Muchos pedían a gritos un ciclo de ficción en el nuevo Canal 7. Tinelli vio el hueco y decidió hacer algo con mucha realidad. Bruno Stagnaro, uno de los directores de Pizza, birra, faso, parecía la persona indicada. Y lo era: en menos de dos meses, Okupas se convirtió en verdadero fenómeno. A continuación, director y protagonistas de la tira se defienden de quienes los acusan de apología del delito, responden a los verdaderos okupas que no se sienten reflejados en la serie y hasta cuentan cómo les piden merca por la calle cada vez que toman en cámara. POR LAURA ISOLA
Son las tres de la mañana y la farmacia está de turno.
De un flete se baja un chico en cueros con algo incrustado al pecho,
se acerca a la mirilla y pide una aguja quirúrgica. Mientras
tanto, en la cabina del camión uno de sus amigos espera con un
puntazo en el costado. El farmacéutico se asusta, no entiende
y le trae una jeringa para picarse. Esta escena es una de las tantas
que los protagonistas de Okupas tuvieron que repetir por
motivos similares en otras farmacias, con otros despachantes igualmente
sorprendidos. A Bruno Stagnaro, el director, le gusta meterse tanto
en la realidad, que a veces la gente se confunde. Filmar, como el voyeurismo,
tiene sus inconvenientes, y en la situación protagonizada por
Ariel Staltari (Walter en la ficción) se vivencian los límites:
Tuvimos una escena medio áspera en el capítulo que
llevamos a El Pollo herido en el flete y lo tenemos que coser. Me bajo,
en cueros, a comprar una aguja quirúrgica en una farmacia y tenía
el micrófono pegado al pecho porque la toma era de espaldas.
Cuando le pido al farmacéutico una aguja, el tipo me vio así,
con una cosa pegada, se asustó, pensó que yo era un chabón
loco recién escapado de una clínica con el suero colgando,
y me trajo una jeringa pensando que era para picarme. Cuando le dijimos
que estábamos filmando, fue peor; se puso de la cabeza porque
lo habíamos filmado dándole una aguja a un adicto.
HACERSE
LA PELICULA
Okupas es la historia de un chico de clase media y tres
eventuales amigos de otra clase. Baja, se puede decir. Marginal, tal
vez. El punto de unión es una casa desocupada y la tentación
irresistible del personaje de Ricardo por vivir experiencias nuevas,
ajenas a su mundo. Por eso, Okupas es por lo menos dos cosas
al mismo tiempo: la historia de iniciación de Ricardo, para lo
cual el descenso a un ambiente lumpeny malandra es necesario;
y, otra vez, como en Pizza..., una historia de amigos, de lealtades
y de amor.
VERDADERO
O FALSO Imaginar que Bruno Stagnaro se sorprendió
con el llamado de Tinelli para proponerle hacer algo en televisión,
después de haber visto Pizza, birra, faso, pertenece, una vez
más, al orden de la ficción: No fue una sorpresa
porque yo había tenido unas reuniones con ClaudioVillarruel.
Mi primer contacto con Ideas del Sur fue cuando necesitábamos
plata para terminar Pizza... y mandamos faxes a todos lados pidiendo
guita, explica Stagnaro, y agrega que Tinelli quería hacer
algo que tuviera mucha realidad. Menos interesado en la
temática de los ocupantes ilegales que en contar una historia
del barrio de Congreso, que define como barrio de laburantes de
día y medio sórdido de noche, no participa de la
idea de que su programa quiera mostrar lo feo por sí mismo y
considera que el tema de la marginalidad es totalmente secundario: Sería
hipócrita de mi parte decir que estamos haciendo esto para concientizar
a alguien. Me interesa que la historia de los cuatro pibes sea creíble.
Y para eso trabajo con las distintas capas de la acción, que
pasen muchas cosas al mismo tiempo y que no sea algo chato. Evito caer
en posturas falsas e impostaciones que responden más a una necesidad
de trama y hacen perder el verosímil. Si tengo que mostrar cosas
que no son tan lindas, es otro tema. MAS
REAL QUE LO REAL
En el caso del programa es indiscutible que la ficción tomó
cuerpo de tal manera que superó a esa realidad que
se estaba buscando. Así es que ciertos sectores, que parecen
verse reflejados en las andanzas de estos ocupantes, no son tan fáciles
de convencer de que todo lo que se asemeja a la realidad es pura ficción:
Una vez, después del capítulo tres, que tiene una
escena en la que vamos a comprar cocaína a Quilmes y tomamos,
fui a bailar y se me acercaron un par de flacos pidiéndome merca.
Se puso pesado: me decían que le diera, que no me haga el boludo.
Otros me decían que nos habían cagado y que por qué
íbamos aQuilmes, si por esa zona había buena y barata.
Otro me pidió que le haga el rolinga, ese bailecito que hice
en la ficción y que es típico de los fanáticos
de los Rolling Stones. Me volvió loco toda la noche, recuerda
con cierta sorpresa Ariel Staltari, que hace de Walter en la serie.
