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El karma de ir al sur

El 5 de setiembre de 1975, Sui Generis ofreció dos conciertos en el Luna Park para despedirse: Charly García y Nito Mestre anunciaban que aquí también el sueño había terminado. Veinticinco años después, mientras graban juntos un nuevo disco (Sinfonía adolescente) y se asegura que habrá un gran concierto de reencuentro, en River, antes de fin de año, Radar presenta una historia conocida por pocos: el verdadero final de Sui Generis. Porque después del Luna Park, el grupo siguió tocando dos semanas en el interior. Y todo terminó muy mal, en plena Patagonia.

POR VICTOR PINTOS

La historia oficial dice que Sui Generis se despidió con aquella frase, casi un grito, de Charly García: “Bueno, yo me despido ahora, chau, chau, chau loco...”, y con una versión desajustada pero vibrante de “Rasguña las piedras”. Fue el 5 de setiembre del ‘75, hace veinticinco años, en el Luna Park. Así llegaba ¿a destino? la aventura llamada Sui Generis, que sólo cuarenta meses antes habían emprendido dos muchachitos flaquísimos de pelo largo que tenían tanta energía como pocos años: un mes y medio después del Adiós, Charly cumpliría veinticuatro; Nito había llegado un mes antes a los veintitrés. La explosión por el final que García y Mestre eligieron para Sui Generis en el momento de mayor popularidad del grupo, más la convocatoria que tuvo aquella despedida, produjo la primera gran irrupción del rock local en los medios periodísticos que leía la gente común. Hasta la revista Gente, en su edición 529, que salió a la calle el jueves 11 de setiembre, publicó una doble página gráfica (seis fotos con sus correspondientes epígrafes) que tituló, con su inefable estilo: Qué mambo, loco... Qué mambo (reunieron más gente que Gardel). Lo que muy pocos saben es que Sui Generis siguió tocando, después de aquel Luna Park, y que, ya diluida la presión del megaconcierto en Buenos Aires (que se había grabado para un disco en vivo y filmado para una película), el clima en la intimidad de la banda se volvió tan grato como en los buenos tiempos. A tal punto que García y Mestre llegaron a preguntarse si la decisión de terminar con Sui Generis había sido acertada.
El viernes 12 de setiembre –es decir, siete días después del Luna Park-, Sui Generis actuó en el estadio Atenas de Córdoba, y al otro día, el sábado 13, en Rosario. Dice Mestre hoy: “De Córdoba no me acuerdo mucho, pero de Rosario sí. Fue un concierto en el estadio América, que organizaron Robertone y López. Hubo como cinco mil personas en una sala de cuatro mil, fue una locura”. (Carlos Robertone era el sonidista de los shows de Sui Generis que, aportando sus equipos, comenzaba en aquel tiempo a producir espectáculos. Poco después se iría del país; desde entonces vive en Venezuela. El otro productor del show, Oscar López, estaba empezando en aquellos días su actividad como empresario de espectáculos. Poco después se convertiría también en productor discográfico, al fundar, en 1978 y asociado con Billy Bond, el sello Sazam, donde grabaron Seru Giran, Nito Mestre y los Desconocidos de Siempre, León Gieco, Pastoral y Miguel Mateos/Zas. Justamente como manager de Mateos se fue al exterior a mitad de los 80; desde entonces vive en los Estados Unidos.)
Sui Generis no terminó ahí: al siguiente fin de semana, el grupo tuvo agenda completa en la Patagonia: tres shows en tres días, todos “vendidos” (es decir, ya no con producción propia sino con un cachet fijo, pagado por dos sureños, Vicente Vega y Luis Hernández). El viernes 20, el grupo tocó en la confitería Géminis de Comodoro Rivadavia: una presentación dentro de todo normal, salvo que, en la sobremesa del almuerzo de ese día, los músicos habían hablado de colegas, entre ellos de un grupo innombrable, un yeta. “Estábamos todos superamigos; el clima era bárbaro y me acuerdo de que nos cagamos de risa del asunto. Pero después, con todo lo que pasó, nos acordamos mucho de eso”, dice Mestre. Al día siguiente, el sábado 21, Día de la Primavera, Sui Generis debía presentarse en la modesta sala del Centro Catamarqueño de Caleta Olivia. “Cuando caímos, lo primero que nos dijeron era si no teníamos problemas de tocar con una pasarela adelante, porque antes del show iban a elegir a la Reina”, cuenta Mestre. “Incluso me parece que uno de nosotros fue parte del jurado”, agrega, sin aclarar quién. El tercer concierto de ese fin de semana fue el domingo 22, otra vez en Caleta Olivia, pero en el salón del Club Estrella Norte. Que un mismo grupo se presentara dos días seguidos en una misma ciudad de tan discreta cantidad de habitantes no era lo que se dice una astucia comercial. Mestre recuerda así el último concierto de Sui Generis: “Fue horrible. El lugar era un desastre, con techo de chapas, sonó todo mal y vinieron no más de cincuenta personas”.
