Se fue a vivir a Londres, acaba de ser madre por segunda vez y de lanzar su primer disco grabado fuera de Estados Unidos (pero acompañada por casi la misma troupe que le permitió resucitar en 1998 con Ray of Light). Ya ubicó el single que adelanta el álbum (Music) en la cima de los rankings a ambos lados del Atlántico. A los 42 años parece igual de empecinada en seguir cambiando una y otra vez. La pregunta es si la vida privada de Madonna no representa más que una nota al pie de su carrera, o viceversa. Y si algún día nos preguntaremos quién es esa abuela, como nos preguntamos en su momento quién era esa chica. Radar desmiembra el mito y analiza cada una de sus partes. Por RODRIGO FRESAN Envejecemos
junto a Madonna. Como otros han envejecido junto a Frank Sinatra. Madonna
Louise Verónica Ciccone es el espejo de nuestros días
y de nuestra (de)generación: sus mutaciones radicales son el
reflejo exagerado de las nuestras, más cautas e intrascendentes.
Porque ése es el trabajo de las leyendas: parecerse a los seres
anónimos, sólo que a lo grande. La fama no es más
que la exageración de un síntoma. POP
Pensemos en el pop como un lugar donde los años 50 fueron la
prehistoria; los 60, el Egipto faraónico y el estallido humanista
de Grecia; los 70, como la Roma decadente que desembocó en la
Edad Media; los 80, como el Renacimiento; y los 90, como... eh... los
90 como los 70 en serio: luces y flashes y coreografías de mercadotecnia.
El encandilante horror en el corazón de las tinieblas. En este
momento, que pareciera que flotáramos en el punto más
ingrato de nuestra historia musical, no se puede no considerar a Madonna
como una perfecta hija del Renacimiento, una Venus de Botticelli flotando
como una virgen por encima del ruido blanco y pasajero de todas las
modas y todos los huesos ya amarillos de las muchas, muchísimas,
que quisieron ser como ella y ya no son ni serán. STAR Como Elvis Presley o Kurt Cobain, Marilyn Monroe era una nova. Una estrella, sí: pero autodestructiva, de alta intensidad y breve permanencia. La luz que todavía emite MM es la luz de una estrella todavía brillante, pero definitivamente muerta. Madonna ha buscado desde el principio de su carrera cierta complicidad con el look Monroe, pero al mismo tiempo no ha dejado de aclarar: Marilyn fue una víctima y yo no, por eso no hay comparación posible. A Madonna le interesa la Marilyn personaje y no la Marilyn persona. Lo mismo vale para Evita, otro de esos disfraces-arquetipo en los que entra por un rato para salir más Madonna que nunca. Como una especie de talentoso parásito dispuesto a absorber todo lo que valga la pena ser absorbido; un vampiro siempre sediento de lo cool y lo hip; un David Bowie con tetas, que se prueba vidas como otros se prueban ropa. Si algo ha sido Madonna es victimaria antes que víctima, no presa sino animal de caza. Sus momentos de perseguida o doncella en llamas han sido orquestados cuidadosamente por ella misma. Y, después de todo, ¿hay algo mejor que despertar las iras del Vaticano y conseguir todo ese centimetraje gratis de publicidad en la primera plana de los diarios? Madonna parece nutrirse del sudor y la saliva de sus perseguidores. La verdadera diferencia irreconciliable entre Madonna y Marilyn es, sin embargo, otra: a diferencia de la otra rubia teñida, Madonna cree en sí misma. Cree mucho en sí misma, porque lo suyo es un milagro. Y las víctimas somos, siempre, nosotros: las personas que jamás podrán creer tanto en sí mismas porque siempre nos dijeron que eso era peligroso, que no estaba bien, que te vas a caer si subís tanto. Madonna todavía no entiende qué es eso de la Ley de Gravedad. OFF
De ahí que, a pesar de sus múltiples cambios y reencarnaciones,
Madonna resulte verosímil. De ahí que buena parte del
respeto o la admiración que se le tiene venga de su habilidad
para permanecer: de su poder residual. Madonna es verosímil en
su imposibilidad. Madonna compró el único número
de una rifa y, por lo tanto, ganó. No es fácil hacerlo
en un mundo donde todo dura poco y está casi bien que así
sea. Madonna habla, canta y se mueve desde hace dos décadas con
la seguridad de los que se sienten iluminados, carne de reflector. De
ahí que no sea fácil entrevistar a Madonna: da la impresión
de que todas las preguntas que le hacen han sido transmitidas telepáticamente
por ella al cerebro intimidado de esos entrevistadores-muñecos-de-ventrílocuo.
