Página/12
en Francia
Por
Eduardo Febbro
Desde París
La
OTAN utilizó el eufemismo daños colaterales
para minimizar la muerte y destrucción que ocasionó entre
la población civil durante la guerra de los Balcanes. Cuando estos
daños se extienden al campo de la Alianza Occidental, la colateralidad
parece más central de lo que se creía. Un total de 50 soldados
portugueses, franceses, italianos, belgas, alemanes, españoles,
daneses, suizos y griegos sufren del llamado síndrome de
los Balcanes, consecuencia de la utilización de armas norteamericanas
con un revestimiento de uranio empobrecido. Este elemento químico
se usa particularmente en las armas diseñadas para destruir tanques
pero, un año después del fin de la guerra de los Balcanes,
el uranio empobrecido ha provocado en varios países europeos una
ola de leucemias, cáncer y muertes que no dejan dudas sobre sus
consecuencias posteriores. Con el telón de fondo de una seria pugna
entre europeos y norteamericanos, la Unión Europea y la OTAN se
reúnen en Bruselas a partir de este lunes para estudiar los casos
declarados del síndrome de los Balcanes.
A finales de la semana pasada, una misión de las Naciones Unidas
confirmó que las denuncias de los militares enfermos eran más
que meras sospechas. La ONU encontró restos de las municiones con
uranio empobrecido y también detectó la presencia de radioactividad
en ocho zonas de Kosovo bombardeadas por la Alianza Atlántica.
Pekka Haavisto, jefe del equipo de evaluación del programa de la
ONU para el medio ambiente, precisó que no se podía
excluir la posibilidad de que muchas personas hayan sido afectadas por
ese tipo de munición. Paralelamente, la Organización
Mundial de la Salud (OMS) anunció que no había registrado
ningún enfermo de leucemia en la provincia yugoslava desde el fin
de la guerra (finales de 1999). La OMS asegura también que no encontró
ninguna prueba capaz de establecer lazos entre las afecciones de los soldados
y los proyectiles dotados de uranio empobrecido. Con todo, resulta curioso
que la ONU haya descubierto rápidamente niveles de radioactividad
superiores al normal en distintas zonas bombardeadas por la OTAN.
El jueves, Susan Manuel, portavoz de la misión de la ONU en Kosovo,
reveló que la Alianza Atlántica había disparado 31
mil proyectiles revestidos con uranio empobrecido contra un total de 112
blancos elegidos.
Más allá de la guerra de los expertos, queda un dato inobjetable.
De los 50 casos denunciados oficialmente, 18 son mortales y todos corresponden
a soldados que sirvieron durante la campaña de Kosovo. Italia es
el país más afectado, con ocho decesos y 18 enfermos. Le
siguen Bélgica con cinco militares que murieron de cáncer
y siete que padecen esa enfermedad desde que volvieron de los Balcanes,
Alemania con un solo cáncer, Dinamarca con un caso de leucemia,
Portugal con cuatro enfermos y un deceso, España con dos muertos
y siete casos de cáncer, Suiza, un muerto; Grecia, un caso de leucemia,
Francia, con cuatro soldados hospitalizados por leucemia. En el resto
de países que estuvieron presentes en el terreno en uno u otro
momento, Rusia por ejemplo, los exámenes médicos detallados
empezarán a llevarse a cabo esta misma semana.
Lo más sobresaliente de esta crisis radica en que los
europeos parecen descubrir recién ahora que las bombas norteamericanas
estaban dotadas de uranio empobrecido. El Pentágono reconoció
el viernes haber utilizado armas con ese elemento en bombas transportadas
por los aviones A10 Thunderbolt. Sin embargo, Washington aseguró
que por nada del mundo renunciaría a emplear ese tipo de municiones,
al tiempo que negó rotundamente que haya una relación de
causa-efecto entre las municiones y los casos de cáncer y leucemia.
El presidente de la Comisión Europea,Romano Prodi, manifestó
no obstante su abierta oposición a que dichas armas sigan circulando:
Resulta claro dijo que si existe un riesgo, incluso
mínimo, esas armas deben ser abolidas. El viernes, el vespertino
francés Le Monde interrogó directamente al Pentágono,
y esta institución aclaró que el centro para la promoción
de la salud y la medicina preventiva del ejército norteamericano
había efectuado una investigación en marzo del 2000 sobre
la utilización del uranio empobrecido. Según el Pentágono,
el ciento por ciento de los blancos conocidos en el sector norteamericano
fueron analizados y no se encontró huella alguna de uranio empobrecido.
Tampoco se constataron casos de cáncer o leucemia. La misma
fuente alega que las radiaciones del uranio empobrecido no pueden
penetrar la piel.
El discurso y las pruebas científicas del Pentágono no calman,
sin embargo, las sospechas de los europeos. Ya enfrentadas al síndrome
de la Guerra del Golfo, las capitales del Viejo Continente ven abrirse
una puerta polémica que creían cerrada. La cantidad, la
simultaneidad y la raíz común de los casos conocidos
alejan las dudas. La periodista francesa Christine Abdelkrim-Delane, autora
de una apabullante investigación sobre las consecuencias de la
Guerra del Golfo (Una sucia guerra limpia), explica que el problema del
uranio empobrecido se plantea cuando se lo utiliza como munición.
En sí no es radioactivo, pero cuando un proyectil con uranio empobrecido
explota, se propagan radiopartículas y metales tóxicos semejantes
a las de los metales pesados. Abrahan Behar, especialista de la
medicina nuclear y presidente de la asociación de médicos
franceses para la prevención de la guerra nuclear (Premio Nobel
de la Paz en 1985), sostiene que el uranio empobrecido posee una
toxicidad doble. Aunque sea menos radioactivo que los otros uranios, tiene
no obstante una capacidad radioactiva porque emite rayos gama y alfa.
Y bajo la estricta exigencia del anonimato, muchos militares de la Alianza
Occidental denuncian el desenlace incontrolable de una guerra a
la que se calificó de quirúrgica y limpia, y que, como lo
demuestran los hechos, empieza a revelar sus males ocultos.
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