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PRIMICIAS Almodóvar filma de nuevo y cuenta qué

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Para festejar sus veinte años dirigiendo largometrajes y la reciente inclusión de Todo sobre mi madre en el Libro Guinness como el film más galardonado en la historia del cine, Pedro Almodóvar asistió a una retrospectiva de toda su obra en la Filmoteca de Barcelona, donde anticipó cómo serán sus próximas dos películas: una suerte de Amarcord ibérico titulado La mala educación y una historia de amor para Penélope Cruz y Antonio Banderas que se llamará Habla con ella.

Por RODRIGO FRESAN, desde Barcelona

Superado el huracán del Oscar, Pedro Almodóvar desapareció del paisaje como sólo pueden permitírselo los muy grandes, los que saben que siguen estando hasta en la ausencia. Tal vez por eso existía una comprensible expectativa la semana pasada en Barcelona con la visita del español más internacional del momento, durante la cual anunciaría en qué anda y cuáles serán los pasos siguiente en su carrera. El programa comenzó con un coloquio en la Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Catalunya (donde Almodóvar recibió tratamiento de héroe y santo), una reunión posterior con periodistas y, a la noche, inauguración de una retrospectiva total de su obra en la Filmoteca de Catalunya, junto a los escritores Maruja Torres, Román Gubern y la italiana Daniella Aroica (autora de un libro sobre el cineasta). La cola para entrar a esta última cita era larga y ansiosa en un día particularmente complicado –la euforia de las fiestas, el tráfico pesado, una llovizna molesta y otro muerto cortesía de ETA en las calles de Barcelona–, pero una vez adentro, en un ambiente más parecido al de un concierto de rock que al de una rectangular mesa redonda, la cosa fue como tenía que ser: divertida. O, si se prefiere, almodovariana.

TODO SOBRE MI INFANCIA En un panorama cinematográfico infestado de “hábiles artesanos” y efectos especiales, conviene pensar a Almodóvar como uno de los pocos cineastas que no sólo tienen algo para contar y lo cuentan bien sino que, además, ese algo es suyo y nada más que suyo. Dentro de esta raza en extinción convive con los hermanos Coen, Tim Burton, Paul Thomas Anderson, Woody Allen, cualquiera de esos pocos nombres en actividad que son pasibles de crecer y alargarse a adjetivo (es decir, a nombre propio en el cabal sentido de la palabra).
“Preguntad, preguntad lo que queráis. Pero mejor que sobre mi cine, habladme de vosotros, de vuestros problemas. No porque yo los pueda solucionar sino porque siempre es bueno hablar sobre ello”, arrancó este hombre nacido en 1949 en un lugar de La Mancha del que no deja de acordarse con típicos aires confesionales. La gente se rió y preguntó y siguió riéndose mientras el director de Todo sobre mi madre respondía a preguntas que iban de lo críptico a lo obvio –la forma fálica del Oscar; lo que hay que tener para ser Chica Almodóvar–, con el envidiable buen ánimo de quien disfruta de los homenajes porque intuye correctamente que se los merece. Y, por esa misma razón, se propone, cada vez que se presta a uno, ofrecer “lo mejor de mí mismo” (risas y aplausos).
Pero, más allá de los festejos, la incógnita pasaba por cuál sería el próximo film de Almodóvar, luego de meses de suposiciones varias y teorías demenciales, entre las que se incluían su debut en Hollywood con película en inglés y elenco ídem, adaptando ese extraño thriller-familiar-sureño que es la novela El chico de el periódico, de Pete Dexter. Pronto se supo que nada que ver y –la verdad– la noticia generó suspiros de alivio: Almodóvar ha preferido seguir en casa y escribirse él su propio guión para perpetuar un estilo que –como el del italiano Federico Fellini– sólo cabe imaginar casero y cercano: “No me resulta fácil imaginarme dirigiendo en otro idioma”, confesó luego de admitir que le sobraban los proyectos interesantes. A continuación se develó el misterio: su próximo film se titulará La mala educación, gran título para lo que desde ya se insinúa como un Almodóvar más ibérico que el jamón y que permite pensar que le ha llegado el momento de hacer su propio Amarcord. Un portavoz de la productora El Deseo comentó que La mala educación –cuyo rodaje se iniciará en el próximo mes de abril– será una película “de infancia” inspirada en los años escolares del director en un colegio de curas durante los años más negros del franquismo. “Tiene que ver con mi niñez y con cosas que yo veía y no me gustaban. No será autobiográfica pero reflejará mi manera de ver las cosas. Será mi primera historia de época”,dijo Almodóvar. Y agregó que –como en Todo sobre mi madre– volverá a filmar fuera de Madrid y ya anda buscando locaciones en Levante, Extremadura y Andalucía. Aunque prefirió no abundar en detalles argumentales y de casting (sólo precisó que los protagónicos estarán a cargo de tres hombres flanqueados de “mi compañía estable de chicas”), zanjó la cuestión con el comentario de que todo el asunto tendrá “un tono negro”. Y anunció el proyecto que seguirá a La mala educación: otra película a filmar en España, Habla con ella, historia de amor que al parecer ya está escrita, y pensada especialmente para los ascendente e internacionales Penélope Cruz y Antonio Banderas.

