Se
podría decir que las autoridades palestinas e israelíes
ya no saben más qué hacer para evitar declarar muertas a
las negociaciones de paz. Con un telón de fondo de fracaso en el
diálogo sobre las cuestiones claves (Jerusalén, refugiados,
etc.) y de más violencia en el terreno, la Casa Blanca sigue haciendo
gestiones de todo tipo. Los encargados de seguridad israelíes y
palestinos se reunieron ayer en El Cairo con el jefe de la CIA, George
Tenet, para ver si al menos pueden lograr detener un poco el espiral de
muertos y de anuncios de guerra total que se desencadenó en Medio
Oriente a partir del 28 de setiembre del año pasado. Y el enviado
de la Casa Blanca para Medio Oriente, Dennis Ross, llega hoy a la región
para reunirse con el premier saliente israelí, Ehud Barak, y el
líder palestino Yasser Arafat. Pero por separado.
En medio de todas estas negociaciones y sin acuerdo de paz a la vista,
Israel está embarcada de lleno en el proceso electoral para los
comicios del 6 de febrero. La derecha nacionalista hará hoy una
manifestación en la Jerusalén árabe (Oriental) para
protestar por la política del premier saliente y otra vez candidato
Ehud Barak. También las propias filas laboristas se rebelan contra
Barak: un grupo de diputados del partido le pidieron al premier que renunciara
a su candidatura en favor del premio Nobel de la Paz Shimon Peres, ya
que el derechista Ariel Sharon sigue arrasando en las encuestas contra
Barak, pero no necesariamente contra Peres. Barak dijo que será
candidato así lo voten cuatro personas y opta por sumar a Shimon
Peres, a quien ya le habría ofrecido la Cancillería israelí
en caso de triunfo. Peres habría aceptado porque a ambos se los
vio juntos en la televisión.
Sin embargo, el tándem Barak-Peres siguen teniendo las de perder.
No sólo por los sondeos de intención de voto para premier:
según una encuesta publicada por el Instituto de Investigaciones
sobre la Paz de la Universidad de Tel Aviv, el 57 por ciento de los judíos
israelíes rechaza el plan Clinton para la paz en la región,
que el mismo Barak aceptó en la mayoría de sus puntos. De
hecho, los nacionalistas desfilarán en Jerusalén Oriental,
que en el plan Clinton sería cedida a los palestinos, para protestar
contra Barak y apoyar a Sharon, que ha dicho que nada de Jerusalén
será de sus palestinos si él gobierna. Así, los comicios
del 6 de febrero aparecen, efectivamente y como quiere Barak,
en un referéndum sobre la paz o la guerra. La diferencia es que
como no quiere Barak está ganando el bando que se identifica
con la guerra. Los palestinos son aún más enérgicos:
además de rechazar el plan Clinton, ayer el movimiento Al Fatah
(el principal de la Autoridad Palestina, el de Arafat) denunció
que dicho plan se esconde el lobby sionista sobre la Casa Blanca.
Entre las pocas chances de frenar la violencia en la región figura
la cooperación en seguridad y para ello la CIA y funcionarios palestinos
e israelíes estuvieron en El Cairo. Mientras tanto, Israel se corta
solo en materia de seguridad y ayer detuvo a un ciudadano jordano, Abdallah
Abú Jaber, de 25 años, como principal sospechoso del atentado
del 28 de diciembre en Tel Aviv contra un autobús israelí,
que dejó 13 heridos. Según fuentes israelíes, Abú
Jaber confesó su culpabilidad. En el terreno, ayer murió
una palestina y otro quedó en grave estado. Desde el 28 de setiembre,
los muertos ya son 370, de los cuales 313 son palestinos.
Teniendo en cuenta que aparentemente no podemos concluir un acuerdo
antes que Clinton abandone sus funciones (el 20 de este mes), deberíamos
al menos intentar crear una declaración general de principios que
guíe el diálogo para realizar un futuro acuerdo, dijo
con tono de lamento el canciller israelí Shlomo Ben Ami. No
hay espacio ni para una declaración de paz ni para un acuerdo interino
o parcial. Hay que conseguir un acuerdo definitivo, porque es el único
camino hacia la paz y la seguridad. Queremos la paz ahora, o nunca,
respondió el consejero político de Arafat, Nabil Abu Rudeina.
Parece que ahora, por lo pronto, la paz no llegará.
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