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JUJUY
Vientos del Kollasuyo
Por Julián Varsavsky Al norte de la Quebrada de Humahuaca, tras las sinuosas curvas de Azul Pampa, aparecen esos pueblitos puneños extraviados en medio de la nada, sumidos en un absoluto silencio. Recorremos una árida altiplanicie a 3400 metros de altura la Puna, reino del viento y la soledad. A la vera del camino se extienden vastas llanuras de pastos ralos y amarillentos, con un fondo de cordones montañosos. Los caseríos, acaso resguardándose de los profanadores del silencio, están a 200 metros de la ruta. Son apenas cuatro casas de adobe con techo de paja, de aspecto abandonado, que por lo general están frente a una capilla, a veces también de adobe. Unos llamativos corrales con paredes de piedra sobre piedra (pircas al estilo incaico) forman cuadrículas en medio la inmensidad arenosa, donde cada tanto aparece algún pastor de poncho rojo y sombrero ovejón, arreando un tropel de llamas. Transitamos el Kollasuyo siguiendo el Camino del Inca, antigua región sureña del imperio incaico, aún hoy habitada por el pueblo kolla.
Casabindo El sol altiplánico cae a plomo desde temprano, pero los arroyitos congelados durante la noche aún son de cristal. En la lejanía aparece la imagen borrosa de las torres blancas de la iglesia de Casabindo, un poblado de origen prehispánico. El templo, conocido como la Catedral de la Puna, luce desproporcionado para los 200 habitantes del lugar, número que, a simple vista, es similar a la cantidad de cruces que sobresalen tras el muro de adobe del cementerio. En Casabindo todo es de color marrón claro; las casas de adobe y las montañas que protegen al pueblo de los rigores eternos del polvo y el viento. Casi todas las casas -.un poco desperdigadas tienen un fondo cercado por una pirca que resguarda unas pocas gallinas y un horno de barro con forma de iglú manchado de hollín. Muchas están deshabitadas gran parte del año, ya que la actividad pastoril de los pobladores obliga a la gente a emigrar según la época. Casabindo es un páramo sin sombra por la falta de árboles. Las calles son una mezcla de tierra y arena donde resulta extraño ver un auto. Los pobladores son esquivos y esconden el rostro con el sombrero cuando se los apunta con la cámara. Las mujeres visten polleras de vivos colores sujetadas en la cintura por una faja de hilo de oveja y los hombres se cubren con ponchos ajedrezados de lana de alpaca. Mucha gente coquea sin pausa un bolo de hojas de coca les abulta la quijada, costumbre que se recomienda imitar a los turistas contra los efectos de la altitud.
Humahuaca Abandonamos la puna para descender hacia Humahuaca bordeando el río Grande. Al atravesar un cañón rosado en las cercanías de Humahuaca, el sol del atardecer enciende de rojo las montañas arcillosas bajo un cielo malva. Ingresamos al pueblo por una de sus típicas callecitas empedradas, mientras se van iluminando los faroles coloniales de hierro forjado en las paredes de adobe. A las siete de la tarde abre La Chichería, el bar del indígena colla Sixto Vázquez, escritor y divulgador de la cultura quebradeña. Mientras nos explica el proceso de preparación de la chicha .según métodos ancestrales, nos ofrece probar una de sus deliciosas variedades. Las etnocomidas indígenas son la otra especialidad de la Chichería, en base a vegetales como la particular papa verde y la quínoa, considerado el cereal más nutritivo que existe. Las ruinas de Coctaca A 9 kilómetros de Humahuaca hay un lugar temido y respetado por los lugareños: los restos de la población indígena de Coctaca, con sus pircas que se extienden por varios kilómetros (servían para proteger las plantaciones del viento). Hasta 1593 los omaguacas explotaron este extenso campo de cultivo, que disponía de un sofisticado sistema de riego y alcanzaba a producir un excedente de exportación. Las pircas, que medían 2 metros de altura, están derrumbadas, pero conservan la forma de cuadrícula en medio de las cuales crecen cardones de hasta 6metros de altura. No hay un solo árbol y el sol del mediodía fuerza la retirada. Al costado del camino de tierra descubrimos una apacheta; un mojón al que cada caminante va agregando una piedra hasta formar un montículo. Aquí, durante el mes de agosto después de la época seca se cava un hoyo para el ritual de corpachar la tierra; es decir, darle de comer a la Pachamama (la madre tierra) devolviéndole parte de lo que nos da.
Erque y charango En la peña-restaurante de Fortunato Ramos transcurren los almuerzos más animados de Humahuaca. Este músico y escritor autor del relato que inspiró la película La deuda interna, de Miguel Angel Pereyra-. ofrece un espectáculo artístico que acompaña la comida. Fortunato, junto con su grupo, pasea su talento vocal e instrumental por géneros como el carnavalito y la zamba, y finaliza con un notable solo de erque (corneta de caña hueca de tres metros de largo con un cuerno de vaca en la punta). Además recita sus poesías y ofrece un monólogo sobre la cultura popular jujeña, mientras el público saborea una entrada de tamales de charqui (carne secada al sol) y una cazuela de cabrito con papas y salsa de morrones. Para los postres hay dulce de cayote (un fruto local) con queso de cabra, coronando un banquete criollo que, incluido el vino, no supera los 8 pesos por persona. Un viaje por Jujuy rompe con los esquemas del turismo tradicional. No solamente se trata de imponentes y, sin duda, originales paisajes... en el extremo norte de Argentina se crea una singular simbiosis entre la naturaleza y la cultura local, en el marco de una zona de frontera donde las identidades nacionales están difusas y los lazos culturales son muy cercanos. Los límites trazados por el hombre blanco separan una región que antes de ser colonia conformaba una unidad, hoy dividida entre Chile, Bolivia y Argentina. Se da el caso de que muchos pobladores de la ciudad boliviana de Tarija se consideran argentinos (a pesar de los papeles). Al mismo tiempo, gran cantidad de jujeños se han instalado en Bolivia, y muchos bolivianos cruzaron la frontera para vivir en Jujuy. Ante la singularidad cultural de los jujeños, quienes llegan del resto del país no pueden evitar preguntarse -.un poco ingenuamente hasta qué punto están en Argentina o en otro país. La búsqueda de una respuesta es un disparador de nuevas preguntas: ¿acaso será el extremo norte la región donde pervive la genuina impronta americana del país?
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