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PARIS, UNA CIUDAD DE DERECHA, VOTARA A LA IZQUIERDA
La Ciudad Luz es una cloaca

Por 23 años, la derecha estuvo a cargo de la administración (es un decir) de la capital francesa. La corrupción resultante es altísima y casi seguramente determinará un giro a la izquierda en marzo.

Jacques Chirac, actual presidente francés y alcalde de París durante largos 18 años.

Por Eduardo Febbro
Desde París

Esta narración podría empezar con uno de esos títulos dignos de la novelas de caballería del siglo XVII español: “De cómo París, la ciudad luz, capital del reino de Francia, gobernada desde hace medio siglo por la derecha, con claras y mayoritarias inclinaciones conservadoras, está a punto de ser gobernada por la izquierda”. Tal es el destino político que las encuestas de opinión y la situación actual predicen para las próximas elecciones municipales del 11 de marzo. París que es, según el semanario de derecha francés L’Express, “La capital del mundo”, se ha convertido sobre todo en la capital de los chanchullos, las coimas multimillonarias, las falsas facturas, la manipulación de las listas electorales, los arreglos de cuentas entre facciones políticas, los desfalcos y la malversación de fondos, los empleados truchos y la especulación inmobiliaria a ultranza. Por asombroso que resulte, ese clima favorece al candidato socialista a la intendencia de París, tanto más cuanto que a la extensa lista de catástrofes que acechan a la derecha municipal se le agrega un fenómeno social nuevo, a saber, la irrupción de una clase social con poder adquisitivo, culta, generalmente ligada a las nuevas tecnologías y que vota a la izquierda.
Dos meses antes de la primera vuelta de las elecciones municipales, los sondeos de opinión dan una confortable ventaja de cuatro puntos, 40 por ciento contra 36 por ciento, a la candidatura de la izquierda liderada por Betrand Delanoé. El rechazo a la derecha que administró París durante 23 años es tal que muchos electores “no progresistas” van a votar socialistas sólo por el gusto de que la capital del país limpie su imagen de antro de la corrupción. La situación de París es inextricable, dominada por un doble panorama de pugnas políticas y manos sucias. Por un lado están los casos de corrupción que abarcan todos los orbes posibles: malversación de fondos, comisiones destinadas al partido del actual (RPR) presidente francés y ex alcalde de París durante 18 años, Jacques Chirac, chantajes financieros a empresas privadas deseosas de conseguir contratos de la Municipalidad, empleos ficticios a favor del RPR, falsas facturas con montos exagerados donde la diferencia entre lo real y lo fabricado iba a parar a las cajas negras del mismo partido. Por el otro, está la situación personal del hoy intendente de París, Jean Tiberi. Este hombre de confianza de Jacques Chirac fue excluido de su partido hace unos meses, pero, a pesar de no contar con el apoyo de ninguna fuerza política, decidió mantenerse en el poder y presentar también su candidatura para la futura consulta municipal. Ello provocó una ruptura gigantesca en el seno de la derecha y ésta se encuentra hoy con dos candidatos: uno no oficial, Jean Tiberi, y otro investido por su partido RPR, Philippe Séguin. Tiberi está en el centro de varios escándalos que rozan la figura presidencial y aparece un poco como “el escudero del rey”. Inmutable a las críticas y ataques, el intendente se pasea por las calles de la capital como si nada hubiera pasado... Y, sin embargo, su nombre está íntimamente asociado a uno de los mayores terremotos que haya conocido la Ciudad Luz. La Justicia pudo establecer con sobradas pruebas que el intendente había falsificado las listas electorales en el distrito cinco de París. Tiberi hizo votar a jubilados que no residían en ese lugar, compró votos con favores y hasta logró que personas que habían dejado hace bastante el reino de este mundo figuraran como votantes “vivos”. La existencia de un sistema completo de listas falsas y otro paralelo de corrupción generalizada durante los años en que Chirac ocupaba el cargo de intendente han modificado repentinamente el humor político de los electores. Los últimos sondeos dan incluso como perdedor a Chirac frente al primer ministro socialista Lionel Jospin en caso de elección presidencial.
Pero no es todo. A las disidencias y estafas maquilladas también se les pueden sumar las millonarias malversaciones de fondos públicos manejadas por los gaullistas del RPR a todo lo largo de la región parisiense y sus alrededores. Según lo establecido por los jueces, los neogaullistas, atrincherados en su predominio de los puestos de las principales municipalidades y regiones, hacían pagar coimas impresionantes –hasta 100 millones de dólares– a las empresas privadas que buscaban contratos locales. Las sumas eran luego repartidas entre el conjunto de los partidos políticos de país, socialistas y comunistas incluidos. Sin embargo, el electorado persiste en mantener como veraz la imagen de ángeles blancos que rodea a los socialistas. Estos, apoyados por los ecologistas (13 por ciento de las intenciones de voto en la capital), y los comunistas proponen “cambiar de era” modernizando la ciudad con redes Internet y una gestión “limpia”. El último dato clave de la victoria anunciada de la izquierda es el nacimiento de una clase social que un escritor norteamericano calificó como “los bobos”, es decir, jóvenes “bohemios burgueses”. Esta categoría social común a varias capitales del mundo vive de las nuevas tecnologías y tomó por asalto el sector este de París. Según el geógrafo francés Christophe Guilluy, “los bobos van a confirmar el timonazo hacia la izquierda plural” de la capital francesa. Los bobos, sostiene Guilluy, “adhieren con facilidad a los ideales defendidos por la izquierda socialista y ecologista”. Frente a una derecha que huele a pólvora de contrabando, la “izquierda plural” aparece como una opción moderna, tecnológica y sobre todo limpia.

 


 

Echele tierra al uranio

Cuando usted quiera echar tierra a un asunto, invente una comisión. Esa parece ser la conclusión de las deliberaciones de la OTAN sobre el empleo de uranio empobrecido en los bombardeos de Bosnia en 1995 y de Kosovo en 1995, tras negarse el Consejo Atlántico a retirar el material de sus arsenales. Los críticos más fuertes del empleo del uranio empobrecido han sido Grecia, Italia y Portugal, que no por coincidencia fueron también los aliados menos entusiastas de la campaña de bombardeo de Yugoslavia liderada por Estados Unidos. También se cuentan entre los países más afectados: 30 militares italianos enfermaron de cáncer desde esas acciones, y siete de ellos han muerto.

 

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