Por
Miguel Bonasso
Carlos
Saúl Menem figura oficialmente en el Indexing Section de dos formularios
de la DEA norteamericana como sospechoso de lavar dinero de la droga,
junto con el desaparecido empresario postal Alfredo Enrique Nallib Yabrán.
El Indexing Section de dicha agencia se parece bastante al Index de la
Inquisición: al que ingresa le cuesta salir y la gran mayoría
no sale nunca. Los dos formularios DEA-6 están desclasificados
pero muestran las proverbiales tachaduras que se hacen para preservar
identidades o datos que continúan siendo operativos. Ambos documentos
revelan que en octubre de 1995 y enero de 1996 la agencia antinarcóticos
de los Estados Unidos consideraba al entonces presidente de la República
Argentina como un posible delincuente a ser investigado. Ningún
otro documento de esa agencia ha señalado, en cambio, que esa sospecha
haya cesado. Más allá de que el señalamiento sea
cierto, falso o grotesco, el solo hecho de que un presidente argentino
haya sido fichado como narcolavador por una agencia estatal estadounidense
es un dato de extrema gravedad, tanto por lo que hace a la calidad de
nuestras instituciones como por lo que implica en las relaciones entre
Argentina y los Estados Unidos que, en la era menemista, fueron calificadas
por el canciller Guido Di Tella como carnales. Cualquiera
tendría derecho a pensar, por ejemplo, que esa carnalidad
nació al calor de una extorsión. Ya se sabe: si te
portás mal, exhumo tu carpeta.
El dato, curiosamente, ya se hizo público en la Argentina hace
algunos días, durante una edición del programa Punto
Doc, que conducen Rolando Graña y Daniel Tognetti, en el
que participó el autor de esta nota. Pero no suscitó ninguna
reacción en una clase política que está entrenada
para gambetear escándalos. Entretenido posiblemente con su noviazgo,
el político justicialista que reclama la dolarización, el
rápido ingreso al ALCA y nuevas relaciones carnales con George
W. Bush, tampoco hizo el menor comentario sobre esta grave sospecha en
su contra.
En noviembre último, el equipo de investigación de Clarín
publicó una interesante serie de notas sobre los diez documentos
que la DEA remitió al juez Bagnasco, en la que no figuraba el nombre
de Carlos Menem, que sí aparece en los papeles junto con Yabrán
y otros argentinos sospechados de lavadores por los investigadores
norteamericanos, como el transportador de caudales Amadeo Juncadella y
el testaferro del Cartero en la compra forzada de las acciones
de DHL, Natalio Carlos Levitán.
Este inquietante
destape fue motorizado por la acción judicial del diputado cavallista
Franco Caviglia, que el año pasado denunció al entorno y
la familia del Cartero por presunta asociación ilícita en
el juzgado federal de Adolfo Bagnasco. Caviglia fundamentó su denuncia
en la existencia de una serie de cuentas de asociados y familiares de
Yabrán en Uruguay, Suiza y Estados Unidos que fueron originalmente
dadas a conocer por Alejandro Vecchi, abogado de los padres de José
Luis Cabezas, cuando estaba por sustanciarse el juicio oral por el asesinato
del fotógrafo. Bagnasco archivó la denuncia en junio pasado,
justo cuando le llegaban de Estados Unidos los documentos que nombran
a Yabrán y Menem, pero la reabrió en noviembre cuando Caviglia
pidió su reapertura. Antes de hacerlo, algunos diputados entre
los que se encuentra la actual viceministra del Interior, Nilda Garré,
habían pedido su enjuiciamiento por mal desempeño de sus
funciones, aludiendo entre otros aspectos que consideraban enjuiciables,
el archivo de esta causa. En julio, los documentos llegaron a Clarín,
que comenzó una prolongada investigación. Siete meses antes,
el periodista Santiago ODonnell, había publicado parte de
ellos en el diario La Nación. Pero en aquel momento diciembre
de 1999 el escrutinio de Wesley Clark, jefe de la sección
legal de la DEA,había sido más puntilloso y el nombre de
Carlos Menem quedó tapado por la tinta negra del marcador.
Carta de la Embajada
Franco Caviglia lleva casi diez años denunciando al finado
Yabrán, y de manera algo menos directa al ex presidente Menem,
como presuntos integrantes de una asociación ilícita que,
entre otros negocios sucios realizados al calor del Estado, habría
lavado dinero procedente de la droga y la corrupción. El menemismo,
por su parte, suele pegarle duro a Caviglia quien saltó del Grupo
de los Ocho a las tiendas de Domingo Felipe Cavallo y ahora coquetea,
dicen, con el gobernador bonaerense Carlos Ruckauf.
