras de humor negro. Sin embargo, en 1997 la policía encontró
un cuerpo con las características de una mujer denunciada como
desaparecida. Cuando los padres de la muchacha acudieron a la identificación,
comprobaron que la ropa pertenecía a su hija, pero que el cuerpo
descompuesto no era el de la muchacha, sino de otra víctima que
medía casi quince centímetros más que la chica
buscada. Quizás esto hable de que ambas muchachas estuvieron
secuestradas por las mismas personas.
Otro elemento de difícil explicación es que en algunos
cuerpos se encontró un líquido blanco viscoso como el
semen, pero que en realidad era una especie de esperma de utilería,
sin información genética alguna. Nadie ha logrado explicar
qué puede significar ese líquido en las vaginas de aquellas
mujeres.
Hay algo cierto: el snuff no puede ser el responsable de todas las muertes
de Juárez; ni siquiera de la mayoría, que seguramente
obedece a un clima de impunidad, descontrol y exacerbación sexual.
Tampoco se puede asegurar que se haga snuff -.aunque off de record hay
gente que dice conocer a alguien que alguna vez vio un video.
Lo que sí puede decirse es que Ciudad Juárez se ha ganado
el triste rótulo de ser una ciudad ideal para el snuff.
Un
cineasta ahí
La policía local contribuye al clima. No sólo se
la acusa de custodiar y participar del mercado porno marginal y de vivir
de las coimas que le proporciona el narcotráfico, sino de tener
una responsabilidad directa en muchas de las muertes de estas mujeres.
No sólo hay una frondosa lista de policías asesinos de
mujeres, sino que incluso llegaron a encontrarse cadáveres en
las mismas instalaciones policiales.
El Poder Judicial no levanta la puntería. Mientras los policías
asesinos consiguen fugarse, la línea de investigación
que llevó a las autoridades a condenar al ciudadano egipcio por
el asesinato de una joven es demasiado endeble. Sharif Sharif es sindicado
como el responsable máximo de los crímenes, pero parece
más un chivo expiatorio ideal para los sucesivos gobiernos de
Juárez. La policía sostiene que mientras estaba libre
fue autor material y ahora que se encuentra encarcelado es el autor
intelectual. Suponen que paga desde la cárcel hasta mil doscientos
dólares por cada cuerpo que aparece tirado, con el objetivo de
exculparse. Aunque permanece preso, Sharif pudo comprobar que fue condenado
de manera demasiado irregular. Se lo acusó de la muerte de una
muchacha luego de que los familiares identificaron un cuerpo hallado
el 19 de agosto de 1995,asegurando que la muchacha había sido
vista con vida el 14 del mismo mes. El informe forense del caso expresó
que el cuerpo de la muchacha identificado llevaba más 10 días
sin vida.
Como casi todo en este mundo, la historia de Juárez es carne
para el cine. Por eso no sorprende que prontamente se comenzará
rodar Bordertown, en la que Jennifer López hará de una
bonita y sensual periodista que investiga las muertes de Juárez.
El guionista aún no sabe quién es el asesino, pero Sharif
Sharif le parece un buen candidato.
Snuff
Extrañamente fue Guillaume Apollinaire quien escribió,
a principios del siglo XX, la exégesis estética del cine
snuff. El bello film es un cuento en el que jóvenes cineastas
matan para filmar (muy al estilo de lo que ochenta años después
se vería en Tesis del español Alejandro Amenábar).
En el relato, Apollinaire justifica en los cineastas el afán
profesional, porque la muerte real era lo único que
les faltaba filmar. Es notable que allí aparezcan esos detalles
que caracterizan el imaginario del snuff: la frialdad frente la muerte,
el enmascarado que asesina y la cámara fija que trata de no denunciar
la presencia de cómplices.
Otra curiosidad es que este género toma su nombre de una película
rodada en Buenos Aires en los años 70 por un matrimonio norteamericano
formado por Michael y Roberta Findlay. En Snuff (así se llamó
originalmente la película) se ven escenas de El Tigre, Ezeiza
y la ciudad deportiva de Boca Juniors, así como las actuaciones
de las modelos Mirtha Massa y Margarita Amuchástegui, junto a
actores como Clao Villanueva, Alfredo Iglesias (que actuaba en El Santo
de la espada) y Aldo Mayo (de pequeñas apariciones en El Capitán
Piluso).
Es muy probable que los actores argentinos no supieran lo que estaban
filmando, ya que se trataba de una producción yanqui. De todos
modos, no es una película con las características de lo
que hoy conocemos como snuff, es decir, donde hay una muerte real. El
film trataba de mostrar mucha violencia y asesinatos mal trucados, usando
vísceras de animales. Treinta años después, Snuff
sólo provoca risa. Pero el film es emblemático porque
la estrategia publicitaria de aquel momento fue asegurar que en el film
había un asesinato real. Algunos rumores afirman que el productor
llegó a contratar a unos manifestantes para que fingieran estar
en contra de la exhibición de la película. Casi el mismo
modelo de promoción que luego usarían los directores de
El Proyecto Blair Witch.
