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Una temporada que confirmó la
vitalidad del tango instrumental

El 2000 fue promisorio en un terreno en el que se da una batalla plena de esplendores y revelaciones que escapan del piazzollismo.

Pablo Mainetti grabó un muy buen CD al frente de su quinteto.
Luis Borda, D’Coté y Gabriel Clausi editaron discos importantes.

Por Julio Nudler

El tango instrumental tuvo en el 2000, en cuanto a lanzamientos discográficos, un año de esplendores y revelaciones no impregnadas precisamente de post-piazzollismo sino, en mayor medida, de búsquedas en torno de la rica tradición pre-Astor del género. Desde el veteranísimo Gabriel Chula Clausi, con sus estremecedores solos de bandoneón, hasta el fuelle joven de Pablo Mainetti y su excelente quinteto, pasando por ese imperdible cuarteto de saxos que es D’Coté y el no menos magnífico cuarteto del guitarrista Luis Borda, que grabó en Alemania, el tango siguió dando batalla en la Argentina y en el mundo. A veces para bailar, siempre para escuchar, este tango pone en escena un entrevero de valores nuevos y viejos que le aseguran futuro, pese a la adversidad y a la falta de difusión en los medios masivos. Encomiable es que haya comenzado a funcionar, en el ámbito municipal porteño, la Orquesta Escuela que conduce un grande del género, el violinista Emilio Balcarce.
A las orquestas fue el CD que, finalmente, logró grabar el trío de Julio Oscar Pane, bandoneonista de alta escuela, discípulo de Julio Ahumada, nacido en 1947, que llegó a tocar en conjuntos como los de los pianistas Horacio Salgán y Osvaldo Manzi. Aunque el tango de Pane que da nombre al compacto expresa su añoranza por aquellas orquestas típicas ya en desbande cuando él llegó a la adolescencia, y que hubiese anhelado integrar, sobresale “Interludio”, obra para bandoneón solo, de y por este fuellero de rara calidad, maestro de varios de los mejores ejecutantes nuevos.
Daniel Binelli, por su parte, entregó en El bandoneón un homenaje a este instrumento, que Astor Piazzolla logró reinstalar en el interés del mundo, y a algunos de los raros arregladores de tangos para fuelle solista. Así, sobresale la versión de “Flores negras” concebida por Roberto Pérez Prechi, y también la de Roberto Pansera para “La última cita”, y no menos la de “Recuerdos de bohemia” por el genial Máximo Mori. Este guarda un parentesco estilístico con Gabriel Clausi, protagonista y testigo viviente de la revolución decareana de los años ‘20, y ladero de Pedro Maffia entre 1929 y 1934. En Alma de bohemio, un compacto sólo hallable en los reductos especializados, se recogen quince solos grabados por el Chula entre 1960 y 2000, todos con un sabor único de acuarela callejera, en un retrato emocional de esa Buenos Aires apacible, hace tanto desaparecida. Con sus entretejidos diálogos de graves y agudos, y las sucesiones de pasajes ligados, Clausi redescubre un lenguaje bandoneonístico hoy inhallable en otros intérpretes.
Rodolfo Mederos, secundado por la guitarra de Nicolás Colacho Brizuela, presentó un disco en el que se lo oye retornar a un tango puro, sentimental, hondamente gozoso, muy alejado de aquella música compleja y revulsiva que escribió para Las veredas de Saturno. La tradición también tira de Luis Borda, de cuyo cuarteto pudo conocerse “Adiós Buenos Aires”, un CD que incluye dos hermosas piezas del guitarrista: “Gorriones románticos” y “Lunecer”, una milonga lenta de aroma pampeano. El conjunto, de alto nivel, está integrado por Regine Nosske en violín, Inna Surzhenko en piano y Helena Rüegg en bandoneón.
Gustavo Hunt, saxo tenor y clarinete, es el notable arreglador de D’Coté, un sobresaliente cuarteto de vientos que trasciende del casi obligado sabor guardiaviejista para ofrecer excelentes versiones de obras como “A los amigos” o “Café 1930”. Quizá les reste aún capturar el sentido más profundo del tango, como puede hacerlo un bandoneón, pero el disco de este conjunto creado en 1996 fue una de las mejores sorpresas del 2000.
Nombres como el del bandoneonista Marcelo Nisinman y el director Pedro Ignacio Calderón, conduciendo la Orquesta de Cámara Mayo, protagonizaron Nácar, un CD consagrado a Piazzolla, cuyo punto culminante son las “Cuatro Estaciones Porteñas”. Ya sobre finales del 2000 se conoció De antología, el disco con que la orquesta de Leopoldo Federico vuelve a la pasión y alnervio que la distinguieron desde los años ‘60, entre el intacto virtuosismo de este gran bandoneonista y la bravura que nunca abandona. Gabriel Senanes, un músico ajeno al tango, arregló los temas instrumentales de Cadícamo 2000, dando forma a un disco curioso, irregular, que rinde tributo a quien fue gran letrista y no tan gran músico.

 

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