En 1991, cuando aún integraba con Chacho Alvarez y otros seis diputados
de origen peronista el Grupo de los Ocho, Caviglia inició una fuerte
campaña contra el Cartero, que le valió ser citado en la
Embajada para dos interesantes reuniones donde había hombres
de uniforme y algún civil con 357 Magnum en la sobaquera, que se
identificó como oficial de la DEA. Aquellas reuniones en la legación
norteamericana debieron dejar su saldo informativo para el joven diputado
porque siete años más tarde, cuando escribió su biografía
de Yabrán, aventuró que no sólo el Cartero sino el
propio Presidente de la República figuraban como lavadores de narcodólares
en los archivos de Inteligencia que la DEA tiene en El Paso, Texas. Pero
no pudo respaldar esa versión con ningún documento oficial.
Ahora, en cambio, hay dos formularios DEA-6 donde puede leerse el nombre
de Carlos Menem, con sendas tachaduras al lado que admiten esta interpretación:
hay datos relacionados con el ex presidente que la agencia norteamericana
todavía preserva porque hay investigaciones que siguen en marcha
en la actualidad. ¿Por qué no tacharon también el
nombre? es uno de los tantos misterios sobre los que no vale la pena especular.
¿Qué es un formulario DEA-6? El ex jefe de la agencia en
Buenos Aires, Terry Parham, se lo explicó con claridad a Ana Barón,
la corresponsal de Clarín en Washington: es un formulario de investigación
sobre tráfico de drogas y lavado de narcodólares. La inclusión
de un nombre en su Indexing Section no significa que esa persona haya
sido encontrada culpable por la Justicia, pero sí indica
que está bajo sospecha de la Drug Enforcement Administration.
Los dos formularios confidenciales donde se menciona al ex mandatario
forman parte de un paquete de diez informes sensitivos (cinco
cables y cinco formularios DEA-6) que el Departamento
de Justicia de los Estados Unidos remitió, en junio último,
al Ministerio de Justicia de la Argentina para hacerlos llegar al juez
Bagnasco, de acuerdo con las previsiones del artículo 7 del Tratado
de Asistencia Legal Mutua. Fueron exhumados de los archivos de la DEA
por el citado Wesley Clark y remitidos a Buenos Aires por John Harris,
un alto funcionario del US Department of Justice. Viajaron valga
la ironía a través de Federal Express, la compañía
que muchos vinculan a la CIA y con cuyo famoso boss, Fred Smith, el finado
Alfredo Yabrán sostuvo un prolongado combate por el correo privado
en la Argentina. Combate que le valió la denuncia pública
de Domingo Cavallo así como a éste le significó salir
del gobierno Menem.
En Buenos Aires, los documentos de la DEA fueron recibidos por el ex juez
del Proceso José Nicasio Dibur, quien a la sazón se desempeñaba
como alto funcionario en el Ministerio de Justicia. En su carta al dear
Dr. Dibur, mister Harris informa amablemente que los archivos seguirán
abiertos durante 90 días por si se requiere alguna información
adicional.
Los jueces no suelen ser tan curiosos como los periodistas y nadie, que
se sepa hasta ahora, les pidió una ampliación sobre informes
que involucran nada menos que a un ex presidente de la República.
Todo empezó el 17 de octubre
El primer documento donde Menem aparece mencionado es un DEA Form
6 (Dea Sensitive), titulado Money laundering (lavado de dinero), sellado
como New Case (nuevo caso) y lleva como número de archivo (File
N) el GFC1-95-9276 después modificado a GFC1-96-9276 (porque el
expediente fue iniciado -valga la extraña coincidencia con la efeméride
justicialista el 17 de octubre de 1995 y continuado el año
siguiente). Ese día dos agentes de la DEA, Christopher Matta y
Robert Rusillo entrevistaron en Manhattan a un misterioso personaje, codificado
como SC1 (fuente confiable para la DEA) del cual no se sabe por el informe
si es hombre o mujer porque figura literalmente como he/she (el/ella)
en el reporte de la investigación.
