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ISRAELIES Y PALESTINOS NEGOCIAN UNA DECLARACION DE PRINCIPIOS DE PAZ
Y al final, la esperanza resucitó

Negociadores de Israel y la Autoridad Palestina se encontraron anoche en Gaza con el objetivo de llegar a una declaración de principios antes de que Bill Clinton deje la Casa Blanca el próximo día 20 y de las cruciales elecciones israelíes del 6 de febrero.

Yasser Arafat abraza al presidente tunecino antes de una reunión de la Liga Arabe, ayer.

“En las próximas 48 horas se producirá el último intento de lograr un acuerdo de paz antes del fin de mandato del presidente Bill Clinton, el 20 de enero." La súbita declaración de Nabil Abu Rudeina, asesor de Yasser Arafat, aportaba el marco dramático apropiado para lo que parecía ser un vuelco en las negociaciones entre israelíes y palestinos. Después de que se diera por muerto el proceso de paz, ayer se efectuó una cumbre sorpresiva en Gaza entre altos funcionarios palestinos e israelíes. Entre estos últimos estaba el mismísimo canciller Shlomo Ben Ami, quien volvió apresuradamente de París, rompiendo varias citas, para llegar al anochecer al puesto fronterizo de Erez. La clave del encuentro pareció ser el aligeramiento a la mañana del bloqueo israelí a Cisjordania y Gaza. El líder palestino Yasser Arafat, sin embargo, enfatizó que esas medidas "no son suficientes", e intentó minimizar la importancia de la cumbre al afirmar que "es la primera vez que oigo de una reunión de ese tipo".
Arafat exageraba, pero no demasiado. Si bien la radio estatal israelí describió a la cumbre como "un acontecimiento dramático en el proceso de paz", en realidad sus objetivos eran bien limitados. El propio canciller israelí Shlomo Ben Ami dejó en claro que un acuerdo de paz, incluso uno interino, era "casi imposible" a estas alturas. Lo que sí "es una opción" era "una declaración de principios con legitimidad internacional". La idea de la declaración conjunta surgió luego de que ambas partes aceptaran con fuertes reservas el plan de paz que propuso el presidente norteamericano Bill Clinton. En efecto, las negociaciones que comenzaron ayer "giran en torno a las ideas presentadas por Clinton", explicó una fuente palestina. Según informes de la oficina del premier Ehud Barak, el gobierno israelí espera que si todo va bien en los encuentros que comenzaron ayer, para la semana que viene se lograría emitir la declaración de principios.
Su optimismo podía sustentarse en la importancia de las personas enviadas a la reunión de ayer en Erez. Ninguna bajaba del rango de ministro. Los israelíes pertenecían al gabinete de "palomas" de Barak: Ben Ami, el jefe de gabinete Gilad Sher y el ministro de Transporte, Amnon Lipkin-Shahak. Se esperaba la presencia del ministro de Cooperación Regional, Shimon Peres, pero éste declinó la oferta cuando se enteró de que Arafat (con quien compartió el Premio Nobel de la Paz) no iría. La delegación palestina era más heterogénea que la israelí: el relativamente moderado ministro de Información, Yasser Abed Rabbo, estaba al lado del petardista negociador en jefe Saeb Erekat y el muy duro ministro de Seguridad Preventiva, Mohammed Dahlan. Sin embargo, la Autoridad Palestina dio una señal de conciliación al nombrar a Mahmud Abbas (Abu Mazen) como coordinador de sus contactos con los israelíes. Abbas fue uno de los artífices de los Acuerdos de Oslo de 1993, la base de todas las negociaciones que siguieron.
Otra señal positiva en esta cumbre es que ambas partes tomaron medidas para que la violencia en Cisjordania y Gaza no ponga en juego las negociaciones. Israel dio el primer paso al levantar parcialmente en la mañana de ayer su bloqueo de los territorios palestinos, reabriendo los pasos fronterizos con Egipto y Jordania, devolviendo a los palestinos VIP el derecho de pasar los retenes israelíes y permitiendo el tránsito por el eje carretero de Gaza. El israelí Lipkin-Shahak explicó que "se decidió a actuar para detener la violencia y permitir reanudar las negociaciones". A cambio, los palestinos habrían aceptado arrestar a una serie de extremistas y frenar las protestas populares. También se acordó restaurar las patrullas mixtas israelo-palestinas, suspendidas tras el comienzo de la Intifada. Sin embargo, la suma de todo esto podría no ser más que una sentencia suspendida para el proceso de paz. Tanto Arafat como Erekat criticaron duramente a Israel ayer por no levantar del todo al bloqueo. Y Arafat aseguró que estaba dispuesto a negociar con el candidato favorito para las elecciones israelíes a premier del 6 de febrero: el "súper-halcón" Ariel Sharon. Este, luego de lanzar oficialmente su campañaanteayer, subrayó que los acuerdos de Oslo, la base de las negociaciones hasta ahora, "ya no existen".

