Por Julio Nudler
Como suele ocurrir con los cantores, y particularmente con éste, Goyeneche no hubo uno solo. Enfrentado primero a la crisis del género y luego a la propia, personal, fue reinventándose para sortear sucesivamente las dificultades del contexto y de sus cuerdas vocales. Es así que su carrera tuvo tres etapas bien definidas, más allá de aquella inicial o prehistórica de la que no quedó virtualmente ningún testimonio grabado. La primera corresponde a su paso por la estupenda orquesta de Horacio Salgán, con la que grabó �lamentablemente poco� entre 1952 y 1956, y a sus primeros años con Aníbal Troilo, a partir de ese mismo 1956. En tal período, el Polaco impresiona como un excelente cantor, pero entre otros grandes vocalistas (Angel Díaz, Horacio Deval y los que lo antecedieron con Pichuco, de Fiorentino a Raúl Berón), no menos meritorios.
Hacia 1960 va surgiendo otro Goyeneche, que moldea una personalidad propia, definida por un creciente afán de expresar el contenido de cada letra y confiárselo al oyente casi como si fuera su destinatario único. De la objetividad de Salgán había pasado a la subjetividad de Troilo, cuyo estilo era todo emoción y mensaje. Goyeneche también recurrió al rubato, al fraseo, al arrastre, como si tuviese un bandoneón en la garganta. Ese ciclo perduraría hasta mediados de los �70. Como desde su salida de Troilo en 1964, y en ocasiones incluso antes, pasó a ser un cantor independiente, no un empleado, podía modificar su estilo cuanto quisiera.
Pero al ir perdiendo voz, el Polaco inició una tercer etapa, centrada en el decir, que en sus últimos años lo llevó a extremos caricaturescos. Paradójicamente, el tercero fue el período en que concitó la atención de los jóvenes, incluyendo muchos rockeros, que estimaban muy poco al magnífico cantor gardeliano que había sabido ser. También lo favoreció la atenuación del prejuicio que catalogaba al tango como género viejo y machista. El entusiasmo por el tango en Estados Unidos y Europa, a partir de los �80, indujo un parcial levantamiento de la veda en la Argentina.
La primera orquesta con la que cantó Goyeneche fue la de Raúl Kaplún, virtual introductor del virtuosismo violinístico en el tango. Desafortunadamente, no llegaron a lanzar ningún disco juntos, aunque existen escasísimos y memorables registros posteriores de ese conjunto, como los instrumentales �Tierra querida� y �Estaño�. En una actitud reparadora, el Polaco cantó y en ocasiones grabó algunos hermosos tangos de Kaplún, con letra de José María Suñé, como �La mesa de un café� o �Una emoción�.
Más popular, aunque no demasiado, era la estupenda orquesta del pianista Horacio Salgán, a la que se le reprochaba cierta frialdad, como si fuese más cerebral que emotiva, precisamente lo opuesto al ideal troileano. De aquellos años suele destacarse la influencia que el idolatrado Angel �Paya� Díaz ejerció sobre Goyeneche. Este fue finalmente captado por Troilo y se constituyó en el último gran cantor que tuvo esa orquesta, que había contado con portentos como Alberto Marino, Floreal Ruiz o Edmundo Rivero.
Pero cuando se incorporó el Polaco, las cosas estaban cambiando. Los cafés con palco de la calle Corrientes habían casi desaparecido, el cabaret languidecía, la Libertadora prohibía los bailes multitudinarios y la televisión jaqueaba a la radio con artistas en vivo. Hasta a Troilo comenzaba a golpearlo la crisis, y los comienzos de Goyeneche con él no fueron precisamente un suceso. Julio Sosa era casi el único que no sabía de malarias, hasta que se mató al volante de su auto en 1964. Después de él, y con un estilo radicalmente distinto (nada de picardía compadrita, de machismo ni de dejos lastimeros o regodeos sangrientos), Goyeneche fue el supremo, aunque le costó mucho imponerse.
Pero en algo se parecía a Sosa: en el tino con que exhumaba viejos tangos, como �Olvido� o �Como dos extraños�, para renovar del todo lamanera de cantarlos, incorporándoles sus énfasis y sus titubeos. En todo esto se asemejaba especialmente a Susana Rinaldi, que también abría rumbos. Notable fue su predilección por varios de los mejores letristas, como Manzi, Cadícamo, Le Pera, Cátulo, Expósito, Katunga Contursi (hijo de Pascual) y Discépolo. De ellos grabó en conjunto 115 tangos, según contabilizan Matías Longoni y Daniel Vechiarelli en su biografía del cantor del barrio de Saavedra. Compuso incluso la melodía de �Celedonio�, un tango del que realizó en 1948 una grabación no comercial con guitarras, y que homenajeaba a Celedonio Flores, el poeta que había muerto en 1947, amargado por la censura. Toda esta devoción por la buena letra determina la alta calidad promedio del repertorio de Goyeneche, que queda reflejada cabalmente en la colección de cuatro CD que comienza a ofrecer mañana Página/12, cubriendo el período 1961/85.
Dos historias en torno a letras de Enrique Cadícamo
De �Los dopados� a �Los mareados�
Dos de los tangos del repertorio de Roberto Goyeneche incluidos en la colección que entregará
Página/12 en los próximos cuatro domingos, a partir de mañana, involucran en llamativas historias a Enrique Cadícamo. La más curiosa se refiere al célebre �Los mareados�, en el que el Polaco sustituye mareados por dopados. Y es verdad que ese tango nació en 1922 como �Los dopados�, con música de Juan Carlos Cobián y letra de Raúl Doblas y Alberto T. Weisbach. Tuvo entonces un par de versiones y cayó en el olvido. Pero veinte años después, Troilo escuchó el registro instrumental efectuado por Osvaldo Fresedo en 1922 e, ignorando que esa obra tenía letra, insistió ante Cadícamo para que le calzara una. Estando de viaje su amigo Cobián, Cadícamo no pudo consultarlo, y con algún escrúpulo escribió los versos de �Los mareados�, desechando el término dopados, que para esa época bastante fascistizada debía de sonar demasiado fuerte.
La versión de Troilo con Fiorentino fue un éxito que hasta hoy se recuerda, y nadie reparó en su momento que el letrista de �Nostalgias� y �Garúa�, apremiado por Pichuco, optó por plagiar la idea central de un poema del francés Paul Géraldy. En todo caso, fue un hurto auténticamente artístico. Toda esta historia ha sido refrescada por Oscar del Priore e Irene Amuchástegui en su libro �Cien tangos fundamentales�.
Otra aclaración merece �El motivo�, que nació en 1914 también, y como primer retoño, de la frondosa inspiración de Cobián, pianista que sería apodado El Aristócrata del Tango. Luego, al recibir una conmovedora letra de Pascual Contursi, dicen que por iniciativa de Carlos Gardel, ese tango fue grabado por éste en 1920 como �Pobre paica�. El hecho es que Cadícamo también le adosó unos versos a �El motivo�, pero la letra que perduró fue la de Contursi, y es la que canta Goyeneche, aunque con sensibles alteraciones. |
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