Pero lo peor vino después. Cuenta Mestre: “Cuando terminamos de tocar, salimos Charly y yo, con dos chicas, en un Falcon. Atrás venía la camioneta con los equipos y, en otro auto, Rinaldo (Rafanelli, el bajista del grupo), Juan (Rodríguez, el baterista) y no sé quiénes más”. En el camino que va de Caleta Olivia a Comodoro Rivadavia, volcó la camioneta (conducía un local, Fernando Ramos, a quien acompañaba una chica de apellido Rolón) y los equipos quedaron destrozados. “Me acuerdo que nos alcanzó el otro auto y Juan nos contó desesperado que había visto todo hecho pedazos, que el bombo de la batería estaba en la banquina partido en dos”. Un diario de la zona dio la noticia del accidente. Dramático Adiós para Sui Generis: Perdieron en nuestra ciudad más de doscientos millones, tituló la nota. Y dio los siguientes detalles: “De acuerdo a una cifra estimativa de los músicos perjudicados en este accidente, las pérdidas alcanzarían a más de 200 millones de pesos viejos. Pero la desgracia se ensañó con el músico y creador de grandes éxitos Charly García, quien en esta oportunidad había traído todos los instrumentos musicales que interpreta: melotrón, piano, órgano y sintetizador, con todo el sinnúmero de implementos amplificadores, que quedó reducido a material de chatarra, al igual que repuestos de elevado costo. En su totalidad eran instrumentos de importación. Como consecuencia, repetimos, Charly García perdió el fruto de toda su carrera artística que había invertido en instrumentos; Juan Carlos Rodríguez, la batería; Reinaldo (sic) Rafanelli, el bajo electrónico, y Nito Mestre una guitarra Gypson (sic)”.
Allí no terminó todo: el único teclado que se salvó fue robado en la madrugada del lunes, en el aeropuerto de Comodoro Rivadavia, poco antes de que se despachara la carga en el avión que traería a los músicos de regreso a Buenos Aires. El mismo diario recogió así el relato de Vega y Hernández, los organizadores de los conciertos: “Cumplidos los trámites legales ante la Policía de la Provincia de Santa Cruz a raíz del accidente, los músicos transportaron lo que quedaba de sus instrumentos y equipos hasta el aeropuerto del kilómetro 9. Los depositaron en las cercanías de la sección Control de Cargas, a la espera de que llegara el personal que debía despacharlos. Eran las seis de la mañana, cuando un señor de apellido García, igual que Charly, les manifestó a los muchachos que dejaran el equipaje y que se retiraran a la confitería del aeropuerto. A las 7.15 llegamos nosotros al lugar y, cuando controlamos el equipaje, notamos que faltaba el sintetizador. Les preguntamos a todas las personas que trabajaban en la estación y nadie supo nada. Entonces radicamos la denuncia en el destacamento policial del kilómetro 8 y en Aerolíneas Argentinas. El instrumento cuesta unos cien millones de pesos, dada la suba del dólar”.
Según Mestre, eso terminó de pinchar la serena euforia que creía haber recuperado el grupo después del Luna Park. “Después de todo eso, decidimos cortarla en serio. Fue como si alguien nos hubiera dicho: déjense de joder, termínenla de una vez. No se podía creer las cosas que habían pasado”, dice Mestre. De aquel anticlimático final, sin embargo, sobrevivieron dos piezas sobre las hoy se basa el retorno de Sui Generis, además de las obvias presencias de García y Nito. Confiesa Mestre: “El String Ensemble que Charly tanto quería, con el que grabamos Instituciones (el tercer disco de Sui Generis), se hizo pelota en el accidente aquel, es cierto. Pero pudieron repararlo y Charly todavía lo tiene. Con ese teclado estamos grabando algunas cosas del nuevo disco... Y mi guitarra Gibson, que era la acústica de Sui Generis, no se rompió, como dijo aquel diario. La encontramos sanita entre los escombros y también la tenemos en el estudio. Charly dice que ninguna guitarra suena como ésa”.


