Por José Natanson
El viernes 22 de diciembre hacía calor en el amplio departamento de la Avenida del Libertador. Igual, el champagne y la orquesta habían creado un clima agradable, con las conversaciones oscilando entre la política y la diplomacia. A José Octavio Bordón, que festejaba su cumpleaños número 55, se lo veía contento. Pero todo cambió de golpe después de la medianoche. De repente comenzó a escucharse una serenata, entonada por una voz grave y afinada que llegaba desde la cocina. Aparecieron tres guitarristas, abrazados a un hombre grueso y transpirado que cantaba con fuerza. Era Raúl Moneta, que hacía su ingreso estelar al cumpleaños de Bordón, ante la mirada sorprendida de unos 30 invitados.
En lo del ex senador se habían reunido algunos de los funcionarios más importantes de Carlos Ruckauf. Además del mismo Bordón, director general de Educación y Cultura, estaba el vicegobernador Felipe Solá, que llegó acompañado por su mujer, y el encargado de las relaciones internacionales de la provincia, Diego Guelar. Había algunos empresarios, como Gregorio Chiodos o Gustavo Gené, de la Fundación Andina. Y también un puñado de importantes diplomáticos peronistas como el ex vicecaniller Juan Carlos Olima y los ex embajadores Federico Mirré y Vitorio Tachetti.
El encuentro mezclaba lo social con lo político. Hasta la medianoche, las conversaciones, distendidas, habían girado alrededor de la interna del PJ. La orquesta ya había tocado la marcha peronista, que Bordón cantó entusiasmado. Al fin y al cabo, hace ya tres años que ha vuelto al peronismo. La fiesta estaba en su mejor momento cuando apareció Moneta. Los festejantes no lo podían creer. Y se entiende: un breve repaso por el currículum del financista amigo de Carlos Menem alcanza para explicar las miradas sorpresivas que se cruzaron los invitados.
Habilidoso para tejer relaciones, Moneta pasó en pocos años de humilde dueño de una financiera a banquero supermillonario. En 1996, el Banco República compró las dos entidades financieras de la provincia (el Banco de Mendoza y el de Previsión Social). El banco privatizado que presidía Moneta cerró tres años después, entre sospechas de vaciamiento. Cuando fue imputado por la supuesta quiebra fraudulenta, el hombre decidió pasar a la clandestinidad. Estuvo 196 días prófugo, hasta que en diciembre del año pasado se le levantó el pedido de captura. Para eso, la causa tuvo que pasar de las manos de Luis Leiva, el juez mendocino que lo procesó, a las de un magistrado porteño que �igual que Moneta� tenía buenas relaciones con el menemismo: Carlos Liporaci, el mismo que dictó la falta de mérito a todos los senadores involucrados en el escándalo de las coimas.
A pesar de su supersónico ascenso, Moneta se hizo tiempo para disfrutar de su amor por el folklore, la única pasión que parece compartir con Bordón. Aunque la relación está lejos de ser estrecha, los dos se conocen desde hace años: la mujer del funcionario, Mónica González Gaviola, es amiga de la infancia de Claudia, la esposa de Moneta.
�¿Usted invitó a Moneta a su cumpleaños? �le preguntó Página/12 a Bordón.
�Por lo general no hablo de mis cumpleaños, que son reuniones privadas. No hago show business. Pero la verdad es que fue sorpresivo.
�¿Usted lo había invitado?
�No.
�¿Y apareció de la nada?
�Estoy tan sorprendido como usted.
�¿No le preguntó por qué cayó?
�No. Es público y notorio que a mí me gusta el folklore.
�Pero Moneta no es un cantante de folklore. Es un banquero que estuvo prófugo de la Justicia y un antisemita confeso. El año pasado dijo que los periodistas que lo investigaron eran judíos y que lo atacaron por ser �un católico ferviente�. La DAIA lo denunció.
�Insisto: Moneta no estaba invitado.
�¿Qué opinión tiene de Moneta?
�Prefiero no opinar. No me gusta hablar porque sí, prefiero expresarme a través de mis actitudes públicas y mis decisiones políticas. Nuestra relación nunca ha sido mala, pero en el asunto del Banco de Mendoza, mis diputados de PAIS votaron en contra de la transferencia del banco. Yo peleé contra Menem y él era amigo de Menem. Con él compartimos el entusiasmo por el folklore y obviamente no otras ideas.
Luego de su ingreso estelar al cumpleaños, Moneta y sus guitarristas siguieron cantando. Algún invitado sorprendido especuló con que su aparición se debía a la soledad política en la que quedó después de su estrepitosa caída. Quizás, comentaban divertidos, el ex banquero pensaba recuperar colándose en los cumpleaños por la ventana lo que había perdido en su salida por la puerta trasera de la política. Otro invitado insinuó que su presencia se debía a uno de sus nuevos emprendimientos: luego de varios años de organizar el espectáculo folklórico Argentina en Mendoza, Moneta estaría proyectando trasladarlo a la localidad bonaerense de Luján. Su presencia podría haber sido una excusa para recordar la iniciativa al encargado de la política cultural de la provincia. Lo que se dice un lobby poco sutil.
Cualquiera fuera el motivo, lo cierto es que Moneta se quedó unos veinte minutos cantando y tocando la guitarra. Después de la sorpresa inicial, cuando comprobaron que efectivamente se trataba de Moneta, varios invitados optaron por un discreto refugio en la cocina: Felipe Solá, Federico Mirré, Juan Carlos Olima. Decidieron dar por finalizada su participación en el cumpleaños y, como si fuera una mancha venenosa, se fueron por la puerta de servicio, sin saludar.
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