Por Horacio Cecchi
A las 4 de la madrugada del
1º de enero, en la discoteca Sunset, de Olivos, se hizo la oscuridad
cuando un apagón arrastró al final de fiesta de unos 700
concurrentes que festejaban la llegada del milenio. Según testigos
y víctimas de lo que vendría después, cuatro policías
de la Comisaría 1ª de Olivos y doce patovicas de la disco
dispuestos a acelerar el trámite desataron una lluvia de golpes
y bastonazos sobre un grupo de amigos. Uno de ellos, Pablo Bonnesserre,
de 35 años, y vecino del barrio, a última hora de ayer aún
luchaba por despegarse de las tinieblas después de haber sido internado
con un diagnóstico de coma cuatro. Uno de los dueños de
la disco aseguró que la gresca la iniciaron ellos.
Los amigos de Bonnesserre, con moretones y vendajes, señalaron
ante la Justicia a uno de los policías como iniciador de la agresión
y denunciaron que en la Comisaría 1ª no quisieron tomarles
la denuncia. Si las repeticiones hacen la historia, la de la disco Sunset
es tan negra como la oscuridad de la primera madrugada del milenio: en
el mismo local, el 1º de diciembre del 94 murieron ahogados
dos jóvenes, y el 5 de julio del 97, otro fue asesinado de
un balazo mientras bailaba en la pista (ver aparte).
Le dicen El Gordo. Es capataz especializado en cuestiones
de seguridad en la construcción y hace poco tiempo había
iniciado una obra en el barrio de Belgrano. El 31 de diciembre de 2000,
Pablo Bonnesserre decidió festejar la llegada del nuevo milenio
con cinco amigos del barrio. Lo conozco desde hace 20 años
detalló Fernando Mora, de 30, a Página/12. Nos
reunimos siempre en el barcito de la Esso de Ugarte y Chacabuco.
Según los amigos de Bonnesserre, desde ese mismo barcito se vislumbrará
la figura de uno de los presuntos protagonistas de la noche negra de Sunset,
pero habrá que dejar correr la historia unos renglones para mencionarlo.
Entretanto, y con tiempo suficiente, El Gordo y sus amigos ya tenían
previsto salir a festejar la llegada del nuevo milenio. Fuimos a
Sunset porque queda cerca de donde vivimos y no queríamos andar
mucho en la calle por si había lío, aseguró
Daniel Ferreira, ahora con bastón y una rodilla vendada.
Hasta las 4 de la madrugada hay absoluta coincidencia en las versiones:
todo se desarrollaba normalmente tanto según los amigos de Bonnesserre
como el parte policial, aunque una fuente de los Tribunales de San Isidro
agregó un detalle que nadie mencionó: Esa disco no
está habilitada para semejante cantidad de gente.
Pero a esa hora, un corte sorprendió a los 700 festejantes. Y a
partir de allí, las versiones difieren en dos oscuridades diferentes.
Estuvimos sin luz durante media hora dijo Ferreira.
La gente iba al lobby de Sunset para que les devolvieran la plata.
Nosotros nos quedamos en la entrada viendo qué se iba a resolver,
agregó Mora.
La versión de Aníbal Matis, representante legal de Sunset,
y según fuentes tribunalicias, uno de los socios de la firma, es
coincidente con la policial: En la puerta se estaba devolviendo
el importe de las entradas cuando un grupito empezó a empujar a
la gente que hacía cola y a molestar. (Bonnesserre) Mide un metro
ochenta y pesa 120 kilos, le pegó a un policía un puñetazo
y lo derribó. Entonces salió un montón de gente y
se armó una gresca descomunal.
Según los amigos del Gordo, en ese momento entró
en escena aquel protagonista del barcito de la Esso mencionado más
arriba: Los policías estaban de uniforme pero sin la placa
de identificación aseguró Mora. Uno de ellos
empezó a empujar con la punta del bastón a Pablo.
El policía de la punta del bastón es, según los amigos
de El Gordo, Martín Rossi, cabo de la 1ª de Olivos. Lo
conocemos porque también para a tomar café en el barcito
de la Esso. Y él nos conoce a nosotros. No sabemos
por qué empezaron a pegarle dijo Ferreira. Nosotros
llegamos a la puerta y vimos cómo le estaban dando a Pablo.
En treinta segundos, entre patovicas y policías arrasaron
con todos aseguró Sebastián Minadeo y a Pablo
lo arrastraron hacia la playa de estacionamiento. Según declararon
los cuatro amigos, a Bonnesserre le siguieron pegando. Ya estaba
en el piso y un policía lo pateó en la cabeza tres veces,
y después se la pisó, y nos miraba a todos y gritaba: ¡A
ver quién se la banca!. Le pegaban para matarlo,
agregó Ferreira. Ellos dicen que le sacamos el arma al policía,
pero eso es mentira, se le cayó cuando empezó a corrernos.