Hubo un tiempo que fue hermoso

Por León Gieco Pasó hace tanto tiempo... Pero me acuerdo, claro que me acuerdo. Sin ir más lejos porque, cuando empezó Sui Generis, yo también estaba empezando. Estaba tan cerca de Charly y Nito, éramos tan amigos que, cuando ellos tuvieron éxito, yo sentí que el éxito también era un poco mío. Los conocí en unos conciertos que se hicieron en el Teatro Luz y Fuerza, en San Telmo, habrá sido a fines del ‘71 o ya en el ‘72. Siempre cuento la historia: tocábamos Miguel y Eugenio, Sui Generis y yo. Y, cuando estaba por empezar el concierto, me dijeron que Sui Generis no iba a poder tocar porque el pianista no estaba, no había llegado. Entonces tuvimos que tocar nosotros primero, y recién ahí fue cuando apareció Charly: en realidad estaba desde antes pero se había escondido para poder cerrar el show él. Una turrada, pero también una cosa divina. Yo me di cuenta al instante, pero no pensé mal, porque me dije que un tipo que, siendo nadie, era capaz de una movida así, iba a terminar haciendo cosas grandes...
Ya esa primera vez que los vi me impresionó Charly. Era impactante. En cuanto lo oí tocar empecé a decir que quería que ese tipo fuera el tecladista de mi grupo. Qué iluso, ¿no? Pero, al final, la ilusión un poco se cumplió, porque Charly me acompañó en mi tercer disco, El fantasma de Canterville. Ahí está Sui Generis completo, porque Charly tocó los teclados y cantó, y Nito también hizo voces y tocó la flauta. La gente cree que, después de aquellos Luna Park, Charly y Nito estaban medio peleados, o cada uno por su lado. Y, en realidad, hasta siguieron viviendo juntos, cuando Nito se quedó sin casa y paró en un hotel donde estaba Charly. Es más: por esa época hice con ellos dos conciertos en el teatro Odeón. La banda eran Charly, Nito, Moro, Alfredo (Toth) y (Rodolfo) Gorosito, y María Rosa (Yorio) hacía unos coros.
Volviendo a los primeros tiempos, después de aquella noche en Luz y Fuerza, nos encontramos en el estudio de Pepe Netto con Gustavo Santaolalla. Me acuerdo que Gustavo quería proponernos unas cosas, él siempre tuvo muchas ideas, a mí me había dado una mano muy importante, fue el productor de mi primer disco. Anoche justamente estuve con él y nos acordamos de esa época, y nos reímos mucho de que un tema de ese disco se haya hecho famoso ahora, tantos años después, por esa publicidad de los teléfonos.
También me acuerdo de BA Rock. Sui Generis y yo éramos como los “nuevos artistas” elegidos para actuar en la película Hasta que se ponga el sol, y veíamos a los otros músicos del festival como unos héroes del rocanrol: Vox Dei, Billy Bond, Spinetta, Pappo. Y en realidad eran eso. Para que se entienda la diferencia: más o menos en esa época yo trabajaba en Entel y, un día que llegaba tarde, subí a un taxi y, bajando por Corrientes, escuché por la radio que pasaban mi tema “En el país de la libertad”. Hacía muy poquito que se había publicado mi primer disco, y escuchar por primera vez una canción mía en la radio fue como una señal de que por fin el asunto se había puesto en marcha. Ahí mismo decidí no ir a laburar. Nunca más fui a la oficina. Me bajé del taxi, caminé unas cuadras por Corrientes, estaba feliz. Y, en La Paz, o sea en Corrientes y Montevideo, me encontré con Charly. Estaba en una mesa, solo. Me senté con él y, al ratito, vino un pibe para pedirle que le firmara el disco de Sui Generis. Vida, el primero. El disco había salido hacía unos meses, y Charly ya estaba firmando autógrafos. A mí me dio un poquito de celos, pero me gustó que a ellos ya les fuera bien.
