Hay
un genoma
en mi cuerpo
¿Cuán
útil es la secuencia del Genoma Humano? ¿Qué es
exactamente la secuencia del Genoma Humano? ¿Cuál es el
proyecto detrás del Proyecto? ¿Qué es la basura
genética? ¿Por qué el genoma se parece más
a una guía telefónica que al libro de la vida? ¿Por
qué hay que leer otra nota sobre el Genoma Humano? Sépalo
usted mismo.
POR
LEONARDO MOLEDO Y JOAQUIN MIRKIN
El
kitsch mediático desatado alrededor del Proyecto Genoma Humano
(PGH) consiguió que el icono de la doble hélice eclipsara
por un par de semanas a la omnipresente arroba que abre
la entrada del paraíso virtual. En más de un sentido,
ya que el anuncio de secuenciamiento casi total del genoma también
se transformó -como Internet en un mito totalizador, utopía
(fin de las enfermedades, salud a salvo de todo riesgo) y distopía
(control absoluto sobre todos los aspectos de la vida y la constitución
humana, cuando no su conducta), solución de los problemas y antesala
de un mundo rigurosamente vigilado desde un panóptico instalado
en los laboratorios.
Lo cierto es que a partir de la década del 80 o mejor,
a partir de que en 1953 se descubriera la estructura del ADN,
la biología y en especial la biología molecular, lentamente
primero, explosivamente después, en cierto modo tomó el
liderazgo de la aventura científica y tecnológica, aventajando
a otros emprendimientos centrales y espectaculares del siglo XX, como
la física nuclear y la exploración espacial. Ahora a
cuatro años de la clonación de Dolly el genoma está
cabeza a cabeza con Internet en el imaginario colectivo.
Lentamente, aunque con ramalazos de meteorito marciano, primero los
dinosaurios (esos monstruos-juguetes que reencarnaron el viejo protagonismo
del dragón para los niños-grandes de la sociedad globalizada
cuyo ideal es la familia Simpson) y después los clones y los
genes ocuparon el centro de la escena posmo y global. La atención
que al compás de la fusión entre los teléfonos
y las computadoras se desplazó del espacio exterior al espacio
virtual trasladó sus temores y fantasías desde el
poder de las bombas al poder de las diminutas moléculas que en
el interior de cada una de nuestras células dirigen el funcionamiento
de la maquinaria química de la vida. El miedo a la explosión
final viró en miedo a la mutación maligna y el antiguo
anhelo de la introspección incorporó a la química
para buscar en el fondo de cada célula las raíces de la
subjetividad.
Y como era de esperar, dinosaurios y genes fueron capturados por la
nueva maquinaria macdonalizada que produce en serie mitos y leyendas
con la misma facilidad que hamburguesas: mirá tu interior: llevás,
muy adentro, escrito todo lo que sos en un alfabeto incomprensible de
fosfatos, azúcares y bases, que sólo los genetistas serán
capaces de leer. Tu propio genoma puede ser tu enemigo. Te pueden clonar
y repartir tus copias por el mundo (y perpetuarlas a través de
generaciones). Te pueden injertar un gen que te transforme en un monstruo
o generar una raza de subhombres á la Wells o Huxley. Te enterás
de que existían enfermedades horripilantes y desconocidas como
la fibrosis quística o el mal de Huntington. Te dicen que hay
genes que regulan la creatividad, la orientación sexual, la criminalidad,
la inteligencia. Te dicen que ya no son las máquinas mecánicas
las que te dominarán, sino esas máquinas mínimas,
los genes, que están allí desde el principio de los tiempos,
acechando. Te dicen que curarán tus enfermedades genéticas
y restaurarán tu ADN hasta que sea normal. Te dicen: ahora lo
sabremos todo.
Te dicen, te dicen, te dicen.
Clinton y Blair, el imperio de hoy y el imperio de ayer lo celebran
en la portada de los diarios, en la televisión, en las radios,
en Internet. Lo celebran desde el fondo de sus genes. A su lado, Craig
Venter el gran secuenciador y gran propietario, lucha por patentarte
y Francis Collins que dirige la parte estatal y pública
del Proyecto aparecen un poco desdibujados, pero son ellos los
que saben.
EL
MITO DEL CONOCIMIENTO PERFECTO
Desde la iniciación misma del Proyecto, floreció
muchas veces entre los mismos científicos la creencia
de que el ADN contiene el secreto de la vida y la naturaleza humana.
