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La defensa de Pinochet apuesta
de nuevo al síndrome del Tata loco

Después del informe sobre desaparecidos, los defensores del ex dictador chileno cambiaron de estrategia. Ahora se hará los exámenes neurológicos. Ansían conseguir la certificación de �insano�.

Un familiar de la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos protesta ante La Moneda.

Por Manuel Délano
Desde Santiago

El ex dictador Augusto Pinochet regresó ayer desde su residencia campestre en Bucalemu, unos 150 kilómetros al suroeste de Santiago, hasta la capital, para presentarse a primera hora de hoy al inicio de los exámenes médicos en el Hospital Militar, los cuales podrán prolongarse hasta el sábado si fuera necesario, en el prólogo de la declaración indagatoria que deberá prestar ante el juez Juan Guzmán el próximo lunes 15 y a la que su vocero anticipó que se prestará. Entretanto, el pleno de la Corte Suprema nombró a dos jueces especiales de las cortes de Apelaciones para investigar dos denuncias de fosas donde están sepultados clandestinamente cuerpos de detenidos desaparecidos en la dictadura, según los informes que entregaron los militares y las iglesias al gobierno.
La nueva estrategia de la defensa de Pinochet de aceptar las diligencias ordenadas por el magistrado y poner fin a su anunciado desacato judicial, concretada en la noche del lunes, antes de que hoy se le tomara declaración indagatoria según el calendario inicial, motivó a Guzmán a modificar las fechas de los exámenes y el interrogatorio al ex dictador, dándole así una segunda oportunidad para cumplir con la Justicia, aplacando la tensión que rodeaba el caso. Los exámenes mental y neurológico se realizarán en el Hospital Militar, que pertenece al Ejército, y en el Hospital Clínico de la Universidad de Chile y las pruebas de laboratorio serán analizadas en otros dos centros médicos.
Después de constatar que la estrategia de la rebeldía judicial ante el juez impulsada por el jefe del equipo jurídico de Pinochet, abogado Pablo Rodríguez –quien entre 1970 y 1973, durante el gobierno del presidente Salvador Allende, encabezó el grupo terrorista de ultraderecha Patria y Libertad–, sólo había logrado aislar a su cliente, al punto de que ni el Ejército estaba en condiciones de apoyarlo en esa actitud, el entorno pinochetista hizo un giro radical y abrupto resolviendo cooperar con Guzmán. La señal fue fijar en Bucalemu su domicilio para el interrogatorio, a lo que se habían negado hasta la tarde del lunes, lo que el juez correspondió modificando las fechas de los exámenes y el interrogatorio.
Con el nuevo cronograma de las diligencias, Guzmán podrá tener algunos resultados de las pruebas médicas, pero difícilmente todos, antes de la declaración indagatoria. Los querellantes reaccionaron ayer con satisfacción porque las diligencias por fin se realizarán, pero plantearon su malestar con la ratificación de que el ex dictador no es tratado como otros inculpados. Uno de los abogados acusadores de Pinochet, Eduardo Contreras, reprochó ayer la “excesiva generosidad” de la Justicia con el general, algo que no habría ocurrido con otro inculpado y que “atenta contra la igualdad ante la ley”, pero valoró que la defensa del ex dictador haya decidido apegarse más al derecho. Entretanto, el Tribunal Superior dejó pendiente para hoy su examen de la petición de remoción de Guzmán que hizo la defensa del general.
Aunque los abogados defensores dicen que Pinochet se presentará a los exámenes y esperan que éstos comprueben su incapacidad de salud para enfrentar un proceso, todavía algunos de ellos insisten en que tampoco está en condiciones de soportar un interrogatorio. Pero Guzmán sostuvo en declaraciones al diario Le Monde que la ley chilena es categórica y no toma en cuenta razones humanitarias. “Para librarse de un proceso, el inculpado debe ser declarado loco o demente”, afirmó.
Por otra parte, el pleno de magistrados de la Corte Suprema nombró ayer a los jueces de tribunales de apelaciones Amanda Valdovinos y Héctor Carreño para investigar, respectivamente, la veracidad de las denuncias contenidas en los informes entregados al gobierno de una fosa en Colina, 25 kilómetros al norte de la capital, donde estarían sepultados ilegalmente los cuerpos de 20 detenidos desaparecidos, y de otra en la Cuesta Barriga, 65 kilómetros al oeste de Santiago, donde se encontrarían los restos de otras seis personas. Se trata de la primera acción del Poder Judicial para acelerar las investigaciones sobre los informes que entregaron los militares y las iglesias al gobierno, dando cuenta del paradero de víctimas de la dictadura.
La investigación no será una tarea fácil para los jueces. Los datos concretos que aportan los militares son pocos, mientras los que lograron recopilar las iglesias son muy generales. Además, el secreto de la fuente que proporcionó la información está protegido por ley. En la dictadura, en no pocos casos, restos de detenidos desaparecidos que estaban sepultados clandestinamente fueron removidos desde esos lugares por unidades de las fuerzas armadas, para evitar el riesgo de que fueran ubicados.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

 


 

LAS FARC LIBERARIAN A 150 SOLDADOS
Fantasma de la libertad

Un fantasma recorre Colombia: el de la libertad de hasta 150 secuestrados desde 1997. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC, marxistas, primera guerrilla del país) anunciaron que liberarían en febrero hasta esa cifra de policías y soldados, de 450 que siguen capturados. Esta decisión unilateral podría revivir la moribunda negociación de paz con el gobierno, que atraviesa una de sus peores crisis desde que comenzó en 1999, según analistas que temen una ruptura definitiva del proceso.
La crisis ocurre mientras Washington se dispone a efectivizar su ayuda al Plan Colombia del presidente Andrés Pastrana, dirigido según éste a combatir el narcotráfico en las selvas del sur del país y al que Estados Unidos aportará 1300 millones de dólares. Las FARC tienen el control de una región de 42.000 kilómetros cuadrados y liberarían a sus prisioneros, según analistas, para que el gobierno prorrogue la desmilitarización de la zona cuando venza su actual condición el 31 de enero. Esa guerrilla, con unos 17.000 combatientes y acusada por Bogotá y Washington de financiarse con recursos del narcotráfico, suspendió en noviembre las negociaciones para presionar al gobierno a combatir a los grupos paramilitares de ultraderecha, sus enemigos jurados en medio del conflicto. La crisis del proceso se agravó en diciembre con el asesinato del presidente de la Comisión de Paz de la Cámara de Representantes, Diego Turbay, su madre y cinco personas. Las FARC no confirmaron el anuncio de la liberación.

 

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