Por Cecilia Hopkins
El actor Manuel Callau abrirá
el año viajando de Buenos Aires a Mar del Plata docenas de veces.
Es que protagoniza Una bestia en la luna, que subirá a escena el
viernes en Capital en el Teatro Del Nudo (Corrientes 1551) dos días
después de su estreno en Mar del Plata, donde se ofrecerá
hoy y mañana, y el resto de los miércoles y jueves de la
temporada veraniega, en La Subasta. Escrita por el norteamericano Richard
Kalinosky, la obra, que dirige Manuel Iedbavni, cuenta de la historia
de amor entre un fotógrafo -el armenio Aram Tomasian, emigrado
a Estados Unidos y una muchacha del mismo origen que no abandonó
su país, interpretada por Malena Solda. Sobrevivientes del genocidio
de que la nación armenia fue víctima entre 1915 y 1923,
ambos se comprometen por correspondencia. Cuando se conocen, la mayor
de las sorpresas es para él: la novia tiene apenas 15 años
y llega a destino acompañada de las muñecas con que todavía
juega.
Durante el 99, Callau se vio tironeado por dos personajes. Mientras
en la tira televisiva Gasoleros le ponía el cuerpo
a Jorge, un intelectual progre irresoluto y temeroso, en Cuestiones con
el Che Guevara interpretaba al líder guerrillero, una experiencia
que le permitió alternar entre un personaje profundamente
coherente en pensamiento, palabra y acto y un hombre que pensaba y decía
una cosa, pero hacía otra. Durante el 2000 estuvo abocado
al teatro, aunque no le hubiese disgustado continuar en la televisión.
La obra que estrena hoy, piensa, tiene una relación estrecha con
la realidad de la Argentina hoy.
¿En qué se parece una relación de amor entre
armenios con la Argentina actual?
En principio, los personajes vienen de soportar un genocidio que
terminó con un millón y medio de vidas y nosotros, salvando
las distancias, también. Aran quiere construir algo distinto y
las circunstancias se lo impiden, igual que a nosotros. Está claro
que acá hay que construir algo nuevo, como ellos se proponen en
la ficción. Yo soy parte de una generación que no pensó
en salvarse individualmente: el proyecto de concreción de uno estaba
vinculado a lo colectivo. Siempre pensé que en tanto la sociedad
se desarrollara concretando sus expectativas yo me consolidaría
como individuo. Pero las cosas han cambiado. Ganaron los malos, los que
no tenían razón. Hoy aquel pensamiento no existe porque
lo particular ha adquirido la dimensión de lo único. Sin
embargo, sigo pensando que es necesario recrear la utopía de un
proyecto social en que ganen los buenos. Para eso, sigue siendo indispensable
la construcción de un proyecto social a partir del respeto del
perfil de identidad de cada uno, de los distintos sectores de la comunidad.
Es por esto que creo que la diversidad debería ser la fuerza de
cohesión, no el factor que nos separa.
¿Cómo repercutió en su vida profesional la
experiencia de trabajar en televisión en un programa de rating
importante?
Si bien es cierto que la tele obliga al actor a apelar a todo aquello
que ya conoce, mientras el teatro lo hace crecer creativamente, es indudable
que abre posibilidades impensables. La popularidad me dio la oportunidad
de establecer un vínculo con una gran cantidad de espectadores.
Cuido esa relación como si se tratara de una nueva pareja. No me
gusta hacer discursos, pero como actor me siento, sin embargo, instalado
en una profesión y no en una carrera. Una vez terminado el ciclo,
ninguna propuesta me interesó, por lo que preferí dedicarme
al teatro: hice con Bernardo Baraj Aquemarropa, un espectáculo
que sintetiza el vínculo entre la música, el cuerpo y los
textos de Manzi, Girondo, Borges, Benedetti y Galeano, entre otros. Y
ahora estreno una obra en dos ciudades
¿Una bestia.. gira en torno de los prejuicios religiosos
y morales?
Es una obra que rompe estructuras y prejuicios de todo tipo. Cuenta
una historia de amor entre dos personas que han sufrido mucho, pero que
están dispuestas a enfrentar todas las contradicciones para construir
el sueño de formar una familia. Aran, mi personaje, es muy religioso.
Y muy machista, como suelen serlo los armenios, aunque después
sea la mujer la que termine manejándolo todo.
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