SC1 fue interrogado/interrogada acerca de su conocimiento y participación
en una operación de lavado de dinero iniciada en Buenos Aires,
Argentina pero que operaría a nivel mundial. SC1 describe a Yabrán
como el mayor lavador de dinero en Argentina y calcula su
fortuna personal en mil millones de dólares. A renglón seguido
SC1 comete un error grueso, afirmando que Yabrán fue muy pobre
hasta que se casó con una hija de Juncadela (sic). Como se sabe,
el Cartero inició su meteórica carrera de la mano del transportador
de caudales Amadeo Juncadella (a quien la DEA comenzó a investigar
en 1991), pero no se casó con ninguna hija del hombre que lo puso
al frente de OCASA, sino con María Cristina Pérez. El informante
acusa a Juncadella de conducir negocios ilegales y transportar ilegalmente
ciertos ítems prohibidos en la zona de fronteras, cosa que el empresario
negó en una entrevista con la revista Noticias: Yo no transporto
paquetitos. El informante de identidad protegida sostiene luego
un dato que está lejos de haberse comprobado: que Juncadella tenía
una fuerte vinculación (strong association) con el ex presidente
Raúl Alfonsín, a quien el reporte sin embargo
no coloca en el Indexing Section.
Según SC1 el dinero que Yabrán habría lavado en Europa
estaba vinculado al narcotráfico (drug money). El Cartero dispondría
de un ejército privado (lo cual es bastante aproximado
a la verdad), comandado por el antiguo jefe de policía.
En rigor estaba comandado por un cuadro del Servicio Penitenciario Federal
que era Víctor Hugo Dinamarca y su estructura de inteligencia,
por el ex jefe de Inteligencia de la ESMA, el capitán de fragata
retirado Adolfo Donda Tigel. En el mismo párrafo dice: SC1
declara que Yabrán tiene una relación con el actual presidente
de Argentina, Carlos Menem, debido a las grandes sumas entregadas a Menem
como contribuciones de campaña. Este dato sí tiene
asidero: en su libro El peso de la verdad, Domingo Cavallo revela que
Eduardo Bauzá (que era secretario general de la Presidencia), le
contó que el empresario telepostal había puesto cuatro millones
de dólares para apoyar la campaña de la reelección
de Menem. Este dato nunca fue desmentido por Bauzá. Otras fuentes
menemistas aportaron datos similares y concurrentes al autor de esta nota
acerca de aportes del Amarillo al proselitismo de Menem.
Los cuatro renglones que siguen y concluyen el debriefing
del misterioso SC1 están tachados con marcador por el censor de
la DEA. Al final, en el Indexing Section figura Juncadela (sic), Carlos
Menem y Alfredo Enrique Yabrán de quien se dice que tiene entre
50 y 55 años, mide unos cinco pies con nueve pulgadas, tiene pelo
blanco y ondulado y es posiblemente libanés. Al costado
de los tres nombres hay datos censurados.
Persecución en el Caribe
El 18 de enero, el agente Russillo interrogó telefónicamente
a SC1 acerca de Yabrán y el lavado de dinero, pero el correspondiente
informe no deja saber lo que averiguó, que yace bajo la tinta negra
del marcador. Incluyendo un nombre tachado en la Indexing Section. Once
días más tarde, el 29 de enero de 1996, Russillo entrevista
por teléfono a otra fuente desconocida que ahora es codificada
como SOI y produce un nuevo DEA-6 sobre lavado de dinero,
sumamente tachado, donde puede leerse sin embargo que Alfredo Yabrán
llegó al área de Miami, Florida, la semana anterior, alrededor
del 23 de enero. (En Miami reside uno de los fundadores del imperio
Yabrán, Andrés de Cabo, quien seguía conduciendo
hasta hace poco la OCASA norteamericana.) El punto 2 del informe está
censurado. En el 3, SOI revela que X (alguien tachado) había arreglado
reuniones de negocios en Miami entre Yabrán y numerosos concesionarios
de la firma italiana Fiat (numerous Italian Fiat car dealers)
para una actividad no revelada y subrepticia. El redactor
subraya después que según SOI Yabrán
y un enigmático socio estarían buscando nuevas vías
para lavar dinero procedente de la droga. En el punto cuatro SOI (que
evidentemente es un infiltrado en el entorno del Cartero)
revela que Yabrán, una vez concluidos los negocios con los europeos,
se embarcó en un crucero con proa a las Bahamas. Tras algunos renglones
tachados, SOI señala que X (otro nombre tachado) reside en Italia
y arregló el encuentro entre los concesionarios Fiat y Yabrán.