No parece ser así, y eso aun suponiendo que expresiones como
el secreto de la vida o la naturaleza humanatengan
algún significado. Lamentablemente para los reduccionistas a
ultranza, hace falta mucho más que ADN para fabricar un organismo
vivo. Ni siquiera los organismos mismos se autoconstruyen únicamente
a partir de su ADN: cada momento de la historia de un ser viviente es
el resultado de una compleja interacción entre factores internos
y externos (el llamado entorno). Además, el entorno es en parte
resultado de la actividad del propio organismo, que no eligió
pero tampoco sufre pasivamente el mundo en el que le tocó aparecer.
Recíprocamente, los factores internos no son autónomos,
sino que actúan en respuesta al estímulo externo: buena
parte de la maquinaria química de una célula sólo
se pone en marcha cuando las condiciones externas lo requieren. Y, como
si fuera poco, interno ni siquiera significa lo mismo que
genético: el desarrollo celular está relacionado
con variaciones que se producen al azar durante el desarrollo (lo que
se llama ruido genético, o ruido del desarrollo). Esto es lo
que hace, por ejemplo, que incluso los gemelos (que comparten exactamente
la misma información genética) tengan distintas huellas
digitales (y que las huellas digitales de nuestra mano izquierda sean
distintas de las de nuestra mano derecha).
Aunque los grandes actores del Proyecto Genoma Humano niegan explícitamente
el determinismo genético irreductible, en medio del ruido genómico
dieron una sensación equívoca. Si verdaderamente creemos
que un organismo es el resultado de la interacción entre el mundo
externo y el interno, no podemos pensar que el PGH vaya a decir mucho
sobre lo que el hombre es, o que pueda explicar sus conductas sociales.
EL
MITO DE LA HERENCIA
Heredar genes se parece, en cierta forma, a heredar dinero. Podemos
decir algo de lo que será la vida de un heredero según
el monto de la herencia: cómo vivirá, qué educación
recibirá, e incluso dónde se establecerá. Pero
no podemos saber si derrochará su patrimonio o si lo duplicará
o si ganará una fortuna en el Loto (y en ese caso, qué
hará con ella). Algo parecido ocurre con el genoma. Los rasgos
hereditarios, por ahora, determinan menos que el dinero. Los gemelos
tienen un genoma idéntico, pero nada asegura que sus vidas serán
iguales (y es muy curioso, dicho sea de paso, que en general los padres
de gemelos o incluso de mellizos, que por cierto no tienen la
misma información genética tratan de enfatizar el
parecido, vistiéndolos igual, enviándolos al mismo colegio,
etc..).
Dentro
de los genes también hay basura, secuencias
sin ton ni son (intrones), cuya utilidad se desconoce. Tal vez
sean restos fósiles de genes que alguna vez sirvieron para
algo y que por alguna razón quedaron allí, como
libros olvidados en una casa que no se usan desde hace siglos
y cuyos caracteres ahora no se entienden.
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LITERATURA
GENÉTICA
Una vez leído el libro de la vida, qué
más podemos pedir. Bueno, que, por lo menos, el libro no sea
muy aburrido y contenga, al menos algunos trozos de buena literatura.
Hoy por hoy, el libro de la vida tiene más o menos
el aspecto de una guía de teléfonos: es una lista, una
secuencia de letras. No mucho más. Sin embargo, es verdad que
del examen minucioso de la guía telefónica se pueden sacar
algunas conclusiones sobre la sociedad: un demógrafo avispado
puede ir más allá de las estadísticas y las frecuencias
de los apellidos, encontrar patrones de filiación e inmigración
y, si logra aprender algo sobre las características telefónicas
de distribución por zonas. Pero la guía de teléfonos
no refleja la complejidad de la sociedad. Ni dice nada sobre las cosas
que los hablantes telefónicos conversan entre ellos.
EL
MITO DE LA METAMORFOSIS
El sueño de la genética produce monstruos:
la leyenda nos habla de animales transgénicos como las Gorgonas,
los Grifos, los Pegasos. La mitología nos habla de innumerables
metamorfosis: los dioses se transformaban y transformaban a los mortales
en animales (la reina Hécuba transformada en perra; Dafne, en
laurel; Marsias, en caña; Zeus, biotecnologizado en toro). ¿La
ingeniería genética y sus posibilidadesamenazan con producir
esas metamorfosis en un laboratorio? No. Aunque ya se pueden comprar
alimentos transgénicos en cualquier supermercado, el Proyecto
Genoma Humano no da la fórmula para que a nadie le crezcan alas.
