UNO En 1555 el siempre oportuno Michel de Nostradamus predijo para estos días que llegado el Milenio, en el mes 12, en el hogar del poder más grande, el idiota del pueblo pasará al frente para ser aclamado como líder pero, sin embargo, nada dice sobre volverán los cuatro juglares a donde siempre pertenecieron y reconquistarán la cima más alta con la fuerza de sus voces o algo por el estilo. Lo que nos lleva al retorno de Los Beatles, que si bien nunca se fueron del todo ahora vuelven a estar en las primeras posiciones de ventas como si el tiempo nos transcurriera, como si esa beatlemanía que comenzó a principios de los 60 continuara girando y girando como el más feliz de los compacts rayados. DOS La nueva resurrección
de Los Beatles que en realidad no es más que la prolongación
natural de un largo y sinuoso camino y una longeva existencia que amenaza
con la inmortalidad aparece apoyada hoy en un invulnerable y exitoso
compact greatest-hits de nombre One, un voluminoso volumen autobiográfico
y oral titulado Antología y el reestreno del popfilm más
descaradamente cool y moderno de la historia conocido como A Hard Days
Night. Las razones para el éxito renovado son varias, pero, fundamentalmente,
caminan sobre dos factores: nuevas generaciones iluminadas por viejas
generaciones (el placer entre narcisista y sacro de comprar a los hijos
lo que nos compraron nuestros padres) y las pocas muestras de talento
dentro de la actual música rock que, cuando se manifiestan, resultan
ser poco más que astutas o sentidas revisitaciones al sonido de
los cuatro magníficos de Liverpool. Así, la adoración
por Los Beatles no es según suele creerse un sentimiento
nostálgico sino un desencanto futurista ante lo que no será,
no volverá a ser. CUATRO Sí, los dioses más interesantes son aquellos que supieron hacerse con merecidos y apasionados adoradores que no sólo los celebren sino que, además, los ayuden a entenderse a sí mismos. Una vez le preguntaron a George Harrison en los días en que, habiéndolo creado todo, Los Beatles estaban ocupados en inventar el concepto de banda de rock que se separa cómo era ser un beatle. Harrison contestó: ¿Cómo es no ser un beatle?. Y aquí llegamos, entonces, a la paradoja más interesante y a lo que certifica para siempre la condición inmortal de algunos contados mortales: tal vez los únicos que pueden contar la historia verdadera John, Paul, George y Ringo sean los menos indicados para hacerlo porque, ocupados en ser y seguir siendo Los Beatles, nunca sabrán lo que se perdieron. Se perdieron a Los Beatles. Y es ahí cuando entramos nosotros, otra vez, todos juntos ahora.
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