Por
Julio Nudler
¿Cómo
consiguió que bajaran tan drásticamente los precios de los
medicamentos en las licitaciones del ministerio?
Usted sabe que las licitaciones públicas, que son el método
habitual de compra, pueden ser manipuladas por un club de oferentes.
Un cártel...
Un cártel. Lo que dije, ni bien llegué al ministerio,
es que yo no tenía lobbystas ni representantes ni gestores. Y que
quien viniera a denunciar un hecho de corrupción no necesitaba
pedir audiencia. Podía pasar directamente.
¿Y han venido?
No, pero el mensaje se entendió, y por eso logramos bajar
los costos en proporciones realmente llamativas, al menos en algunos casos.
¿Los laboratorios tienen costos en función de los
cuales fijan el precio de los medicamentos, o éstos son absolutamente
antojadizos?
Mientras el medicamento sea un producto de mercado, uno puede comprar
al precio que le oferten, o bien decir que sólo va a comprar a
precios razonables. Para eso abrí el juego, para que pudiesen presentarse
todos.
¿De qué manera?
Erradicando a los lobbystas, a los operadores que organizaban cada
licitación, predeterminando quién debía ganar en
cada medicamento.
¿Esto es lo que sucedía antes de su gestión?
Yo no dije eso. Sólo dije que a partir de ese momento habría
juego limpio. Que todos los medicamentos habilitados por la Anmat (Administración
Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica)
podían participar, y que pagaríamos el precio más
bajo.
Todos los medicamentos significa todas las marcas de cada droga.
Exactamente.
Ahora bien; el Estado comprará más barato, lo cual
es muy meritorio, pero la gente sigue comprando carísimo.
El precio no lo fija Salud sino el comercio, y no depende de este
ministerio sino de otro. Yo no tengo atribuciones respecto del valor de
mercado de los medicamentos.
La realidad es que el precio de los remedios es libre desde 1991,
de manera que no depende de ningún ministerio...
Pero más depende del Ministerio de Comercio (N. de la R.:
Lombardo alude aquí al actual Ministerio de Defensa de la Competencia
y del Consumidor.) Yo soy responsable de las compras que efectúa
el Estado. Lo otro atañe a una política de medicamentos,
y podríamos hablar de lo que yo pienso al respecto.
Deduzco que usted no está de acuerdo con que tengan precios
libres.
Yo entiendo que el medicamento es un bien social. Esto significa
que debe estar al alcance de quien lo necesite en el momento en que lo
requiera. Y creo que uno de los derechos inalienables de cada individuo
es el derecho a la salud. Soy consciente de que hoy hay argentinos que
no tienen acceso a los medicamentos que necesitan.
Pero ustedes son gobierno ahora. Esta es la oportunidad que tienen
de corregir esta situación...
Y es lo que estamos haciendo.
Pero a nivel de la gente que debe comprar sus remedios en la farmacia
no hay ningún cambio.
No los hay porque habría que cambiar todo el sistema de comercialización,
y eso lleva su tiempo.
Cuando se quiere cambiar todo en conjunto, se termina por no cambiar nada.
Nosotros transparentamos toda la gestión del ministerio. Aquí
no hay corrupción, y mienten los que dicen que la hay. No hay una
sola denuncia que no haya sido investigada. Así hemos logrado bajar
los costos, y esto nos permitió hacer políticas de salud.
Este ministerio no ahorra para que Economía tenga menos déficit.Con
los ahorros que hicimos pagamos el médico de cabecera, armamos
el programa Anahí, el programa maternoinfantil y otorgamos becas
de investigación, que nunca se habían financiado desde este
ministerio. Subsidiamos 146 grupos de investigación, con la obligación
de contratar un investigador joven. Ahorramos en teléfono, en luz,
en viajes, en insumos.
¿Los precios de los remedios seguirán liberados?
Esto excede el ámbito de este ministerio.
¿Usted habla de esto con De la Rúa?
Con el presidente hablamos de muchos temas, pero no hay que forzar
los tiempos. El precio al que llegan los medicamentos al público
es un tema que el gobierno tiene que encarar, pero no nos pidan que cambiemos
la historia en dos días. Hoy estamos dando la posibilidad de la
libre elección, dándole médicos de cabecera a quienes
carecen de cobertura, atendiendo a las poblaciones indígenas, trabajando
duramente para bajar la mortalidad maternoinfantil, incentivando la investigación
y lanzando campañas de prevención.
