Por Alejandra Dandan
La mitad de Mar del Plata
está vacía. Así fue el comienzo de la temporada
de verano para Miguel Donzani, presidente de la Asociación de Inmobiliarias.
Los datos del Ente de Turismo hablan eufóricamente de ciento veinte
mil personas que han entrado hasta ahora. Pero el turismo de fin de semana
parece imponerse otra vez en Mar del Plata y ayer el éxodo fue
visible. A ese turismo todos apuestan para salvarse. Se sabe que los lugares
más caros con menos plazas, también son los
más fácilmente vendibles y para el resto se ensayan pruebas
de todo por dos pesos con propuestas exóticas. No sólo aquí
se pelea contra la crisis sino contra Brasil que aparece aún como
fantasma dispuesto a arrancarle a la ciudad las pocas ánimas que
aún siguen llegando. El método tiene operadores propios:
son los buscas que juegan a reproducir en la arena un bizarro mundo carioca.
Oigame, ¿ésta no es una playa popular? Echada
sobre su reposera, Hilda Aybar se inquieta por números que no le
cierran. Cómo puede ser -parándose de golpe
que los bañeros ahora te cobren un peso para ponerte la sombrilla
en la arena. Esa movediza capa de conchilla sobre la que Hilda pasea
es uno de los nuevos inventos que la crisis ha fabricado. La mujer está
en Bristol y aunque los perforadores de arena están en todos los
balnearios, pueblan sobre todo esta parte del centro que ha sido rellenada
para extender la porción de arena que golpea frente al mar. Bajo
las conchillas hay tierra pero demasiado poco permeable para mujeres solas
y mayores.
Existe un síntoma ya claro: la ciudad se hace zona turística
fuerte durante los fines de semana. Después de evaluar como exitosísimo
el paso del fin de año por estos lares, Carlos Patrani, jefe máximo
del Ente de Turismo (Entur), aseguró a Página/12 que sin
lugar a dudas será ése el esquema que este año se
va a repetir. Aún sin estadísticas precisas, Patrani
está convencido de que todos aquellos que el domingo a la noche
hicieron explotar los restoranes y lugares de entretenimientos se marchó.
Desde el hotel Vaness, el conserje arrima números dramáticos
a la sensación oficial: De las 25 habitaciones ocupadas el
fin de semana, ahora han quedado diez. Y al mapa, el panorama: A
esta altura, el año pasado el hotel estaba al 80 por ciento, este
año ni siquiera llega al veinte.
Los números oprimen. La gente espera Reyes, no por los regalos
sino porque tradicionalmente el 6 de enero es cuando la temporada empieza.
Para quienes gobiernan el mundo extrahotelero, donde Mar del Plata tiene
280 mil lugares, la espera se reduce: Recién este jueves
y no antes vamos a saber si funcionan las ofertas de fin de semana,
dice otra vez Donzini sin animarse a apostar siquiera por los exitosos
weekends de temporada. La baja entre las casas y departamentos alquilados
el año pasado y éste es del diez por ciento. Pero para el
titular de martilleros, el sol que ahora estalla contra la manta de Hilda
es otra de las variables para pensar cómo funcionarán los
próximos días. Hay contratos de alquiler de último
momento, como el de Silvia que optó por dejar de viajar a Brasil
como durante los dos últimos años, cuando supo que con 300
pesos tenía techo cerca del mar para la familia completa.
Para apurar ganancias los buscas han ganado la arena. Cada porción
de suelo es zona de remate. Sin dejar la reposera, se consigue agua caliente,
esterillas, guardadores de bolsos o bicicletas y también grandes
paraguas de colores rematados aquí como sombrillas capaces de sostenerse
en pie según la suerte. Y la que falla, no te la cambian,
dice Virginia Botaglia, que pagó diez pesos por una que se mantuvo
perfecta sólo durante la muestra de prueba. Las trencitas
jamaiquinas, ¿a cuánto están?, le preguntan
ahora a Giorgina Garrido, dueña de uno de los diez tendales de
la feria playera, dispuestos a demostrar que el trenzado también
es piezade culto. Puede generar variantes africanas, mexicanas, artesanales,
de hawaiana o la jamaiquina toda cargada de colores por las que Giorgina
pide justo ahora 25 pesos melena completa.
Sudor porteño
con 38 grados
El nuevo milenio vino caliente y la sofocante ola de calor que
se vive en el centro y el norte del país llegó para
quedarse, por lo menos hasta el fin de esta semana. Ayer por la
tarde la sensación térmica alcanzó los 38 grados
en Buenos Aires, y según un informe especial del Servicio
Meteorológico Nacional se prevé que en toda la semana
se registren elevadas temperaturas que en promedio podrían
rondar entre los 35 y 40 grados. Eso sí, a no dejar el paraguas
en casa, porque también se vienen los chaparrones. En la
costa el calor no será tan agobiante debido al efecto de
la brisa de mar.
El intenso calor es originado por una masa de aire muy caluroso
y húmedo que domina el centro y norte del país y está
previsto que permanezca al menos hasta el viernes, informaron
en el SMN, y los valores mínimos diarios que habitualmente
se registran en la madrugada también se mantendrán
relativamente altos con valores estimados entre los 22 y 24 grados.
Las características físicas de este aire continúa
el informe pueden dar origen a formación de tormentas
no constantes. El pronóstico proporcionado para Página/12
por The Weather Channel aportó datos sobre el
tiempo en la costa atlántica: El efecto de brisa de
mar será prolongado, ayudando a que la temperatura sea sensiblemente
más fresca que lo habitual hasta el mes de febrero.
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Un hotel hecho de
hielo
Alcanza imaginarlo para sentir un poco menos de calor. Se trata
de un hotel de categoría, inaugurado en la noche del lunes
en Quebec, Canadá, con una particularidad que lo vuelve único:
está hecho íntegramente en hielo. Pero no sólo
se trata de paredes y techos: las mesas, las sillas, las camas,
las lámparas y hasta los vasos son de hielo. También
las esculturas que adornan el lobby. Claro, esto tiene sus efectos:
la temperatura adentro del hotel está en torno de los -3
grados. Pero el hotel promete que ninguno de sus 22 huéspedes
va a morir helado durante el sueño: los sommiers están
esculpidos en el hielo pero recubiertos con placas, sobre las cuales
se coloca un colchón, una piel de corzo y una bolsa de dormir
que mantiene el calor hasta -40 grados, explican. El sentido
común permitiría suponer que a nadie en su sano juicio
le apetecería pasar un día en semejante hotel. Sería
un error: con un costo de 180 dólares por habitación
individual, el hotel ya tiene más de mil reservas para las
próximas semanas y es casi imposible encontrar un hueco para
nuevos huéspedes en la lista de espera. De modo que el negocio
parece ser bueno. Pero no eterno: el hotel empezará a derretirse
a fines de marzo. Ya planean otro para el próximo año.
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