Página/12
en Gran Bretaña
Por Marcelo Justo
Desde Londres
El doctor de mirada plácida y barba blanca de Santa Claus, Harold Shipman, condenado a 15 cadenas perpetuas por el asesinato de 15 pacientes, sería el responsable de la muerte de otras 250 personas. Una exhaustiva investigación del Ministerio de Salud británico, publicada ayer, revela que de estos casos unas 166 muertes son �altamente sospechosas� y el resto debe ser investigado para establecer la causa real del deceso. �La evidencia es clara. La auditoría médica que realizamos revela que la mayoría de las muertes de estos pacientes ocurrió en sus propias casas, en horas de la tarde, después de que recibieran una visita médica de Shipman�, indicó el encargado de la auditoría gubernamental, Richard Baker. De confirmarse los números, Harold Shipman se convertiría en el peor asesino en serie de la historia moderna.
El truculento Harold Shipman, apodado por la prensa �Doctor Death�, se especializaba en ancianas que vivían solas en su hogar, a quienes asesinaba suministrándoles sobredosis de diamorfina, un derivado de la heroína. Dilucidar este modus operandi requirió la exhumación del cadáver de las víctimas, el análisis forense de sus restos y el testimonio de más de 150 testigos. En enero del año pasado, Shipman fue condenado por 15 muertes ocurridas entre 1995 y 1998, pero la investigación policial en curso señalaba que otros 175 decesos ocurridos en años previos eran igualmente sospechosos. La actual auditoría médica, que ordenó el ministro de Salud británico, Allan Milburn, es la más exhaustiva pesquisa sobre las actividades �non sanctas� del médico.
La auditoría rastrea la vida profesional de Shipman desde su inicio como médico barrial de cabecera en 1974 hasta su detención en septiembre de 1998. Según la auditoría:
Shipman emite 521 certificados de defunción, unos 297 certificados más del promedio emitido por los doctores que trabajaban en la misma zona durante la misma época.
A Shipman se le mueren 236 pacientes más durante la visita médica que los que se les mueren a otros doctores.
Las mujeres de entre 65 y 75 años constituyen la inmensa mayoría de los decesos ocurridos durante sus visitas.
Esta diferencia entre la inusual cantidad de muertes que presenciaba y certificaba Shipman y las que ocurría en otros consultorios se verifica desde el comienzo mismo de su carrera.
El informe causó estupor en la sociedad británica. El estatal Sistema Nacional de Salud, que cubre a toda la población, está organizado en consultorios barriales a cargo de los médicos de cabecera o GP (General Practitioner), que son el referente sanitario primario de todos los británicos y que se encargan de derivarlos hacia los especialistas, en caso de que sea necesario. El hecho de que un GP de una ciudad próspera como Manchester, la tercera de Gran Bretaña, pudiera matar �si se confirman las actuales sospechas� a un promedio de 20 pacientes por año sin que las autoridades se percataran de ello, reveló profundos agujeros en la regulación de la práctica médica.
Shipman era un ex adicto a la morfina y fue condenado en 1976 a poco de recibirse de médico por autorrecetarse dicha sustancia. El juez que entendió en la causa recomendó que nunca se le autorizase a recetar drogas, pero el General Medical Council, encargado de vigilar la práctica de los facultativos, encubrió el hecho, conformándose con aconsejarle que hiciera un tratamiento de desintoxicación, al que nunca se le hizo un correspondiente seguimiento. Durante las dos décadas siguientes, Shipmanutilizó enormes cantidades de diamorfina, sin que nadie se percatara. Su arresto se produjo por la acción individual de dos personas altamente calificadas y por el error garrafal típico de un asesino en serie demasiado convencido de su omnipotencia (ver nota aparte). El sistema ni siquiera pudo detectar anomalías en la inusitada cantidad de certificados de defunción que emitía el Doctor Muerte. En respuesta a estas falencias, el gobierno anunció una serie de medidas para ajustar el sistema de emisión de certificados de defunción y de control de la práctica médica.
Este martes se iniciará la investigación sobre la muerte de 24 de sus pacientes. A pesar de que el Servicio de Fiscalía de la Corona, que decide si es de interés público llevar un caso criminal a los tribunales, resolvió el pasado febrero que no tenía sentido añadir más condenas perpetuas a alguien que a los 54 años ya tiene 15 en su haber, la presión de los familiares para que la investigación continúe puede producir una nueva oleada de exhumaciones para determinar la verdadera causa de la muerte de tantos pacientes.
COMO DESCUBRIERON LOS CRIMENES
Obsesión y dinero
Por M.J.
El espeluznante laberinto del doctor Muerte podría haber continuado con su orgía de asesinatos si no fuera por la acción de dos mujeres y la descuidada codicia del mismo Shipman. El 24 de junio de 1998 Kathleen Grundy, ex alcaldesa de Hyde, un municipio de Manchester, falleció a los 81 años. Aunque era una mujer de extraordinaria vitalidad y estaba en pleno uso de sus facultades mentales, su muerte no habría causado sospechas si Shipman no hubiera falsificado su testamento nombrándose único beneficiario del más de medio millón de dólares de herencia.
El hecho de que la hija de Grundy fuera una exitosa abogada y detectara de inmediato las irregularidades que había en la falsificación marcó el comienzo del fin del Doctor Muerte. Angela Grundy halló entre otras cosas que los dos testigos del nuevo testamento eran pacientes de Shipman que no sabían qué estaban firmando. Cuando finalmente presentó las pruebas que tenía a la policía, sus datos resucitaron las acusaciones que había hecho unos meses antes la otra mujer responsable de la caída de Shipman.
Hacia finales de 1997 la doctora Linda Reynolds percibió una manifiesta irregularidad en el inusitado número de certificados de defunción que expedía el �Doctor Muerte� y después de meses de sistemática investigación denunció el caso. La policía no prestó mayor atención a la historia, pero cuando la hija de la alcaldesa trajo sus datos se encontró con un motivo claro: el dinero. Después de exhumar el cadáver, la policía detuvo a Shipman. La investigación demostró que sus motivos eran más complejos. Shipman se creía superior a todo el mundo y tenía una morbosa fascinación con la muerte, que provenía de presenciar la prolongada agonía de su madre, víctima del cáncer cuando él tenía 17 años. La muerte de la alcaldesa era un desafío más que lanzaba al mundo para demostrar que nadie jamás podría dilucidar sus crímenes perfectos. |
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