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Una antropóloga del sexo actual

Así se define Carrie, la protagonista de �Sexo y la ciudad�, una serie que acaba de llegar al aire, luego de haber sido de culto en el cable.

Sarah Jessica Parker está en el centro del fenómeno de la serie.
La historia está construida para que se identifiquen las treintañeras.

Por Julián Gorodischer

Bienvenidos a la ciudad en la cual nadie vive romances inolvidables”, provoca Carrie (Sarah Jessica Parker) al comenzar “Sexo y la ciudad” (por América, los martes a las 22). La llegada al aire de esta serie de culto es, en sí, un acontecimiento. Hasta ahora, una de las series más exitosas de los Estados Unidos, la preferida de las solitarias de más de 30, sólo podía verse en la Argentina por HBO Olé. El de esta mujer, que suele hablarle a cámara, en un recurso atípico para la televisión, es un universo en el que el amor ha muerto y las/los modelos anoréxicas tienen el control. En el entorno, lleno de amigas despechadas, sólo existen los “solteros tóxicos” y las “mujeres solteras”. Dos categorías para explorar, desde distintos flancos, el mismo enfrentamiento: la batalla entre los sexos. Carrie regresa sola, cada noche, en taxi a su casa, después de la disco, y suele contestar con una irónica muletilla a la pregunta que le repiten sus candidatos.
–¿A qué te dedicás? –pregunta a los hombres a los que posiblemente no volverá a ver.
–¿Aparte de asistir a fiestas?, responde ella, que es periodista.
La vida de Carrie tranquilamente podría transcurrir en cierto ambiente del Buenos Aires de hoy, donde hay centenares de miles de treintañeras en condiciones semejantes. Cuando dice: “Quiero forzar a comer a una modelo” o camina por los rincones de un salón de fiestas sintiéndose “invisible”, Carrie no parece estar hablando sólo de Nueva York. El recurso de que la narración sea a partir de un monólogo interno, un fluir de la conciencia que anticipa el artículo que saldrá publicado después (Carrie escribe la columna “Sexo y la ciudad”) es también clave en la identificación que la serie busca. Carrie se define como una “antropóloga sexual”. Cuando un varón ingenuo se intriga y le dice: “¿Qué, eso significa que sos una prostituta?”, ella deja claro que lo suyo no es el sexo por dinero. “Quiero vivir el sexo como lo hacen los hombres”, se propone como si fuera en busca de una conclusión para una tesis académica. En el capítulo del martes pasado, eso significó una relación más o menos rápida, un orgasmo suyo y una partida del lecho a las disparadas, con una excusa laboral. Algo queda claro en esta creación de Darren Star: los hombres no quedarán bien parados después del itinerario guiado por Carrie y sus amigas.
La galería es infernal. Está Ee, pintor perverso que filma con modelos desnudas y las descarta en cuanto aparece una nueva cosa -.según define– más bella. El millonario aparenta estar enamorado y huye a la disco en el mismo taxi que su chica, porque quiere tener sexo con otra esa misma noche. Las amigas, en tanto, le sacan el cuero y se quejan hasta la saturación, en un club improvisado de maduras resentidas. Hasta que se les da por tomar revancha y, entonces, Carrie interrumpe sus relaciones sexuales al grito de “Yo te llamo...” “Me siento la reina de Nueva York”, dirá, un poco simplista, al salir del condominio.
Hay algo excesivo en este retrato de época de trazo muy grueso: el suyo es el discurso televisivo que, desde hace algún tiempo, se ha transformado en una fórmula probada para ganar más público. Solitarias mujeres de 30 que se quejan: “Ya no hay hombres, o están casados”. Sólo que la llegada al aire de “Sexo y la ciudad” se produce cuando ese grito es casi un lugar común. Lo cierto es que los hábitos de Carrie no componen un mero desquite personal: intentan representar a su generación, que empieza a no entender del todo la lógica del mundo que la rodea.
Eso, en cambio, no sucede cuando toca el turno del solo de Sarah Jessica Parker, que se volvió una estrella después de este trabajo. Verla en acción explica las razones. En Carrie (sus desplantes, sus citas truncas,su fluir de la conciencia negativo) siempre hay más verdad que en el juego de las amazonas sedientas de venganza. Los suyos son los mejores momentos de la serie, como en el debut, cuando se pasea por una fiesta plagada de modelos, las mira y se dice para adentro, preparándose para la escritura que vendrá después: “Yo uso pachuli, en un cuarto lleno de Chanel”. Mientras tanto, una negra que le lleva dos cabezas se lleva abrazada al hombre hermoso con el que ella, torpemente, intentaba conversar.

 

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