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EN EL MARCO DE LA BIENAL INTERNACIONAL MNBA
Hay otro mundo y es éste
Una de las fotos de la instalación fotográfica de Ana Laura Aláez, “Pleasure Designer”, 1998.

Dos de las más importantes artistas jóvenes españolas están exhibiendo su obra en la Bienal del Museo de Bellas Artes. La ficción y la ciencia ficción como recursos críticos.

Por Fabián Lebenglik

En el marco de la confusa Bienal Internacional del Museo Nacional de Bellas Artes se destacan algunos envíos como el español, integrado por Ana Laura Aláez y Marina Núñez, cuyo curador es el escritor y poeta José Tono Martínez, director del ICI de Buenos Aires.
Son dos de las artistas jóvenes más interesantes de las artes visuales españolas, que comenzaron a exhibir sus trabajos entre principios y mediados de la década del noventa y cuya carrera se internacionalizó en los últimos dos o tres años.
Hay varios puntos en común entre ambas y, por lo que puede verse en la muestra que montaron en Buenos Aires, el más fuerte es el de la ciencia ficción como discurso formal y como estructura narrativa popular en el que se insertan visiones, según cada obra, más irónicas o más desgarradas. El guiño del género les permite la alteración de coordenadas lógicas y temporales para hablar de otros mundos sobre este mundo.
En el caso de Aláez (1964) se exhibe una ambientación visual y musical, “Liquid Sky”, que la propia artista describe: “Es una plataforma gigante de luz con más de 1500 leds azules parpadeantes y ocho focos –también de color azul– que acentúan ciertas zonas dotando al espacio de un carácter flotante, vibrante y metafórico. El primer contacto visual es como el que se desprende en un estudio de música con las luces apagadas, pero con todos sus aparatos funcionando. Este suelo es una superficie brillante que invita al espectador a andar por él. Casi se diría que, en vez de pisar los puntos de luz, nos sumergimos en Liquid Sky. La luz es el elemento esencial de esta propuesta: un suelo estrellado. Una columna también dibujada con leds marca el centro de este cielo líquido. La sensación de semipenumbra que se crea en el ambiente obliga a mirar al techo, donde parece que sucede algo. En el techo se ve una proyección de video. Es mi rostro recortado que mira, observa y hace gestos. Se puede entender como si la artista fuera una réplica de las miradas y de los sentimientos de los transeúntes, o mejor, de aquellos que observan y opinan. Pero como mejor lo entiendo yo, es como si la artista deseara insuflar aire y calor gratificante al que está allí abajo, que, desde arriba, se ve muy pequeñito y, por lo tanto, es vulnerable”.
En la segunda sala se muestra una serie de diapositivas en las que se evoca el mundo de la mujer con humor, crítica y fantasía.
La artista cruza distintos lenguajes visuales y musicales, en un intento por ampliar el campo artístico hacia otros campos fuertemente formalizados pero más ligados al espectáculo, los medios masivos, el diseño, la moda, el ambiente de las discotecas y cierta cuota de narración autobiográfica en clave ficcional. En ese cruce también se atraviesan registros sociales e ideológicos, “altos” y “bajos”.
Su propia imagen, con disfraces y maquillajes, aparece continuamente en la obra de Aláez. “Cuando un artista no recurre a otra persona para expresar sus ideas –explica–, siempre se habla de feminismo, de seducción o de ¿por qué no?, de simple exhibicionismo. A mí me gusta considerarme como un versátil y complejo material de trabajo, es decir, como si fuera un trozo cálido de plomo moldeable o como si me representara en un frío y tecnológico monitor de televisión. Se podría decir que hay una huella de experiencia vital, pero no en el sentido de huella de lo cotidiano, sino un rastro de lo inaprensible y abstracto. El mundo de las ideas, para muchos, puede suponer el plano real.”
Esa mezcla de mundos que confluyen en la cultura del consumo es exhibida por Aláez con una mirada entre ingenua, cínica y sensual.
“Todos esos ámbitos periféricos –explica Manel Clot, en el catálogo de una gran muestra de hace casi dos años–, que hasta el momento habían estado rondando el mundo del arte, sospechados de poca profundidad y deser ejemplos del excesivo consumismo populista, pasan a estructurar el discurso artístico de Ana Laura Aláez –la moda, la música, la cultura de clubes, la identidad, el género, los dj, el diseño, los videoclips, la noche o la gráfica–, para dar lugar a discursos no convencionales, poco oficiales, divergentes, contaminados y contaminantes, empeñados en poner en crisis los sistemas tradicionales de representación, en que la capacidad de riesgo y alcance de las propuestas se mide por su capacidad de trasvasar informaciones y mecanismos de unos circuitos a otros y también por conectar frecuencias de cualquier procedencia y sintonía.”
En “Cyborgs”, la instalación de Marina Núñez (1966), una docena de cabezas-máquina colocadas en las paredes, cerca del techo, emiten una luz naranja en el contexto de una sala oscura. Son cabezas extrañas, que están abiertas y en su interior se ve una compartimentación y un mecanismo, como si la inmaterialidad de las ideas tomara cuerpo, un cuerpo siniestro.
La genealogía de estas cabezas puede buscarse en la cabeza de Frankestein, que pasó al cine con costuras y electrodos, mitad organismo mitad maquinaria. Una imaginería que desplaza el presente hacia pasados y futuros que se evocan mutuamente en la ficción artística, para discutir los criterios que se fijan como estándares, pero que desnudan un origen ideológico dominante según el cual, cada época y cada poder, define privilegios, pertenencias y exclusiones. (En el Museo Nacional de Bellas Artes, Libertador 1478, hasta fin de enero.)

