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EL MINISTERIO DE SALUD LOGRO BAJAR LOS PRECIOS DE SUS COMPRAS. ¿Y LAS FARMACIAS?
“Un cártel puede manipular una licitación”

En sus últimas licitaciones, el Ministerio de Salud compra los mismos medicamentos que antes, pero con caídas de hasta el 95 por ciento en los precios. Así, quedan en evidencia los terribles sobreprecios que pagaba, esos que siguen pagando los argentinos en la farmacia. Página/12 interrogó sobre estas cuestiones al ministro Héctor Lombardo.

Por Julio Nudler

–¿Cómo consiguió que bajaran tan drásticamente los precios de los medicamentos en las licitaciones del ministerio?
–Usted sabe que las licitaciones públicas, que son el método habitual de compra, pueden ser manipuladas por un club de oferentes.
–Un cártel...
–Un cártel. Lo que dije, ni bien llegué al ministerio, es que yo no tenía lobbystas ni representantes ni gestores. Y que quien viniera a denunciar un hecho de corrupción no necesitaba pedir audiencia. Podía pasar directamente.
–¿Y han venido?
–No, pero el mensaje se entendió, y por eso logramos bajar los costos en proporciones realmente llamativas, al menos en algunos casos.
–¿Los laboratorios tienen costos en función de los cuales fijan el precio de los medicamentos, o éstos son absolutamente antojadizos?
–Mientras el medicamento sea un producto de mercado, uno puede comprar al precio que le oferten, o bien decir que sólo va a comprar a precios razonables. Para eso abrí el juego, para que pudiesen presentarse todos.
–¿De qué manera?
–Erradicando a los lobbystas, a los operadores que organizaban cada licitación, predeterminando quién debía ganar en cada medicamento.
–¿Esto es lo que sucedía antes de su gestión?
–Yo no dije eso. Sólo dije que a partir de ese momento habría juego limpio. Que todos los medicamentos habilitados por la Anmat (Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica) podían participar, y que pagaríamos el precio más bajo.
–Todos los medicamentos significa todas las marcas de cada droga.
–Exactamente.
–Ahora bien; el Estado comprará más barato, lo cual es muy meritorio, pero la gente sigue comprando carísimo.
–El precio no lo fija Salud sino el comercio, y no depende de este ministerio sino de otro. Yo no tengo atribuciones respecto del valor de mercado de los medicamentos.
–La realidad es que el precio de los remedios es libre desde 1991, de manera que no depende de ningún ministerio...
–Pero más depende del Ministerio de Comercio (N. de la R.: Lombardo alude aquí al actual Ministerio de Defensa de la Competencia y del Consumidor.) Yo soy responsable de las compras que efectúa el Estado. Lo otro atañe a una política de medicamentos, y podríamos hablar de lo que yo pienso al respecto.
–Deduzco que usted no está de acuerdo con que tengan precios libres.
–Yo entiendo que el medicamento es un bien social. Esto significa que debe estar al alcance de quien lo necesite en el momento en que lo requiera. Y creo que uno de los derechos inalienables de cada individuo es el derecho a la salud. Soy consciente de que hoy hay argentinos que no tienen acceso a los medicamentos que necesitan.
–Pero ustedes son gobierno ahora. Esta es la oportunidad que tienen de corregir esta situación...
–Y es lo que estamos haciendo.
–Pero a nivel de la gente que debe comprar sus remedios en la farmacia no hay ningún cambio.
–No los hay porque habría que cambiar todo el sistema de comercialización, y eso lleva su tiempo. Cuando se quiere cambiar todo en conjunto, se termina por no cambiar nada. Nosotros transparentamos toda la gestión del ministerio. Aquí no hay corrupción, y mienten los que dicen que la hay. No hay una sola denuncia que no haya sido investigada. Así hemos logrado bajar los costos, y esto nos permitió hacer políticas de salud. Este ministerio no ahorra para que Economía tenga menos déficit.Con los ahorros que hicimos pagamos el médico de cabecera, armamos el programa Anahí, el programa maternoinfantil y otorgamos becas de investigación, que nunca se habían financiado desde este ministerio. Subsidiamos 146 grupos de investigación, con la obligación de contratar un investigador joven. Ahorramos en teléfono, en luz, en viajes, en insumos.
–¿Los precios de los remedios seguirán liberados?
