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MUSICA El encuentro entre León Gieco y Editus


Cuatro cabezas

Editus, la banda costarricense con la que Rubén Blades grabó Tiempos, el disco por el que ganó el Grammy, pasó por Buenos Aires para tocar media hora en una fiesta privada. Eso, por supuesto, les dejó tiempo para juntarse con León Gieco. A continuación, un encuentro que sirve de presentación para una gran banda condenada en Costa Rica “por hacer chivos”.

 

Por Víctor Pintos

El tema instalado en la charla, sin que nadie lo propusiera formalmente, es el misterio. El misterio de por qué suceden ciertas cosas. Y cuenta León Gieco: “La verdad, el tema no me gustaba para nada, me parecía todo igual. Por eso iba a dejarlo afuera del disco. Pero apareció Dino Saluzzi en el estudio, con el bandoneón, preguntando qué tenía que grabar. ¡Y yo no lo había llamado! Pero como insistió en que esa noche tenía que grabar algo para llevar un peso a su casa, le dije que bueno, que tenía un tema para hacer. Y se lo toqué, y ahí nomás le puso el bandoneón, y así quedó. Lo que se publicó fue el primer ensayo, que no sabíamos que Amílcar, el técnico, había grabado...”. Los costarricenses Edín Solís, Ricardo Ramírez y Carlos Vargas abren grandes sus ojos por el asombro y escuchan en silencio cómo casi no se grabó, en 1978, “Sólo le pido a Dios”, el tema que es, por lejos, la obra más trascendente de la carrera de Gieco.
Los tres visitantes también saben de misterios. Justamente por eso no pueden explicar cómo fue que, siendo apenas un trío de música instrumental de un pequeño y nada poderoso país centroamericano, llegaron a ser el grupo de Rubén Blades con que el panameño ganó el Grammy de este año al mejor disco de música latina. Ramírez, el violinista de Editus, cuenta que hace unos cuatro o cinco años su esposa recibió un llamado en su casa, y que cuando él se enteró, no lo tuvo en cuenta porque pensó que se trataba de una broma. “Yo estaba de gira con el grupo, y mi esposa me dice: Te llamó Rubén Blades, quiere invitarte a grabar en su nuevo disco. Por supuesto, no lo creí. Tiempo después, leímos en una entrevista que le habían hecho a Rubén en un diario de Nueva York que uno de sus discos preferidos era uno de Editus. Ahí empecé a pensar que podía ser cierto.” Risas. Sigue Solís, el guitarrista: “¡Era cierto! Resulta que una vez que habíamos ido a Panamá, le dejamos unos discos al dueño del bar que nos había contratado, y él se los dio a Rubén. Así nos conoció”. Tapado Vargas, el percusionista, termina la historia: “Un tiempo después, Rubén fue a Costa Rica. Nos buscó y nos propuso grabar su nuevo disco, en el que quería poner sonidos y ritmos de toda Latinoamérica, que es precisamente lo nuestro. Así hicimos Tiempos”.
Gieco se interesó especialmente por Tiempos cuando un periodista amigo le avisó que Blades había grabado “un disco de León Gieco”, por eso de los ritmos sudamericanos. Se maravilló con las letras soberbias de “Sicarios”, “Hipocresía” y “20 de diciembre” y con los instrumentales “Mar del Sur”, “Viento y madera”, “Ilusiones”, que son participaciones directas de Editus. La casualidad o el misterio hizo el resto. El argentino Daniel Aizenberg, radicado en Costa Rica, pasó a ser el manager de Editus. Aizenberg es a la vez amigo de Osqui Amante, músico, técnico de grabación y socio del estudio que Gieco está construyendo en una casona frente al Parque Centenario. Y ahora ya se sabe que habrá una segunda reunión: Gieco cantará junto a Editus en Costa Rica, después de un festival en Panamá impulsado por Unesco.
