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“Chanel le dio poder a la
mujer a través de la ropa”

“Coco de París”, unipersonal de Esther Goris, indaga en la historia de una mujer que empezó cantando en un cabaret y terminó como star de la moda, vistiendo, entre otras, a Greta Garbo y Jacqueline Kennedy.

Esther Goris estrenará su unipersonal en el Teatro Broadway.

Por Cecilia Hopkins

Mañana, es decir un día después de cumplirse treinta años de la muerte de Gabrielle “Coco” Chanel, Esther Goris estrenará aquí Coco de París, unipersonal inspirado en la vida de la mujer que cambió el look femenino en las primeras décadas del siglo XX. Hija ilegítima nacida en el seno de una familia humilde, Chanel perdió a su madre y fue abandonada en un orfanato donde las monjas le enseñaron a dar las primeras puntadas. El sobrenombre de Coco se lo dio el público masculino habitué del bar donde probó suerte como cantante. Así fue como “el nombre que se transformó en sinónimo del lujo en el siglo XX nació del grito de un cabaret de pueblo”, reflexiona la actriz.
Antes de dejarse llevar por lo que ella define como “una obsesión que ya llevaba dos años”, Goris debió cumplir con sus compromisos en cine y tevé (este año filmó Testigos ocultos y participó de “Primicias”), además de terminar su primera novela, Agatha Galiffi, la flor de la mafia. Escrita y dirigida por Daniel Mañas, la obra presenta diferentes momentos de la vida de la Chanel. Se la verá, por ejemplo, dando sus primeros pasos en el mundo de la moda apadrinada por uno de sus amantes y ya en su esplendor, escandalizada por la vulgaridad de Hollywood, donde llegó contratada por un millón de dólares para vestir a Gloria Swanson y Greta Garbo.
Goris afirma que Chanel no era lo que se dice una mujer etérea sino “sofisticada y rea al mismo tiempo”. Lo dice en su camarín, rodeada de libros que hablan en textos y fotos de esa “mujer vivaz, hiperkinética, nerviosa en extremo”. Sus modelos vistieron a muchísimas damas célebres: “El traje rosa de Jaqueline Kennedy –recuerda Goris–, aquel que en Dallas quedó manchado de la sangre del presidente norteamericano, era un Chanel”. En la obra, la vida de esta mujer que fumaba 60 cigarrillos diarios se irá apagando alrededor de una cama, igual que como ocurrió en la realidad: sus últimos años los pasó recluida en su habitación del hotel Ritz de París, artrítica y adicta a la morfina. Murió a los 86 años un domingo, día que detestaba a causa de su adicción al trabajo.
Goris está convencida de que este personaje va a cautivar al público: “Ahora se ve a la moda como una frivolidad, pero hasta la década del 50, los modistos y los artistas trabajaron juntos”. Lo demuestran los amigos de Coco, entre los que se encontraban Cocteau, Reverdy, Stravinski y Diaghilev, cuyos Ballets Rusos, por otra parte, recibieron una importante ayuda financiera de su parte. Sigue Goris: “Chanel barre con la idea de las mujeres del 900, redondas, encorsetadas y con sombreros gigantes adornados con faisanes disecados. Puso de moda su propia delgadez, además de inventar los pantalones femeninos, la ropa deportiva y hasta los trajes de baño. Ella creía que la mujer debía estar liviana, ligera, para correr, trabajar y hacerse de un lugar en aquella época. En suma, Chanel le da poder a la mujer a través de un cambio radical en su forma de vestir. Esta revolución coincide con la Primera Guerra, cuando las mujeres se ven obligadas a suplantar al hombre en los puestos de trabajo”.
El tributo que Chanel debió pagar es lo que más conmueve a la actriz argentina, consagrada en el cine por su protagónico en Eva Perón. “La soledad a la que se vio condenada, a pesar de haber logrado tanto en la vida, era algo que soportaba a pesar de sí misma. Siempre se hizo llamar ‘mademoiselle’, pero es sabido que hubiese querido casarse. También, el hecho de no haber sido hija legítima la marcó: quiso, tal vez, alcanzar el reconocimiento de su padre a través de la fama.”

 

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