¿Usted cree que en materia de compras bajó los precios
todo lo posible o sigue pagando demasiado por algunos medicamentos?
Creo que estamos pagando valores razonables, teniendo en cuenta
que obtuvimos reducciones promedio de 80 a 90 por ciento. Gratis no los
vamos a conseguir. Si un medicamento que pagábamos 3,50 pesos ahora
lo compramos a 35 centavos es porque las empresas han competido a cara
de perro.
Esto está muy bien, pero deja al descubierto un abismo entre
este último precio y el que paga cualquier paciente en la farmacia.
Esto hay que cambiarlo, pero para eso hay que trabajar en varios
aspectos de la política de medicamentos.
¿En cuáles?
Por ejemplo, en un programa de garantía de calidad del producto,
y en implementar a través de la Anmat la biodisponibilidad y la
bioequivalencia, para empezar a garantizar la calidad de los productos
que van al mercado. Esto lleva tiempo. Si usted consulta a diez médicos
sobre la efectividad de diversos medicamentos basados en la misma droga,
por observación clínica le dirán que no son equivalentes.
En la farmacología moderna no se considera sólo la composición
físico-química de un producto. Cuenta también la
biodisponibilidad, que es la utilización que se hace de esa droga
en el organismo y difiere de un producto a otro.
Pero en Defensa de la Competencia informan que, junto con Salud,
están completando la lista de drogas básicas y las correspondientes
marcas con las que se comercializan, para que los pacientes conozcan las
diferencias de precios entre ellas y puedan comprar las más económicas...
Es que algunos creen que con los genéricos se resuelven todos
los problemas de la medicación, y no es así.
Usted está diciendo que hay diferentes calidades entre los
remedios que se ofrecen con un mismo principio activo.
Sí, no tengo ninguna duda. Lo he dicho toda mi vida. Yo no
aparecí hoy en la gestión pública como una espora.
Tengo 47 años de vida hospitalaria. Pero no es que lo diga yo.
Esto lo saben todos los médicos y se dice en todos los congresos.
Por eso hay que ir avanzando en el control de los medicamentos.
¿Y quién es el responsable de ese control?
Hasta ahora es el Anmat, que es el organismo que aprueba cada medicamento.
Pero en la Argentina no había hasta ahora obligación de
probar la biodisponibilidad y la bioequivalencia, porque éstos
son avances nuevos.
¿En qué desembocará esto, en una calificación
de los medicamentos?
No. Va a desembocar en la exigencia de que cada producto reúna
los requisitos necesarios, que hasta ahora no eran exigibles. Sólo
se requería que cada medicamento contuviera los elementos indicados
en su fórmula.Pero esto se demostró que no alcanza. También
es importante saber cómo se absorbe, cómo se degrada en
el organismo.
Pero ustedes, cuando compran medicamentos, ¿qué les
exigen?
Que cumplan con todas las normas que exige la ley.
Pero no con estas nuevas que usted menciona.
No, claro.
¿La eficacia clínica tiene correlación con
el precio de la marca? Cuanto más cara una medicina, ¿mejor?
No.
Ahora bien; cuando finalmente esté en cada farmacia, como
impone una norma hasta hoy incumplida, la lista de genéricos y
marcas, con el precio de cada una, se estará induciendo al enfermo
a comprar la más barata, que puede no ser la más efectiva...
Con el genérico también puede ocurrir que el empleado
de la farmacia trate de vender el producto que más margen le deja.
El genérico requiere también controles de calidad, y en
esto la Argentina no está a la altura de otros países.
O sea que estamos peor.
No cabe ninguna duda. Cuando intervinimos la Anmat hace poco, la
primera directiva que impartí es que quiero calidad. Nuestro Anmat
debe ser un sello de garantía, como lo es la FDA estadounidense.
¿Por qué intervinieron la Anmat?
Porque veíamos situaciones poco claras. Sé que existían
grupos de influyentes para lograr la aprobación de determinados
certificados.
¿Certificados para la habilitación de medicamentos?
Así es.
¿Los medicamentos elaborados por laboratorios extranjeros
son mejores que los de los nacionales?