A pesar de lo rudimentario de esta filmación de los 70, el éxito
de Snuff fue llamativo y le permitió al matrimonio Findlay vivir
su momento de gloria como directores de cine no convencional. Filmada
en blanco y negro, Snuff nunca quiso tener a la Argentina o a Sudamérica
como mercado consumidor. Fue íntegramente doblaba al inglés
y puede asegurarse que lo más argentino que tiene es una escena
en que una horda asesina muy al estilo del clan Manson comete uno de
sus crímenes en un almacén atiborrado de latas de galletitas
Terrabussi.
Como suele suceder con las verdaderas filmaciones snuff, sus consumidores
estaban muy lejos del lugar de realización. Quizá para
los compradores del snuff -.especialmente gente de algunos países
del norte de Europa éste sea un género de violencia
cultural al estilo de las escenas documentadas por Gualterio Jacopetti
en su célebre Mondo Cane. Alan Stackleton, productor y encargado
de difundir el film en Nueva York en 1974, eligió un slogan para
el afiche de la película que sigue sintetizando la dura realidad
de vivir en la frontera con el Primer Mundo: Filmado en Sudamérica,
donde la vida es barata. Diego Curubeto asegura en su Diccionario
de Cine Bizarro que Roberta Findlay hace ya muchos años que se
niega a dar entrevistas y que su marido tuvo un final trágico
al morir decapitado por la hélice de un helicóptero en
la cima de un edificioen Nueva York. Curubeto, como amante del cine
bizarro, se lamenta de que no haya una grabación del último
gran blooper de Michael Findlay.
La Vérité del Cinéma
El cineasta ruso Dziga Vertov defendía su kino-pravda denostando
la actuación, los decorados, los guiones y todo aquello que pudiera
sugerir un mínimo de ficción. Vertov, como inventor del
cinémavérité, creía que la ficción
era inútil y falsa. En sus manifiestos contra el cine armado
podemos encontrar hasta el argumento de The Truman Show: Por encima
de este minimundo de falsos decorados con sus lámparas de mercurio
y sus soles eléctricos escribe en 1923, el verdadero
sol luce, alto, en el verdadero cielo, sobre la verdadera vida. El cinefábrica
es un islote en miniatura en el hirviente océano de la vida.
El caso es que la industria cinematográfica no sólo siguió
en su islote en medio de la vida sino que también exploró,
sin cansarse, el hirviente océano rojo de la muerte. En esa parte
del set que siempre acababa manchada de salsa ketchup quizás
una buena metáfora acerca de la frontera entre la realidad y
la ficción.
La frontera es una vasta operación narrativa, dice Juan Villoro.
Pero el escritor mexicano no se refiere a la frontera existente entre
la realidad y la ficción, que parecía tan clara para Dziga
Vertov. Villoro se refiere a lo que se conoce como Mexamérica,
el ancho límite que separa borrosamente a México de los
Estados Unidos, la frontera entre dos culturas más unidas por
los efectos de la desigualdad que por los de la globalización.
Esa frontera alevosa, como la definió el novelista Daniel Sada,
reciente autor de Porque parece mentira la verdad nunca se sabe. Esa
frontera que incluye a Ciudad Juárez, sitio en que la realidad
parece dirigida las 24 horas por Spike Lee.
Habrá que preguntarse por qué la ficción ha perdido
interés para una parte de nuestra morbosidad moderna y se esconde
tras la pantalla de las maneras más diversas. El morbo explica
el éxito de El Proyecto Blair Witch, que consiguió convencer
a miles de personas de que mostraba imágenes reales. El mismo
morbo sostiene a los talk shows de Cristina o Moria. El inesperado éxito
del snuff habla de mucho más que de una crisis de la ficción
como componente del arte. No sólo porque, como dice el escritor
francés Michel Houellebecq, desafía toda legalidad para
ubicarse como penoso documento de una época, sino porque señala
una vez más los límites del arte.
Quizá se trate de dos aristas opuestas del mismo fenómeno.
Por un lado parecen estar aquellos a los que no les interesa la ficción
sino para comprender una verdad; por otro, los que necesitan de un crimen
real, como los perpetrados por la maquinaria productora de snuff, para
vivir su pequeña ficción de chacal de dormitorio. Pero
lo cierto es que no hay nada comprobado en torno del snuff. Quizá
se pueda vivir con la idea de su no existencia, porque nadie ha aceptado
frente a la prensa que haya visto un film y mucho menos ha aparecido
alguien que pueda mostrarlo. Algunos pensarán lo mismo que Joel
Schumacher le hace decir a Nicolas Cage en 8 milímetros: El
snuff es parte del folklore de la industria del porno. La policía
de Juárez, hasta ahora, no dijo nada más convincente.
Y nada parece indicar que esa chica morena, de casi 30 años,
con pelo por los hombros llamada Jennifer López pueda echar demasiada
luz sobre una ciudad donde la noche dura 24 horas.
arriba