Por
Gustavo Veiga
El
hombre que está en apuros a menudo vive apurado. Lo urge el afán
por abultar sus cuentas bancarias, como se infiere de lo que Hugo Gatti,
el primer jugador que representó, dijo una vez: Así
como mi droga es el fútbol, la de Gustavo es el dinero. Le otorga
demasiada importancia. Ese, quizás, sea el problema que perjudica
su imagen pública. El ex arquero de Boca se refería
a Carlos Gustavo Mascardi, el empresario que durante el año pasado
resultó condenado por evasión en un fallo que no tuvo difusión
y que Líbero publica hoy. La sentencia fue adoptada por la Sala
A del Tribunal Fiscal de la Nación, integrada por los doctores
Ernesto Celdeiro, Ignacio Buitrago y José Bosco, quienes determinaron
que el poderoso intermediario debía pagarle al fisco una suma cercana
al medio millón de dólares.
En un texto de once carillas, fechado el 2 de mayo del 2000, los miembros
del Tribunal dependiente del Ministerio de Economía que entiende
en materia de infracciones de origen impositivo, desecharon un recurso
de apelación que había elevado Mascardi ante una denuncia
de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP)
por evasión que databa de 1997. Por entonces, la Dirección
de Inteligencia Fiscal ya avanzaba en una investigación que seguía
los pasos del empresario tras la operación en la que había
adquirido los pases de Marcelo Salas y Cristian Traverso a la Universidad
de Chile, para luego colocar a estos jugadores en River y Boca, respectivamente.
Del fallo se desprende que Mascardi elevó la apelación al
Tribunal para cuestionar una impugnación que la AFIP había
realizado sobre sus declaraciones juradas de impuestos correspondientes
al período 1997, el año siguiente al que fueron comprados
aquellos futbolistas. Sin embargo, no tuvo éxito. La Sala A no
sólo rechazó su planteo de nulidad, sino que lo condenó
a pagar las costas y, por supuesto, confirmó todo lo actuado por
Inteligencia Fiscal, de modo que el empresario debió pagar 420
mil pesos más los respectivos intereses.
En artículos periodísticos de la época en que comenzó
el pleito, el intermediario planteaba que no tenían ningún
fundamento para denunciarlo como lo hacían y se definía
como perseguido. A fines de 1996 había asumido como
director de la AFIP, Carlos Silvani y, uno de sus hombres de confianza,
Pedro Kondratiuk, se preguntaba si Mascardi había tributado durante
ese año por los 44 millones de pesos que se le atribuían
en distintas transferencias. La conclusión que sacó fue
negativa. Por eso, la AFIP le hizo una denuncia penal ante el juzgado
Nº 8 del doctor Jorge Brugo (causa 9303) y colocó al empresario
en la lista de grandes contribuyentes individuales. A toda persona
que le hacemos una denuncia penal la ponemos en ese sector, aunque no
sea un contribuyente importante. Y es porque requiere un control mayor...
manifestó por entonces Kondratiuk, quien ya no revista más
en la ex DGI.
A lo largo de la sentencia firmada por los doctores Celdeiro, Buitrago
y Bosco, se sostiene que Mascardi apeló porque, según sus
abogados, llegó a la vista del procedimiento sin haber sido
oído ni podido producir prueba, violándose su derecho a
defensa. Además, adujo que se le asignó participación
en una compraventa (la de Salas y Traverso) que realizan otras personas
jurídicas, que se definió en forma inexacta
el beneficio de una comisión y, además, negó
haber adquirido el pase definitivo de los jugadores pues ello es
una situación siempre transitoria que sólo puede producirse
entre clubes.
