Duelos caprichosos
Radiohead versus Paul Simon
Los
modernos
La
avalancha de comentarios sobre el Kid A de Radiohead apenas dejó
espacio para hacer saber a la ciudadanía que Paul Simon también
había sacado un disco nuevo (Youre The One). Curiosamente,
el single de difusión de ese disco se titula Old:
palabrita paradigmática en este ejercicio de musicografía
comparada que intenta Rodrigo Fresán, después de ver y
disfrutar en vivo en Barcelona las nuevas canciones de Radiohead, y
después de escuchar y disfrutar en casa las nuevas canciones
de Simon.
POR
RODRIGO FRESAN
Hablemos
de lo nuevo, y de ser novedoso. Desde hace años, el rock en general
y ciertas bandas en particular parecen arrojados a un espiral perverso
donde lo importante es ser moderno (aunque esto, en más
de una ocasión, implique ser retro). Afortunadamente,
los cantautores parecen haber abandonado hace tiempo esa compulsión
por la novedad permanente, conformándose con seguir siendo ellos
mismos y, si no es mucho pedir, mejorar un poquito con la edad. Lo que
nos lleva a Radiohead. Y a Paul Simon.
Despertarse, ducharse, ver si llueve, diez minutos de CNN, café
y nuevo intento de escuchar entero y de una vez Kid A de
Radiohead. No fueron fáciles los varios intentos anteriores,
no es fácil éste, pero llego un poco más lejos.
Llego en este repechaje hasta How to Dissapear Completely,
track 4 y primera canción más o menos normal
del disco, antes de ceder a la tentación y pasarme a Youre
The One, lo nuevo de Paul Simon. Lo compré al mismo tiempo que
Kid A y, por esas cosas, no puedo evitar oírlo un poco como si
fuera el hermano mayor y norteamericano de la banda inglesa. Precisamente
Old es el tema de difusión del nuevo Simon (suena
a una mezcla de Buddy Holly con Kunta Kinte). Radiohead, en cambio,
no editó single, ni video ni nada: es más moderno.
Paul Simon, si se lo piensa un poco, fue moderno desde el vamos: introdujo
elementos de música reggae, folk-peruano y, cuando todos pensaban
que ya no había nada que decir sobre este genio de la pequeña
gran viñeta urbana y existencial luego de Still Crazy After
All These Years, digamos, se fue al sur de Africa a grabar una
obra maestra, Graceland, donde encontró una innovadora manera
de contar canciones con el ritmo de guitarras y percusiones negras,
y una nueva forma de verso. Youre The One, su nuevo trabajo, podría
titularse Still Crazy After All These Gracelands e incluir una foto
de su cerebro afro y su corazón neoyorquino (o viceversa). Canciones
como Darling Lorraine donde, con métrica de cuento
corto, se nos pone al tanto de las altas y bajas de un matrimonio, Frank
y Lorraine, sus idas y vueltas, el amor vencido de él y la triunfante
muerte de ella. Canciones como Thats Where I Belong,
Love, Señorita With a Necklace of Tears
son utilizadas por Paul Simon para contarnos cómo le va a él
y cómo nos va a ir a nosotros. Si no pareciera una repetición
un poco enferma, diría que Youre the One es a Paul Simon
lo que Time Out of Mind es a Bob Dylan: canciones que, por ser clásicos
instantáneos, suenan más modernas que nunca. Canciones
íntimas y privadas que enseguida se vuelven públicas y
colectivas, como deben ser las más grandes e imperecederas canciones:
lugares donde encontrarnos para cantar juntos. Nada de esto sucede con
Kid A. Si Paul Simon invita a pasar, Radiohead te cierra la puerta en
la cara. No es algo criticable, pero el problema está en que,
antes del portazo, Radiohead te llamó varias veces por teléfono
para asegurarse de que no fueras a faltar a la cita.
No faltó nadie. Mientras escribo esto y vuelvo a escuchar
Kid A, y llego más lejos, llego hasta el final y vuelvo,
el opus 4 de Radiohead es Nº 1 simultáneo en los rankings
del Reino Unido y los Estados Unidos. Cosa impresionante, si se tiene
en cuenta que Kid A es ¿pop? críptico y duro, con ganas
de no tener ganas de contentar a nadie. Aun así, la aureola es
más grande que la cabeza y (gracias a la reciente beatificación
vía encuestas que ubicaron a OK Computer, su trabajo anterior,
en el segundo puesto detrás del Revolver de Los Beatles, en la
lista de los mejores cien álbumes de la historia del rock inglés)
ahí están estos cinco chicos de Oxford que, un día
de 1989, se juntaron para ser modernos.
