Joan Manuel Serrat sacó disco nuevo, pero la cosa no es tan fácil: las canciones son viejas, están compuestas por un batallón de monstruos latinoamericanos como José Alfredo Jiménez, Violeta Parra, Enrique Santos Discépolo, los hermanos Expósito, Víctor Jara y Homero Manzi, y la voz que se escucha en Cansiones no es la del catalán sino de un tal Tarrés. Radar dialoga con Serrat y Tarrés en Barcelona y cuenta cómo es la cosa. Por RODRIGO FRESAN, desde Barcelona Hasta ahora se sabía por los recién divorciados padres de Penélope Cruz que la Actriz de la Nueva España y Símbolo Milenarista del Poder Ibérico le debía su nombre a una canción de un cantautor de nombre Joan Manuel Serrat, nacido el 27 de diciembre de 1943 en el barrio de Poble Sec de Barcelona, hijo de Angeles, ama de casa, y de Josep, obrero. Lo que no se sabía es que la niña de los ojos de los españoles también estaba en deuda con un tal Tarrés, sombra díscola y cómplice de Serrat que lo sigue desde siempre pisándole los talones. Caminante no hay camino, pero sí hay Tarrés: ese doble al que Serrat decide rendirle tributo en Cansiones, flamante compact de covers de canciones hechas allá, al otro lado del charco en el que Serrat más de una vez se mojó los pies. Porque si Serrat nació en el Mediterráneo, son incontables las veces que por placer y obligación cruzó el Atlántico con Tarrés en la valija. Y no como uno de esos muñecos de ventrílocuo con ganas de cantarle las cuarenta a su supuesto amo sino como socio secreto y catador de músicas ajenas con ganas incontenibles de hacer propias. Eso es Cansiones: trece clásicos sudacas o espaldas mojadas (Soy lo prohibido, En la vida todo es ir, El último organito, Mazúrquica modérnica, Yo sé de una mujer, Sabana, El amor, amor, Che pykasumi, La maquinita, Fangal, El cigarrito, De un mundo raro y La llamada) precedidos por una canción nueva, firmada por Serrat junto a Tito Muñoz y titulada Tarrés. En esas estrofas, el catalán explica las reglas del juego y perfila a su alter-ego (Ese tal Tarrés / que no me cabe en la piel / y saca a mi animal de parranda con él) para, después, dar paso a estrofas anónimas y versos célebres donde se juntan los fantasmas de José Alfredo Jiménez, Violeta Parra, Enrique Santos Discépolo, los hermanos Expósito, Víctor Jara u Homero Manzi por el solo placer de ser serratizados, o tarresizados, da lo mismo: empieza uno, sigue el otro y todos se encuentran a la altura del estribillo. MI
OTRO YO Serrat le resta importancia al asunto y sonríe de
costado cuando se le señala que, con casi treinta y cinco años
de carrera profesional, haya decidido recién ahora hacer público
a su socio privado con un disco de covers maniobra ya utilizada
por Bob Dylan, Caetano Veloso y Paul McCartney, a la hora de pararse
en otra encrucijada del mismo camino de siempre coincidiendo con
el momento en que su grabadora decide reeditar su obra completa en tránsito:
29 discos en catalán, castellano y portugués, ahora remasterizados
y digitalizados. Serrat responde que él no estaba al tanto de
los planes revisionistas de su discográfica, que el otro día
le mandaron los compacts nuevos y que apenas los escuchó. Apenas
escucha lo que hizo, salvo a la hora de verse obligado a recordar alguna
letra olvidada para ensayarla antes de salir de gira. En general,
lo que hice suele gustarme poco y creo que todo es mejorable. Pero la
ventaja que tienen las canciones es que no son herméticas. Una
canción es manipulable, en el mejor sentido de la palabra. SOY
LATINO Serrat, Tarrés y yo estamos en Teiá, en las
afueras de Barcelona, en un pueblo cerca del mar, en un teatro con bar
donde Serrat ensaya los temas de la gira por América que se apresta
a iniciar. El repertorio de esa gira por la otra orilla arrancará
con las canciones que robó para Cansiones grabadas pasaporte
en mano en diferentes estudios de Montevideo, Bogotá, Buenos
Aires y Barcelona para seguir con las canciones que más
de uno querría robarle a él. Converso con Serrat en un
bar que no está acostumbrado a tener a alguien como Serrat pero
