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Recorrida por el sudor porteño
en el día más caluroso del verano

Con 36 grados, el día de ayer se convirtió en el más caliente de lo que va del verano. Un paseo por la ciudad encuentra sufridos empleados de saco y corbata derritiéndose en el asfalto, pero también quien sigue tomando sol.

Como en todas partes hasta el más ínfimo chorro de agua fue aprovechado en el Parque Thays.

Por Horacio Cecchi

Jorge está sentado solo en un banco de Plaza de Mayo, 30 grados a la sombra. Lleva saco y corbata, y un enorme maletín que apoyado sobre el banco hace las veces de catre de campaña en el que recarga todo el peso de su cansancio. Jorge tiene un aspecto particular: no por lo cortito de su cuerpo –sus pies casi bailotean en el aire–, ni por el enorme maletíncatre ubicado estratégicamente. Lo que llama la atención es su ducha interior que filtra a través de su epidermis infinitas gotas gordas, desde la raíz de su cabello hacia abajo, atravesando la frente, bordeando nariz y pestañas, abandonando los lóbulos de sus orejas, hasta sumergirse por dentro del cuello de su camisa y su corbata. No es el único. Ayer, el termómetro castigó engañosos 36 grados y sensación térmica de 37. “La city es un infierno”, dejó escapar Jorge, cansino, y siguió transpirando temperatura como el Can Cerbero.
“Espero que la próxima empresa que tengo que visitar tenga aire”, soñó en voz baja Jorge, abriendo la boca apenas como si quisiera evitar tragar una bocanada de calor. A pocos pasos de él, sobre el césped y también a la sombra, Víctor, decorador de interiores, en pantaloncitos, empuña con desgano un manojo de granos de arroz mientras las palomas se trepan a su mano conscientes de que es el último día. A su lado, sobre una manta, Elsa y Carmen toman agua. Vinieron acompañadas por su cocker spaniel de 6 meses, con su frazada natural rodeándole el cuerpo y un nombre conveniente para la ocasión: se llama Brisa.
–¿Cómo se ambienta una habitación para que no sea calurosa? –preguntó ingenuo el cronista.
–Con aire acondicionado –fue la respuesta seca y contundente del decorador de shorcitos y pájaro en mano.
Entretanto, en el banco, Jorge murmuraba sus últimos pasos por el saunamóvil. “Vivo en Ballester. Me vengo en tren a la mañana. Hago Retiro, subte y me vengo al centro. No sé si hace más calor en el subte que en la calle. El sol te mata”, y siguió tomando fuerzas para soñar con su aire acondicionado.
Sauna público porteño: Plaza Las Heras. Mucho sol y escasos lagartos.
–¿Cómo te llamás? –pregunta el cronista a una joven que intenta dorarse aún más.
–Mmmffenb –responde de mala gana.
–¿Podés soportar el calor?
–Mññmnsí –medita–. Prefiero esto a la tortura de mi casa.
A unos pasos, Miriam y sus dos sobrinas Marcela y Cynthia, toman sol como si nada. Las dos sobrinas le roban los ojos a un muchacho, sentado a un par de metros, supuestamente desentendido del dúo de jovencitas. Apenas llega este cronista el desentendido no puede evitar un rictus de disgusto teñido al sol.
El termómetro marca un descenso de la temperatura: ahora bajó a 34.
–Siempre venimos a las cuatro. A esa hora no hace calor –aseguraron a dúo Marcela y Cynthia, antes de la retirada de los enviados de Página/12, 37 grados a cuestas y varios kilos menos.
La Plaza Carlos Thays, junto al Predio Municipal de Exposiciones, está desolada y asoleada. Escasos porteños amparados bajo los árboles. En el medio de la plaza, donde el cemento es una sabana sahariana sin la menor posibilidad de sombra, se divisa el espejismo imposible de una figura humana. Está de pie, apenas vestido con shorts y bicicleta, con sus manos apoyadas en la cintura y su rostro apuntando hacia el punto donde más satura el sol en un gesto de incomprensible gozo espartano.
–¿No sufre el calor?
–Vengo pedaleando desde el Obelisco a la hora de más sol. Ando una hora de ida y otra de vuelta.
–¿Ni un poquito de sombra?
–No –respondió con una sonrisa.
–¿Y por qué tanto sufrimiento? –Es para esto –responde, y se golpea con la palma de la mano sobre el tambor natural incorporado a su cintura. Trabaja de noche, como mozo en un restaurante céntrico. Le dicen Murci, por murciélago. Extraña desviación de la especie.

 

Termómetros al tope

El termómetro se clavó en 36,1 grados ayer a las 5 de la tarde en la ciudad de Buenos Aires, marcando el record en lo que va del verano y, por añadidura, del año, del siglo y del milenio. Cualquiera diría que el calor es agobiante, pero la pronosticadora de turno del Servicio Meteorológico Nacional no se mostró sorprendida: aclaró a Página/12 que “estamos dentro de los valores normales”.
El pronóstico del SMN es alentador en cuanto a que la temperatura bajará un poco, pero no lo es tanto porque se prevén chaparrones y tormentas fuertes para el fin de semana. El tiempo va a seguir caluroso y húmedo en términos generales, pero el calor va a ir descendiendo progresivamente en los próximos días: una máxima de 35 grados para hoy, de 30 para el sábado y de 26 para el domingo.
A pesar del calor que se vive por estos días, la temperatura media a lo largo del verano será inferior a la de los últimos años –según informaron desde el Centro de Análisis Climatológico del SMN– y las lluvias y tormentas, aunque breves y con poca caída de agua, serán frecuentes.

 

Consumo record de energía

El consumo de energía eléctrica bate records de la mano del calor. En los últimos días, las distribuidoras de electricidad registraron una demanda máxima de potencia en sus redes, según informaron a Página/12 voceros de ambas empresas. El funcionamiento a pleno de acondicionadores de aire y ventiladores de todo tipo y tamaño provocó que Edesur rompiera su propia marca histórica: el miércoles, el consumo de energía en el área de su concesión llegó a 2468 megawatts, una cifra un 4 por ciento superior al último record de la compañía (desde que se hizo cargo del servicio en 1993) registrado el 20 de enero de 2000, cuando la sensación térmica en la Capital trepó a los 40 grados.
“En los últimos días estamos teniendo una demanda máxima de potencia en la red, a pesar de que empezaron las vacaciones y es habitual que baje el consumo”, señaló Mario Yaniskowsky, encargado de prensa de Edenor. El miércoles, la empresa registró 2780 megawatts en todo el territorio de su concesión, es decir, un 7,3 por ciento por encima de la demanda de electricidad de enero del año pasado.
Según Edesur, a pesar de la mayor exigencia en el servicio, sus cortes han disminuido: desde el 21 de diciembre hasta la fecha, las interrupciones se redujeron un 17 por ciento, comparando igual período del año pasado. No obstante, en los últimos días la empresa viene registrando apagones en distintos puntos de la Ciudad y el Gran Buenos Aires. Ayer le tocó el turno a un sector del partido de Avellaneda y a varias manzanas del barrio porteño de Montserrat.

 

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