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ENTREVISTA AL GRUPO DE DANZA-TEATRO EL DESCUEVE
“Nuestro motor es el cuerpo”

Los bailarines-actores de El Descueve se caracterizan por su transgresión de las convenciones artísticas. En su nuevo espectáculo, �Hermosura�, trabajan �sobre los clisés del sentimiento amoroso�.

Por Hilda Cabrera

Decidieron llamarse El Descueve, y el nombre se les convirtió en emblema. A medio camino de la provocación y la deliberada inocencia, este grupo de danza-teatro hizo suya esa expresión chilena, cuyo significado es “lo más, algo buenísimo”, según apuntan en diálogo con Página/12 Mayra Bonard y Carlos Casella, dos de los cinco fundadores de esta troupe que estrenará Hermosura, el próximo jueves en La Trastienda (Balcarce 460). Ese no es el único significado: también se le llama así a la vagina. “Eramos mucho más chicos cuando elegimos ese nombre, y para nosotros, descuevarse equivalía a iniciación”, rememora Bonard, quien, como sus compañeros, se interesa por articular la danza (de donde provienen) con todo lo que bulle.
Creadores de espectáculos que se convirtieron a veces en explosivas celebraciones, los bailarines-actores de El Descueve no desdeñan ninguna disciplina artística, y se atreven a todo, como gentes apasionadas que son. Dos años atrás debieron enfrentar un intento de censura por parte del Gobierno de la Ciudad. El motivo fue un afiche que reproducía una vagina, símbolo de “energía femenina”. Publicitaban así el estreno de Todos contentos, obra dirigida por Bonard y María Ucedo, con puesta de Nora Moseinco y música de Diego Vainer. Hermosura (“sobre el mundo de la noche y lo exageradamente hermoso”, de la que en el 2000 se ofrecieron sólo dos funciones en el marco del Festival de Danza de Buenos Aires, suficientes para ser premiada) posee otras características, sin perder el aire de familia con las anteriores producciones del equipo, integrado –además de Bonard y Casella– por Ana Frenkel, María Ucedo y Gabriela Barberio.
El primer espectáculo, Criatura (1990) fue compuesto especialmente para ser presentado en Colombia (en el Festival Internacional de Bogotá). La música pertenecía a Gaby Kerpel (del grupo De la Guarda). A aquella obra le siguieron La fortuna (1991), dirigida por Frenkel, con aporte musical de su hermano Diego, de Sebastián Schachtel y Alejandro Terán, y Corazones maduros (1993), coordinada por Casella y con música de Kerpel, donde invitaron a otros tres bailarines. Hace cinco años, El Descueve había participado del sorprendente y poético Período Villa Villa, junto al reconocido grupo De la Guarda, espectáculo que les permitió salir nuevamente de gira. Una primera invitación les fue formulada por el Darryl Rot Theatre de Union Square, en Nueva York.
“La principal diferencia entre aquellos trabajos y este último, Hermosura, son las canciones. Armamos la obra a partir de composiciones originales y de otras adaptadas. El canto nos había quedado como un resto de Todos contentos, como algo que tenía que germinar en un nuevo espectáculo”, puntualizan Bonard y Casella, esta vez también director, junto a Ana Frenkel.
–Se ha señalado muchas veces el carácter sensual de las obras del grupo y, al mismo tiempo, la intención de deserotizar el sexo. ¿Sucede lo mismo en Hermosura?
M.B.: No. Esta obra tiene un sentido fuertemente erótico. En Todos contentos había, en cambio, una sexualidad animal, muy conectada con las sensaciones primarias.
C.C.: Hermosura es mucho más pícara. Trabajamos sobre los clisés de la pareja y del sentimiento amoroso.
–¿Buscan transgredir?
C.C.: Todos nuestros espectáculos resultan de la combinación de las miradas de quienes componemos el grupo, que en algún punto, según creemos, son transgresoras.
M.B.: Porque ponemos ahí nuestras trabas y tabúes, con los que también el espectador puede identificarse. Estamos insertos en esta sociedad, y lo que hacemos es parte de esta cultura en la que vivimos. Sólo que, a diferencia de las puestas teatrales, no trabajamos sobre los estereotipos de lo que nos rodea, sino desde nosotros mismos, de nuestros propios estereotipos.
C.C.: Por eso, ninguno le va a pedir a Mayra que, como artista, haga aquello que no le pertenece, que para ella no sea vital. Tampoco se lo pedimos a los demás ni a los dos artistas que invitamos a participar de este espectáculo (los bailarines Daniel Cúparo y Juan Minujin).
M.B.: Aportamos nuestra fortaleza, nuestro tipo psicofísico. El motor de nuestro trabajo es el cuerpo.
C.C.: Que adiestramos, pero sin dejar de interesarnos por otras artes, como la música y la plástica. Nos identificamos como bailarines, porque ésa fue nuestra formación primera, pero nos importa ampliar nuestro lenguaje, diversificarlo. Todos tenemos un arte postergado. A mí, por ejemplo, me gusta cantar y modelar esculturas. A Mayra le sucede algo parecido con la música y la fotografía. Por eso, tratamos de inaugurar cada escena con una forma distinta de expresión y producir más quiebres y más rupturas.
–Como grupo de danza-teatro, ¿no los asusta quedar atrapados en el caos?
M.B.: No, al contrario. Nosotros partimos de situaciones caóticas, pero es función del director armar el back up para que nos contenga.
–¿Habrá acrobacia en Hermosura?
M.B.: Nos gusta hacer volteretas, investigar sobre el movimiento, el manejo del cuerpo y su libertad, pero descartamos lo puramente acrobático.
C.C.: El grupo no vota lo que le parece vacío de contenido, aunque sea bello. Por ejemplo, cuando Mayra hacía el papel de chancho en Todos contentos no impactaba por el virtuosismo del movimiento que realizaba, sino por el contenido, por su energía, que era muy física, y por su manera “asocial” de expresarse.

 

 

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