La campaña aérea de la OTAN en Kosovo en 1999 fue proclamada
por sus autores como el triunfo de la nueva doctrina de cero bajas
y guerra limpia. Un bombardeo de más de dos meses contra
objetivos en Serbia y Kosovo no dejó ni un solo piloto o soldado
aliancista muerto o herido. Al menos, por el fuego de los soldados serbios.
La guerra siempre registró casos de muertes por fuego amigo,
pero su incidencia en los conflictos balcánicos parece estar teniendo
un efecto demorado. Específicamente, más de 10 muertes por
leucemia se han atribuido a un síndrome de los Balcanes
causado por el uso de munición con uranio empobrecido. Durante
Kosovo, aviones norteamericanos dispararon 31.000 proyectiles equivalentes
a 10 toneladas del material. Ahora, cada vez más soldados aliancistas
desplegados en Kosovo luego del bombardeo enfermaron de leucemia, mal
que está siendo vinculado al arma. Hasta hace poco los ministerios
de Defensa europeos y el Pentágono aseguraban que no había
ningún riesgo. Pero ayer un informe de la ONU confirmó que
había niveles relativamente elevados de radiación en los
lugares donde se disparó la munición.
Esta confirmación parcial de los peligros del uranio empobrecido
viene luego de 10 años de sospechas al respecto. El metal es un
subproducto del proceso en el que se genera uranio-235, el que se utiliza
en armas y reactores nucleares. Tras décadas de experimentación
y fabricación de armas atómicas, en los 70 el Pentágono
comenzó a investigar el potencial militar del residuo que se acumulaba
en los depósitos nucleares. Pronto comenzó a ser aplicado
para aumentar la capacidad de penetración en muchas armas, incluyendo
artillería. Pero sus mayores ventajas eran en el uso aéreo.
Disparando un cañón de 30 milímetros con esta munición,
aviones A10 o helicópteros Apache norteamericanos podían
destruir los tanques más pesados. Al impactar contra el objetivo,
la carga de uranio se expande y supercalienta, logrando una penetración
casi imparable.
La prueba de fuego para el armamento ocurrió en la Guerra del Golfo.
Durante Tormenta del Desierto, los norteamericanos dispararon
más de 950.000 proyectiles con uranio, equivalente a 300 toneladas,
contra tanques y búnqueres iraquíes. Superó todas
las expectativas, pero pronto surgieron sospechas. Los iraquíes
denunciaron un salto dramático en la incidencia de cáncer
en las zonas donde se usó la munición. Algunos estudios
lo vinculaban con el síndrome del Golfo que padecían
los propios veteranos estadounidenses. Nada de esto impidió que
los aviones norteamericanos dispararan 41.000 proyectiles con uranio durante
las campañas aéreas en Bosnia (1994-95) y Kosovo. Fue sólo
en la última semana que una serie de muertes en Europa abrieron
la posibilidad de abolir la munición.
Si hay siquiera un riesgo mínimo, el arma debe abolirse,
exclamó ayer el jefe de la Comisión Europea, el italiano
Romano Prodi. En efecto, su país es el que más sufriría
los efectos de la munición. De los 31.000 proyectiles de uranio
disparados en Kosovo, 14.000 cayeron en la eventual zona de ocupación
italiana. Ayer, el secretario de Defensa italiano, Marco Minniti, enfatizó
que no existe relación alguna entre el uranio empobrecido
y la muerte de seis militares y civiles italianos. Pero se cubrió
las espaldas al agregar: Creo que la OTAN deberá discutir
nuestra proposición sobre una moratoria del empleo de municiones
con uranio.
Es un sentimiento reiterado ayer por la mayoría de sus colegas
en el continente. Razones no les faltaban. Hasta ahora la lista de bajas
de la OTAN es la siguiente: Bélgica, cinco soldados muertos, cuatro
enfermos y mil con anomalías; Portugal, un muerto; República
Checa, un muerto; España, un muerto y un enfermo; Francia, cuatro
enfermos. Gran Bretaña es el único país que se rehúsa
a realizar exámenes médicos a sus soldados que sirvieron
en los Balcanes, pero ayer su ministro de Defensa señaló
nerviosamente que sólo los norteamericanos usaron armas
con uranio.
Mientras tanto, en Serbia el ecologista Dejan Dimov denunció que
la incidencia de cáncer en el país había aumentado
un 30 por ciento desde Kosovo. Dimov subrayó que todos se
preocupan por los soldados de la OTAN,que sólo estuvieron por un
tiempo, y nadie consideró a los habitantes de nuestro país.
NOVEDADES
EN LOS ARSENALES DE GRAN BRETAÑA
Buscando el napalm del nuevo milenio
Gran Bretaña está
desarrollando una nueva y muy polémica arma para la guerra contra
ciudades, que utiliza una combinación impresionante de calor y
presión para destruir edificios y matar a sus habitantes. El arma
termobárica, como la denominan los científicos
del Ministerio de Defensa británico, está basada en la tecnología
de las bombas utilizadas por las tropas rusas en la capital chechena de
Grozny, y tiene un impacto similar a la de un arma nuclear. La tecnología
para esta bomba fue desarrollada por Estados Unidos durante la Guerra
del Golfo para reemplazar al napalm usado en Vietnam.
En un comunicado de redacción muy cuidada, el Ministerio de Defensa
británico admitió ayer que estaba investigando la
posibilidad de una futura compra de un arma para uso de la infantería
en un ambiente urbano para incapacitar a los ocupantes de un edificio
cualquiera. Agrega que sería irresponsable detener
el desarrollo de tecnología bélica bajo revisión
o dejar de tomar medidas para la protección del país. Pero
si el ejército decide adquirir el arma, el ministerio se
asegurará que será en completo acuerdo con las leyes internacionales.
Pero Joost Hilterman, de Human Rights Watch, dijo que las armas termobáricas
son ilegales. Según las leyes internacionales, hay claros
límites para el uso de armas cuyos objetivos no sean estrictamente
militares, dijo.
El mayor Ian Orr, comandante del equipo de entrenamiento del ejército
británico para guerra contra ciudades, dijo que el plan prevé
que el arma esté disponible para su uso en el 2005. Y señaló
que el gradiente de letalidad del arma es muy abrupto. Es mucho
más efectivo contra estructuras edilicias que el explosivo convencional.
Puede provocar efectos serios en los seres humanos. Estudios del
ejército norteamericano indican que el tipo de armas utilizadas
por los rusos en Chechenia pueden tener el efecto de un arma nuclear sin
la radiación. Los que estén expuestos a dicha bomba pueden
sufrir hemorragias internas múltiples, colapso de los pulmones,
rotura de tímpanos y desplazamiento de los ojos de sus cavidades.
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