Heredar
genes se parece a heredar dinero. Podemos decir algo de lo que
será la vida de un heredero según el monto de la herencia: cómo
vivirá, qué educación recibirá e incluso dónde se establecerá.
Pero no podemos saber si derrochará su patrimonio o si ganará
una fortuna en el Loto (y en ese caso, qué hará con ella). Algo
parecido ocurre con el genoma.
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EL
MITO DE LA CONDUCTA
En una época de genética en alza, es lógico
que cada investigador quiera tener un gen propio (como a principios
de siglo cada uno soñaba con la radiación propia que le
daría fama e inmortalidad). Así se han localizado
genes de la creatividad, de la innovación,
y hay quienes creen que existen genes de la violencia, la criminalidad,
la inteligencia, la homosexualidad, el alcoholismo. Es pura miopía
genética. No hay ninguna evidencia seria de tales cosas. Las
pocas que existen se encuentran apoyadas en experimentos bastante gruesos
y primitivos, que indican tan poco como las evidencias que
en el siglo pasado exhibía Lombroso para relacionar la criminalidad
con la forma del cráneo, o Brocca la inteligencia con el peso
del cerebro. Pero es verdad que las corrientes más derechistas
de la biología sostienen un reduccionismo genético que
exhibe una perfecta continuidad con el pensamiento del darwinismo social
y las teorías eugenésicas de mejoramiento de la raza de
Galton a fines del siglo pasado y que produjeron lo que produjeron en
el siglo XX.
EL
MITO DE LA FUENTE DE JUVENCIA
Es verdad que hay algunas enfermedades que se deben a la disfunción
de un gen único o un grupo de genes (el hipotiroidismo, la fenilcetonuria,
el mal de Huntington, la anemia falciforme, la enfermedad de Tay-Sachs).
La identificación de genes asociados de manera directa a enfermedades
puede permitir eventualmente el desarrollo de terapias que permitan
tratarlas (modificando el gen enfermo) y dar diagnósticos
prenatales o prematuros. Pero no está claro y es motivo de debate
si esos diagnósticos y la información que se obtenga de
ellos sería positiva para el diagnosticado en el caso de enfermedades
incurables. ¿Quién estaría dispuesto a saber, con
veinte años de anticipación, que serán víctimas
de un cáncer incurable? Algunos querrán y otros no, pero
tampoco está claro cómo se manejará esa información
y qué ocurrirá con las compañías de seguros
médicos cuando este tipo de diagnóstico sea corriente
y accesible (lo cual muestra, de paso, los problemas generales que conlleva
la privatización de la salud). Pero las situaciones claras de
enfermedades genéticas están mezcladas con casos muy confusos:
la misma definición de enfermedad genética es complicada,
y la idea de predisposición es muy poco rigurosa.
Lo que nos lleva a lo peor: no se puede saber qué harán
los gerentes de personal y los de las compañías médicas
al apropiarse de la versión simplista del Genoma Humano.
PATENTES:
ESE GEN ES MIO MIO MIO
Cuatro personajes han formado parte del festival genético-mediático
de hace dos semanas. Bill Clinton, Tony Blair, Craig Venter y Francis
Collins. Dos de ellos como protagonistas políticos, uno como
representante del PGH público y otro como parte del PGH privado.
El devenir del PHG marchó siempre al compás de la política
internacional. En sus inicios, se calculaba que el desciframiento iba
a estar listo en el 2004-2005. Y desde entonces, la discusión
giró siempre alrededor de si se debía patentar la secuencia
del genoma (la postura norteamericana) o si, por el contrario, debía
(y debe) ser conocida por todo el mundo (la postura europea).
El conocimiento de la secuencia no tiene ningún valor comercial
en sí. Lo que vale miles de millones, y lo que hace temer un
dominio del hombreciudadano por parte de los intereses de las compañías
farmacéuticas, son sus aplicaciones.
Al principio, fueron los mismos institutos científicos públicos
parte vertebral del proyecto internacional que nuclea a 18 países
los que plantearon la posibilidad de patentar parte de la secuencia.