La exclusiva recientemente publicada por el mensuario inglés
The Face y reproducida por la revista semanal de El País de Madrid
el pasado domingo es un perfecto ejemplo de ventriloquia periodística.
Más cerca de Hola! que de Mojo, Madonna responde solícita
y vagamente sarcástica a las preguntas que ve venir desde lejos.
Allí ofrece apenas entre palabras para su marinovio, su
hija, su hijo recién nacido, su historia un momento de
sabiduría más o menos sincero: Creo que al final,
cuando sos famoso, a la gente le gusta reducirte a unos pocos rasgos
de personalidad. Creo que por eso me he vuelto así de ambiciosa.
Digo lo que se me pasa por la cabeza. Soy una persona que intimida.
ON Madonna es una reina del epigrama. Fellatio de micrófono. Su poderío escandalizante un tanto ingenuo para el resto del mundo, pero ideal para un gran país puritano como los Estados Unidos, donde el sexo todavía se practica con la luz apagada y donde no existe idea más transgresora que el éxito sostenido a lo largo de los años se reparte en tres frentes rotativos: lo que canta, lo que dice, lo que hace. Con el correr de los años y esa actitud cada vez más Madre Atómica y menos Puta Láser, Madonna ha ido optando por hablar antes de hacer. Porque es más fácil y porque deja menos evidencia que, por ejemplo, su libro Sex, aquel volumen porno-de luxe de 1992 que fue, junto con el álbum Erotica, su único incomprensible error en una campaña inmaculada: no darse cuenta de que, más allá del morbo inicial, nada repelía o aterrorizaba más a fieles y detractores en los tiempos del sida que el sexo libre y duro vendido como actitud fashion. Mi vagina es el templo del aprendizaje, se leía por ahí. No fue más que una forma de rebelarme contra mi padre y sacar afuera tanta rabia, recuerda hoy. A las palabras se las lleva el viento: siemprese las puede negar o, mejor todavía, anularlas con otras palabras. Algunas cosas que dijo Madonna y que merecen recordarse: 1) Soy fuerte, ambiciosa y sé exactamente lo que quiero. Si eso me convierte en una puta, bueno, de acuerdo. 2) Hay gente que me odia por el simple motivo de que tengo una opinión sobre las cosas. No se espera eso de una artista famosa. Sólo estás ahí para entretener a la gente, ¿no? La palabra pop es un diminutivo de popular, y para ser popular no puedes ir contra la corriente. Janis Joplin no sería hoy una artista popular. Y Chrissie Hynde no vende ni la mitad de discos que Mariah Carey. Eso es porque Mariah Carey no tiene un jodido punto de vista sobre las cosas. 3) La sexualidad de mis videos, de mi música, es una sexualidad política. La utilizo para romper tabúes. Vivimos en una sociedad fundada en el malestar hacia nuestros sentimientos, sexo incluido. Yo no utilizo el sexo para vender sino para demostrar algo. 4) Yo fui violada y no se puede frivolizar con eso. Fue una experiencia muy educativa. 5) En cuanto a mis fotos desnuda que aparecieron en Playboy, pongámoslo así: me pagaban diez dólares por hora para posar mientras que en Burger King ofrecían un dólar y medio. Así que me dije: todo sea por el arte. 6) Siempre dije que quería ser famosa... Nunca dije que quisiera ser rica. 7) Te conviertes en un icono en el momento en que la gente comienza a identificarse contigo de forma poco realista o empieza a odiarte por todos los motivos equivocados. Así que sí, soy un icono. 8) Los crucifijos son sexies porque hay un hombre desnudo en ellos. 9) El sexo sólo es sucio si no te bañas. CLIP
La música de Madonna es eminentemente visual. Cuando la escuchamos
a secas, no podemos evitar el recuerdo de los húmedos videoclips
que son parte indivisible de esas melodías. Madonna surge casi
simultáneamente con la MTV y es la primera pop-star que descubre
el poderío del clip como caballo de Troya: la música va
dentro del video, el video es muy bueno o muy escandaloso (se habla
más de los videos de Madonna que de la música de Madonna)
y uno se compra el compact como recordatorio útil hasta volver
a enganchar el clip por azar de zapping y paciencia. Mientras escribo
esto, en Barcelona, las cadenas MTV Europe y VH1 dedican buena parte
de sus programaciones al lanzamiento de Music, primer single
del álbum próximo a aparecer, Music. Antologías,
documentales, entrevistas y revisiones de todo lo que ha hecho esta
mujer. Un descubrimiento: Madonna es más homeopática que
alopática. Conviene ser ingerida en dosis pequeñas porque
lo que tragamos es una parte minúscula de nuestra enfermedad.
