Más
de 190 países se reúnen en Ginebra para luchar contra
el cigarrillo, lector, lo que no puede dejar de sorprendernos. La
humanidad tiene una especial habilidad para crear cosas que la destruyen
y luego crear congresos, reuniones y asambleas multitudinarias para
ver cómo se puede evitar esa destrucción anunciada.
Guerras, contaminación, cigarrillo.
Pareciera que los actos destructivos (o autodestructivos) se hicieran
en soledad: alguien, un avión, tira una bomba atómica:
un gobernante elige apretar el botón equivocado; un loco
decide tomar el mundo; uno o dos tipos deciden un acto terrorista.
Para frenar a esa individualidad, se necesita un acuerdo, multitudinario,
mundial. Y eso es más difícil. Es difícil para
la paz, es difícil para la ecología, es difícil
para la salud. Quizás esas mismas individualidades
tan poderosas como para poder decidir una guerra tengan en sus manos
la posibilidad de acercar la paz, o el aire limpio, tomando medidas
concretas. Tal vez no sepan cuáles son. Tal vez no les interese
saberlo.
Pero nosotros, lector, tan lejos de Suiza y tan cerca del Tujes
del Mundo, seguimos de cerca, o desde donde podamos, las alternativas
de todos los congresos, foros y reuniones. Por la paz, por la gobernabilidad,
por la salud. Parecen los tres deseos antes de soplar las velitas.
Habrá que soplarlas.
Nos vemos el próximo sábado, lector.
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