que lo recibe como si fuera un habitué de toda la vida. Lo mismo
que ocurre con Serrat en todas partes, si se lo piensa un poco. Lo que
no quita que se produzca una atendible vibración en el aire cada
vez que el hijo dilecto y a menudo conflictivo de esta región
saca disco nuevo y asoma la misma cabeza de siempre. Es la segunda vez
que asisto al lanzamiento de un nuevo Serrat in situ. La primera fue
en 1983, con Cada loco con su tema. Tantos años más tarde,
divierte bastante encontrarse con Serrat conversando con Diego Manrique
para las páginas de la Rolling Stone española Madonna
en la tapa sobre sexo, drogas y rocknroll, mientras
las calles catalanas están cubiertas de posters de Cansiones
peleándoles paredes a Radiohead, U2 y a ese disco homenaje y
apología del posmodernismo rumbero donde -aunque ustedes no lo
crean Peret canta junto a David Byrne mientras el cada vez más
demencial Raphael triunfa en Madrid con una versión del musical
Dr. Jekyll y Mr. Hyde que, para preocupación de los controladores
de Broadway, es una hora más larga que el original sin que se
le haya agregado una coma (pero sí, claro, un Raphael). LOS
SERRAT Aquí y ahora, todo el mundo tiene perfectamente claro
quién es Tarrés. Lo que no es tan sencillo de definir,
a esta altura, es quién es Serrat. Pasa con los mejores, con
los grandes que de tan grandes se niegan a la síntesis,
a la cómoda entrada conceptual y biográfica. Pero primero,
antes de pasar a la apreciación forzosamente extranjera del fenómeno
y con una ayudita de alguien a quien no conozco pero podría
ser amigo las palabras de un local, Diego Manrique, en la ya citada
edición de Rolling Stone: Este periodista ha tenido ocasión
de entrevistar a Dylan, Ray Davies, Lou Reed, Bowie, Jagger, Morrison,
Chuck Berry. Es decir, a algunos de los mayores talentos (y más
grandes hijoputas) de la música del siglo veinte. Pero atención,
este periodista sólo se puso nervioso, sólo tartamudeó
cuando una noche recibió por sorpresa una llamada de Joan Manuel
Serrat. ¿Razones para ese acojone? Aparte de su descomunal talento
artístico, El Nano es historia viva de España y América
latina, exiliado por sus opiniones, un paso-al-frente cuando hubo que
cantar las cuarenta a las tiranías. Sus canciones popularizaron
poetas, marcaron vidas, incluso bautizaron niños y niñas
y... Ahora, el aquí firmante, el que fue a buscar a Serrat
a Teiá y también entrevistó a su montoncito de
hijoputas sagrados y monstruosos, espera leyendo en una mesa y no ve
llegar a Serrat hasta que éste se le para al lado y le pregunta
o más bien afirma: Tú me estás esperando,
¿verdad?. Dicho con esa inconfundible voz que ha pertenecido
a varios Serrats antes de ser Tarrés. LA
FAMA Debe haber algo terrible en ser aunque sea un poco lo que los
demás quieren que uno sea. Eso que llaman fama, ese costado bastardo
y desafinado del éxito. Le pregunto a Serrat sobre los pros y
contras de ser Serrat y no sé si me contesta Tarrés, pero
contesta esto: Uno siempre es víctima de sus triunfos,
como lo es de sus fracasos. Pero lo que uno nunca debe permitirse es
ser más responsable de lo que realmente es. Yo trato de ser responsable
de Serrat y, en lo que cabe, de Tarrés. Y de alguna forma también
responsable del tiempo en que me ha tocado vivir: de mis actos, de la
influencia que puedan tener mis actos y de la influencia que puedan
tener mis palabras. Pero, a partir de ahí, ya no puedo hacer
más... Lo que se le ocurra a cada uno mirándose en un
reflejo, o lo que cada uno piense de mí... En el fondo, uno siempre
va por ahí pensando que tiene un traje hecho a medida. Y, bueno,
a veces los demás lo piden más o menos prestado y se lo
ponen estilo prêt-à-porter... Los seres humanos no solemos
ser muy objetivos o respetuosos con las medidas de aquello que odiamos
o amamos: le cambiamos el cuello, le alargamos las mangas, lo ajustamos
a esa cosa que nos parece estupenda y que somos nosotros. Entonces lo
deformamos o lo desfiguramos para que nuestra pasión o nuestro
desprecio esté plenamente justificado. El malo de la película
