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Los rapers o cómo ganarse el hotel bailando sobre el asfalto

Se reúnen cada noche frente a la catedral: �No somos punk ni rockeros�dicen�. El hip hop es mucho más�. 

Por Alejandra Dandan
Desde Mar del Plata

Hacen ronda en una fuente. �El hip hop �dice la más chica, muy seria� es cultura, cultura callejera.� Tiene una ceja cortada. Significa Nueva York y un día supo que allí, en el Bronx, el rap había empezado a cambiar la violencia por el baile. Jessica tiene catorce años y es una de los que aquí han empezado a extender hacia la arena las danzas elásticas y oscuras del rap. Se reúnen bien tarde, a las diez, en aquella fuente vieja frente a la catedral. Son guerreros, habitantes de extrañas pandillas, cuyo duelo, explican, se hace a los saltos desde cualquier lugar. Ahora se preparan para mañana, cuando la calle Rivadavia quede tomada por las bandas que llegan de Capital. Con las danzas se pagan hoteles y estadía. Los de acá, arriesgan más: quedarse sin lugares, sin ese territorio conocido y doméstico que aquí legislan las bailantas. Han desplazado la cumbia de sus casas y ahora juegan a invadir la ciudad.
Suenan las campanas de la iglesia.
Abajo está Israel. Llegó a la plaza en bici. Jessica lo presenta como MC. �Me puse a escribir �dice él�, porque bailar lleva mucho tiempo, igual que grafitear: lo más barato y sencillo para mí es MC.� Israel compone. Es maestro de ceremonias, por eso la m y la c. Su religión es el rap, ese baile por el que rueda su bici vieja por toda la ciudad. �En vez de escuchar cumbia, lo natural que escuchan acá �dice� es rap. Soy el único en mi barrio, porque nadie lo conoce.� 
Israel escribe letras o, mejor, las va viendo dibujarse acá. �Tenés que tratar de que tu letra hable del problema y, segundo, tratar de resolverlo, ¿entendés? Y después, si es posible, un final feliz.� 
�¿Tratás de que tengan finales felices?
�Yo no trato: si mataron a alguien, lamentablemente voy a tener que contar que terminó muerto el chabón.
No falta mucho para ir a la playa. Pascal, Jessica y los otros caminan ahora por la peatonal. Al lado, tres policías revisan la mochila de un grupo. �Eran sospechosos �responde un agente a Página/12 que vuelve a preguntar el motivo�: y, por la facha nos damos cuenta, podían llevar drogas o algo robado.� Los sospechosos son cinco chicos. Están contra una pared. Pascal los mira de cerca. Y dice después: �Esta vez nosotros nos salvamos�.
Hace unos meses sus amigos consiguieron una casa. Es la sede municipal de Minoridad. �De tanto que nos llevaban por vagancia �explican�, terminamos pidiendo que nos presten ese lugar.� Ahora son doscientos en la tribu del hip hop que martes y jueves llega a esa casa de Rawson y San Luis. La casa está cambiada, pero no alcanza. Buscan salir de ahí, quieren precipitar sus saltos de acróbatas locos en el marco urbano que golpea contra el mar. 
�No somos punk, ni rokeros. El hip hop es mucho más. 
Eso escribe Lucre en las paredes. Cuando la dejan. Modos de bombardear la ciudad, dicen: �Ves ese garabato que está ahí �se ve algo oscuro abajo de un cartel de obras municipal�, bueno es de Davo, el chabón es el mejor rapero de acá�. Marcan las paredes con aerosoles. No hay leyendas ni mensajes. Sólo una marca, garabateada. Sólo ellos saben que es un nombre, la firma del que ha podido escabullirse y desnudarse en el espacio vigilado de la ciudad.
Lucrecia es eso, grafitera. Pinta paredes y trenes desde su poco más de metro y medio de altura. Y es b-girls. �Se escribe b �dice� y después chica en inglés, y son las que bailan.� Y quiere también, chica de Bronx. Y así otra vez los bajos neoyorquinos de tan lejos vuelven a acercarse extrañamente a los pibes del mar: �El hip hop �cuentan� se inventó para parar las peleas de las pandillas de los barrios pobres de Estados Unidos. En vez de agarrarse a los tiros y a las piñas, lo hacen bailando. Se inventó para hacer la paz�. Lucrecia está en la ronda que ahora vuelve a cerrarse en la plaza. Ahí, al lado de Israel que llama a Jessica, Tupac y le pide que cante una de sus letras de rap.
Ella tiene catorce y la cabeza llena de las trencitas que hace un rato le hizo su mamá. Obedece al MC y se ríe. Su rap empieza con iaiaiaia y canta machucones de frases cortas. Dice �el cielo oscuro, sólo patrullas y putas luces que te alumbran, que te ponen en la mira, blanco perfecto en una calleee vacía, tan sólo en compañía de la noche y de tu sombra�. Antes, cuando escuchaba la cumbia de su mamá, usaba pantalones ajustados. �Cuando empecé a rapear, me puse anchos y como era flaquita y alta mi vieja me decía �sacate que no me gustan�.� 
En un rato, ella escribirá A, B y después C en un papel. �Aniquilation Bomber Crew �pone� que es pandilla de aniquilación de bombarderos.� Los aniquiladores son los de Buenos Aires, dice, los que desde esta noche estarán en la peatonal para pagarse las vacaciones en el mar. 
�Vienen y hacen rondas para que la gente colabore y pagar un hotel y la comida �dicen�: acá también nosotros vamos a hacerlas.
Habrá duelo aquí en unos días. Las pandillas se reconocen hermanas, pero nunca dejan de enfrentarse en los bailes. Aseguran que es el único modo de mejorar. De levantar la cabeza como lo hace ahora Israel que también canta. Justo cuando arriba vuelve a sonar la campana de la catedral.

Cultura en ojotas

Por A.D.

Esta semana fueron ochocientas personas las que inauguraron en Mar del Plata el ciclo de escritores organizado cada año por la Editorial Planeta en Villa Victoria. El jueves Félix Luna abrió la temporada por la que pasarán entre otros Miguel Bonasso y Federico Andahazi, parte de los engranajes desde donde Mar del Plata intenta nutrirse de propuestas culturales. Para el mes de enero, el Ente de Cultura ha organizado una sucesión de acciones que incluyen desde encuentros de disciplinas holísticas hasta la megamuestra de Quinquela Martín, expuesta en el Centro Cultural Auditorium.
Como parte del cronograma de Verano Planeta, pasará el jueves próximo por Villa Mitre Federico Andahazi. A partir de las 21, el autor de El Príncipe quedará a disposición de quienes se acerquen a la Villa, en Lamadrid 3870. Un día después, Andahazi estará en Pinamar para repetir su presentación, en los jardines del Hotel del Bosque, de Bunge y Júpiter. Tal como ocurrió hasta ahora, las presentaciones son de acceso libre y en ninguno de los casos se suspende por lluvia. Así será incluso cuando Miguel Bonasso presente allí el jueves 18 Diario de un clandestino, publicado el año pasado también por Planeta.
Otra de las presentaciones que marca la agenda cultural es la muestra de Presidentes Argentinos, la colección del Museo de la Casa Rosada que quedará expuesta en el Museo Juan Carlos Castagnino, de avenida Colon 1189.

 

 

 

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