Máscaras desde hoy

El Espacio de Arte Filo inaugura hoy, como hace un año, una muestra dedicada a las máscaras, con 26 artistas invitados. Allí se retoma con humor y reflexión plástica las tradicionales funciones religiosas, sociales, funerarias, teatrales, chamánicas o médicas que han tenido las máscaras desde la Antigüedad, como también se toma la tradición moderna, de índole más decorativa. Los 26 artistas invitados son: Sofía Althabe, Nora Iniesta, Mariel Altobello, Viviana Macías, Alicia Antich, Matilde Marín, Claudia Aranovich, Ricardo Martín, Nora Aslan, Cacho Monarstisky, Esteban Alvarez, Miriam Peralta, Claudio Barragán, Pedro Roth, Silvina Buffone, Juan Carlos Romero, Italo Chiantore, Celina Saubidet, Mercedes Estévez, Marino Santa María, Néstor Fernández, Oscar Smoje, Pájaro Gómez, Clorindo Testa, Eduardo Gualdoni y Luis Wells. (San Martín 975, diariamente de 12 a 24, entrada libre y gratuita. Sigue hasta marzo.)

Maestros en serie

El Bar Beckett (El Salvador 4960, Palermo Viejo) presenta desde el jueves próximo, 11 de enero, la primera de una serie de tres exposiciones de verano que reúne a 22 artistas consagrados y de la generación intermedia, organizadas por el boletín trimestral La boca del caballo. La serie se abrirá el 11 con una muestra que sigue hasta fin de mes, con obras de Bengochea, Broullon, Gorriarena, Lasser, Mac Loughlin, Obelar y Presas. La segunda muestra, que tendrá lugar entre el 1º y el 13 de febrero, incluye obras de Aguirrezabala, Camus, Crovo, Grosclaude, Magliano, Onofrio, Ricardo Roux y Sapia. La última exposición se presentará entre el 15 y el 28 de febrero, con obra de Berni, Masoch, León Ferrari, Carusillo, Molteni, Santoro y Noé. La presentación, en todos los casos, está a cargo de la historiadora de arte Ofelia Funes, a las 19 horas de cada fecha inaugural.

Arte en la Barra

El viernes 12 de enero a las 20, los artistas plásticos Sara Diciero -con sus cajas lumínicas–, Nicolás Caubarrere, Laura Figari y Valeria Terzolo –pinturas al óleo– inauguran una muestra de sus obras en El Atelier de la Barra, Ruta 10, Punta del Este. Se podrá ver durante toda la temporada.

EN LA ANTIGUA TORRE DE AGUA
El Museo de Arquitectura

A mediados de diciembre se abrió precariamente un nuevo espacio para exposiciones. Se trata del Museo de Arquitectura (Marq), que funciona en la antigua Torre de Agua de Libertador y Callao, bajo la dirección de la Sociedad Central de Arquitectos. Allí se exhibirán proyectos arquitectónicos, muestras de plástica y ecología, proyectos de municipios, urbanizaciones y muestras sobre ecología. El Marq también se propone dar a conocer el patrimonio arquitectónico y reunir patrimonio documental en varios formatos y soportes. La antigua Torre de Agua fue cedida por el ente residual de Ferrocarriles a la Sociedad de Arquitectos, que la restaurará manteniendo su estructura original, de principios del siglo pasado y le dará un uso cultural por 20 años. El Museo, de tres plantas iguales y un subsuelo, posee 300 metros cuadrados de superficie total. En la restauración del edificio, que será concursada –de allí su inauguración provisoria– se incluyen 1500 metros de espacio verde circundante, en donde también se proyecta hacer exposiciones. El nuevo Marq presenta hasta el 12 de enero, de 15 a 19, una exposición de arquitectos y pintores –Justo Solsona y Clorindo Testa, entre otros–, acompañada por textos de escritores consagrados. Simultáneamente, se muestra también una selección de fotos del arquitecto Alejandro Leveratto, en la que se exhiben encuadres panorámicos de sitios tradicionales de la ciudad.

 

 

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