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FENOMENOS Una fábrica metalúrgica que además es centro cultural

El hogar obrero

POR CLAUDIO ZEIGER

Estamos tan acostumbrados a escuchar que, donde había una cosa (un parque, un bar, un cine), ahora hay otra (un shopping, una sucursal de banco, un templo evangelista), que sorprende oír: donde hay una cosa también hay otra. Pues bien, eso es lo que sucede en las inmensas instalaciones fabriles de la cortada Querandíes y Rawson, a dos cuadras de avenida Rivadavia, en pleno barrio de Almagro: ahí donde casi milagrosamente sigue funcionando una fábrica, también funciona a pleno un centro cultural. Usina metalúrgica de día, centro cultural con exposiciones de arte fuera del horario laboral. Sorpresa a dos puntas, en una de las experiencias más insólitas que depara esta Argentina en plena recesión y con la desocupación intacta. Lo que sucede día y noche en la fábrica IMPA (Industrias Metalúrgicas y Plásticas Argentinas) debe tomarse como algo mucho más serio que un gesto de arte populista o un simpático brote obrerista en estos tiempos más bien cínicos. La experiencia de esta fábrica que actualmente emplea a 148 trabajadores en cooperativa y exhibe la instalación Todo lo que reluce es oro (con exposiciones de plástica, teatro, danza y videos) es fruto directo de la necesidad de una lucha anónima y difícil, que todavía tiene duras batallas por delante.
La Fábrica Ciudad Cultural surgió en diciembre de 1998 en las instalaciones de IMPA, pocos meses después de que los trabajadores la salvaran de la debacle financiera y, de paso, con ese gesto de rescate, se salvaran ellos mismos de quedar en la calle. El centro cultural había empezado sus actividades con charlas y cursos sobre temas políticos y sociales, albergando murgas que utilizaban el lugar para ensayar. También fue sede de las asambleas del fugaz movimiento 501 (¿recuerdan?) cuyos miembros, varios de ellos al menos, se fueron integrando en diversas actividades del centro cultural. Casi dos años después, en esta fábrica que produce bandejas descartables, papel para alfajores y caramelos, y pomos de dentífrico y de tinturas (todo en aluminio), tiene lugar una singular muestra de artes: una vez que traspasa el umbral de la fábrica, el público asiste a un video que cuenta la historia de IMPA. Además, hay diversos espectáculos, desde una exposición de objetos fabriles hasta una celebrada actuación de Edda Bustamante haciendo un show entre máquinas (apagadas) y posters de mujeres desnudas típicos de taller mecánico. Unos veinte artistas –entre bailarines, pintores y músicos– están llevando adelante esta original experiencia de que la vanguardia artística vaya a la fábrica. Y, por si alguien se hace la idea de que estamos hablando de un sitio pequeño, cabe aclarar que la fábrica ocupa 23 mil metros cuadrados, de los cuales se están utilizando ocho mil, de tan hecha bolsa que quedó la industria metalúrgica. En esos espacios enormes, poblados de máquinas, hornos, trabajadores y artistas, se fue armando la movida que ahora cuentan en forma directa algunos de sus protagonistas.

EDUARDO MURUA (jefe de asociados de la cooperativa): “IMPA nació en 1910, de capitales alemanes. Era la primera fábrica de transformación de aluminio en productos. En 1948 Perón la convirtió en parte del grupo Dirección Nacional de Industria del Estado, el aglutinador de todas las empresas alemanas nacionalizadas, como Bayer. Tenía tres plantas, hasta que en 1961 el gobierno de Frondizi obligó a los trabajadores a convertirse en cooperativa para mantener la fuente de trabajo. Los obreros se hicieron cargo de la planta de Almagro, mientras que la de Quilmes pasó a ser la Escuela de Aeronáutica y la de Ciudadela desapareció. Funcionó durante tres décadas como cooperativa, con sus alzas y bajas. A partir de 1996 sufrió un proceso de vaciamiento de parte de una gerencia y un consejo de administración que llevaron la fábrica a concurso de acreedores. La idea de esta gerencia era llevar la firma a la quiebra y quedarse con alguna rama de la producción, lo que iba a causar la desaparición de la cooperativa y dejar a muchos trabajadores en la calle. En un momento sólo había 35 personas trabajando. Como todo conflictogremial, empezó con la gente en la calle y un bombo. Entonces nos vinieron a buscar a algunos compañeros que teníamos cierta experiencia sindical (yo era miembro de la agrupación 17 de Octubre de la UOM, opositora a Lorenzo Miguel). La pelea duró hasta mayo de 1998 cuando conseguimos una asamblea nueva y elección de un nuevo consejo de administración, que ha logrado mantener la cooperativa que se estaba intentando destruir”.