En el Indexing Section hay tres nombres: Alfredo Yabrán, alguien
censurado y Carlos Menem. Lo cual indicaría que el presidente argentino
había sido mencionado en algunas de las partes censuradas del informe,
porque si no sería arbitraria e innecesaria su mención al
calce del documento.
Algunos meses más tarde, el 13 de noviembre de 1996, el Special
Agent Robert E. Allen inició el caso titulado YEBRAN (sic), Alfredo
Enrique donde otro informante CS, acusa al magnate postal de estar envuelto
en el tráfico de cocaína y lo vincula con Guillermo Coppola,
arrestado (por orden del juez Hernán Bernasconi) como resultado
de una investigación conjunta entre la DEA y el gobierno argentino.
Como se sabe, Coppola resultó absuelto y el juez Bernasconi procesado
precisamente a raíz de esa causa escandalosa.
En el mismo documento se indica que un grupo especial integrado por Allen
y otros oficiales (James Soiles, Edward Gillen y Clinton Aldrich) inician
una investigación que tiene como target a Alfredo Enrique
Yebran (sic) et al y como objetivo inmediato infiltrarle al
Cartero su organización para reunir información que permita
llevarlo a juicio. Les interesa conocer la fuente de procedencia de los
narcóticos (cocaína, primero y luego heroína), sus
métodos para contrabandear dichas sustancias y, de manera muy especial,
sus posibles actividades delictivas en los Estados Unidos. Según
algunas fuentes locales que conocen esta investigación, la DEA
creó un grupo operativo especial para estudiar el entorno del presidente
Menem y sus posibles vínculos con Yabrán, a partir de que
el juez español Baltasar Garzón dio comienzo al llamado
Yomagate que involucraba a la cuñada presidencial Amira Yoma y
a su ex marido, el oficial de la inteligencia siria Ibrahim al Ibrahim.
La DEA sospechó que Yabrán estaba vinculado al tráfico
de heroína procedente del valle del Bekaa en Siria. Un buen amigo
de la embajada norteamericana, Domingo Cavallo, sostenía que Carlos
Menem y Monzer Al Kassar eran las otras dos patas de la triangulación
siria de armas, droga y lavado de dinero, pero nunca pudo probarlo.
En cualquier caso lo sugestivo es que Edward Gillen -uno de los que planearon
la infiltración en el Grupo Yabrán fue el único
agente norteamericano que declaró ante Baltasar Garzón en
relación con el episodio del barco Achille Lauro atribuido
al traficante de armas Monzer Al Kassar. Después desembarcó
en Buenos Aires, donde precedió al rosarino naturalizado norteamericano
Abel Reinoso, que fue sacado en vilo de Buenos Aires por meter sus narices
en un tema no apto para rosarinos con ambiciones de sheriff: el lavado
de 1200 millones de dólares que no provenían de la droga
sino de la corrupción administrativa y las privatizaciones. Reinoso,
de yapa, ya no trabaja más para la DEA y leconfesó a varios
periodistas argentinos que ha quedado desamparado y en la mira de los
narcos.
En el Indexing Section de este otro documento ya no figura Carlos Menem,
sino Guillermo Coppola, un buen amigo de Ramón Hernández,
secretario privado y valet del ex presidente.
En 1997, la DEA seguía tras los pasos de un Yabrán ya destruido
públicamente por su presunta instigación del asesinato de
José Luis Cabezas. Los últimos documentos entregados por
la agencia a la Justicia argentina hablan de un cinematográfico
grupo griego dedicado a traficar heroína procedente de China. Este
grupo, identificado por el informante CS, estaba integrado por los señores
John Tsangaris, Dino Lambrou, John Yiannis, Petros Pantazis (vinculado
a Spiros Sakaflias que cumple una cadena perpetua por homicidio) y otros
personajes helénicos que se mueven habitualmente por Vancouver
y otras ciudades canadienses. En el file YEBRAN, Alfredo Enrique,
se dice que el empresario postal habría conectado a Lambrou (que
es propietario de diversos garitos) con autoridades argentinas con vistas
a la instalación de un casino en la ciudad de Mendoza, pero este
dato no fue comprobado. Menem tampoco aparece en este thriller,
pero nadie puede asegurar en qué otros informes de El Paso, no
entregados a la Justicia argentina, figura como protagonista o como actor
de reparto.
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