No necesariamente. Uno piensa que los laboratorios que pertenecen
a multinacionales ofrecen seguramente productos de buena calidad. Sin
embargo, el laboratorio que más vende en la Argentina es Roemmers,
y es nacional. La planta que inauguraron hace poco en Mataderos es espectacular.
Pero a los laboratorios nacionales más chicos hay que darles tiempo
para que se adapten a las nuevas exigencias de calidad. No vinimos a patear
el tablero. Yo creo en los procesos paulatinos.
¿Cuál es su expectativa para cuando se impongan las
nuevas exigencias?
Mi expectativa es que todo producto que esté en el mercado
tenga la calidad asegurada. Esta es nuestra ambición, pero llevará
un tiempo.
¿Cuánto?
Las transformaciones en los sistemas de salud no son tan rápidas
como la gente querría. Primero
hay que adquirir toda la tecnología que permita aplicar estos avances,
crear una diferente cultura en la prescripción del medicamento.
Hoy la Argentina tiene una sobreoferta tecnológica, porque cuando
regía el Nomenclador nacional, fijaba valores de utilización
de cada práctica médica. Una consulta valía, digamos,
2,50. Si le agregaba un electrocardiólogo valía 15. Si le
añadía un ecógrafo valía 60. Y con un tomógrafo
computado valía 260. Esto le enviaba al médico un mensaje
implícito: si usted quiere vivir de la medicina, cómprese
aparatos. Y por eso el 80 por ciento de nuestros médicos son especialistas.
Y las facultades preparaban para atender pacientes de alta complejidad,
que son el 5 a 10 por ciento de las patologías. El grueso de éstas
se resuelven entre el médico y su paciente, nada más. Por
eso hoy estamos rediseñando la política de salud y, en colaboración
con las universidades, el recurso humano que necesitamos para esa política.
Yo soy el primer ministro de Salud que visita las facultades de medicina
del país. Nuestra prioridad es la atención primaria.
¿Cómo influirá la ley de patentes sobre el
precio de los medicamentos?
Está bien reconocer los derechos que da la invención
de un producto, pero en ningún caso admitiremos en salud que haya
un único oferente. No puede haber exclusividad en la producción.
En cuanto a los precios, el cálculo es que la ley no los encarecerá
más de un 5 a 6 por ciento. Esto no es nada en un país donde
los medicamentos aumentaron más de un 250 por ciento en los últimos
años, mientras había estabilidad. La patente nos preocupa
a los argentinos porque abandonamos casi totalmente la investigación.
¿Los precios testigo que les calculó la Sigen también
fueron un arma para bajar los valores en las licitaciones?
No. En muchos casos compramos por debajo de esos precios testigo.
Pero compramos tan abajo que también es posible que en otra licitación
debamos pagar algo más. Son variantes del mercado.
El que ofertaba antes cada comprimido a $ 3,50, ¿con qué
cara lo ofertó después a 35 centavos?
No me lo pregunte, pero es así. Si alguien lo pagaba...
Pero por algo alguien aceptaba esos precios desmesurados. ¿Han
abierto alguna investigación?
Investigar esto me exigiría mucho tiempo, y yo no vine para
eso sino para cambiar la historia en Salud de aquí para adelante.
En todo caso, cualquier fiscal puede ocuparse de investigar. Ellos están
para eso. Si lo hiciera yo, debería pasarme el día en Tribunales.
Si tuviera que litigar contra todos los periodistas que me ofenden, contra
los tipos que se quejan porque se les arruinó el negocio, contra
los sindicalistas que reparten volantes, no podría ocuparme de
organizar un programa de salud.
¿A usted lo persigue el fantasma de lo que le ocurrió
al gobierno de Arturo Illia cuando enfrentó a los laboratorios?
A mí no me persigue ningún fantasma. Yo quiero a esta
industria farmacéutica. Los brasileños reconocen que no
pueden competir con ella porque es de muy buena calidad. Pero también
digo que con lo que gastamos en medicamentos deberían tener acceso
a éstos todos los argentinos.
El
problema del control de precios y de calidad
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La
brusca baja de precios muestra que se pagaba sin el menor control.
¿Se investigará esta corrupción? Todavía no hay tecnología en el
país para testear realmente la calidad de los remedios.