Esta
última definición se contradice con la cláusula primera
del contrato firmado el 10 de octubre de 1996 entre Alfredo Davicce y
José Franchini, presidente y secretario de River por aquella fecha,
respectivamente, y el propio empresario. Que el señor Carlos
Gustavo Mascardi ha adquirido en forma definitiva al club Universidad
de Santiago de Chile la totalidad de los derechos federativos que a ese
club pertenecían sobre el pase del jugador profesional de fútbol
José MarceloSalas, chileno, pasaporte nº 12.927.812-9, nacido
el 24 de diciembre de 1974, con contrato vigente inscripto en los registros
de la Federación Chilena de Fútbol...
Aquí vale la pena establecer el origen de una discusión
no saldada entre lo que significan los derechos económicos y lo
que representan los derechos federativos de un mismo pase. Los primeros
son los que quedan refrendados en un contrato de índole privada,
que no puede ser registrado por ninguna asociación o federación,
ya que la FIFA prohíbe que un futbolista le pertenezca a un empresario
o grupo económico determinado. Esta habría sido la razón
por la que se frustró la transferencia de Juan Pablo Angel al club
Aston Villa de Inglaterra. Su pase, en un cincuenta por ciento, es propiedad
de la empresa Siglo XXI, cuyo presidente es Emilio Mascardi, padre de
Carlos Gustavo y quien lo iniciara en el mercado bursátil.
Como los británicos parecen más estrictos que los dirigentes
de las asociaciones donde el próspero intermediario se mueve como
pez en el agua, le bocharon el negocio. Además, los representantes
del club inglés aducirían que Mascardi pretende percibir
una abultada comisión de 1.200.000 dólares, un argumento
más para deshacer la operación que, por estas horas, se
está revisando a instancias de los dirigentes de River que no quieren
volver atrás.
En la Argentina, en Chile, incluso en países europeos como Italia,
en donde le abren las puertas como si fuera un benefactor, Mascardi casi
nunca encontró trabas para expandir sus negocios. Pero acaso sea
Colombia .-donde el influyente personaje concretó su primera y
exitosa operación, la compra de Faustino Asprilla-. el lugar en
que más facilidades ha encontrado. En setiembre de 1999, este diario
entrevistó a Gustavo Arana, vicepresidente del club Deportivo Cali,
quien había negociado con el empresario la transferencia poco clara
de Mario Yepes a River. A la pregunta de si el Estado colombiano le demandaba
obligaciones de algún tipo a Mascardi por cada operación
que concretaba, el dirigente respondió: Nada, nada. No señor,
no le cobra nada. El que tiene que justificar la plata que recibe y ver
cómo son los gastos, es el club de aquí.
En Colombia, el intermediario se vinculó a un tal Giancarlo Uda,
propietario de una cadena de pizzerías en la ciudad de Cali y que
sería quien le sugiere algunos futbolistas para comprar. Gabriel
Meluk, un periodista de ese país consultado para la misma nota
en el 99, había informado que el argentino tenía un
convenio con la famosa escuela de fútbol llamada Carlos Santiago
Lora, de la que surgieron los arqueros colombianos Calero, Córdoba
y Mondragón. Muchos de los negocios que Mascardi encaró
en la tierra de Angel, Yepes y Serna .-los representa a los tres-. tendrían
que ver con las ventajas que encuentra para moverse y la baja cotización
de los futbolistas en el mercado colombiano que, luego, son transferidos
por mucho más dinero a la Argentina o en forma directa al continente
europeo.
En nuestro país ocurría otro tanto hasta que los sabuesos
de la ex DGI cotejaron sus declaraciones de impuestos con las cifras de
los pases que se publicaban en la prensa deportiva. Al confundirse a menudo
los derechos económicos con los federativos (que determinan la
propiedad de un club sobre el pase de un futbolista), el empresario condenado
por evasión a mediados del 2000, encontró un terreno fecundo
para operar con el beneplácito de muchos dirigentes.
La conclusión cae como un higo maduro. Si personajes como Mascardi
son cada vez más ricos y los clubes son cada vez más pobres,
es porque en el fútbol algo huele mal.
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