Por Raúl
Dellatorre
La industria automotriz cerró
el año 2000 con un repunte en la producción respecto de
los muy pobres niveles de 1999. Pero la recuperación no estuvo
ligada a una mayor demanda del mercado interno, en el cual las ventas
(de nacionales e importados), por el contrario, cayeron en un 19 por ciento.
Lo que traccionó a la producción fue la exportación,
y particularmente a Brasil. Los envíos al exterior crecieron en
el último año en un 38 por ciento, salvándoles el
año a las terminales locales. Curioso resultado final para un año
caracterizado por la queja permanente de los industriales por un régimen
sectorial que no los terminó de satisfacer.
La producción total del año recién finalizado alcanzó
a 339.632 unidades, 11,4 por ciento más que durante el lánguido
año 1999, pero bien por debajo todavía (25 por ciento menos)
de los resultados de 1998. Aunque la performance dista de haber sido buena,
no refleja totalmente lo sucedido en el mercado interno, en el que las
ventas continuaron en caída. Diciembre, incluso, marcó uno
de los puntos más críticos de la serie, ya que más
allá de efectos estacionales (baja del 1,5 por ciento con respecto
de noviembre), verificó una fuerte depresión en relación
con el mismo mes del año pasado (descenso del 46,3 por ciento).
En el último mes del año, apenas se colocaron en concesionarias
9700 vehículos nacionales y 8100 importados.
Las exportaciones mostraron la contracara del sector, pero sólo
en lo que se refiere a los últimos doce meses. Las 135 mil unidades
vendidas al exterior suponen una mejora importante respecto de las 98
mil enviadas en el 99, pero están aún lejos de las
237 mil de 1998 o las 210 mil de 1997. Más que a una estrategia
propia de las terminales locales, las ventas al exterior responden al
ritmo de la economía brasileña. Y la recuperación
firme pero paulatina del país vecino permitió recuperar
la producción de las filiales radicadas en Argentina.
Las terminales plantearon varias pulseadas con el Gobierno durante el
año. Una fue por la finalización del Plan Canje, el cual
pretendía renovar con costos para el fisco. No lo lograron y el
resultado inevitable fue que la demanda interna derrapara. La otra pelea
fue por preservar las ventajas del Régimen Automotor anterior en
la nueva Política Automotriz Común para el Mercosur. También
en este tema debieron ceder algo en beneficio de las autopartistas o
lo que quedó de ellas, el sector más afectado por
el régimen anterior. Ahora está claro que no se trataba
de una disputa comercial con Brasil, porque las terminales de uno y otro
país responden, como filiales, a las mismas casas matrices. Las
terminales tenían del otro lado del mostrador a las autopartistas
independientes que ni siquiera son las de mayor peso y al
gobierno nacional, en puja por los recursos fiscales.
La política de las automotrices para el Mercosur también
va configurando la composición interna del sector. A nivel de marcas,
el negocio aparece repartido entre seis, con participaciones del 10 al
17 por ciento cada una en la producción, lo que podría interpretarse
como una competencia oligopólica (entre pocos, pero a brazo partido).
Sin embargo, la fusión entre Peugeot y Citroën eleva al grupo
al primer lugar en ventas, con más de un 20 por ciento de la producción
local. Sin embargo, esta realidad puede modificarse a partir de este año
cuando empiece a funcionar a pleno la nueva planta de Peugeot en Brasil,
país en el cual hasta ahora no estaba radicado. Más allá
de que ello le pueda significar ganar alguna participación en el
mercado vecino, será inevitable que las plantas argentinas dejen
de enviar a Brasil parte de los modelos que hoy exportan, y a su vez parte
de las ventas locales pasen a ser atendidas por producción brasileña.
Los acuerdos intrafirma siguen siendo el aspecto relevante para la evolución
del sector.
Pese al privilegio del que gozan con respecto de otros rubros industriales,
la imagen pública de las terminales no se ha visto dañada.Por
el contrario, en el último año hasta han llegado a sumar
a los tres principales gobernadores justicialistas en su puja por quitarle
más beneficios fiscales al Estado nacional.
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