Ello provocógran revuelo en el ámbito académico
internacional y llevó al director del Proyecto, James Watson
(codescubridor del ADN), a la renuncia. Hace dos semanas, quedó
bastante claro que Occidente no parece dispuesto a aceptar ningún
planteo propatentamiento. Ha quedado bastante claro que la bondad de
los Cuatro Magníficos han tirado por la borda cualquier tentativa
de obtener beneficios comerciales con la secuencia del genoma. Al menos
en el corto plazo. Porque hay que considerar la inminente partida de
Clinton -lo que nos deja a la espera del rumbo que tomarán Al
Gore o Bush Jr. el año que viene, la caída del carisma
de Blair y el halo de sospecha que rodea la tregua entre Craig Venter
y Francis Collins.
DOS
TIPOS MUY AUDACES
Craig Venter y Francis Collins son dos tipos muy audaces. Venter
es ese tipo de personajes medio empresario y medio científico,
al mejor estilo Bill Gates. Es el director del PGH privado y de la Celera
Genomics, la empresa que aportó buena parte de la tecnología
del Proyecto. Se enfrentó con todo el mundo. Su alocada carrera
en la búsqueda del genoma lo llevó a decir: Si las
cosas se pueden hacer rápido y bien, ¿por qué hacerlas
despacio?. Con un estilo brillante, este norteamericano de 53
años, nacido en Salt Lake City, estado de Utah, ha transitado
por la biología molecular transformándose en un exitoso
empresario genético.
Su sueño era descifrar la secuencia del genoma humano y consideraba
que el proyecto público iba muy despacio. Con 2 mil dólares
en el banco, fundó un instituto de investigación y consiguió
fondos públicos y privados. Se juntó con William Haseltine
otro visionario que percibía las posibilidades de descifrar
genomas y fundaron la Human Genome Sciences. En lugar del trabajo
anónimo de laboratorio como cualquier científico
en Estados Unidos, Venter le dio la espalda al statu quo científico
de su país y no tuvo ninguna intención de demostrar sencillez.
Mal no le fue.
Francis Collins director del PGH público tiene 50
años y es químico especializado en genética humana.
Tomó la dirección del Proyecto en 1993, al poco tiempo
de la renuncia de James Watson. Es hoy la cara visible del Proyecto
Genoma público.
Estos son los dos tipos con los que tendrán que negociar los
futuros presidentes, sean quienes fueren.
Hoy,
el genoma tiene el aspecto de una guía de teléfonos
más que de un libro de la vida. Es cierto que un demógrafo
puede encontrar patrones de filiación e inmigración
y, si logra dominar las características telefónicas,
de distribución por zonas. Pero eso no refleja la complejidad
de la sociedad. Ni dice nada sobre las cosas que los hablantes
telefónicos conversan entre ellos.
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MISTERIOS
DEL GENOMA
El Genoma Humano tiene tres mil millones de nucleótidos
(letras, bases, elementos del código), pero, según parece,
sólo el tres por ciento de ese ADN tiene importancia funcional.
Otro dos por ciento se emplea para tareas internas (regular
genes individuales, ayudarlos a mandar mensajes y otras operaciones
no muy definidas). Queda el 95 por ciento restante.
Los genes humanos están separados por largas secuencias evidentemente
inútiles llamadas basura. Por ejemplo: en el genoma
humano hay aproximadamente medio millón de copias de una misma
secuencia de nucleótidos, de trescientas bases de longitud, que
se llama ALU, y que representa aproximadamente el 5 por ciento del genoma
total, sin que se sepa ni por qué ni para qué está
allí, ni si tiene función alguna. Es posible que en alguna
fase de la evolución fueran elementos dinámicos, pero
no hay evidencias al respecto. Algunos creen que ALU ha surgido, de
alguna manera desconocida, recién en los últimos sesenta
millones de años. Y ya no sirve.
Dentro de los genes también hay basura, secuencias sin ton ni
son (intrones), cuya utilidad se desconoce y que laboriosas proteínas
se encargan de separar cuando el gen cumple su función. Tal vez
también sean restos fósiles de genes que alguna vez sirvieron
para algo y que por alguna razón quedaron allí, como libros
olvidados en una casa que no se usan desde hace siglos y cuyos caracteres
ahora no se entienden.
El asunto, se piense como se piense, es extraño. Algunos sugieren
que la persistencia de los intrones está relacionada con la manera
en que seempaquetan las moléculas de ADN, que están enroscadas
en una doble hélice. Pero las hélices a su vez se enroscan
en paquetes más o menos esféricos, de proteínas
llamadas histonas, alrededor de las cuales la hélice da dos vueltas.