EN UN LUGAR DE LA MANCHA Coincidiendo con la visita de Almodóvar a Barcelona y su anuncio oficial de sus próximos proyectos, apareció en Inglaterra el libro de entrevistas My First Movie, en el que Stephen Lowenstein conversa con veintiún directores de cine –entre los que se cuentan Mike Figgis, los Coen, Stephen Frears, Neil Jordan, Ken Loach, Barry Levinson, Mike Leigh, Oliver Stone, Bertrand Tavernier y Anthony Minghella– en donde Almodóvar ofrece algunas pistas sobre su prehistoria. Esa que, cabe esperar, se verá reflejada y convenientemente almodovarizada en La mala educación: “La Mancha es una región inmensa. La tierra es oscura y rojiza, lo que provoca vistas bastante surrealistas, muy Dalí. Nada más que horizonte. Cuando eres un niño, sólo te sientes como un niño. No hay demasiadas referencias. Recién ahora puedo ser consciente de ciertos aspectos de mi pasado y analizarlos. Recuerdo, sí, mucha opresión en el paisaje pero ahora es algo que me gusta: mi estética ha ido evolucionando con los años hasta incluir tanto lo barroco de un altar mexicano como la limpieza de las obras de Frank Lloyd Wright, extremos absolutos que no siento contradictorios. No hablaba mucho de chico, empecé a soltarme más entre los seis y ocho años cuando descubrí que se podía hablar sobre los otros. Mi necesidad de expresarme tuvo que ver con el descubrimiento del cine y de la literatura, con la necesidad de explicar todo eso. No recuerdo cuál fue la primera película que vi pero me gusta pensar que era Huérfanas de la tempestad de Griffith: un terrible melodrama. Después estaban las películas mexicanas con monstruos y los westerns y los musicales. Recuerdo haber leído Bonjour tristesse y El lobo estepario y me acuerdo a la perfección de haber visto, años después, en Cáceres, L’Avventura y La Notte de Antonioni. ¡Qué maravilla! De ves en cuando me acuerdo de todo eso y pienso cómo sería ser otro, contarme desde afuera. Alguna vez jugué con la idea de trabajar con seudónimo: Harry Cane. Porque, si bien hoy tengo la misma pasión y entusiasmo de cuando empecé, la conciencia de mí mismo como artista no deja de ser una carga. Con esto me refiero al peso de mi persona en la historia que me interesa contar, al mejor modo de contarla y a cuán lejos puedo llegar, más allá de lo que significa esa otra conciencia que es la del público. Es una presión que vuelvo a sentir cada vez que inicio un nuevo rodaje. Es como enamorarse. Cuando eres joven, te acuestas aquí y allá; no piensas, actúas. Pero, con los años, descubres que te has enamorado. Te topas con esa forma de la pasión y comprendes que ya no podrás vivir sin ella. ¡Y empiezas a sentir miedo a sufrir! Así que se me ocurrió que, trabajando con nombre falso, podría recuperar algo de aquella inocencia, de esa libertad de mis inicios. Pero ahora me doy cuenta de que sería una mentira: lo único que cambiaría sería mi nombre, nunca mi mente o mis recuerdos. Y también correría el enorme riesgo de que la gente pensara que lo que les ofrezco es algo que no me interesa reconocer con mi nombre. Sería como en el mundo de la moda, donde las grandes marcas tienen una segunda línea de ropa: Armani con Emporio Armani y Armani Exchange; Versace con Versus... ¡Yo no querría lanzar un producto tipo Versus y quela gente se diera cuenta de que no es sino un Almodóvar de segunda fabricado por el Almodóvar de primera!”