–Esto excede el ámbito de este ministerio.
–¿Usted habla de esto con De la Rúa?
–Con el presidente hablamos de muchos temas, pero no hay que forzar los tiempos. El precio al que llegan los medicamentos al público es un tema que el gobierno tiene que encarar, pero no nos pidan que cambiemos la historia en dos días. Hoy estamos dando la posibilidad de la libre elección, dándole médicos de cabecera a quienes carecen de cobertura, atendiendo a las poblaciones indígenas, trabajando duramente para bajar la mortalidad maternoinfantil, incentivando la investigación y lanzando campañas de prevención.
–¿Usted cree que en materia de compras bajó los precios todo lo posible o sigue pagando demasiado por algunos medicamentos?
–Creo que estamos pagando valores razonables, teniendo en cuenta que obtuvimos reducciones promedio de 80 a 90 por ciento. Gratis no los vamos a conseguir. Si un medicamento que pagábamos 3,50 pesos ahora lo compramos a 35 centavos es porque las empresas han competido a cara de perro.
–Esto está muy bien, pero deja al descubierto un abismo entre este último precio y el que paga cualquier paciente en la farmacia.
–Esto hay que cambiarlo, pero para eso hay que trabajar en varios aspectos de la política de medicamentos.
–¿En cuáles?
–Por ejemplo, en un programa de garantía de calidad del producto, y en implementar a través de la Anmat la biodisponibilidad y la bioequivalencia, para empezar a garantizar la calidad de los productos que van al mercado. Esto lleva tiempo. Si usted consulta a diez médicos sobre la efectividad de diversos medicamentos basados en la misma droga, por observación clínica le dirán que no son equivalentes. En la farmacología moderna no se considera sólo la composición físico-química de un producto. Cuenta también la biodisponibilidad, que es la utilización que se hace de esa droga en el organismo y difiere de un producto a otro.
–Pero en Defensa de la Competencia informan que, junto con Salud, están completando la lista de drogas básicas y las correspondientes marcas con las que se comercializan, para que los pacientes conozcan las diferencias de precios entre ellas y puedan comprar las más económicas...
–Es que algunos creen que con los genéricos se resuelven todos los problemas de la medicación, y no es así.
–Usted está diciendo que hay diferentes calidades entre los remedios que se ofrecen con un mismo principio activo.
–Sí, no tengo ninguna duda. Lo he dicho toda mi vida. Yo no aparecí hoy en la gestión pública como una espora. Tengo 47 años de vida hospitalaria. Pero no es que lo diga yo. Esto lo saben todos los médicos y se dice en todos los congresos. Por eso hay que ir avanzando en el control de los medicamentos.
–¿Y quién es el responsable de ese control?
–Hasta ahora es el Anmat, que es el organismo que aprueba cada medicamento. Pero en la Argentina no había hasta ahora obligación de probar la biodisponibilidad y la bioequivalencia, porque éstos son avances nuevos.
–¿En qué desembocará esto, en una calificación de los medicamentos?
–No. Va a desembocar en la exigencia de que cada producto reúna los requisitos necesarios, que hasta ahora no eran exigibles. Sólo se requería que cada medicamento contuviera los elementos indicados en su fórmula.Pero esto se demostró que no alcanza. También es importante saber cómo se absorbe, cómo se degrada en el organismo.
–Pero ustedes, cuando compran medicamentos, ¿qué les exigen?
–Que cumplan con todas las normas que exige la ley.
–Pero no con estas nuevas que usted menciona.
–No, claro.
–¿La eficacia clínica tiene correlación con el precio de la marca? Cuanto más cara una medicina, ¿mejor?
–No.
–Ahora bien; cuando finalmente esté en cada farmacia, como impone una norma hasta hoy incumplida, la lista de genéricos y marcas, con el precio de cada una, se estará induciendo al enfermo a comprar la más barata, que puede no ser la más efectiva...
–Con el genérico también puede ocurrir que el empleado de la farmacia trate de vender el producto que más margen le deja. El genérico requiere también controles de calidad, y en esto la Argentina no está a la altura de otros países.
–O sea que estamos peor.
–No cabe ninguna duda. Cuando intervinimos la Anmat hace poco, la primera directiva que impartí es que quiero calidad. Nuestro Anmat debe ser un sello de garantía, como lo es la FDA estadounidense.