El significado de esta complicada estructura se desconoce. Como se desconoce
la razón por la cual algunas moléculas de ADN transcripto
son editadas, eliminando basura y corrigiendo errores.
Además, la aparición de errores en la maquinaria celular,
junto a otros fenómenos (como los que se observan con el aumento
de repeticiones inexplicables en el caso de la enfermedad llamada Corea
de Huntington) podrían ser indicios de una inestabilidad inherente
al genoma humano. ¿Será así? ¿Podemos asegurar
que el Genoma es estable, esto es, que no se derrumbará (y con
él la especie) en los próximos millones de años?
En principio, no hay por qué pensar que el genoma humano es más
vulnerable que el de los otros mamíferos, incluso los extinguidos.
PROBLEMAS
Y VENTAJAS DEL GENOMA
¿Por qué todo el mundo dice que esto recién
empieza? Según Eric Lander, jefe del Centro Whitehead para la
Investigación del Genoma del MIT, los aspectos sociales
y filosóficos son tan importantes como los científicos.
Evidentemente, el tema que más nerviosismo está generando
es qué va a suceder de ahora en más. Por un lado, todo
el mundo estará tentando a mirar los datos del otro. Si de ahora
en más se podrá saber a qué enfermedades son propensas
las personas, será muy difícil que exista la privacidad
absoluta, ya que el mundo de la información querrá conocer
las enfermedades que les depara el destino a políticos, artistas,
clientes, empleados, amigos, familiares, parejas, etc.
En una encuesta realizada por la revista Time y la cadena CNN hay algunos
datos que llaman la atención: cuando se le pregunta a la gente
si piensa que es inmoral desarrollar tecnologías para descifrar
el genoma, el 47 por ciento dice que no. Ahora bien, cuando se le vuelve
a preguntar si desearía tener esa información para saber
a qué enfermedad es propenso, el 61 por ciento dice que sí.
Sin embargo, cuando se le pregunta si desearía que la compañía
de seguros tenga acceso a esa información, el 75 por ciento de
la gente entrevistada dice que no. El 84 por ciento rechaza de plano
cualquier tentativa de que el Estado tenga acceso a cualquier tipo de
información que tenga que ver con su código genético.
El mapeo del genoma creará, a largo plazo o antes, si se
insiste con las posturas macdonalizadas, reduccionistas y simplistas
problemas de difícil solución, que abarcarán las
relaciones entre las personas, las instituciones y el Estado. Diagnósticos
prenatales, propensiones, seguros médicos, manejo de la información,
algún que otro intento más de definir la normalidad
a través del ADN y establecer una ideología biologicista
de lo normal. También, a mediano o largo plazo producirá
terapias y curaciones nuevas (no tantas como se vocifera hoy en día,
pero sí bastantes). Es un tema conflictivo para el que todavía
no existen argumentos igualmente elaborados. Y que recién empieza.
LA
ESTÉTICA DEL GENOMA
Más allá de los problemas, las ventajas, las exageraciones,
las luchas millonarias por el patentamiento, hay un costado que no fue
tomado demasiado en cuenta, velado por las discusiones en torno de la
utilidad o no, de las aplicaciones o no, de los temores o no, y es el
impacto estético de haber alcanzado un hito (no tan grande como
se proclama, pero un hito al fin) de la aventura del conocimiento de
la naturaleza. Las grandes y cambiantes teorías que describen
nuestro mundo, nuestro universo, la larga marcha de las especies a través
de la maraña de la evolución, la forma regular en la que
los elementos se ubican plácidamente en la Tabla Periódica,
la manera en que las placas tectónicas se mueven, superponen
y hunden generando océanos y continentes, la delicada maquinaria
química que regula los equilibrios celulares y transporta losmensajes
desde el centro de la célula hasta convertir información
en proteínas, son básicamente bellas, independientemente
de su utilidad. Aunque éste no es exactamente el caso, penetrar
en la estructura del Genoma es agarrar, rozar, filamentos de leyes y
principios básicos que abarcan océanos de tiempo, que
hacen que el mundo sea lo que es. La aventura de conocer, que alimenta
a la filosofía y que suelen arruinar y comercializar los fabricantes
y patentadores de genes y hamburguesas, siempre preguntando por la utilidad,
como la aventura de crear, que en los casos de fondo tiene la delicada
precisión de lo inútil, es de lo mejor que hace la especie
humana. Aunque no sirva para nada.
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