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CORDOBA
Villa General Belgrano

Como una aldea alpina

Edificio de la Municipalidad. El estilo arquitectónico centroeuropeo de Villa General Belgrano.

Volcanes, niebla, jungla, valles profundos. Montañas dibujadas por las figuras geométricas de los cultivos. Es el paisaje del altiplano guatemalteco donde habitan las comunidades indígenas de los Mam, los Cakchiquel y los Quiché, y donde prevalece su cultura. Diseño y colores de los tejidos, mercados de compra y trueque, y el placer de unos baños termales entre la selva y las nubes.

Por Julián Varsavsky

En algún rincón de los Alpes suizos existió una aldea que, sin dudas, fue borrada del mapa por un mágico sortilegio y reapareció al pie de las Sierra Chicas en el Valle de Calamuchita, 87 kilómetros al sur de la ciudad de Córdoba. Nadie recuerda el nombre del pueblo original emplazado en las montañas alpinas, pero lo cierto es que desde la década del 30 hay en este valle un lugar encantado que fundaron inmigrantes alemanes, suizos y austríacos: Villa General Belgrano, un verdadero paraíso ecológico rodeado de pinos, abedules, cedros, cipreses, robles y algarrobos.
El “Pueblo de las Culturas” se define por su estilo arquitectónico centroeuropeo con casas de tejados rojos a dos aguas, paredes de piedra al desnudo y extensos jardines arbolados. La presencia de la madera barnizada es otra constante en techos, balcones y ventanas. Pero además se la ve en los carteles de los negocios y en las casillas del teléfono, en un contexto de exuberante verde y un aroma a pinos que perfuma las calles. Los pobladores son hasta tal punto guardianes de la coherencia arquitectónica de la Villa, que cualquier modificación edilicia debe ser aprobada por la Oficina de Obras del municipio, integrada por arquitectos e ingenieros locales.
Al ingresar al pueblo se nota que toda la decoración –desde los canteros con verbenas blancas y petunias hasta los carteles de madera con los nombres de las calles– está pensada en función de la totalidad. Cada casa o negocio, el edificio de la municipalidad, los prolijos jardines... todo atrae la atención por su cuidada estética, en el marco de una limpieza perfecta.

Paredes de piedra, tejados rojos y extensos jardines arbolados.

La impronta europea El ambiente centroeuropeo va más allá de la arquitectura. Como corresponde a una verdadera colonia, además de los cabellos rubios, ojos azules y rozagantes mejillas de los pobladores, todos conservan la impronta cultural de su país de origen (hay colectividades suizas, alemanas, húngaras, checas, austríacas, polacas, croatas, italianas y españolas que conservan su música, bailes y festivales). Es común escuchar en las calles a gente mayor hablando en algún idioma germánico y, como era de esperar, la oferta gastronómica tradicional satisface a los mejores gourmets. Desde hace 39 años el restaurante El Ciervo Rojo es un clásico (en la calle principal) donde cuelgan de las paredes chopperas alemanas con escudos regionales, antiguos relojes de madera y la cabeza de un ciervo embalsamado. La entrada por excelencia es una tabla de embutidos y Leberwurst (paté de hígado ahumado), y los platos más populares son la salchicha Frankfurt y el carré de cerdo acompañados con chucrut (5 y 7 pesos). No se concibe que alguien se vaya sin antes paladear una Selva Negra (bizcochuelo de chocolate con crema y guindas) o un Apfelstrudel (arrollado de manzana con masa de hojaldre). La variedad de bares y restaurantes abarca todos los gustos; hay quienes prefieren un plato húngaro como el goulash (trocitos de carne con unos “ñoquis alemanes” muy pequeños y una salsa aderezada con paprika picante). Además, ningún buen gourmet pasará por la Villa sin degustar el sabor suizo de un fondue de queso.

Valle de Calamuchita: un remanso entre verdes cerros y arroyos.

