Por Eduardo Febbro
Desde
París
Esta narración podría
empezar con uno de esos títulos dignos de la novelas de caballería
del siglo XVII español: De cómo París, la ciudad
luz, capital del reino de Francia, gobernada desde hace medio siglo por
la derecha, con claras y mayoritarias inclinaciones conservadoras, está
a punto de ser gobernada por la izquierda. Tal es el destino político
que las encuestas de opinión y la situación actual predicen
para las próximas elecciones municipales del 11 de marzo. París
que es, según el semanario de derecha francés LExpress,
La capital del mundo, se ha convertido sobre todo en la capital
de los chanchullos, las coimas multimillonarias, las falsas facturas,
la manipulación de las listas electorales, los arreglos de cuentas
entre facciones políticas, los desfalcos y la malversación
de fondos, los empleados truchos y la especulación inmobiliaria
a ultranza. Por asombroso que resulte, ese clima favorece al candidato
socialista a la intendencia de París, tanto más cuanto que
a la extensa lista de catástrofes que acechan a la derecha municipal
se le agrega un fenómeno social nuevo, a saber, la irrupción
de una clase social con poder adquisitivo, culta, generalmente ligada
a las nuevas tecnologías y que vota a la izquierda.
Dos meses antes de la primera vuelta de las elecciones municipales, los
sondeos de opinión dan una confortable ventaja de cuatro puntos,
40 por ciento contra 36 por ciento, a la candidatura de la izquierda liderada
por Betrand Delanoé. El rechazo a la derecha que administró
París durante 23 años es tal que muchos electores no
progresistas van a votar socialistas sólo por el gusto de
que la capital del país limpie su imagen de antro de la corrupción.
La situación de París es inextricable, dominada por un doble
panorama de pugnas políticas y manos sucias. Por un lado están
los casos de corrupción que abarcan todos los orbes posibles: malversación
de fondos, comisiones destinadas al partido del actual (RPR) presidente
francés y ex alcalde de París durante 18 años, Jacques
Chirac, chantajes financieros a empresas privadas deseosas de conseguir
contratos de la Municipalidad, empleos ficticios a favor del RPR, falsas
facturas con montos exagerados donde la diferencia entre lo real y lo
fabricado iba a parar a las cajas negras del mismo partido. Por el otro,
está la situación personal del hoy intendente de París,
Jean Tiberi. Este hombre de confianza de Jacques Chirac fue excluido de
su partido hace unos meses, pero, a pesar de no contar con el apoyo de
ninguna fuerza política, decidió mantenerse en el poder
y presentar también su candidatura para la futura consulta municipal.
Ello provocó una ruptura gigantesca en el seno de la derecha y
ésta se encuentra hoy con dos candidatos: uno no oficial, Jean
Tiberi, y otro investido por su partido RPR, Philippe Séguin. Tiberi
está en el centro de varios escándalos que rozan la figura
presidencial y aparece un poco como el escudero del rey. Inmutable
a las críticas y ataques, el intendente se pasea por las calles
de la capital como si nada hubiera pasado... Y, sin embargo, su nombre
está íntimamente asociado a uno de los mayores terremotos
que haya conocido la Ciudad Luz. La Justicia pudo establecer con sobradas
pruebas que el intendente había falsificado las listas electorales
en el distrito cinco de París. Tiberi hizo votar a jubilados que
no residían en ese lugar, compró votos con favores y hasta
logró que personas que habían dejado hace bastante el reino
de este mundo figuraran como votantes vivos. La existencia
de un sistema completo de listas falsas y otro paralelo de corrupción
generalizada durante los años en que Chirac ocupaba el cargo de
intendente han modificado repentinamente el humor político de los
electores. Los últimos sondeos dan incluso como perdedor a Chirac
frente al primer ministro socialista Lionel Jospin en caso de elección
presidencial.
Pero no es todo. A las disidencias y estafas maquilladas también
se les pueden sumar las millonarias malversaciones de fondos públicos
manejadas por los gaullistas del RPR a todo lo largo de la región
parisiense y sus alrededores. Según lo establecido por los jueces,
los neogaullistas, atrincherados en su predominio de los puestos de las
principales municipalidades y regiones, hacían pagar coimas impresionantes
hasta 100 millones de dólares a las empresas privadas
que buscaban contratos locales. Las sumas eran luego repartidas entre
el conjunto de los partidos políticos de país, socialistas
y comunistas incluidos. Sin embargo, el electorado persiste en mantener
como veraz la imagen de ángeles blancos que rodea a los socialistas.
Estos, apoyados por los ecologistas (13 por ciento de las intenciones
de voto en la capital), y los comunistas proponen cambiar de era
modernizando la ciudad con redes Internet y una gestión limpia.
El último dato clave de la victoria anunciada de la izquierda es
el nacimiento de una clase social que un escritor norteamericano calificó
como los bobos, es decir, jóvenes bohemios burgueses.
Esta categoría social común a varias capitales del mundo
vive de las nuevas tecnologías y tomó por asalto el sector
este de París. Según el geógrafo francés Christophe
Guilluy, los bobos van a confirmar el timonazo hacia la izquierda
plural de la capital francesa. Los bobos, sostiene Guilluy, adhieren
con facilidad a los ideales defendidos por la izquierda socialista y ecologista.
Frente a una derecha que huele a pólvora de contrabando, la izquierda
plural aparece como una opción moderna, tecnológica
y sobre todo limpia.
Echele
tierra al uranio
Cuando usted quiera echar tierra
a un asunto, invente una comisión. Esa parece ser la conclusión
de las deliberaciones de la OTAN sobre el empleo de uranio empobrecido
en los bombardeos de Bosnia en 1995 y de Kosovo en 1995, tras negarse
el Consejo Atlántico a retirar el material de sus arsenales. Los
críticos más fuertes del empleo del uranio empobrecido han
sido Grecia, Italia y Portugal, que no por coincidencia fueron también
los aliados menos entusiastas de la campaña de bombardeo de Yugoslavia
liderada por Estados Unidos. También se cuentan entre los países
más afectados: 30 militares italianos enfermaron de cáncer
desde esas acciones, y siete de ellos han muerto.
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