¿ABURRRIME YO? No es desatinado ver a Pedro Almodóvar como la perfecta línea recta que parte de un chillón Versace modelo Madrid me Mata a esta sobria elegancia Armani de la que hoy goza y disfruta. El camino de Almodóvar es, también, el reflejo perfecto del rumbo de la Nueva España europea, esa que no le perdona el esperpento de su discurso de agradecimiento por el Oscar invocando a “The Virgin of Macarena” y a otras formas primitivas de la Iberia Profunda y Negra. Lo que no hace más que poner en evidencia que Almodóvar –como Luis Buñuel– nunca será del todo comprendido por quienes lo analizan con ojo simplemente compatriota. Y, en cambio, será siempre entendido por quienes lo miran nada más y nada menos que con admiración.
De estos últimos sobraban esa mañana en que Almodóvar fue a la Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Catalunya. Entre los muchos temas a discutir, lo más interesante tuvo lugar cuando Almodóvar se sumergió en los aspectos más íntimos del oficio: “La escritura es el momento más solitario y a menudo te enfrenta a callejones sin salida. Cuando comienzo con el guión, tengo la sensación de estar leyendo una novela y no quiero detenerme porque sólo me interesa averiguar cómo sigue y dónde termina. Es que escribir, al menos para mí, es jugar un poco al detective: esa realidad de la que empiezas partiendo termina ocupando apenas una línea del guión, las más de las veces”.
En cuanto a su relación con sus personajes, apuntó: “Cuando tengo un personaje, me preocupo antes que nada en descubrir de dónde viene. Sólo así puedo saber adónde va. Para mí, los personajes son más importantes que los géneros. De hecho, el Personaje es el Género; por eso en mis películas nunca están del todo claras las fronteras: no se sabe si son comedias o dramas, cosa que en ocasiones puede resultar muy difícil para los actores. Pero la vida es así: está en los extremos y yo los he recorrido varias veces. Tal vez por eso me gusta rodar las escenas dramáticas dos veces: la primera versión es la normal; y luego hago la mexicana, la pasada de rosca”.
Enfundado en una campera de cuero digna de un Hell Angel, Almodóvar tuvo tiempo para reconocer también que “con los años me he ido convirtiendo en un director cada vez más sobrio, aunque hay días en que me despierto con unas ganas tremendas de recuperar todos esos colores y el mal gusto de los 80”. El reencuentro de Almodóvar con alumnos, periodistas y afición funcionó también como disparo oficial de largada para un virtual capítulo dos en su vida y obra. Es que, por estos días, el director de cine cumple veinte años dirigiendo largometrajes y el Libro Guinness de los Récords certifica a Todo sobre mi madre como el film más galardonado en la historia del cine.
“¿Cómo combate el aburrimiento?”, preguntó una mano de uñas largas alzándose desde las butacas, esa misma noche. Pedro Almodóvar, con la pantalla en blanco a sus espaldas, respondió como sólo pueden responder los que saben lo que dicen: en serio y sonriendo al mismo tiempo. “Yo nunca me aburro, querida”, dijo con la tranquila certeza de los que nunca aburren.

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