Vi cómo Pablo se puso violeta después de las patadas
recordó Mariano Márquez; parecía ahogado,
roncaba, pero nadie llamó a una ambulancia. El auxilio médico
llegó una hora después. En este punto, nuevamente las versiones
se separan en dos noches diferentes: el parte policial informó
que Bonnesserre sufrió lesiones leves y un cabo heridas
de consideración. Las evidencias médicas sugieren
lo contrario: Bonnesserre terminó en la clínica de la Santísima
Trinidad, de San Isidro, donde hasta anoche permanecía en terapia
intensiva, en coma cuatro. El cabo se presentó con una mano vendada.
Minadeo recordó el periplo posterior, cuando se presentó
en la 1ª de Olivos para radicar la denuncia, pero el oficial
de guardia, de apellido Albornoz, solamente me pidió mis datos
y me dijo que me llamaba el martes o el miércoles a más
tardar para presentar la denuncia.
Mientras el fiscal 7 de San Isidro, Diego Molina Pico, iniciaba ayer la
investigación caratulada como lesiones en riña y resistencia
a la autoridad, Pablo Bonnesserre continuaba en la telaraña
oscura de su coma cuatro. También las repeticiones asoman en su
historia familiar. Uno de sus hermanos, piloto de la Fuerza Aérea,
falleció en Córdoba durante un entrenamiento de vuelos acrobáticos,
y otro, en un accidente automovilístico. Ayer, el caso de Sunset
aún continuaba a oscuras.
DOS
MUERTES EN UNA PILETA Y UN CHICO BALEADO
La historia oscura de Sunset
La historia negra de Sunset
la discoteca líder en la zona norte del Gran Buenos Aires
durante la década del 60 empezó en 1994, cuando dos
jóvenes murieron ahogados en la pileta de natación del local.
La muerte de los chicos se produjo durante una fiesta de egresadas del
Instituto Santa María de Nazareth, sin que ninguno de los 700 invitados
pudiera hacer nada para salvarlos. Por el caso fue procesado uno de los
dueños de la disco, Jorge Orgueira, como presunto responsable de
homicidio culposo. Las páginas policiales volvieron a hablar de
la disco tres años después, cuando un chico de 16 años
fue asesinado en plena pista de baile, también durante una fiesta
de estudiantes. El responsable de su muerte otro adolescente, de
18 fue condenado a 15 años de prisión a fines del
año pasado.
La noche del 1º de diciembre de 1994 prometía ser inolvidable
para las chicas del Nazareth, un instituto secundario de clase media del
barrio porteño de Saavedra. Una de sus alumnas, Cynthia Feliú,
había invitado al festejo a los mejores amigos de su novio Marcelo:
Bruno Alejandro Sueyro y Marcos Rodríguez González. A las
cuatro de la mañana, después de toda una noche de baile,
los tres se metieron a la pileta con otros treinta jóvenes. Quince
minutos después del chapuzón, al chico le sorprendió
que Bruno y Marcos no salieran del agua. Cuando se prendieron las luces
del parque, alguien vio los cuerpos sumergidos. Durante los primeros días
se habló de alcohol y drogas como causas de la muerte; una hipótesis
poco coherente con la historia de los jóvenes: Marcos había
ganado varias competencias de natación; Bruno no tomaba alcohol
ni fumaba. Luego los peritos determinaron que los amigos murieron electrocutados,
al recibir una descarga de un cable deteriorado que estaba al borde de
la piscina.
También la noche del 5 de julio de 1997 fue trágica para
Sunset. Gonzalo Fabregad y sus compañeros del colegio Ceferino
Namuncurá habían organizado un baile en la matineé,
para recaudar fondos para el viaje a Bariloche. A las 21, un chico empezó
a molestar a Cecilia, hermana de Gonzalo, y a Natalia, su novia. Gonzalo,
que era rugbier del Club Olivos y uno de los RRPP de la matinée
del local, les pidió que se alejaran. Las chicas están
conmigo, señaló. Como respuesta recibió un
balazo a la altura del hígado, que lo mató antes de ser
trasladado al hospital de Vicente López. La familia Fabregad denunció
al personal de la disco por abandono de persona: tardaron casi media hora
en llamar a una ambulancia y Gonzalo se desangró. A los dos días,
la policía detuvo a los autores del crimen: Gabriel Maciel el
chico que había molestado a Natalia y a Cecilia había
disparado; Sebastián Bou Giussiano, su amigo, le había prestado
el arma. En diciembre de 1999, Maciel fue sentenciado a 15 años
de reclusión. Bou Giussiano fue absuelto, porque no había
pruebas suficientes para condenarlo. En octubre último, autorizaron
la excarcelación de Maciel, ya que no hay sentencia firme. De todos
modos, es poco probable que quede en libertad: para eso debería
pagar una fianza de 500.000 pesos, y todos sus bienes están embargados
por el juez que está a cargo de la demanda civil.
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