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ENTREVISTA A LA DIRECTORA Y ACTRIZ LEONOR MANSO
“Finalmente, todo cambia”

La actriz que impresionó durante dos años en su papel de madre castradora en �Vulnerables� dirige desde hoy la obra teatral �El enganche�.

País: �En este momento no veo salidas, pero pienso que no podemos seguir en esta parálisis. Esta esperanza me mantiene viva. Necesito imaginar un futuro mejor�.

Leonor Manso protagonizó esta
obra en 1985, junto a Carlos Carella.

Por Hilda Cabrera

Es posible que para millones de personas que la vieron por televisión en las dos últimas temporadas Leonor Manso sea la actriz que le dio vida a la madre castradora del personaje de Inés Estevez en “Vulnerables”. Pero además de aquilatar una vasta carrera como actriz, Manso es una talentosa directora de teatro. Probó la dirección en Noche de parias, de Carlos Pais, una obra sobre marginados que la sedujo, antes de abordar Esperando a Godot, de Samuel Beckett, acaso su puesta más celebrada. Dirigió también Espejos y laberintos, un carrusel en homenaje a Jorge Luis Borges del que participaron importantes figuras de la actuación, el canto, la música y la danza. Le tocó luego coordinar La diosa, junto a Patricia Zangaro. Por eso parece parte de una trayectoria lógica que concrete el montaje de El enganche, pieza de Julio Mauricio (1919–1991) que estrena hoy. Mauricio fue autor, entre otras obras, de La valija, En la mentira, La depresión y Un despido corriente.
El enganche no es una pieza nueva para la directora: la estrenó en 1985, entonces como actriz junto a Carlos Carella, dirigida por Héctor Tealdi. Como ahora, también entonces la première fue en Mar del Plata y recién después se presentó en Buenos Aires. En la versión 2001, que se estrena hoy en La Subasta, de Mar del Plata (con producción de Carlos Rottemberg), dirige a Ulises Dumont y Linda Peretz. Escenografía y luces son obra de Graciela Galán, y el vestuario es de Renata Schussheim. En su primer trabajo como directora (la nombrada Noche de parias, de 1994), Manso alertaba sobre “la pobreza que crecía junto a la famosa estabilidad” (Argentina había crecido fuertemente entre 1992 y 1994, año en que Carlos Menem lanzó su reelección y preludio del derrumbe que se manifestó crudamente en 1995).
Ajena a aquella euforia, Manso propuso en el ‘94 un montaje de impacto, ácido y penumbroso. A contramano del triunfalismo, el seco texto de Carlos Pais era subrayado con una escenografía acorde a una sociedad en quiebra. La directora había colocado bultos de ropa en los pasillos de la sala, en alguna que otra butaca y en zonas cercanas al escenario. “Siempre me impresionó ver a la gente que vive y duerme arropada en la calle como si fuera un bulto”, cuenta Manso a Página/12. “En ese mismo teatro (hoy Bajo Corrientes), muchos de esos sin techo pasaban la noche en el hueco de la escalera entre la vereda y la sala. En ese pozo había un chico que incluso colaboró mucho con nosotros y compartió nuestra comida. Había miseria, gente durmiendo en la calle, pero los argentinos parecíamos no darnos cuenta, o nos hacíamos los tontos.”
–Aunque diferente, El enganche es también una obra sobre el avasallamiento del individuo por el entorno. Es, además, una obra muy de su época. ¿Cómo ubica hoy esta historia?
–Reflexionar sobre el avasallamiento es una necesidad. Hacerlo nos hace sentir humanos. Este proyecto surgió por iniciativa de Perla Carella (mujer del fallecido actor Carlos Carella), y enseguida pensé en hacer una adaptación, porque el lenguaje que utiliza Julio Mauricio puede resultar muy naïf. El cambio no es esencial, porque la historia es la misma. Trata de seres marginados, muy exigidos por una realidad que, quizá por su dureza, saca lo peor que hay en cada uno. Estos personajes le dan gran valor al dinero, pero no por ambición de magnates sino porque tenerlo les asegura no quedar a la intemperie. El protagonista es vendedor en una inmobiliaria que no vende.
–Lo que dice parece sugerir que no ve posibilidades ciertas de un cambio favorable para el país.
–En este momento no veo salidas, pero me animo y pienso que finalmente todo cambia, y que no podemos seguir en esta parálisis. Esta esperanza me mantiene viva. Necesito imaginar un futuro mejor. Existen redes solidarias y miniemprendimientos que no pasan por los organismos gubernamentales, que nos reconcilian como seres humanos.
–Una particularidad de El enganche es la rebeldía, pero a nivel individual. Se nace en un mundo hecho por otros, como escribió el autor respecto de los marginados y algunos sectores de la clase media. A éstos les cuesta adaptarse a ese mundo, considerado además normal. ¿Cómo es hoy esa rebeldía?
–En la obra, la rebeldía se expresa a través del amor, en el encuentro, nada fácil, de dos seres endurecidos por las frustraciones. Ella limpia por horas, y para pagar el alquiler de la pensión necesita ejercer la prostitución. El es un vendedor que ya no sabe cómo sobrevivir.
–Pero la precariedad en la que se vive hoy no es la misma de entonces...
–Por eso hice la adaptación. En esta nueva lectura los personajes son probablemente mucho más feroces. Pero el “milagro” ocurre igual. Milagro significa aquí reconocer las carencias y necesidades del otro, y rebeldía, jugarse todo el dinero en una noche de amor. No se sabe qué pasará después de esa noche de verdadero encuentro en el albergue transitorio, pero trato que, desde la puesta, el espectador sienta que existe el amor, algo que el ser humano no puede “manejar” pero que llega a vivir como un milagro. Y que esto puede pasarle no sólo a una pareja de adolescentes, sino también a gente adulta que no ha podido superar sus frustraciones.
–¿Cómo se lleva usted como artista con el entorno?
–El entorno, lo mismo que los funcionarios y los políticos, o me han ganado o me han hecho más sabia. No lo sé, pero ya no me interesan sus discursos ni su chusmerío. Nuestros funcionarios y políticos son gente “privatizada”, no trabajan para nosotros. Vivir dignamente es cada día más difícil, pero no me desanimo. Como dice Eduardo Galeano, la esperanza está siempre por ahí, dando vueltas. Un día la tengo en el bolsillo y me siento feliz, pero otro día se me escapa y tengo que ir a buscarla. Por eso, siempre estoy haciendo proyectos.

 

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