Por Martín Pérez
Unos dientes de papel y un poco de ketchup en la boca. Con eso le alcanza
al pequeño Tony para asustar a su niñera, al menos por un
rato. Pequeño, rubio y con un par de lentes que lo hacen aún
más querible, Tony está obsesionado con los vampiros desde
que vive en Escocia con sus padres. Sueña con ellos todas las noches,
y el miedo inicial va deviniendo lentamente en obsesión, hasta
que una noche un verdadero vampiro que pasa frente a su ventana lo confunde
con un igual al descubrirlo intentando clavar sus falsos colmillos en
un muñeco de peluche. Y es entonces cuando comenzarán para
Tony sus verdaderas aventuras entre los vampiros escoceses.
Eligiendo el camino de la ternura antes que el del morbo, el director
alemán Ulrich (o Uri) Edel cuya trayectoria incluye tanto
el film Last Exit To Brooklyn (1989) como varios capítulos de la
serie televisiva Twin Peaks decidió reescribir
el mito del vampiro para los chicos muy chicos. De esta manera, el malo
de su film es un Van Helsing obsesivo y brutal mal afeitado, de
cigarro en la boca y campera de cuero, mientras que sus vampiros
son sufrientes desclasados que sólo buscan ser humanos comunes
y corrientes. Con quien hace primer contacto Tony es con Rudolph, un vampiro
que tiene nueve años como él, pero tiene esa edad desde
hace trescientos años.
Divertimento llamativamente ingenuo (a pesar de llevar el nombre de vampiro
en el título, jamás pretende asustar) y menor, El pequeño...
arranca presentando la clásica historia del niño solo en
un nuevo entorno. Tony acaba de dejar San Diego para mudarse con sus padres
a un extraño castillo escocés su padre construirá
allí una cancha de golf, y su adaptación al medio
es poco menos que difícil. Ya conocerás nuevos amigos,
le dice su madre al dejarlo en la escuela, sólo para que acto seguido
sus flamantes compañeros le recuerden lo que significa ser el nuevo
de la clase. Tan desclasado por ser californiano en Escocia como Rudolph
por ser vampiro entre humanos, Tony terminará deseando ser vampiro
él también. No sabés lo que decís: no
hay cielos azules ni luz del sol, sólo noche, le advierte
Rudolph. Por eso, responde Tony.
Nunca demasiado Burton ni demasiado Lynch, la propuesta de Edel se detiene
ante ese límite. No habrá colmillos ni mordidas para Tony
ni ninguna clase de crueldad o susto para cualquier pequeño espectador
de El pequeño vampiro. Simplemente una historia que no por
previsible no dejará de tener su gracia, aunque ciertamente
limitada. Protagonizada por el encantador Jonathan Lipniki el pequeño
compañero de Tom Cruise en Jerry Maguire y escrita por un
equipo de guionistas que tienen en su pasado créditos en films
como Jim y el Durazno Gigante o Beetlejuice, El pequeño... es una
rareza menor, una bienvenida sorpresa ingenua que parece llegada de otro
tiempo, una época en que no existían los efectos especiales
ni Pokémones para divertir a los más pequeños. Y
que regala un rebaño de vacas vampiro como uno de los mejores gags
posibles.
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