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Al nuevo show de la gente común le falta conflicto

�Solos en la casa� tiene un problema básico: que los espectadores no alcanzan a querer u odiar a los competidores por falta de tiempo.

Por Mariana Enríquez

El nuevo programa de “gente común” compitiendo por un premio, “Solos en la casa”, impresionó en su primer capítulo como un híbrido. Está lejos del esquema de los reality shows al estilo de lo que será “Gran Hermano”, y tampoco es un programa de entretenimientos común. Más bien resulta una mezcla de los dos, parte de un subgénero que ha sido denominado en el Primer Mundo “reality game show”. En rigor, “Expedición Robinson” también lo era, pero en su dinámica los juegos resultaban lo menos importante. Lo que originó el “fenómeno Robinson” (altos ratings y la semi-celebridad de los protagonistas) no fue su resistencia ni cuán bien podían bucear. Allí hubo construcción de personajes, enemistades y simpatías, alianzas, algunos dramas. En fin, lo fundamental para una narración: conflicto. El juego, el premio eran apenas un pretexto, por lo menos para los televidentes. En este sentido, “Solos en la casa” tiene problemas. Y uno de ellos es de rating: tuvo un promedio de 8.8, el domingo.
La premisa de la nueva apuesta de Canal 13 es interesante: cinco desconocidos en una casona de Cañuelas sometidos a pruebas a cualquier hora del día o de la noche (son 72 horas de encierro) mientras 26 cámarasa los filman. Les indica las pruebas un “cerebro” que se proyecta en una pantalla de TV, con una voz en off distorsionada y risas maquiavélicas. Ese ente promete más crueldades de las que en realidad comete. Por ejemplo: el segundo día les indicó a los participantes que usaran un mapa para encontrar comida en el patio de la casa, “la única que tendrán en todo el día”. Encontraron unas tiras de asado, pero cuando comenzaron a comerlas debieron que salir corriendo a otro juego. Los dejó sin el almuerzo, pero los participantes ya habían comido el día anterior: no se trata de una maldad taaaaaan imperdonable.
En el primer episodio de los 13 que contempla el proyecto participaron Andrea (comerciante de 29 años), Carlos (cubano profesor de salsa), Julieta (24, profesora de educación física), Mauro (24, camionero) y Marcelo (33, comerciante). Pero, en verdad, el pasado de cada uno no tiene mayor sentido. “Solos en la casa” es un juego anónimo, al contrario de “Expedición Robinson” o “Gran Hermano”. En una hora editada, si además se presentan todos y cada uno de los juegos en los que los encerrados participan, no hay tiempo para acumular simpatías o rechazos, de que se construya la interacción entre los cobayos, que es lo más interesante de los reality shows. El espectáculo, por otra parte, no tiene continuidad: de los cinco participantes sólo queda uno, el ganador, a quien no se vuelve a ver hasta una gran final con los otros vencedores de capítulos.
En este sentido, “Solos en la casa” se parece a “Fort Boyard”, también de PromoFilm. Aunque, claro, no tiene participantes famosos que puedan despertar un mayor interés. Es sólo gente común en juegos de resistencia: cavar un túnel bajo un tronco y pasar (el que pasa primero gana), dispararse con pistolitas de juguete, aguantar bajo una ducha fría 13 minutos. Julieta, la ganadora, dijo que los cinco se llevaron " re-bien" durante el encierro. El secreto de los reality shows pasa porque el espectador vea de qué modo los individuos se odian y se aman irracionalmente en una situación construida. En “Solos...” eso no parece posible Lo más aproximado es el “duelo”: cuando un participante pierde, puede desafiar a otro para evitar retirarse de la casa. Si le gana, el otro se va y él se queda. Todo en buena ley. La buena ley no es todo, se sabe, en programas de gente común haciendo cosas más o menos extraordinarias. A veces, el público quiere sangre, sudor o aunque más no sea lágrimas.

 

 

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