Por eso, Madonna es una gran actriz de clips y una pésima actriz
de películas. La clave es que sus clips son metafóricos
pero planos, de simbología obvia y de una astucia casi inquietante:
el pastiche Hollywood de Material Girl; la Venecia de Like
a Virgin; la telenovela de Papa Dont Preach;
el mamarracho latino de La Isla Bonita; el spiritual-pagano
de Like a Prayer; los guiños a Metrópolis
en Express Yourself; el homenaje a Sakamoto con Sakamoto
en Rain; el cuero eufórico de Human Nature;
el torero alzado de Take a Bow; el exceso fashion de Vogue;
la hechicera a la Castaneda de Frozen son tan parte de la
canción y uno se pregunta -como con el huevo y la gallina
qué habrá sido primero: música o imagen. El clip
con gancho también puede ser un estribillo pegadizo. MAD
Nos hemos preguntado quién es esa chica, nos preguntamos quién
es esa mujer y todo parece indicar que nos preguntaremos quién
es esa abuela. La cuestión es si nos preguntaremos quién
es esa artista más allá de todas las posibles respuestas
en pro o en contra que ofrece la tan desopilante como reveladora
Encyclopedia Madonnica de Matthew Rettenmund. Nada más que dos
opciones en el múltiple choice de nuestra incertidumbre: ¿mentiroso
monstruo del merchandising o sensible sacerdotisa postindustrial del
tercer milenio? Yo la vi en vivo (me aburrí) y la entrevisté
en directo (me sorprendió su solemnidad de principiante y su
falta de humor cuando le pregunté si se dejaría crecer
el bigote para hacer de Frida Kahlo, otra de sus hembras-fetiche). Y
supongo que a esta altura del asunto tengo tanto derecho como cualquiera
a opinar. Alguna vez escribí: Decir que Madonna es una
simple estrella pop es como afirmar que la Coca-Cola es apenas una gaseosa.
Cuatro años después, mi opinión no ha cambiado
a la hora de situar a Madonna entre los símbolos clásicos
del Made in USA, pero tampoco se ha fortalecido. No creo que su obra
sea lo más importante (aunque creo en el making of de su obra
como género artístico per se), pero me niego a ponerme
del lado de quienes la señalan como la más grande manipuladora
de todos los tiempos, capaz de quedarse embarazada para seguir saliendo
en las tapas. Descreo de aquellos que la acusan de camaleón simbiótico
que se rodea de las personas correctas para hacerse más poderosa
(Stephen Bray, Patrick Leonard, Jean-Baptiste Mondino, Prince, Nile
Rodgers, Jellybean Benítez, Babyface, Nelle Hopper, Jean-Paul
Gaultier, Björk, Massive Attack, Lenny Kravitz, Ricky Martin y
siguen las firmas), como si se tratara de una Mammadonna mafiosa. El
último en llegar a este rebaño, el responsable de su nuevo
resurgimiento maternal/dance/electronic con Ray of Light en 1998 y ahora
con Music, es el primero en negar los cargos: Madonna tiene razón
cuando le resta importancia a la figura del productor y cuando dice
que una canción es una canción... Yo no reinventé
a Madonna. Ella me reinventó a mí. Es decir: ¿dónde
estaba yo antes, quién era yo antes de trabajar con ella?,
declaró William Orbit en el mencionado reportaje a la diva que
salió en The Face. |