 

Claves

Anoche comenzó inesperadamente una cumbre entre palestinos e israelíes en el puesto fronterizo de Erez, en la Franja de Gaza.
Ambas partes enviaron a sus más importantes negociadores.
El objetivo es llegar a una “declaración de principios” sobre un futuro acuerdo de paz basado en las propuestas de Bill Clinton.
Pero Yasser Arafat no se mostró muy entusiasta sobre la cumbre y aseguró que estaba dispuesto a negociar con el “superhalcón” Ariel Sharon, el favorito para las elecciones a premier israelíes del 6 de febrero.

 

LA FICCION DEL RETORNO DE LOS REFUGIADOS SEGUN UN NOVELISTA ISRAELI
Abu Salam vuelve a Lod 52 años después

Por Avraham B. Yehoshua *

El tema que hace fracasar los acuerdos de paz entre Israel y la Autoridad Palestina es siempre el mismo: la negativa israelí a aceptar el retorno de los refugiados palestinos. Para Jerusalén es posible encontrar una solución dividiendo o compartiendo la ciudad. El problema de soberanía del Monte del Templo (la Explanada de las Mezquitas) puede resolverse de manera a la vez simbólica y pragmática. Incluso en el caso de las colonias judías en Cisjordania se ha llegado a un consenso con los palestinos y, como precio para mantener algunas de ellas, se dará una compensación territorial en el interior de las fronteras del Estado de Israel. En cuanto a los problemas de seguridad de Israel, son susceptibles de un acuerdo gracias a la interposición de las fuerzas internacionales... Sólo el derecho al retorno de los refugiados representa un casus belli a los ojos de cada israelí.
Hace un par de semanas, un cierto número de eminentes y veteranos militantes de la paz redactaron una declaración en Israel: estamos de acuerdo con el regreso, la rehabilitación y la indemnización de los refugiados en el interior del futuro Estado de Palestina. Pero ni una palabra de su retorno al interior del Estado de Israel. Quisiera explicar a los lectores por qué firmé esta declaración de los militantes de la paz. Y desearía, esta vez, explicar el problema no de manera abstracta, sino con el relato de la historia de un refugiado palestino al que llamaré Abu Salam y que preferiría regresar a Israel antes que instalarse en Palestina. Quiero mostrar claramente, a través de este relato, por qué aun aquellos que desde hace años combatimos por la paz no podemos aceptar la lógica de esa voluntad de retorno.
Supongamos que Abu Salam tiene 60 años y es originario de Lod (Lydda en árabe), ciudad israelí de mediana importancia, a 10 kilómetros de Tel Aviv y al alcance del aeropuerto principal de Israel, Ben Gurion. Esta ciudad está a 45 kilómetros de Jerusalén y a una distancia de 50 kilómetros del campo de refugiados de Kalendya, a las puertas de la ciudad de Ramala, donde vive, desde hace 52 años, Abu Salam. Su familia huyó (o fue expulsada) de Lod durante la guerra de 1948, después de que los palestinos rechazaron la decisión de las Naciones Unidas, que proponía el establecimiento de un Estado judío al lado de un Estado palestino.
Salam tenía entonces 8 años y, desde entonces, vive en un campo de refugiados a 50 kilómetros de la ciudad de sus ancestros, de la que se acuerda de manera vaga, mientras que sus hijos y nietos ya no se acuerdan de ninguna manera. ¿Por qué Abu Salam vive desde hace 52 años en un campo de refugiados? Sin duda, porque rechaza la posibilidad de establecerse de manera definitiva en Kalendya y porque su sueño es volver al hogar de sus ancestros.