tiene que ser muy malo para que el bueno de la película pueda
ser muy bueno. Y viceversa. En resumen: bastante tiene uno con lo que
tiene encima. Yo no quiero desilusionar a nadie, pero tampoco quiero
ilusionar a nadie con la creación de un personaje. Quiero llevarme
bien conmigo mismo y que no me duelan los pies por los zapatos que me
pongan o la cabeza por el sombrero que me han regalado y yo no pedí. LAS ESPAÑAS Uno de los más grandes y emotivos momentos del Canon Serrat se oye en Dedicado a Antonio Machado, poeta, cuando los últimos melancólicos versos de la canción Del pasado efímero (No es el fruto maduro, ni podrido / es una fruta vana / de aquella España que pasó y no ha sido / esa que hoy tiene la cabeza cana) funden con la potencia joven de Españolito y aquello de Una de las dos Españas ha de helarte elcorazón. No está del todo claro cuál de esas dos Españas es la de aquí y ahora, la España va bien de Aznar. Le pregunto a Serrat y me contesta con un retruque vehementemente Tarrés: Hablemos claro. Vivimos un momento que, si sabemos aprovecharlo, nos permitirá reflexionar muy bien sobre lo que nos ha ocurrido. Cómo fue que llegamos a tener un gobierno que no sabemos cómo gobierna y en el que suceden las cosas kafkianas que ocurren, como la crisis de combustibles, la feroz ley de extranjería, los atentados de ETA, las muertes de inmigrantes ilegales cruzando el estrecho en pateras para ahogarse como animales. Una España donde a todos les parece normal que no dimita el ministro del Interior y nadie se atreva a exigirlo por temor a que se lo acuse de colaboracionista con el terrorismo y de romper ese Frente Unitario Democrático que la verdad no entiendo muy bien de qué se trata. Lo cierto es que España es el país más viejo del mundo: por población de mayor edad promedio y por menor tasa de natalidad. Raro, ¿no? El futuro ya está aquí y lo cierto es que lo que el talento del hombre no previene, la naturaleza corrige. Lo jodido es que la naturaleza no es selectiva. La naturaleza es brutal y cuando se pone en marcha entra a saco y sin llamar a la puerta. AMERICA Alguien golpea a la puerta que separa al teatro del bar y a la entrevista del ensayo para la gira que llevarlo a Serrat y a Tarrés de nuevo por Latinoamérica. Pero hay tiempo para unas últimas frases sobre esa otra patria a la que llegó por primera vez en 1970: Cuando fui por primera vez, no sabía nada de América. Y aún no sabemos nada de lo que pasa allí. Todo lo que nos llegan son desastres políticos, masacres, terremotos, narcotraficantes... Yo descubrí entonces que había un agravio comparativo terrible entre el afecto que nos tienen y el olvido en que les tenemos, entre los brazos abiertos que nos encontramos los que llegamos allí (no sólo cuando estás en el exilio o vas con hambre) y la ley de extranjería que tenemos en España. El enfado aún me dura: España debería tener una actitud más maternal y menos de madrastra. He tenido la suerte de pasar tiempo en América latina y verme implicado en lo que pasaba allí. Siempre he buscado esa implicación. Explico a menudo que, cuando le pregunté a mi madre de dónde era, ella me dijo me dijo: soy de donde comen mis hijos. Pues yo llegué por primera vez a América latina cuando España me perseguía y no me daba de comer. Y siempre he pensado que uno es de donde come. Por eso, siempre me he negado a sentirme como un forastero que llega, toca y cobra. Treinta años más tarde del viaje iniciático, y a punto de un nuevo retorno, Eduardo Galeano escribe: En estas tierras, hasta las piedras tararean a Serrat. Que tomen nota los historiadores: el autor de la segunda conquista de América es un catalán que dispara canciones. Un conquistador conquistado: estos sonidos, estos colores, vienen pero van, van pero vienen. Galeano, claro, no sabía nada de Tarrés, de su condición de inseparable Sancho Panza o de Quijote, vaya a saber uno. Pero ya se va a enterar. Mientras tanto y hasta entonces, Serrat espera que Tarrés disfrute de esos cinco minutos de gloria y después se deje de joder por un rato.