GUILLERMO ROBLEDO (gerente de la cooperativa): “En el momento de producirse ese cambio, la fábrica tenía la luz cortada, así que lo primero que había que hacer era recuperar el suministro de energía. Lo único que había en firme era capital de trabajo y algunos cheques de terceros. La situación era terminal. Hasta se habían llevado algunas piezas claves en electrónica: unas plaquetas de programación muy difíciles de reemplazar, algo hecho evidentemente con mucha malicia. Esa situación se pudo revertir en unos cuatro meses, con mucho sacrificio y la ayuda de gente amiga que nos acercaba plata y alimentos, y nos permitía hacer colectas en sus lugares de trabajo. De a poco fuimos volviendo al mercado, luchando contra la desconfianza que les daba a los clientes no saber si esta experiencia iba a durar una semana, un mes o más. Por suerte los vendedores, que son gente muy conocida en el medio y además son parte de la cooperativa, pudieron restablecer la cadena de confianza. Nuestra firma proveedora de aluminio (Aluar) sólo nos vendía el aluminio si pagábamos primero y al contado, recién después podíamos retirar el material. O sea: cero confianza, algo comprensible porque, en el sistema financiero, entrar en concurso de acreedores es equivalente a un cáncer terminal. A pesar de que logramos que los acreedores nos dieron diez años de plazo y tres años de gracia, aun así el Banco Central nos mantiene la pésima calificación de no sujeto de crédito, como si estuviéramos en convocatoria. Esto tiene unos costos financieros tremendos. Pero igual venimos remontando la situación por el sacrificio de los asociados a la cooperativa. El criterio es que acá no hay interés individual sino que va todo a beneficio colectivo. A pesar de la mala situación en la fábrica, hubo grandes innovaciones tecnológicas para no tener que depender del monopolio. Hoy trabajamos a partir de chatarra: hacemos reciclado de aluminio. El proceso total hasta llegar al producto terminado, en Argentina, sólo lo hacen Aluar a gran escala y nosotros en menos escala”.

MURUA: “El incentivo monetario lo cubrimos con un incentivo moral. Aquí todos ganan lo mismo, desde el presidente de la cooperativa hasta el compañero que hace la limpieza, y así lo hemos mantenido los últimos treinta meses. Es una experiencia distinta a la de otras cooperativas porque normalmente se manejan con los convenios de la actividad. Al principio fue una cuestión de emergencia; después fue una decisión. Es más: al comienzo había trabajo para ochenta compañeros, lo que dejaba afuera alrededor de sesenta más. En una asamblea histórica se llegó a la conclusión de que lo peor era tener que quedarse en la casa sin hacer nada. Entonces se decidió que se iba a ganar menos, para que no hubiera que echar a nadie. Actualmente hay 148 personas trabajando”.

JORGE CATERBETTI (Director general de “Todo lo que reluce es oro”): “Yo venía trabajando en un proyecto de revalorización de objetos de la vida cotidiana de hogares humildes relacionados con la actividad industrial. Algo que tiene que ver con mi origen, ya que nací en Valentín Alsina, un ámbito fabril. Los braseros, calefones a alcohol, máquinas de fly, utensilios de cocina, son objetos humildes pero de una presencia indispensable en la vida cotidiana de estos hogares. Para revalorizarlos, los transformé en joyas mediante la técnica del dorado. Cuando me relacioné con el centro cultural de la fábrica, ampliamos esta muestra de objetos hasta abarcar las máquinas e instrumentos que son la razón de ser de una fábrica. La idea es hacer una revalorización seria de lo que es lacultura del trabajo. El sábado hubo quinientos personas que pudieron ver estos objetos instalados en medio del ámbito real de una fábrica funcionando a pleno y con una historia detrás muy especial. Lógicamente, a la gente le cuesta entender que, en ese mismo ámbito donde ven algo artístico, hay personas trabajando en las máquinas”.

