Las
callecitas de Buenos Aires tienen ese qué sé yo...
uno sale de su casa, sube a su auto, putea porque le obstruyen la
salida, finalmente se incorpora al rebaño o a la manada o
a la cola de autos, pasa por donde puede, avanza por donde lo dejan,
dobla por acá y por allá, y en general, cuando el
número de puteadas supera holgadamente las 50, pero es menos
de 200, usted llega a su destino, lucha por un sitio para estacionar,
y se recuerda que la próxima vez puede venir en subte, taxi,
remise, colectivo o a pie.
Usted sale con su auto importado, grande, fachero, y se imagina
que todas las mujeres (y/o los hombres) lo miran, lo envidian, quisieran
estar en su lugar, en su auto, en esa poderosa sensación
de volar sobre la calle. Pero los demás, nada. Los demás
están apurados por llegar a su trabajo, o a su posibilidad
de nuevo trabajo, o bien, ellos también, los muy narcisos,
se miran a sí mismos y pierden la posibilidad de verlo a
usted, que es mucho mejor. Entonces usted decide darles una muestra
de su poder. Y acelera, corre, vuela, es un pájaro, es un
avión, ¡es Superman! ¿es Clark Kent? ¿O
es Jaime Olsen, el amigo fotógrafo de Superman, que está
obteniendo una prueba de su exceso de velocidad, que devendrá
en una multa? ¡Así no se puede, ya no se respeta ni
a los superhéroes! ¡Después se quejan de que
Lex Luthor quiere ser ministro de Economía!
La ciudad arma una campaña pidiendo respeto. Los porteños
somos buenos en eso... en lo de pedir respeto, porque lo que es
tenerlo... y las multas serán ahora no una fría boleta,
sino una bella foto que usted podrá pegar en su álbum,
al lado de las del cumpleaños de su suegra.
Pati, Mosqueto, Toul, Jorh, Bianfa, Daniel Paz, Wolf y Rudy les
ofrecemos nuevas propuestas para el tránsito, por lo pronto,
este suplemento no debe leerse mientras se maneja.
Hasta el sábado
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