El Pozo Verde Villa General Belgrano está dividida al medio por el río La Toma. Sus aguas de manantiales conforman un agradable balneario a metros del centro de la ciudad, aunque hay otros más solitarios en los alrededores.
Una caminata de 20 minutos hacia el norte de la Villa nos lleva hasta un portal de madera que dice: “Cabañas Pozo Verde”, un complejo encerrado por la sierra, que forma una gran “olla” (con una abertura hacia el norte). El lugar está oculto entre la naturaleza y resguardado del turismo masivo (sus dueños se niegan a construir más cabañas para preservar su encanto). Las contadas habitaciones están al borde de un arroyo cuyas aguas, retenidas por una pequeña compuerta de madera, forman un espejo de agua de 15 metros –el Pozo Verde– a la sombra de un gran sauce. Durante la nocheel arrullo del manantial penetra en las cabañas y los sueños, y es matizado al amanecer por el canto de los zorzales y el repiqueteo del carpintero negro. A la hora del almuerzo brota de algún asador el aroma de un cabrito a la parrilla (cuesta 5 pesos el kilo).
El Pozo Verde se puede visitar sin necesidad de alojarse en el lugar. El sendero recorre la quebrada de la Zarzamora –donde se cruzan zorros grises– a la sombra de un bosque conformado por nogales, molles, espinillos, acacias y duraznales. En verano el paisaje huele a peperina y el entorno se tiñe de rojo por los infinitos racimos de zarzamoras que son el delirio de los loros que anidan en los eucaliptus. La senda culmina en una subida, y al llegar al cerro del Mirador se despliega de repente un amplio panorama que abarca todo el valle.
En la Villa las excursiones y actividades son numerosas, pero la mayoría de la gente prefiere pasarse el día reposando en las idílicas cabañas de dos pisos con techo a dos aguas y frente triangular, que parecen calcadas de una tira de Heidi. Villa General Belgrano es un ensueño, el escenario perfecto para una fábula... pero conviene no difundirlo demasiado; no vaya a ser que el chisme llegue hasta Europa, y sus antiguos dueños reclamen lo que se les ha perdido.

Brindis en la versión cordobesa de la Oktoberfest.

DATOS UTILES

Cómo llegar: Villa General Belgrano está a 87 kilómetros de Córdoba Capital. Se accede a través de la ruta provincial 5 por el camino al Valle Azul de los Grandes Lagos.
Dónde alojarse: Cabañas Alpendorf: ruta provincial 5, Km. 743.
Una cabaña alpina de dos pisos –con frente triagular– para 4 personas equipada con microondas y TV por cable en medio del bosque cuesta 120 pesos por día (en temporada baja 50% menos). Dispone de pileta con hidromasaje y un parque infantil.
Tel.:03546-462318
sitio web: elsitiodelavilla.com/alpendorf
Cabañas Pozo Verde: una cabaña para cuatro personas cuesta 80 pesos por día. Reservas en Buenos Aires: 4842-0857
Música: durante el verano hay recitales públicos en la plaza principal. Además hay dos discotecas: Gernic y otra llamada La Iguana Bailantera (cuartetos cordobeses).
Más información: www.elsitiodelavilla.com/municipio

 

El museo del carruaje

A 15 minutos de caminata desde el cerro del Mirador hay una casa al estilo del siglo XIX –con un aljibe en el patio central–, que alberga una colección de 30 carruajes antiguos, algunos automóviles antológicos como los Ford “T” y “A”, y una moto Puma (la primera fabricada en Argentina, al impulso del gobierno peronista). Pero lo más interesante son los carruajes negros y lustrosos, como aquel que perteneciera al hermano de Marcelo T. de Alvear, y que alguna vez recorrió los caminos de la estancia San Jacinto. Una de las piezas más valiosas es un Buggi de origen norteamericano de 1870, igual a los que se ven en las películas del “far west”. Otro de los carruajes perteneció a una estancia de la zona donde nació Edgardo Andrew, el único argentino muerto en el “Titanic”. Como una rareza, se exhibe una carta profética del desafortunado pasajero escrita justo antes de subir al barco –en el cual no quería viajar–, que reza: “no me encuentro nada orgulloso, pues en estos momentos desearía que el ‘Titanic’ estuviera sumergido en el fondo del océano”.

 

El microclima de calamuchita

Santa Rosa de Calamuchita es un pueblito sereno a 15 minutos en auto desde Villa General Belgrano, encajonado en medio de un valle con innumerables ríos y siete lagos. Sus calles están estrictamente arboladas, al igual que los jardines de las casas, donde las enredaderas van cubriendo cercas y paredes. El pueblo, al borde del río, dispone de muchos balnearios, pero si uno se aleja apenas 500 metros del centro encuentra playas con arenas inmaculadas, a la sombra de los pinos y sin gente a la vista.
La excursión más popular desde Santa Rosa sube los 3000 metros del cerro Champaquí en una camioneta 4x4 (30 pesos). La travesía parte de Villa Yacanto y dura 2 horas de ascenso por un camino de ripio sobre el filo del cerro Lindero. El paisaje es literalmente espectacular: a la derecha se vislumbra el valle de Traslasierra, y a la izquierda el de Calamuchita. Al asomarnos en el escarpado precipicio del lado izquierdo, justo a 1000 metros debajo nuestro, descubrimos el pueblito de Yacanto de San Javier. Finalmente, una caminata de media hora nos lleva hasta la cima del cerro Champaquí.