Sobre la calle Luzuriaga 348, en el barrio de Barracas, funciona un centro cultural que trabaja con un derecho desoído desde hace años por el Estado: la educación sexual integral (ESI), que según la ley (26.150) sancionada en 2006 es de cumplimiento obligatorio en todo el territorio nacional. Se trata del Club Luzuriaga, que desde marzo organiza talleres de ESI, abordada desde la literatura, para aquellos docentes y familias que –cansados de esperar que el Estado cumpla sus obligaciones– salen a la búsqueda de alternativas. “La idea era hacer un taller por mes pero abrimos más porque no damos abasto”, señalaron las organizadoras.

Mariela Padula tiene 41 años y es docente de nivel inicial hace 20. En 2016, preocupada por su falta de conocimientos sobre ESI, decidió formarse de manera autogestiva y este año, finalmente, se animó a armar su propio taller, dentro de su casa, donde funciona la librería La Junglaresa. El espacio, dada la gran cantidad de inscriptos, enseguida le quedó chico. Fue entonces cuando tomó la decisión de mudar el taller al Club Luzuriaga, donde ya se realizaron más de diez cursos, a cupo completo.

“Hay mucha necesidad de formación y el Estado no se está ocupando. Entonces, los pocos cursos que hay sobre ESI se llenan rapidísimo”, señaló Padula, desde una de las características mesas con mantel a cuadros del Luzuriaga. “Mi hija me acompaña a las marchas Ni Una Menos desde los 7. Tiene herramientas. Pero no está bueno que solo algunos las tengan, que sea algo de elite. La ESI, en ese sentido, viene a traer justicia social, porque el Estado, según la ley, tiene que garantizarle estas herramientas a todos”, consideró la docente.

Los talleres están abiertos a todo el público, aunque son los docentes los primeros en llenar los cupos. “Abarcamos los cinco ejes que propone la ley (diversidad, perspectiva de género, cuidado del cuerpo, derechos y emociones) desde la literatura, con textos que desafían, incomodan y nos pueden permitir llegar a alguna transformación”, explicó.

“La idea no es buscar literatura que sea escrita para hablar de ESI, sino encontrar aspectos que permitan abordarla en libros clásicos, que ya están como un acervo cultural”, adelantó Padula sobre los talleres. “Tenemos una mesa gigante llena de libros que van desde los 150 a los 1500 pesos. Pueden comprarlos acá o no, pero la idea es que se vayan conociendo esas herramientas”, agregó. 

Para Padula, es importante que además de los docentes, sean las familias las que se inscriban a este tipo de talleres. “Porque no es solamente la escuela la que se tiene que modificar, sino también cada uno de nosotros desde nuestro rol. Tenemos que empezar a desandar y romper el estereotipo, al elegir la ropa o el tipo de juguete, por ejemplo. Hay que dejar de mirar a las infancias como un bien de mercado y empezar a mirar a los niños como sujetos de derecho”, consideró. 

La importancia de educar a las familias, para la docente, reside también en desarmar los miedos que “vienen desde la desinformación”. “Cuando hablamos de sexualidad, piensan que estamos hablando del acto sexual. Y no, porque también hablamos de los modos de vincularnos, de lo psicológico, de lo emocional”, subrayó la docente. 

“También pasa que piensan que porque leés un libro en el que un rey besa a otro rey, el nene va a querer besar a otro nene. Y no es así. Como tampoco sucede que al leer el cuento tradicional de la princesa que besa al príncipe andan todos a los besos. De lo que se trata es de respetar al que no elige lo hegemónicamente aceptado”, aclaró. “Hay mucho miedo a esto, a los textos incómodos. Y es en lo que yo hago hincapié: la escuela tiene que molestar, porque es el único lugar de transformación”, insistió. 

Por la gran demanda que tiene el taller, se abrirán otros específicos sobre cada uno de los ejes. El primero será sobre perspectiva de género: el rol de las mujeres en la historia argentina. “Las mujeres nunca se nombraban más allá de las que sabían tejer o coser. Y que hayan sido invisibilizadas viene a decirnos algo”, señaló Padula, que viene trabajando con sus alumnos de sala de 5 el rol que tuvieron mujeres como Juana Azurduy, Macacha Güemes o Bartolina Sisa en los procesos de independencia. “Los nenes me dicen ‘No, las mujeres se quedan cuidando a los bebés’. Ya con 5 años tienen los roles muy metidos. Por eso es importante ir desandando esos pensamientos prefabricados”, advirtió.

Los talleres sobre ESI tienen un valor aproximado de 250 pesos. “En el Luzuriaga intentamos que todos las actividades sean inclusivas, sobre todo por la terrible crisis económica que estamos viviendo. El resto de los shows son a la gorra y los otros talleres que ofrecemos también son muy accesibles”, aclaró la encargada del Luzuriaga, Mónica Szalkowicz.

El Club Luzuriaga nació hace un año y medio, cuando Mónica y su familia decidieron abandonar el barrio de Palermo y mudarse a Barracas, para fundar el centro cultural en la planta baja de su nuevo hogar. “Tenemos un hijo músico y nos cansamos de que le clausuren todos los lugares en los que tocaba. Entonces en el 2017, con la ley de centros culturales, decidimos que era una gran oportunidad de abrir este espacio”, contó. “Nosotros vivimos sobre el centro cultural para darle sustentabilidad. Para sostener los gastos también ofrecemos almuerzos a precios económicos. Es una movida muy a pulmón, pero estamos contentos”, agregó.

Todos los ciclos musicales que ofrece el centro cultural están relacionados con la identidad. “Los lunes tenemos ciclos de candombe. Los viernes tenemos un ciclo de tango llevado adelante por estudiantes de la Escuela de Música Popular de Avellaneda. Los sábados tenemos un ciclo que se llama barriología. Los domingos hacemos murgas”, enumeró Mónica, entre otras actividades. “Los talleres de ESI, de alguna manera, también están relacionados con la identidad. Que yo le pueda dar a mi nieto un libro sobre amor entre dos hombres o el de una princesa que se tira pedos, nos está hablando de un cambio. Esta generación, evidentemente, va a tener otra cabeza. No hay posibilidad de que no haya un cambio fuerte en nuestras identidades”, concluyó Mónica, entusiasmada.

Informe: Azul Tejada.