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Por
J.N.
El
medicamento se llama Leucovorina Cálcica. Viene en comprimidos
de 15 miligramos. Es uno de los que periódicamente compra el Ministerio
de Salud para su banco de drogas contra el HIV. El laboratorio Filaxis
se presentó en la licitación del 24 de febrero del 2000
cotizando cada comprimido a 4 pesos. Ocho meses después, el 25
de octubre, el mismo laboratorio cotizó idéntico remedio
a 35 centavos. Pero en la misma fecha otro oferente, Monteverde, valuó
el comprimido en sólo 18 centavos. Y éste es apenas un ejemplo.
Podrían citarse muchísimos. ¿Cuál es entonces
el precio razonable de los medicamentos? Como es sensato suponer que ningún
laboratorio ni droguería vende voluntariamente a pérdida,
la conclusión es inevitable: el Estado vino pagando hasta hace
poco sobreprecios alucinantes por las medicinas, que en ocasiones podían
superar el 900 por ciento. ¿Por qué lo hacía? ¿Está
alguien investigando los presumibles actos de corrupción implícitos
en esas compras? Estas son algunas de las cuestiones que Página/12
le planteó al actual ministro del área, Héctor Lombardo,
en la entrevista que se reproduce en estas páginas y que deparó
otras sorpresas adicionales.
En muchos medicamentos, Salud logró caídas estrepitosas
en los precios licitados. Es el caso de la Staduvina 40, un genérico
antiviral cuyo precio promedio por comprimido fue de $ 3,90 en las compras
estatales de 1999 y comienzos del 2000, y luego descendió a 20
centavos, es decir, 94,9 por ciento menos. Esto indica que solamente en
ese remedio el Estado pagó $3,5 millones de más en 1999.
¿Hubo coimas y retornos? ¿De qué magnitud fueron
y qué funcionarios los embolsaron? Otra conclusión obvia
es que con el mismo dinero se hubiera podido auxiliar a muchos más
enfermos de sida.
Con las
drogas oncológicas sucede algo parecido. El Ministerio de Salud
está comprando este año las ampollas de 30 mg de Placlitaxel
a precios un 88 por ciento más bajos y los frascos de 100 mg de
Oxaciplatino a la décima parte de lo que pagaba antes. Pero no
en todos los casos sucede lo mismo, sobre todo si el oferente es único.
Es el ejemplo de Abbott y el Ritonavir, que ese laboratorio cotiza siempre
a igual precio. En este sentido, todavía habría bastante
margen para avanzar si se consigue ampliar aún más el grado
de competencia.
Pero las impactantes reducciones de las que puede jactarse Lombardo tienen
otro efecto inesperado: demostrar que los argentinos pagan precios irrisoriamente
altos por los remedios cada vez que entran a una farmacia, aun en el caso
de que compren con descuentos de obra social o prepaga. Y al respecto
el Gobierno no parece dispuesto a hacer nada. Ni siquiera existe un criterio
común. La única iniciativa en marcha por cierto que
lenta es la confección de listas de medicamentos, para que
el público pueda conocer las diferentes marcas bajo las que se
vende cada droga, genérico o principio activo, compare precios
y compre la más económica, si así lo quiere.
Sin embargo y según asegura Lombardo, el hecho de que
varios productos medicinales de diferentes laboratorios contengan la misma
droga no significa que sean de igual eficacia terapéutica. Por
tanto, el paciente hará bien en comprar la marca prescripta por
su médico, si confía en que éste se guió al
recetarla por su experiencia clínica y no por alguna simpatía
o motivación de otro orden. De hecho, el Estado argentino no ha
adquirido aún la tecnología necesaria disponible en
otros países para exigir parámetros de eficacia y
autorizar sólo los medicamentos que los reúnan. Tampoco
puede orientar a la población en la materia, lo cual suena bastante
grave.
Por de pronto, y como sucede desde 1991, el precio de los remedios es
libre y se prevé que subirá aún más por la
nueva ley de patentes. El Estado nacional, como comprador, decidió
no dejarse robar más y en algunamedida parece haberlo logrado.
Pero hasta ahora no se ocupó de este distorsionado mercado, donde
la población paga si puede precios que no guardan relación
alguna con los costos, o debe renunciar a comprar.
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