Por Juan Jesús
Aznárez *
Las economías latinoamericanas
más agobiadas o dependientes de Estados Unidos transitan hacia
su dolarización, o analizan la posibilidad de hacerlo, y esta semana
El Salvador asumió como propio el dólar después de
que lo hubieran hecho Panamá y Ecuador. Guatemala decretará
su libre circulación en mayo. ¡Good Morning!,
ironizó en portada el diario Hoy en referencia a la progresiva
retirada del colón, la moneda salvadoreña, de bancos y cajeros
y su sustitución por el billete con la imagen de George Washington.
Panamá en 1904 y Ecuador en 1999 precedieron a la decisión
tomada en El Salvador por el gobierno de Francisco Flores, de la conservadora
Alianza Republicana Nacionalista (Arena).
La población del pequeño país centroamericano, 5,9
millones de habitantes, afronta las incomodidades y ajustes propios de
una medida que, contrariamente a Argentina, donde el peso y el dólar
conviven legalmente, pretende dolarizar totalmente las transacciones económicas,
bancarias y comerciales en el plazo de seis meses. Ese es también
el camino tomado por Ecuador para detener su hiperinflación y abrupta
devaluación del sucre. Poco a poco serán superados en El
Salvador equívocos como los registrados entre el cobrador y un
pasajero de un ómnibus público a propósito de la
presentación de una moneda fraccionaria de dólar. ¿No
tenés de las de aquí?, reclama aquel. No,
¿Y ésta de a cómo es?, De veinticinco centavos.
El cobrador la escruta y finalmente rechaza por sospechosa: Aquí
dice quarter, así que dame 70 centavos de colón.
¡Qué estafa!, brama el otro. Buena parte de los
taxistas y comercios trabajaron calculadora en mano, adaptando carreras
y ventas a la conversión del dólar, que quedó fijada
en 8,75 colones por unidad.
La confusión de los primeros días bien vale la pena, de
acuerdo con el criterio gubernamental, puesto que, de entrada, la histórica
transformación financiera, avalada por la banca y la gran empresa,
ha conseguido reducir en dos puntos las tasas de interés de los
préstamos hipotecarios: del 15 al 11,9 por ciento, y probablemente
impedirá galopadas inflacionarias. Una misión del Fondo
Monetario Internacional (FMI) vigilará la aplicación de
un plan que, determinado en buena parte por la entrada en el país
de los 1300 millones dólares anuales aportados por más de
un millón de inmigrantes salvadoreños en Estados Unidos,
persigue estimular el crecimiento económico, desde el 2,5 por ciento
conseguido en el 2000, un punto menos que en 1999, al 4,5 por ciento pretendido
en el 2001.
Otra de las metas del nuevo esquema, que afectará los intercambios
en el seno del nuevo Tratado de Libre Comercio firmado por México,
Guatemala, El Salvador y Honduras que entrará en vigor dentro
de varias semanas, es atraer inversiones extranjeras hacia una nación
que dispone de unas reservas de 2000 millones de dólares. La masa
monetaria circulante en el país requirió un desembolso inicial
de 730 millones de dólares, entre billetes y monedas, para que
cada colón esté respaldado por un dólar.
La dolarización no ha sido bien recibida en amplios sectores de
la población y de la oposición de izquierda del ex guerrillero
Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN), que
la considera el preludio del sometimiento nacional a las directrices de
la Reserva Federal norteamericana: una recesión económica
del poderoso vecino puede traducirse en una recesión en El Salvador
y una depresión económica en este país causar una
fuga de los dólares hacia economías más estables.
Con la dolarización, estima el Colegio de Profesionales de Ciencias
Económicas, la salud de la economía salvadoreña,
o de aquellas que sigan su ejemplo, dependerá de la obtención
de más dólares, en concepto de exportaciones y remesas de
emigrantes, para compensar la salida de dólarespor importaciones.
En la actualidad, el valor en dólares de las importaciones
es muy superior al de las exportaciones y una parte muy importante de
las importaciones se está financiando con las remesas familiares
del exterior. El dinero enviado a sus familiares por los salvadoreños
empujados por la pobreza hacia el extranjero, principalmente a Estados
Unidos, tiende al estancamiento, cuando no a la progresiva disminución,
según los pronósticos del colegio de economistas.
¿Le pago en dólares o en colones?, pregunta
un ciudadano a una cajera. Mejor en colones porque todavía
no entiendo nada de dólares, responde ésta. Un sondeo
del Instituto de Opinión Pública de la Universidad Centroamericana
constató que el 47 por ciento de la muestra objeta la Ley de Integración
Monetaria que franqueó el paso a la dolarización, aprobada
en noviembre por el Congreso, otro 35 por ciento la apoya y una mayoría
teme que sólo beneficiará a los ricos. Hoteles,
restaurantes, gasolineras y comercios cuentan ya con rótulos que
informan de los precios en las dos monedas de curso legal, y los cajeros
automáticos sólo entregan dólares. El dólar
está con nosotros y llegó para quedarse, declara Juan
José Daboud, secretario técnico de la Presidencia, considerado
el artífice de la Ley de Dolarización.
* De El País de Madrid, especial para Página/12.
DONDE
EL BILLETE VERDE ANUNCIA PROTESTAS
Ecuador, el ajuste permanente
Por
Marcia Cevallos
Desde
Quito
La dolarización
ha puesto a Ecuador con los pies en la tierra, pero ha dejado al descubierto
una economía pequeña, pobre e ineficiente. Para la clase
media, en vías de extinción, el dólar es un bien
escaso. Un trabajador privado recibe un salario de 97 dólares mensuales.
Pero una familia media de cinco miembros necesita 253 dólares para
cubrir sus necesidades básicas, según el Instituto Nacional
de Estadísticas y Censos.
Tras la dolarización, decidida en febrero pasado, los jubilados
han sido uno de los sectores más afectados. Las pensiones más
bajas se situaron en 18 dólares al mes y en 40 para quienes han
tenido una función de responsabilidad en la Administración
pública. En los mercados los precios se fijan todavía en
sucres, la antigua moneda, aunque las transacciones se hacen finalmente
en dólares. En las comunidades indígenas, el dólar
es aún un bien exótico. En muchas zonas rurales, con ingresos
de supervivencia, circulan sucres sin respaldo alguno. La dolarización
ha creado algunas dificultades prácticas. Entre ellas, la falta
de moneda en circulación. Para resolver este problema, el gobierno
decidió acuñar unas monedas que representan el 3 por ciento
del total de la reserva monetaria. Unas monedas que carecen de nombre,
que imitan a las estadounidenses, y que circulan a la par de éstas.
La dolarización ha sacado a la luz problemas de la economía
ecuatoriana que estaban ocultos por la capacidad que tenían los
gobiernos de emitir dinero sin respaldo, que provocó en enero de
2000, antes de la dolarización, una devaluación del 200
por ciento. Pese a todo, el año cerró con una inflación
de 91 por ciento anual, la más alta de la zona, y el ajuste de
precios no ha terminado. La semana pasada, el gobierno anunció
el incremento del precio de la garrafa de gas de uso doméstico
en un 100 por ciento y de las tarifas del transporte público en
un 75 por ciento. Decisiones que anuncian ya grandes movilizaciones sindicales
y campesinas de protesta. Ecuador cuenta desde el día 2 con un
nuevo ministro de Economía, el tercero en un año.
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