Si la clave de Radiohead está en el verbo modernizar,
conjuguemos: Pablo Honey (1993) modernizó el sonido de Nirvana
y REM con una pizca del siempre moderno Ray The Kinks Davies
(a la hora de Creep, el único tema que valía
la pena en un debut torpe y pretencioso) The Bends (1995) modernizó
el sonido U2 a la vez que funcionaba como manifiesto separatista de
todo aquel britpop de Pulp, Blur y Oasis. El triunfal OK Computer (1997)
ensayaba una estrategia más difusa e inteligente: modernizar,
a través de una reescritura cyberpunk, la Bohemian Raphsody
de Queen (para el single Paranoid Android, las dos palabras
favoritas y más temidas por el escritor Philip K. Dick, gurú
fantasma de la banda) adentro de lo que no era otra cosa que la modernización
fin de milenio de esa primera oda al brote psicótico que en su
momento fue The Dark Side of the Moon. Con su afán desintegracionista,
su ausencia de estructuras y su prepotencia sónica, Kid A viene
a ser algo bastante parecido a lo que fue Wish You Were Here para Pink
Floyd cuando comprendieron que iba a ser muy difícil superar
The Dark Side of the Moon: por ahí podría bucearse la
explicación a aquel disco autista (aunque, para algunos, haya
más emoción en un verso de Wish You Were Here
que en todo Kid A).
Pero, en el fondo, Kid A es la riesgosa modernización que Radiohead
hace de Radiohead, para escapar a la clonación de OK Computer
a través de referencias múltiples que van de Miles Davis
a Can y Aphex Twin con escalas en el David Bowie berlinés. Recordemos:
OK Computer contaba la historia de un hombre cantándoles canciones
sanguíneas a los hombres mientras se convertía en robot.
Ahora interpretemos: Kid A cuenta la historia de un robot que ha olvidado
que alguna vez fue hombre y, por lo tanto, canta canciones eléctricas
a las máquinas. Seré yo, será mi circunstancia,
será cuestión de la edad de mi disco duro, pero, así
como puedo entender (y aprender) de las entrevistas en las que Paul
Simon cuenta cómo compuso esa compleja simplicidad que es Darling
Lorraine, no entiendo una palabra de lo que dice Thom Yorke, líder
de Radiohead, a la hora de explicar que la repetición de la frase
Me desperté chupando un limón tiene las propiedades
de un mantra budista (¿hay que repetirlo a coro o alcanza con
escucharlo para entrar en trance?).
Kid A desborda de estos slogans alienantes casi de la misma manera en
que Youre the One es generoso en versos elocuentes, como Toda
mi vida he sido un vagabundo / No es cierto, viví casi toda mi
vida cerca de la casa de mis padres, o bien Me presenté
como Frank con la parte mía que habla. La cuestión,
aquí, es si es más importante ser un cabal reflejo de
los tiempos sonámbulos en que vivimos o mejorarlos mostrándolos
de un modo diferente. En ese sentido, Pigs, Sheep and Wolves
(la más orwelliana de las nuevas canciones de Paul Simon) bien
podría ser una canción de Radiohead (el único problema
es que se entiende a la perfección de qué trata). O tal
vez todo sea mucho más sencillo y, efectivamente, Radiohead haya
decidido lanzar Kid A un álbum incomprensible y, por lo
tanto, digno de todas las interpretaciones, repito como maniobra
distractiva de las desmesuradas expectativas generadas por OK Computer.
Después de todo, las mejores canciones nuevas de Radiohead (por
ejemplo, Egyptian Song o Knives Out, entre las
muchas que tocaron en vivo en Barcelona hace menos de un mes) formarán
parte de un inminente lanzamiento. Más... normalito y, es de
suponer, justicieramente superior a Kid A.
Nos vemos en la próxima vida, insinúa la voz
de Thom Yorke al final de Motion Picture Soundtrack, en
el último surco de Kid A. Dentro de tres meses, resucitará
Radiohead y hervirán los sites de la web. Mientras tanto y hasta
entonces, tapas de todas las revistas, críticas crípticas
y jeroglíficos digitales (hay que ser modernos para comentar
lo moderno), extraños slogans virtuales de un lado y, del otro,
decodificaciones tan voluntaristas como descabelladas. En suma, música
para ascensores horizontales. Porque, si se quiere, la más interesante
o única virtud de Kid A es la de ser muzak y ruido
blanco al mismo tiempo. Sobre ese colchón de sonido escucho una
de las pocas cosas que le entiendo a Thom Yorke: Kid A es el nombre
que le pusimos nosotros a un hipotético primer ser creado en
laboratorio que, seguro, ya existe. No lo digo yo, lo dijo él:
artificial, clon, sintético, réplica, sin alma, envasado
al vacío, muy interesante en el peor sentido de la palabra.
La modernidad o el ser moderno es, finalmente, una de las tantas formas
de reflexionar sobre el paso del tiempo: sobre lo que pasó para
siempre y lo que se quedó para no irse. Personalmente, creo que
los verdaderos modernos son esos que se convierten en clásicos
y por eso America o You Can Call Me Al suenan
ahora como sonaban entonces: inmejorables y todavía locos después
de todos estos años. Lo mismo es aplicable hoy a Youre
The One, mientras que nadie en su sano juicio podría jurar que
este Kid A supuestamente transgresor y consumado nihilista no será,
dentro de unas horas, el perfecto equivalente a una de esas soporíferas
masturbaciones disonantes queriendo pasar por atronadoras orgías
que pretendían imitar o perpetuar a King Crimson, justo antes
de que llegaran los punks sin el cyber adelante, esos que pateaban a
los músicos sinfónicos y complejos y acomplejados al grito
de No Future!.
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