En su verdadera piel, este fanático de Boca fue a festejar el
campeonato al Obelisco: Yo venía de verlo en el Hilton
y uno me reconoció y me dijo: Aguante Okupas
que muestra la verdad, vamo a matar a los putos de Verano
del 98. Después se puso un poco pesado el ambiente
y me fui. Tirri ha pasado las suyas también: El otro
día en la Feria de Mataderos me agarró un tipo, me empezó
a hablar de El Chiqui y me estaba apretando para sacarme plata. Me decía
que tenía un montón de historias, que había salido
de la cárcel. Mientras yo pensaba Tendrás un montón
de historias, pero tenerte a vos en un set es un bardo. Pasa mucho con
algunos pibes que confunden la ficción con la realidad.
FAMA
Cuando Rodrigo de la Serna, actor experimentado en el metier televisivo,
les dijo a sus compañeros: Esperen un capítulo más
y nos saludan a todos, tal vez no le hayan prestado suficiente
atención. Sin embargo, algo pasó: Nos filmaban con
cámaras desde una camioneta y al principio lo paraban a Rodrigo,
lo saludaban y teníamos que parar la filmación. A partir
del capítulo 3 o 4 nos empezaron a parar a todos y estábamos
en el medio de un diálogo cuando se metía uno, nos agarraba
y nos cagaba toda la escena, cuenta Franco Tirri, que en la serie
hace de El Chiqui. ¿SON
O SE HACEN?
Es tentador preguntarse si los actores componen un papel o son así
en la vida real. En este último caso, seguir indagando sobre
la eficacia de la ficción. El trabajo con actores no profesionales
es, como se dijo, un sello marca Stagnaro y las formas por las que se
hacen conocidos los debutantes son bastante heterodoxas y tensan al
límite la delgada frontera entre la ficción y la realidad
que el director propone. Es cierto que reclutar soldados rasos
es cómodo para el tipo de filmación que realiza. Y también
que le gusta elegir sus propias caras para componer los personajes:
Si un actor es bueno, también puede hacer cualquier papel
y parecer creíble. Por otro lado, las caras nuevas refuerzan
la idea de que este trabajo es como una hoja en blanco que se va llenando,
comenta Bruno Stagnaro, que no gusta de pontificar sobre nada y que
está aprendiendo, a fuerza de retrasos y corridas, que los tiempos
del cine no son los de la televisión. Pero que repetir muchas
veces una escena es una manera de acercarse a lo que está buscando:
Yo sé que no es muy televisivo eso de repetir, pero a veces
sufro porque estoy filmando y esperando que algo aparezca en el cuadro,
pero que no sé muy bien qué es. Sobre el que no
hay dudas en términos actorales y que mejor resiste el método
Stagnaro es el Perro: Severino es el mejor actor. Si tiene que
repetir la toma veinte veces, las veinte las hace bien, se encargan
de aclarar sus compañeros de set. Franco Tirri es la primera
vez que trabaja en actuación: Hice teatro hace diez años
atrás con Norman Briski, pero mi relación viene por el
lado de Matías Stagnaro, que es el asistente de dirección.
Éramos compañeros en la Universidad del Cine. Para
componer el personaje de El Chiqui, tomó algunas cosas suyas
y otras no tanto: Hay algunas cosas que son mías, como
el cuelgue. Pero están exageradas adrede. Además, en algunos
momentos Bruno me indica el plano, una línea de diálogo
y me deja mandar fruta. Pero no tenía ni idea del mundo de los
ocupantes ilegales y de tantas cosas. Mi personaje sabe cocinar y yo
no tengo ni idea de eso. Ahora aprendí algunas cosas que me enseñó
mi viejo. En el capítulo que mi personaje cultiva una plantita
de marihuana, no sabía ni cómo se germina esa plantita.
El que hizo la botánica es Diego (El Pollo). Por su parte,
Diego Alonso, además de horticultor y heladero, sabe
ver la actuación detrás de cámara, estudia dirección
y está haciendo un corto: Mi personaje es toda construcción.
No es un personaje muy difícil: es más poner la cara,
mirar y decir poco. Más evidente es el caso de Ariel Staltari,
que estudió unos meses con Lito Cruz y éste es su primer
trabajo de actuación: En realidad es todo actuación.
De Walter tengo la cara y mi manera de hablar porque mi personaje es
un tarado: es un pibe muy rompebolas, muy cancherito, está todo
el día agitando y no es mi estilo. En cierta medida es muy desagradecido.
No tenía ni brújula, ahora está ahí en la
casa y sigue sin agradecer. Por el contrario, De la Serna, el
actor profesional, es el que menos distancia encuentra entre él
y su personaje: Somos de la misma clase social y tenemos las mismas
dudas. Por suerte tengo una vocación y trabajo de eso, si no
estaría tan perdido como Ricardo. |