PANORAMA
economico Sin déficit
no hay salida
Por Julio Nudler
Banco Central: ¿quién sumará reservas?
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Los economistas convencionales consiguieron imponer la idea de que el déficit fiscal y la deuda pública (que es mayoritariamente externa) han asfixiado al sector privado y causado el fracaso económico argentino. Pero lo que no vieron u ocultaron es que sin déficit presupuestario y sin aumento en el endeudamiento del Estado la economía habría directamente colapsado en los �90. Esta amenaza se cierne hoy mismo sobre el país, sea porque el Gobierno cumpla con su compromiso de equilibrar sus cuentas, o porque no tenga más remedio que hacerlo al no encontrar afuera quién lo financie. En este sentido, dos hechos recientes deparan cierto alivio, pero sólo temporario. Uno es el blindaje del Fondo Monetario, al que vino a sumarse la reducción de tasas en Estados Unidos. Otro, la reforma de la ley de solvencia fiscal, que posterga dos años (del 2003 al 2005) la eliminación del rojo gubernamental.
El problema que los economistas convencionales suelen soslayar se llama dólares. Como la Argentina es deficitaria en su relación con el resto del mundo, teniendo �por diferentes rubros� más cuentas a pagar que a cobrar, necesita dólares, año tras año, para saldar la diferencia. Alguien tiene que proporcionar esos dólares para que estén disponibles en el momento preciso dentro del país, único lugar donde se los puede comprar con pesos, ya que esta moneda básicamente no es aceptada en el extranjero. Quien se encargó de que esos dólares no faltaran fue el Estado, que, además de necesitarlos para atender los servicios de su deuda externa, también los requería para cubrir su déficit fiscal, ya que la convertibilidad le impide hacerlo con emisión monetaria. Por tanto, tomaba dólares afuera, los ingresaba aquí a las reservas del Banco Central y, con la contrapartida en pesos que recibía, pagaba los gastos que no alcanzaba a solventar con los recursos impositivos. Esto operaba como motor para la expansión de la moneda y el crédito interno, y para sostener así la demanda y la actividad económica. Y, por añadidura, ponía a disposición del sector privado los dólares que éste necesitaba por su persistente déficit con el exterior.
�...Sin sustanciales avances en materia de competitividad, el equilibrio fiscal y el crecimiento económico sostenido no podrán alcanzarse simultáneamente.� Esta es la lapidaria conclusión a la que, luego de un minucioso análisis del balance de pagos en el período 1992/99, llega Mario Damill, economista del Cedes y del Conicet, en un imperdible artículo publicado en el Boletín Informativo Techint del tercer trimestre del 2000. Esto significa que la encrucijada sólo tiene salida si el país logra un fuerte superávit, y además persistente, en su comercio de mercancías, ya que en el intercambio de servicios, tanto reales (fletes, seguros...) como financieros (intereses, dividendos...), es estructural y marcadamente deficitario. ¿Hay un objetivo más difícil de alcanzar con este tipo de cambio, esta estructura productiva, estos costos de los servicios y este carísimo sistema bancario?
Explica Damill que la acumulación de reservas de divisas bajo la convertibilidad estuvo sustentada esencialmente en la colocación de deuda externa pública, mientras que el sector privado argentino fue siempre deficitario en sus transacciones con el resto del mundo. El sector público colocó más deuda externa que la requerida por sus propios pagos en divisas (porque además las necesitaba para cubrir compromisos en pesos). Por tanto, con la supresión del déficit fiscal, el sector público pasaría de oferente neto de divisas a demandante neto. Así, el sector privado debería generar recursos en moneda extranjera que permitan cubrir no sólo su propio déficit con el resto del mundo sino, además, el del sector público y la acumulación de reservas.
�Las dificultades para que esto suceda son importantes �advierte Damill�. Parece indispensable que se produzcan muy significativas ganancias de productividad para que el proceso de ajuste fiscal y elcrecimiento económico (que requiere que las reservas continúen creciendo) puedan darse conjuntamente.�
En los años �90, los sostenidos déficit de cuenta corriente (fluctuantes en el intercambio de mercancías y permanentes en el de servicios) tuvieron su contrapartida en una cuenta de capital y financiera (el otro lado del balance de pagos) siempre superavitaria. En este sentido, las inversiones de riesgo jugaron un papel muy destacado, primero por las privatizaciones y luego por la extranjerización de empresas privadas y de bancos. También gravitaron los aportes de capital a empresas ya desnacionalizadas. Sin embargo, pese a que las utilidades totales obtenidas en la Argentina por las compañías extranjeras tendieron lógicamente a incrementarse por su mayor número, la reinversión de esos beneficios no creció. Entre 1992 y 1999 las firmas foráneas remesaron el 62 por ciento de sus ganancias, y con tendencia creciente. Se llevaron así el 20 por ciento de lo que invirtieron en términos netos.
Damill explica que en una perspectiva de mediano plazo, fue la acumulación de deuda pública lo que generó todo el aumento de las reservas de divisas, y con ello toda la expansión del dinero y del crédito, determinantes de la actividad económica. Admite que la colocación de deuda pública externa para financiar el desequilibrio financiero del gobierno puede ejercer un efecto contrativo a lo largo del tiempo, a medida que crecen los pagos de servicios (intereses) y se deteriora la solvencia fiscal (por el peso de esos intereses como rubro del gasto público). Ese es el aspecto que suele enfatizarse. Pero otro aspecto de esas colocaciones, menos evidente, ha sido el de proveer a la acumulación de reservas y al financiamiento de los déficit en dólares del sector privado. Con equilibrio fiscal cesará la colocación neta de deuda por parte del gobierno. Si éste se limitara a colocar deuda externa en la magnitud requerida para afrontar las amortizaciones de deudas anteriores, el saldo de la cuenta de capital y financiera del sector público será nulo. Pero aún restará hacer frente al saldo negativo que el gobierno tiene en cuenta corriente por los intereses de la deuda. Con equilibrio fiscal no le faltarán pesos para comprar esos dólares, pero necesitará que a alguien le sobren. En otros términos, que el sector privado pase de pronto a ser superavitario en su balance de divisas.
Resulta muy poco probable �estima Damill� que ese excedente pueda ser generado por vía del comercio, en especial en un contexto de expansión económica, que provoca un salto en las importaciones. En consecuencia, el ajuste fiscal haría necesaria la generación de ingresos de capitales privados en magnitudes considerablemente superiores a las observadas en promedio en los �90. Aun si la inversión extranjera directa mantuviese el comportamiento dinámico de los últimos años, la deuda privada tendría que contribuir mucho más significativamente a la acumulación de reservas. Sin embargo, la deuda externa del sector privado vino creciendo a un ritmo tan intenso que difícilmente pueda sostenerse (según calcula la Fundación Capital, sólo en Obligaciones Negociables el sector privado debe afrontar este año vencimientos de capital e intereses por 8042 millones de dólares). Hay que tener en cuenta que la mayoría de los capitales ingresados al país tuvieron como contrapartida la asunción de nuevas deudas.
La experiencia muestra que con niveles de actividad normales, la economía argentina ha tenido su cuenta corriente en rojo. Y estos déficit tendieron a crecer abruptamente en los ciclos de expansión. Como la posibilidad de crecer, y de hacerlo sostenidamente, depende del ingreso de recursos financieros desde el exterior, la gran cuestión que ahora busca contestación es cómo va a lograrse. Un veranillo debido al blindaje y al abuelo Alan no es más que una respuesta pasajera. |
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