ORACIO CAMPOS (así, sin hache, presidente de la cooperativa): “Estoy en la fábrica desde 1968. Así que conocí varias etapas de la cooperativa, que había largado en 1961. La de 1998 fue la experiencia económica más difícil en treinta años. Inclusive me habían despedido, pasé unos meses en la calle antes de reincorporarme a través de la cooperativa. El cooperativismo es muy bueno siempre que no se crucen los intereses personales. A mí me tocó ser el presidente, pero estoy en las mismas condiciones que cualquier otro trabajador, y no me siento incómodo por ganar igual que todos. Entro a las seis de la mañana y, si hace falta quedarme hasta la noche tarde, me quedo. El viernes anterior a la inauguración del espectáculo, yo había trabajado hasta las dos de la mañana y a la tarde ya estaba aquí de nuevo. Ser presidente de una cooperativa no implica que llegues a cualquier hora o no tengas disciplina. Y no me siento cansado. Siento la alegría de estar adentro de una fábrica que de otra forma se hubiera cerrado. Hoy estaría demolida y los 150 trabajadores estaríamos todos en la calle. No es poco lo que se logró: hoy no hacemos changas, hay un proyecto de crecimiento y una idea de integrar más gente que anda por la calle sin trabajo”.

ROBLEDO: “Nuestro principal acreedor en este momento es el Estado, a través del Banco Nación, algo que viene de arrastre desde el concurso de acreedores. La situación concreta es que, en plena recesión, vendemos 20 por ciento más que el año pasado y tenemos trabajo para emplear unas sesenta personas más, pero no las podemos tomar en este momento porque estamos buscando que el Estado nos condone la deuda de los bancos estatales, que tienen hipotecas sobre el edificio. Abrimos un expediente en el Ministerio de Economía para llevar adelante la condonación. Hay antecedentes de cooperativas que tuvieron apoyo del Estado, como Siam y Aurora. Es una decisión que tiene que avalar De la Rúa con el asesoramiento del Ministerio de Economía. Nosotros no pedimos plata en efectivo: pedimos un decreto específico para que nos liberen las deudas y volver a entrar al sistema de créditos. Porque hoy somos una fábrica que, paradójicamente, está dándoles crédito a sus clientes. Nuestros argumentos están a la vista: mantenemos 150 familias sin provocarle gastos al Estado y abrimos espacios libres que hay en la fábrica para actividades culturales y artísticas de toda clase. No se trata solamente de un criterio utilitario. Y tampoco quiere decir que, cuando se llegue a superar el problema de la deuda con el Estado, el centro cultural vaya a dejar de existir. En parte porque surgió de necesidades de la misma gente que integra la cooperativa, y además porque nosotros apostamos a abrir la fábrica a proyectos artísticos y culturales. Es bueno brindar un espacio a la comunidad en forma gratuita y crear empleo en el ámbito cultural para sectores juveniles. Nosotros también estamos interesados en esto”.

CATERBETTI: “Ésta es una buena oportunidad para preguntarnos si hay un arte que tiene alguna función específica o no. Creo que asociar la actividad artística con situaciones como la que vive esta fábrica es lo óptimo, lo que debería ser, frente a tanta burocratización del arte. Hubo experiencias tiradas de los pelos con lo que alguna vez se llamó arte pobre, donde se terminaba buscando una legalización en museos o galerías, con sponsors, curadores y mecenas: ámbitos y gente ajena a lo que se quería expresar. Era como invitar a un trabajador a una cena de gala en una casa aristocrática. Cuando termina la cena, el trabajador vuelve a su casa y el rico se queda en la suya. Para todo el grupo de artistas queestá interviniendo en este proyecto es una satisfacción enorme, porque permite entrar a un circuito ajeno a los convencionales. De pronto un artista gasta el cincuenta por ciento de su energía en la seducción, en el marketing, y no en la obra misma; entonces la obra se va lavando y volviendo poco interesante. Aquí intentamos volver a tener una actividad artística comprometida, en un punto de encuentro entre trabajadores y artistas”.

EDDA BUSTAMANTE (actriz ): Me llamaron Jorge Caterbetti y Mónica Pallone, los directores del proyecto artístico, para integrarme a la movida que estaban por hacer en el centro cultural de la fábrica. Conocí las instalaciones y me impactó mucho. Es un lugar que moviliza emociones que no provocan otros lugares. Ves la acción constante, la máquina en funciones por y para el hombre. Yo soy para los obreros alguien que puede representar a esa mujer de los afiches que tienen en los rincones donde descansan, juegan a las cartas y toman mate. Me inspiraron los ruidos de las máquinas, que son muy eróticos y fuertes, muy masculinos. Las máquinas están funcionando en el momento del espectáculo, los ruidos están amplificados por micrófonos y hay un operario trabajando. Yo bailo sobre las máquinas, me deslizo eróticamente, dando a entender que es la máquina la que me erotiza. Soy ese flash de mujer en la mente del operario: hay un afiche mío de tamaño gigante y al final el operario se queda con el afiche y yo desaparezco en la oscuridad.

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