Reflexionemos sobre qué pasaría en el caso de que Israel aceptara la reivindicación de retorno y permitiera a Abu Salam, por un acuerdo de paz, volver a su casa de Lod. El problema es que esta casa no existe más. Fue destruida y, en su lugar, hay un edificio de departamentos. O está habitada por otras personas, que al cabo de tantos años la volvieron irreconocible. A nadie se le ocurriría devolver a Abu Salam la parcela de suelo donde estaba su casa, demoler el edificio de departamentos y expulsar a las 200 o 300 personas que viven allí.
En la mayoría de los lugares donde hace 52 años habitaban los palestinos se trazaron rutas, se construyeron fábricas, se levantaron ciudades. La ciudad de Lod se desarrolló, se amplió en el curso del último medio siglo, y habría que destruir una gran parte de esta urbe para restaurar la casa de Abu Salam y las de sus compañeros de exilio.
Es posible que Abu Salam se diga que no es posible reconstruir la casa de sus padres, pero que igualmente quiera volver a la ciudad donde ellos vivieron. Sigamos entonces con nuestra ficción. Supongamos que el Estado de Israel le otorgue un terreno en la periferia de Lod, precisamente dondese construiría la nueva ciudad para los refugiados nuevamente admitidos. Ahora bien, esta zona de Lod nunca formó parte del Lod de sus ancestros. No reencontrarían ahí el olor de los naranjales y los olivares, ese olor por el que sienten tanta nostalgia. Habitarían en Lod, es cierto, pero sería una Lod administrativa, municipal, y no la Lod de su infancia. De ahora en más vivirían en un Estado judío, del que no conocerían la lengua, cuya cultura les es extranjera y donde la religión de la mayoría de sus habitantes no es la de ellos. Vivirían en un Estado cuya bandera y cuyo himno son sionistas. Cuyo modo de vida es occidental y donde serían una minoría nacional, obligada a padecer una vida insatisfactoria y alienada, mucho más dura que la que llevan los árabes ciudadanos de Israel, que viven aquí desde la fundación del Estado y aún hoy tienen que pelear para gozar de plenos derechos.
El otro término de la alternativa parece el más adecuado: vivir a 50 kilómetros de Lod. Recibir indemnizaciones generosas por los bienes que eran suyos y de sus padres. Construir casas nuevas en las colinas de Ramala, vivir en su propio Estado, bajo su bandera, con sus hermanos y compañeros, en la patria palestina. Un Estado del que conocen la lengua, las leyes, un país en el que han vivido durante los últimos 52 años.
¿No es ésta la buena elección? ¿No es la solución lógica, la que puede conducir a la rehabilitación de los refugiados, sin tratar de transformar al Estado de Israel en estado binacional, con todas las desdichas que genera tal cohabitación? En el mundo moderno, millones de personas cambian de residencia, no a una distancia de 50 kilómetros, sino a centenares de kilómetros, y no todos se juzgan por eso desarraigados. De hecho, los palestinos que se obstinan en ese derecho al retorno no quieren la paz sino la justicia. Como Michael Kohlhaas, el héroe de la nouvelle de Von Kleist, están dispuestos a aniquilar la región con tal de que brille la justicia absoluta. Pero como dice el poeta israelí Yehuda Amichai, muerto el año pasado, donde la justicia reina a cualquier precio, jamás florecerán las flores.

* Escritor israelí. Su última novela es Viaje al año mil. Publicado en Libération.

 

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