Después estuvimos en Mar del Plata juntos. Ellos tocaban en el Roxy, y Miguel y Eugenio y yo estábamos en el Diagonal. Pero Charly y Nito venían a vernos aprovechando que nosotros tocábamos tarde, a eso de la una de la mañana, porque en el horario central tenía la sala el Cuarteto Zupay.
Por supuesto también recuerdo mucho la experiencia de PorSuiGieco, que empezó una noche que nos reunimos en la casa de Charly, en la calle Tacuarí, para armar una editorial. Y terminamos haciendo un grupo porque la croqueta no nos dio para más. La idea era dar unos recitales. Después, por intermedio de Jorge Alvarez, llegamos a grabar el disco, una cosa accidentada, que empezó en Music Hall y terminamos en Phonalex. Ya era la época difícil: había censura, persecución, estaba la Triple A. De ese tiempo hay otra cosa bastante graciosa que recuerdo: los cuatro pegando afiches por la calle Corrientes; Charly y Porchetto por la mano derecha, y Nito y yo por la vereda de enfrente. Y Charly revoleando la cabeza para saludar a los pibes que nos reconocían. Porque no éramos muy famosos, pero igual algunos ya nos tenían, y nosotros marcábamos respondiendo.
Tengo otras imágenes de ese tiempo. Por ejemplo, el departamento de Cucha Cucha donde ellos vivían. Nito dormía al lado de una parva de papeles, y Charly en otra habitación, ya estaba con María. Ibamos al cine, nos sentábamos durante horas a escuchar música. Siempre añoro eso: nos juntábamos a escuchar música. Me acuerdo de un fin de año; con Alicia vivíamos en un departamento de Thames y Corrientes, y llamó Charly. Le dijimos que viniera, y al rato cayeron Charly, Nito y Jorge Alvarez, para escuchar un disco que me había mandado mi amigo Jimmy desde Alemania, un disco de Crosby y Nash donde está el tema de las ballenas (“The Last Whale”). Fue una noche espectacular: en esa época era muy fuerte reunirnos para escuchar lo nuevo de dos artistas como Crosby y Nash, sobre todo para nosotros, que veníamos escuchando más o menos la misma música. Con Charly y Nito podíamos escuchar desde Opa hasta Elton John, de Yes a Crosby, Stills & Nash o Los Beatles; después, en un momento, nos copamos con la Premiata Forneria Marconi, que era un grupo italiano. Eso dejamos de hacerlo más o menos cuando vino la dictadura, y yo me fui. Ahí medio se cortó esa relación.
La verdad es que, desde un primer momento, me sentí más amigo de Nito que de Charly. Con Charly siempre tuve como un respeto muy grande, porque siempre fue mucho más músico que todos nosotros. Tal vez por eso me hice más compañero de Nito, con él tenemos más o menos las mismas posibilidades. También de ese tiempo recuerdo muchas cosas privadas que nodebo ni quiero contar, cosas muy divertidas, muy fuertes, cosas naturales de una relación de amigos, que no tienen por qué hacerse públicas.
Y después me acuerdo de la despedida, claro. Los afiches que estaban pegados por toda la ciudad decían: ¿Por qué? Como preguntando por qué se separaban. Eso me llamó mucho la atención. Yo estuve en los dos conciertos, el 5 de setiembre, el de la tarde y el de la noche. Me parece que fui uno de los pocos músicos que estuvieron ese día en el Luna Park. De hecho, hay una nota que Jorge Alvarez lee en la película Adiós Sui Generis, que es una cosa que yo escribí a propósito de la separación de mis amigos. Después del concierto, cuando salimos del estadio, nos fuimos con Alicia caminando por Corrientes, y paramos en un restaurant que había en Callao y Corrientes, al que siempre íbamos porque estaba abierto las 24 horas. Y ahí estaban, casualmente, Charly y María Rosa, comiendo solos. Nos sentamos con ellos y Charly decía que todavía no lo podía creer: qué cosa extraña era que, una hora atrás, hubiera tenido el Luna Park lleno, y ahí estábamos otra vez solos...
Sui Generis fue uno de los grupos más importantes de la historia. Es cierto que me toca de cerca, porque Charly y Nito son mis amigos, y porque somos de la misma generación. Pero no sólo por eso lo digo. Haber compartido con ellos un momento, aunque ese momento hoy esté lejano, es un placer. Y un gran honor.

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