Por JOAN MANUEL SERRAT, DANIEL SAMPER y TITO MUÑOZ Tantos años oyéndolo, tantos años festejándolo, y ahora venimos a enterarnos de que Serrat compone sus canciones a cuatro manos. Se han necesitado varias décadas y un disco nuevo para que acepte confesarlo. Sí, tengo que reconocer que la mitad de la inspiración de mis canciones es obra de un tal Tarrés, ha dicho Serrat. He escogido mi último disco para rendirle ese homenaje quele debo desde hace mucho tiempo. Este nuevo disco se llama Cansiones. Con ese, como lo pronunciaría la mayoría del pueblo de habla española..., lo que revela ya la osada mano de Tarrés. Y, más que un disco, es un viaje compartido de ida y vuelta: porque en los viajes, como en la vida, es bueno compartir la risa, el vino y la música. Serrat y Tarrés siempre viajan juntos. Serrat se encarga de que lleguen a tiempo a cada destino, y Tarrés se encarga de que valga la pena haber llegado a tiempo. Hay quienes coleccionan, como testimonio de sus viajes, postales, ceniceros, cucharitas o esas bolas de vidrio que contienen la Torre Eiffel o la Basílica de San Pedro y que, puestos boca abajo, sufren una silenciosa invasión de nieve. Poco aficionados a conservar objetos, Serrat y Tarrés se han dedicado más bien a recoger canciones de aquí y allá. Cansiones que constituyen el disco blando de su memoria sentimental, la banda sonora de sus días y sus bellas, perfumadas, etílicas noches. Coplas que Tarrés y Serrat gustan de cantar con los amigos en la mesa del fondo. Pero, bueno, ¿quién es ese tal Tarrés? Se sabe, porque la experiencia lo sospecha y porque la ciencia y la literatura lo demuestran, que todos tenemos un doble. Un doble que está del otro lado, sea cual sea el lado en que se encuentre uno. Un doble que es la urdimbre de la cual somos la trama. Usted tiene su doble, yo tengo el mío, y hasta Robinson Crusoe llegó a tener el suyo. Serrat tiene a Tarrés. Pero sólo ahora nos lo presenta. Si no fuera por Tarrés, este Serrat que todos conocemos estaría perdiéndose lo mejor de la vida, la belleza de lo inútil, la trascendencia de lo efímero. Serrat procura ser serio, responsable, buen ciudadano. Tarrés lo saca de sus mediocridades rigurosas y lo lleva por ahí, para mostrarle cómo lo sórdido y lo sublime caminan de la mano. A cambio de que Tarrés le infunda vida y misterio, Serrat soporta las resacas de los excesos de Tarrés, paga sus deudas, lo lava, lo afeita, lo saca a hacer pipí y lo baja de la luna para echarlo a cenar. El uno sin el otro no es nada. Son palíndromos entre sí, que es la mejor expresión de la unidad. Aquella figura llamada capicúa, que se lee igual en un sentido o el otro. Son comienzo y final de una misma cosa. Son dos orillas de un mismo mar. Cuando Serrat se mira en una cara del espejo, es Tarrés quien está examinándose en la otra. Así como la bajada y la subida son un mismo camino, Tarrés y Serrat también lo son. Por eso, sus recuerdos son los mismos, pero desde puntos de vista opuestos. Y, también por eso, las canciones predilectas de Serrat son de ida y vuelta: cansiones dignas de un cansionero. Reciba estas Cansiones como lo que son, y un poco más. Una de ellas representa el homenaje tardío pero cariñoso que rinde Serrat a Tarrés. Las restantes son cansiones del otro lado, que Serrat y Tarrés devuelven agradecidos después de haberlas cantado y mimado con sus amigos allá y aquí. Cansiones nuevas, por antiguas que sean. Cansiones antiguas, por renovadas que parezcan. Si en alguna de ellas usted cree reconocer una ranchera que ya conocía, un bolero que ya había cantado, un tango que ya había llorado, un son o un vallenato que alguna vez bailó, no se deje engañar, que es otra cosa: se trata, en realidad, del doble oculto de aquella melodía. Lo que sería, digamos, Tarrés para Serrat. |