Pasar la noche en vela y a la intemperie, aguantando el calor y el sueño, es para algunos un precio razonable para un futuro que sueñan mejor. Eso creen los cientos de personas que, literalmente tiradas en la vereda, hicieron largas colas en la madrugada de ayer para poder conseguir uno de los cincuenta números que da el Consulado español diariamente para tramitar la ansiada doble ciudadanía. En la puerta del Consulado italiano la imagen se repetía. Reposeras, mate, almohadas trataron de hacer la noche más corta, pero el calor se colaba a pesar de la madrugada y el elemento más preciado era una botella de agua mineral fría, que Juan Carlos, uno de los aspirantes a ciudadano europeo, compartió generosamente con sus compañeros de penurias.
Página/12 pasó parte de esta noche agobiante en las colas donde el calor era, casi, lo menos importante.
Los datos estremecen, tanto como la imagen de la gente sentada esperando el papel que los hace soñar con un cambio en sus vidas. Según datos provistos por el Consulado español, de los 10.600 pasaportes entregados en 1998 se ha pasado a casi 20 mil en el año que terminó. Sólo en el mes de noviembre pasado se entregaron 1718 documentos. Los visados expedidos crecieron un 77 por ciento en dos años. Página/12 llegó a las 4 de la mañana a la puerta de este consulado, ubicado en el barrio porteño de la Recoleta, y la escena que se apreciaba desentonaba con el entorno: al pie de lujosos edificios y de las persianas bajas de coquetos negocios, había gente durmiendo en la vereda, a la manera de homeless pero sin serlo. El primero llegó a 11 de la noche anterior. Marcela está casada con un español y llegó a las 12. Con sus 25 años destila optimismo y pasa la noche con �dos almohadones, paciencia y charla�. El calor la abate, pero no le quita la sonrisa de la boca. �Para mí es muy importante conseguir mi visado �contó Mariela�, no quiero ser una ilegal en el país donde está mi marido.�
Susana (30) y Rafael (34) llegaron de San Miguel. El tiene un taller de chapa y pintura a medias con su hermano; ella es pedicura y desocupada. Juntos tienen sentimientos encontrados en los que se mezclan bronca, esperanza, culpa y dolor. Además de dos hijos, que se quedaron por esta noche con los abuelos. La decisión está tomada, terminan los trámites y se van a Valencia, donde tienen familia. �Uno pone pilas porque si no todo se va para abajo�, se anima Rafael. Susana dudó, no quería dejar a sus padres, pero no encuentra otra salida: �Por lo menos vamos a vivir dignamente de nuestro trabajo, sin deberle nada a nadie�, se convence.
Sabrina tiene 18 años, todavía no está segura de lo que va a estudiar, pero la ciudadanía la saca �por las dudas, por si alguna vez me quiero ir. Yo no estoy atada a nada �dice, pragmática�, si es mejor para mí irme, me voy, y si no me quedo�.
La recorrida siguió en el Consulado italiano, donde al calor y a la espera se le sumó el enojo de los interesados por la desorganización y la falta de información, que terminó en una lista numerada realizada por María Fernanda, de 22 años, que ya sufrió la experiencia de pasar la noche en vela y llegar a la mañana con las manos vacías: �No tengo ganas de pasar otra noche acá, ya perdí un día de trabajo�. María Fernanda se tomó el trabajo de recorrer la fila y anotar uno por uno por el orden de llegada y con el trámite que va a realizar. �Ayer apareció gente de la nada �se enoja� y no hay ningún control.� Gustavo, estudiante de Filosofía, es el tercero de la fila, y también se queja: �Una vez vine y no atendían, otra vez llegué a la puerta y ya no había números, así que hoy me vine a las doce de la noche�.
�¿Vale la pena tanto sacrificio?
�No lo dudes �afirmó Gustavo, convencido�. Con la doble ciudadanía se me abren las puertas del mundo, acá no hay laburo ni expectativas de que esto cambie �se resignó.
Nelson, de 70 años, se acercó con ganas de contar lo suyo: �Este va a ser un país para viejos; todos los jóvenes se van�, sentenció. Contó que uno de sus hijos vive en Barcelona, �es gastronómico y gana 900 dólarespor mes. Alquila su departamento y no le falta nada. Ahora voy a iniciar los trámites para sacarle la ciudadanía italiana a mi otro hijo, porque no tiene un trabajo fijo, hace changas�. Con obvia tristeza admite que no le gusta la idea de que sus hijos vivan en otro país, pero reconoce que cuando su hijo lo llama desde Barcelona �me pongo contento, porque sé que él está bien�.
Vincenzo Palladino, el cónsul general de Italia, admitió a Página/12 que no le gusta �que la gente haga cola toda la noche, por eso estamos implementando un nuevo sistema: se dan turnos para evitar las largas esperas, pero que son para más de un mes después de pedido. Si sigue aumentando el caudal de gente, ya no sé qué vamos a hacer�, reconoció. El Consulado italiano en la Argentina es el más grande del mundo y aunque no dispone de estadísticas precisas, el cónsul arriesgó que los pasaportes dados aumentaron casi un 25 por ciento entre 1999 y 2000 y �con la certeza de que seguirá la tendencia creciente�, aseguró. �La historia se da vuelta �reflexionó Alberto, que está haciendo la cola para su hijo�, nuestros padres vinieron a América escapando de la guerra y la miseria, y ahora son nuestros hijos los que se van corridos por la falta de posibilidades�.
Producción: Hernán Fluk.
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