Editus se formó hace diez años como un dúo de guitarra y violín. En el ‘93 se sumó la percusión. Y a partir de ese momento, Solís, Ramírez y Vargas comenzaron a caminar cuesta arriba con la esperanza invencible de los que saben que, de movida, son perdedores. Cómo no iban a sentirlo: siendo músicos de extracción clásica, se pusieron a hacer música instrumental. Y sin un género que los amparara. Porque Editus no hace folklore ni jazz ni clásica: sólo música. “World beat”, anuncian, por si hiciera falta un rótulo. Comenzaron con muy pocos referentes –uno de ellos era el trío Vitale-Baraj-González– y sin que las compañías grabadoras evidenciaran entusiasmo. Pero siguieron. En el ‘94 grabaron su primer disco, Ilusiones, y hoy van por el quinto: los otros cuatro son Siempre (1995), Inéditus (1996), Dibujando memorias (1997) y Calle de los vientos (junto al Sexteto de Jazz Latino costarricense, 1998). Todos,producidos y editados en forma independiente. Y les va bien. Son conocidos y queridos en Costa Rica. “El país es pequeño, por eso no es tan difícil ser populares allá”, aclaran con un gesto de humildad.
“Tocamos donde se puede: en un teatro, en un bar, en una fiesta, en un casamiento. Siempre lo tuvimos claro: la cuestión no era dónde ni delante de qué público, sino que lo hiciéramos bien”, dicen. No les preocupó que se dijera que hacían chivos. “Allá, para un músico, ir a matar el chivo es tocar por plata. Los músicos clásicos de allá nunca hacen chivos, y si los hacen, no lo dicen. Si graban en un disco de un cantante popular, no quieren ser mencionados en los créditos. Eso no nos preocupó. Tampoco que nos vieran como los más prostitutos de todos. Nosotros fuimos y vamos a tocar adonde sea.”
En su próximo disco (en el que será acompañado por Editus y tendrá como invitado al grupo vocal brasileño Boca Livre), Blades quiere incorporar ritmos e instrumentos celtas y algo de música de Oriente. “Una globalización de la música a partir de lo latinoamericano”, explican. “Eso que llaman ‘World Beat’. Y no es tan caprichoso. Por ejemplo, descubrimos que el acordeón oriental es muy parecido al de los vallenatos de Colombia. Por eso los cruces son posibles.”
De su breve paso por Buenos Aires, los Editus se llevan algunas contactos y anécdotas, y varios discos. Los dos discos del gaitero Carlos Núñez que les recomendó Gieco, chacareras de Peteco Carabajal, algo de tango. “Conocemos mucha música argentina”, dice Solís. “Antes de Editus, cuando tocaba en otro grupo (Cantoamérica, dedicado al folklore afrocaribeño), exploré mucha música de acá, de Atahualpa Yupanqui a Lito Vitale.” Aporta Ramírez: “También conocemos el rock. Charly (García), Fito (Páez), todo Serú Giran, Pedro Aznar, León. Y por supuesto, Mercedes Sosa”.
Cuando terminan las presentaciones, la charla entre los músicos se enciende sin rumbo. Así, el nuevo amigo argentino de Editus, Gieco, avanza con más anécdotas y recala en la noche del pasado 31 de diciembre, “cuando todos nos creímos que iba a suceder algo importante con el cambio de siglo”. Los costarricenses siguen el relato con atención. “Terminé con toda mi familia en la Plaza de Mayo, acompañando a las Madres. Y media hora antes de las 12, cuando estaba cantando una canción, pensé si en ese mismo momento estarían actuando Blades y ustedes en el Canal de Panamá, porque así lo había leído en el reportaje que salió en Radar... ¿Se hizo el concierto?” Los Editus contestan al unísono que sí, pero que los dos shows no fueron estrictamente simultáneos por una cuestión de diferencias horarias. La aclaración, en verdad, no interesa a nadie; lo que importa es que esa noche, por un instante al menos, un pensamiento y la música los unió. Por entonces no sabían que medio año después se encontrarían personalmente, y que luego de ese cruce otro camino, con tantos misterios como tienen todos los caminos nuevos, se abriría. A dónde lleva, no se sabe.

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