Por Alejandra Dandan
Desde
Mar del Plata
Aunque insiste, lo único
que ha logrado es una platea que lo mira muerta de risa arrojada en la
arena. Sergio no es cómico sino un reconcentrado entrenador de
yoga contratado por Movicom para desarrollar este verano el concepto de
relax en la playa. Está rodeado por colchonetas vacías que,
calcula, se poblarán cuando ya nadie mire sus contorsiones como
tortuosos suplicios estivales sino como la última moda en Ibiza.
Así, a fuerza de insistir, por aquí sospechan que en unos
días todo el mundo dejará de tratar como taxi boys a los
car boys, chicos que sólo ofrecen ayuda para trasladar
bolsos desde el auto hasta el mar. Nadie se preguntará ya más
por qué Ibiza es moda, y tampoco el motivo de tanto blanco y futón
con el que las playas crecidas después del Faro atlántico
buscan inventarse ahora mediterráneas.
El ocio contemplativo no es exactamente aquello buscado por Jorge Cuchillo
González para sus playas. La sola mención del concepto lo
molesta. Cuchillo, tal como lo llaman por aquí, es uno de los dueños
de La Caseta, Abracadabra y Tamarindo, los tres balnearios desde donde
Mar del Plata hace dieciséis años se expande detrás
del Faro. Fue desde ese complejo de donde partieron meses atrás
los hombres que han importado el look Ibiza. Esos influjos ahora se expanden
aquí, entre blancos vírgenes que estallan en futones de
arena, armados sobre las terrazas de las que fueron desplazados por
cuestiones antiestrés de la hiperrealidad de los business
center, vedettes del último verano.
Me interesa hacer un planteo de playa servicio dice el empresario,
cuando pienso en el perfil del verano. Y, enseguida: Este
año viene todo relax, relax, corta mientras se va apurado.
A pesar del mandato, existen aún detalles por preparar. Con enero,
para los apoderados de estas costas se inició el tiempo de trabajo
que por imagen deben disimular. Cuchillo, de hawaiana y bermudas,
avanza entre las mesas de Tamarindo. Yo empecé con la playa
de Moria dice de pronto, el empresario no funcionó:
el nudismo existió más en los medios que entre la gente,
nadie se animaba. Cuchillo piensa en la nueva playa nudista promocionada
muy cerca de allí, pero además se pregunta si para el verano
próximo deberá considerar traer desde Ibiza no sólo
el look sino a los nudistas.
Por aquí hace unos días dos alemanas se alojaron en La Caseta.
El detalle: hicieron topless. Pero nadie se enteró. Cuchillo dice
que pensó en las corridas que hubiesen hecho los medios, obsesionados
por estos días con las mujeres de soutiens caídos. Me
tendrían que haber avisado dice la promotora de Movicom,
bastante preocupada porque acaba de descubrir el dato. Si de acá
llega a salir una foto con alguien en lolas, me matan. La Caseta,
auspiciada por la empresa, es en este verano una gran playa mediterránea,
pero aún es refugio de la castísima clase media del Plata.
El parador uno de los tablados conduce directo a la zona Hair Extensión
2000, anunciada por ahí. La zona está establecida
en un reducto también blanquísimo: el baño. Aseguran
que allí atiende una artesana especialmente llegada de Ibiza para
componer exóticas extensiones y trenzas entre los habitantes de
estos lados. Pero, adentro, la artesana no está. Vivian Elguerman
está convenientemente encerrada en su casa: quiere ahorrar. Si
hay clientes, que me llamen, dice. La diferencia es abismal,
responde ahora cuando, lejos de la playa, le piden opinión sobre
las últimas exportaciones de modas. Allá toman sol
desnudos y nadie mira si tenés el culo caído, acá
se quieren repetir cosas, pero con la cabeza del tercer mundo y nada más.
Arena abajo, otra vez en La Caseta, Sergio Costópulos le explica
a una de las promotoras que en invierno no baja de las cinco mil calorías.
Ahora que estoy de vacaciones dice, como más
light. Pero pocos son capaces de pensar en algo parecido a las vacaciones
relajadas, cuando supiel de yogui, estimulada por el sol, comienza a expulsar
vapores húmedos y pegajosos. Acaso por eso, esta tarde lo han dejado
solo. Está en el centro del círculo de colchonetas que esperan
ansiosas a mujeres: que echen para atrás la cola y después
la contraigan y ahora la suban y la bajen despacio. Que lo hagan ahí
de frente al mar, ante los mirones que Sergio no puede evitar. Es
que acá comenta una promotora son demasiado difíciles
los ejercicios y a la gente le da vergüenza.
Y a nadie, esta vez, se le pidió desnudos.
Hospital
Un nene de cinco años murió ayer al caer sobre su
cabeza un tubo de oxígeno, en una antesala de clínica
médica del segundo piso del hospital Ramos Mejía,
en el barrio de Balvanera. La mamá del chico permanecía
dentro de la habitación visitando al padre cuando él
se trepó arriba de un tubo de oxígeno que estaba
lleno, perdió pie y cayó, lo que hizo que el tubo
golpeara fuertemente en su cabeza, dijo el director del hospital,
Carlos Oviedo. Todo sucedió en un pasillo donde hay numerosos
tubos de oxígeno que los enfermeros cambian para asistir
a los pacientes. El chico sufrió traumatismo encéfalo-craneano,
con pérdida de conocimiento y hundimiento temporo-parietal.
Se le realizaron ejercicios de reanimación, pero falleció
a los pocos minutos de ser atendido por los médicos,
explicó Oviedo. El director buscó deslindar responsabilidades
del hospital y señaló que la madre efectuaba
la visita fuera del horario permitido -que es de 14 a 15 por
lo que se realizará un sumario severísimo a la empresa
de seguridad que permitió pasar a esta señora con
su hijo. Insistió en que la muerte del niño
fue una fatalidad, ya que el lugar en donde jugaba no está
permitido al acceso de personas, porque es una zona que utilizan
los enfermeros para recambiar los tubos de oxígeno.
Los tubos, explicaron en el hospital, suelen estar protegidos para
que no se caigan, pero en ese momento no tenían protección
porque se estaban reponiendo. El papá del nene está
internado como detenido, por lo cual debería tener custodia
policial, pero anoche aún no era claro si la custodia estaba
en el lugar cuando sucedió el accidente.
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