–¿Por qué intervinieron la Anmat?
–Porque veíamos situaciones poco claras. Sé que existían grupos de influyentes para lograr la aprobación de determinados certificados.
–¿Certificados para la habilitación de medicamentos?
–Así es.
–¿Los medicamentos elaborados por laboratorios extranjeros son mejores que los de los nacionales?
–No necesariamente. Uno piensa que los laboratorios que pertenecen a multinacionales ofrecen seguramente productos de buena calidad. Sin embargo, el laboratorio que más vende en la Argentina es Roemmers, y es nacional. La planta que inauguraron hace poco en Mataderos es espectacular. Pero a los laboratorios nacionales más chicos hay que darles tiempo para que se adapten a las nuevas exigencias de calidad. No vinimos a patear el tablero. Yo creo en los procesos paulatinos.
–¿Cuál es su expectativa para cuando se impongan las nuevas exigencias?
–Mi expectativa es que todo producto que esté en el mercado tenga la calidad asegurada. Esta es nuestra ambición, pero llevará un tiempo.
–¿Cuánto?
–Las transformaciones en los sistemas de salud no son tan rápidas como la gente querría. Primero hay que adquirir toda la tecnología que permita aplicar estos avances, crear una diferente cultura en la prescripción del medicamento. Hoy la Argentina tiene una sobreoferta tecnológica, porque cuando regía el Nomenclador nacional, fijaba valores de utilización de cada práctica médica. Una consulta valía, digamos, 2,50. Si le agregaba un electrocardiólogo valía 15. Si le añadía un ecógrafo valía 60. Y con un tomógrafo computado valía 260. Esto le enviaba al médico un mensaje implícito: si usted quiere vivir de la medicina, cómprese aparatos. Y por eso el 80 por ciento de nuestros médicos son especialistas. Y las facultades preparaban para atender pacientes de alta complejidad, que son el 5 a 10 por ciento de las patologías. El grueso de éstas se resuelven entre el médico y su paciente, nada más. Por eso hoy estamos rediseñando la política de salud y, en colaboración con las universidades, el recurso humano que necesitamos para esa política. Yo soy el primer ministro de Salud que visita las facultades de medicina del país. Nuestra prioridad es la atención primaria.
–¿Cómo influirá la ley de patentes sobre el precio de los medicamentos?
–Está bien reconocer los derechos que da la invención de un producto, pero en ningún caso admitiremos en salud que haya un único oferente. No puede haber exclusividad en la producción. En cuanto a los precios, el cálculo es que la ley no los encarecerá más de un 5 a 6 por ciento. Esto no es nada en un país donde los medicamentos aumentaron más de un 250 por ciento en los últimos años, mientras había estabilidad. La patente nos preocupa a los argentinos porque abandonamos casi totalmente la investigación.
–¿Los precios testigo que les calculó la Sigen también fueron un arma para bajar los valores en las licitaciones?
–No. En muchos casos compramos por debajo de esos precios testigo. Pero compramos tan abajo que también es posible que en otra licitación debamos pagar algo más. Son variantes del mercado.
–El que ofertaba antes cada comprimido a $ 3,50, ¿con qué cara lo ofertó después a 35 centavos?
–No me lo pregunte, pero es así. Si alguien lo pagaba...
–Pero por algo alguien aceptaba esos precios desmesurados. ¿Han abierto alguna investigación?
–Investigar esto me exigiría mucho tiempo, y yo no vine para eso sino para cambiar la historia en Salud de aquí para adelante. En todo caso, cualquier fiscal puede ocuparse de investigar. Ellos están para eso. Si lo hiciera yo, debería pasarme el día en Tribunales. Si tuviera que litigar contra todos los periodistas que me ofenden, contra los tipos que se quejan porque se les arruinó el negocio, contra los sindicalistas que reparten volantes, no podría ocuparme de organizar un programa de salud.
–¿A usted lo persigue el fantasma de lo que le ocurrió al gobierno de Arturo Illia cuando enfrentó a los laboratorios?
–A mí no me persigue ningún fantasma. Yo quiero a esta industria farmacéutica. Los brasileños reconocen que no pueden competir con ella porque es de muy buena calidad. Pero también digo que con lo que gastamos en medicamentos deberían tener acceso a éstos todos los argentinos.


