Por
Juan Pablo Bermúdez
Dicen, no importa la cantidad sino la calidad. Es evidente que eso deben
haber pensado quienes decidieron darle el empuje definitivo al fútbol
en las islas Feroe, un archipiélago extravagante ubicado al tope
del Atlántico Norte, entre Noruega e Islandia, cuya población
asciende a 45.000 habitantes. Porque el equipo, aunque los resultados
no lo hayan demostrado hasta ahora, promete ser la revelación de
la zona 1 de Europa de las eliminatorias del mundial Japón-Corea
2002. Pero no por la supuesta calidad de sus profesionales (suponer que
existen 11 buenos jugadores en un país de 45.000 es un ejercicio
de optimismo) sino por el arribo de sponsors. El mercado de la pelota
no sabe de fronteras.
Islas Feroe se afilió a la FIFA recién en 1990. Considerada
una de las federaciones más exóticas junto a
Maldivas otro archipiélago que ha sabido de los quince minutos
de fama merced a la peor goleada recibida por un seleccionado: perdió
17 a 0 contra Irán en las Eliminatorias del Mundial 98,
ya en su primera participación oficial, en setiembre
de ese año, hizo ruido: por las Eliminatorias de la Eurocopa del
92 le ganó 1-0 a Austria, que había participado en
el Mundial de Italia de ese año. Después, claro, perdió
partidos uno tras otro, pero su arribo al fútbol grande ya se había
producido.
No consiguieron ningún logro en sus escasos diez años de
competencias internacionales, pero tampoco, todo hay que decirlo, sufrieron
papelones. A pesar de que uno de los mayores inconvenientes era, precisamente,
el lugar. Las condiciones climáticas son extremadamente ásperas
y tienen lluvias durante 280 días al año. Por eso les resultaba
prácticamente imposible mantener canchas en buen estado, o al menos
en estado digno. De hecho, el histórico partido contra Austria
se jugó en Landskrona, Suecia. Eso sin contar que el estadio con
mayor capacidad tenía 5000 butacas (aunque no es tan poco; es para
más del diez por ciento de su población).
Por ese pésimo clima para la práctica deportiva es que sus
jugadores (en su gran mayoría amateurs) tampoco entrenaban con
una cierta continuidad sino casi cuando podían y cuando sus ocupaciones
se lo permitían. Hasta que alguien, con el suficiente dinero y
el necesario optimismo, entrevió que existía en el pequeño
archipiélago un potencial escondido que justificaba la inversión
y le propuso al gobierno (Feroe es una comunidad autónoma que pertenece
al Reino de Dinamarca) un plan de desarrollo: la instalación
paulatina de campos de juego con césped artificial. El revuelo
armado en el conjunto de pequeñas islas 18 en total
fue tan grande que lo llamaron La revolución plástica.
Las cifras se dispararon en todo sentido: en poco más de diez años
pasaron de tener mil quinientos jugadores afiliados a cinco mil seiscientos,
más mil cien mujeres. La cantidad de clubes pertenecientes a la
Fotboltsasamband Feroe (Asociación de Fútbol de Feroe, FSF)
aumentó en el mismo lapso de 43 a 306 y la cantidad de espectadores
se cuadruplicó. En los terrenos de césped natural
no se puede jugar regularmente, mientras que en las superficies artificiales
es posible hacerlo diariamente y durante todo el día. La diferencia
con respecto de cómo estábamos antes es increíble,
explica entusiasmado Isak Mikladal, secretario general de la FSF.
Esa diferencia que menciona el dirigente tiene que ver más que
nada con el desarrollo cuantitativo, no cualitativo. Aunque en su primera
presentación en las eliminatorias mundialistas del 2002 consiguieron
un increíble empate frente a la sorprendente Eslovenia (perdían
2-0 hasta los 87 minutos), la segunda fecha pareció volver todo
a foja cero: perdieron 5-1 frente a Suiza, en Zurich. De todos modos,
a los ¿feroanos? ¿feroenses? no les preocupa demasiado.
Ellos, conscientes de que aún les falta mucho camino por recorrer,
apuntan todas sus armas al Mundial deAlemania, en el 2006. Y toman como
ejemplo, a falta de uno más cercano, a Jamaica, cuya impensada
clasificación para el Mundial de Francia los catapultó como
el ejemplo a seguir por todos aquellos países en los que el fútbol
es, aun en el 2000, una suerte de nueva ciencia.
Es decir: este torneo clasificatorio es para ellos una experiencia que
les servirá a futuro. Suponen que dentro de un par de años
la cantidad de jugadores profesionales llegará a ocho o nueve mil.
Por lo pronto, ya preparan un plan de desarrollo del fútbol dentro
de la escuela y hasta sueñan con ser sede de partidos amistosos
entre selecciones fuertes previos al Mundial. Para ello ahora que
la crisis de la industria pesquera que puso en jaque la economía
nacional en 1993 quedó atrás, ya planean la construcción
de un estadio más grande que pueda albergar hasta quince mil personas
en Toftir y uno de césped natural en la capital, Torshavn, la ciudad
más importante y en la que también consiguieron empates
más que meritorios en amistosos frente a Escocia y a Bosnia.
Justamente por estos últimos resultados es que han escalado del
204º al 116º puesto en el ranking mundial de la FIFA en apenas
diez meses.
No podemos decir que seremos la gran revelación de estas
Eliminatorias, pero al menos la mayoría de los equipos ya sabe
que hemos dejado de ser aquellos que servían para sacar diferencia
de goles, dice el delantero Ossur Hansen, goleador de Feroe y una
de sus máximas estrellas. Y el futbolista sobre el que los auspiciantes
depositan todas sus esperanzas: suponen que una transferencia a un club
chico de España o Italia contribuirá a consolidar el desarrollo
del deporte de la pelota. Y aunque muchos interesados no hubo, están
convencidos de que con el regreso a la competencia aún tienen
pendientes el partido contra Yugoslavia, en Belgrado Hansen será
el primer jugador en ser transferido al exterior.
Canchas de césped artificial, empates, auspiciantes y jugadores
estrella. Islas Feroe aprende rápidamente cómo es esto del
fútbol en esta época y trabaja en consecuencia. Será
cuestión de esperar unos años para saber cómo resultó
el experimento. Los amantes del fútbol de la isla,
aunque pocos, están a la espera de la concreción de un sueño:
participar por primera vez en un mundial. Y aunque parezca una empresa
sumamente difícil, en fútbol, se sabe, no existen los imposibles.
Que les pregunten a los jamaiquinos.
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