El problema del control de precios y de calidad

La brusca baja de precios muestra que se pagaba sin el menor control. ¿Se investigará esta corrupción? Todavía no hay tecnología en el país para testear realmente la calidad de los remedios.

Por J.N.

El medicamento se llama Leucovorina Cálcica. Viene en comprimidos de 15 miligramos. Es uno de los que periódicamente compra el Ministerio de Salud para su banco de drogas contra el HIV. El laboratorio Filaxis se presentó en la licitación del 24 de febrero del 2000 cotizando cada comprimido a 4 pesos. Ocho meses después, el 25 de octubre, el mismo laboratorio cotizó idéntico remedio a 35 centavos. Pero en la misma fecha otro oferente, Monteverde, valuó el comprimido en sólo 18 centavos. Y éste es apenas un ejemplo. Podrían citarse muchísimos. ¿Cuál es entonces el precio razonable de los medicamentos? Como es sensato suponer que ningún laboratorio ni droguería vende voluntariamente a pérdida, la conclusión es inevitable: el Estado vino pagando hasta hace poco sobreprecios alucinantes por las medicinas, que en ocasiones podían superar el 900 por ciento. ¿Por qué lo hacía? ¿Está alguien investigando los presumibles actos de corrupción implícitos en esas compras? Estas son algunas de las cuestiones que Página/12 le planteó al actual ministro del área, Héctor Lombardo, en la entrevista que se reproduce en estas páginas y que deparó otras sorpresas adicionales.
En muchos medicamentos, Salud logró caídas estrepitosas en los precios licitados. Es el caso de la Staduvina 40, un genérico antiviral cuyo precio promedio por comprimido fue de $ 3,90 en las compras estatales de 1999 y comienzos del 2000, y luego descendió a 20 centavos, es decir, 94,9 por ciento menos. Esto indica que solamente en ese remedio el Estado pagó $3,5 millones de más en 1999. ¿Hubo coimas y retornos? ¿De qué magnitud fueron y qué funcionarios los embolsaron? Otra conclusión obvia es que con el mismo dinero se hubiera podido auxiliar a muchos más enfermos de sida.
Con las drogas oncológicas sucede algo parecido. El Ministerio de Salud está comprando este año las ampollas de 30 mg de Placlitaxel a precios un 88 por ciento más bajos y los frascos de 100 mg de Oxaciplatino a la décima parte de lo que pagaba antes. Pero no en todos los casos sucede lo mismo, sobre todo si el oferente es único. Es el ejemplo de Abbott y el Ritonavir, que ese laboratorio cotiza siempre a igual precio. En este sentido, todavía habría bastante margen para avanzar si se consigue ampliar aún más el grado de competencia.
Pero las impactantes reducciones de las que puede jactarse Lombardo tienen otro efecto inesperado: demostrar que los argentinos pagan precios irrisoriamente altos por los remedios cada vez que entran a una farmacia, aun en el caso de que compren con descuentos de obra social o prepaga. Y al respecto el Gobierno no parece dispuesto a hacer nada. Ni siquiera existe un criterio común. La única iniciativa en marcha –por cierto que lenta– es la confección de listas de medicamentos, para que el público pueda conocer las diferentes marcas bajo las que se vende cada droga, genérico o principio activo, compare precios y compre la más económica, si así lo quiere.
Sin embargo –y según asegura Lombardo–, el hecho de que varios productos medicinales de diferentes laboratorios contengan la misma droga no significa que sean de igual eficacia terapéutica. Por tanto, el paciente hará bien en comprar la marca prescripta por su médico, si confía en que éste se guió al recetarla por su experiencia clínica y no por alguna simpatía o motivación de otro orden. De hecho, el Estado argentino no ha adquirido aún la tecnología necesaria –disponible en otros países– para exigir parámetros de eficacia y autorizar sólo los medicamentos que los reúnan. Tampoco puede orientar a la población en la materia, lo cual suena bastante grave.
Por de pronto, y como sucede desde 1991, el precio de los remedios es libre y se prevé que subirá aún más por la nueva ley de patentes. El Estado nacional, como comprador, decidió no dejarse robar más y en algunamedida parece haberlo logrado. Pero hasta ahora no se ocupó de este distorsionado mercado, donde la población paga –si puede– precios que no guardan relación alguna con los costos, o debe renunciar a comprar.

 

 

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