Las negociaciones de paz del presidente Andrés Pastrana con la
primera guerrilla del país, las Fuerzas Armadas Revolucionarias
de Colombia (FARC), están a punto de derrumbarse. Tenía
su lógica entonces que decidiera probar suerte con el segundo grupo
guerrillero: el Ejército de Liberación Nacional (ELN). Ayer
el alto comisionado para la Paz, Camilo Gómez, anunció que
se le cedería una zona desmilitarizada de 2000 km2
para comenzar negociaciones de paz. Si bien parece una versión
en miniatura de la gigantesca zona entregada a las FARC en 1998 (de 42.000
km2), Gómez aseguró que en este caso habría resguardos
para verificar la buena conducta de la guerrilla en su santuario. El ELN
confirmó casi simultáneamente que cesamos toda operación
ofensiva en la región del Magdalena Medio. No obstante las
promesas de Bogotá de que no se repetirá la infeliz experiencia
de negociación con las FARC, la agenda de diálogo con el
ELN es igualmente larga, con un plazo inicial de nueve meses antes de
que se discuta cualquier cosa entre el gobierno y la guerrilla.
La política de paz del gobierno puede parecer demasiado optimista
durante una escalada casi inexorable de la guerra civil. Sin embargo,
el actor que muchos consideran uno de los motores del conflicto podría
estar a punto de dar un giro drástico en su política hacia
Colombia. Durante su audiencia anteayer ante la Comisión de las
Fuerzas Armadas del Senado, Donald Rumsfield, nominado por George W. Bush
para ser ministro de Defensa para cuando asuma el 20 de este mes, se manifestó
fuertemente en contra de la política antidroga de la administración
Clinton. Rumsfield destacó que la escalada militar que propicia
el Plan Colombia (al que Clinton aportó 1300 millones de dólares)
puede perjudicar a los países vecinos, en su lugar yo también
estaría preocupado. Rumsfield recalcó que si
hay demanda siempre se encontrará cómo satisfacerla.
La declaración podría resultar extraña viniendo de
boca de un republicano, especialmente considerando que el padre de George
W. Bush fue el autor de la estrategia de combatir la droga atacando su
producción. Pero ya en 1997 Rumsfield había considerado
públicamente que el uso de la fuerza militar contra el narcotráfico
no tiene sentido. En su audiencia en el Congreso, instó
a lidiar con el problema dentro de Estados Unidos trabajando con
las familias, la ciudadanía y las iglesias, antes que con los militares.
No es imposible entonces que la toma de mando de Bush sea un buen marco
para los renovados esfuerzos de paz de Pastrana. El presidente se anotó
un éxito completamente inesperado ayer cuando logró acordar
iniciar un diálogo de paz con el ELN. Menos involucrados con el
narcotráfico que las FARC, este grupo guevarista se
sustenta del secuestro y la extorsión a las compañías
petroleras. Pero los pagos de estos últimos no tienen mucho efecto
contra un grupo con el objetivo jurado de acabar con el saqueo
de los recursos naturales de Colombia. Sus aproximadamente 8000 combatientes
están muy bien situados para hacerlo, ya que la mayor parte del
petróleo colombiano se extrae cerca de sus bases en el noroeste.
El año pasado realizaron 97 ataques contra la infraestructura petrolera
y el domingo pasado volaron el segundo oleoducto más importante
del país. Sus comandos urbanos contribuyeron con una serie de atentados
en el puerto fluvial de Barrancabermeja, la principal vía de exportación
del petróleo colombiano. Que el diálogo surja de este contexto
fue ciertamente sorpresivo.
La clave podrían ser los paramilitares. Hace dos semanas anunciaron
que intensificarían sus operaciones en la región y el fin
de semana pasada asesinaron a 11 civiles a quienes acusaron de ser colaboradores
de la guerrilla. Ya hace dos meses la revista The Economist había
afirmado que el ELN estaba cerca del colapso por la ofensiva
paramilitar, y quizá su presión dio efectivamente el impulso
decisivo para el acuerdo preliminar.
La hipótesis se refuerza si se consideran las numerosas concesiones
que realizaron los guerrilleros. Redujeron su demanda inicial de recibir
2700 km2 a sólo 2000 y aceptaron una serie de medidas para vigilar
su conducta en la zona de encuentro. Gómez detalló
ayer que se crearía una comisión de seguimiento
con miembros de Cuba, España, Francia, Noruega y Suiza,habrá
una policía civil con armas cortas, 150 funcionarios
para recibir quejas contra la guerrilla y las autoridades judiciales permanecerán
en la zona de encuentro. Los guerrilleros prometieron respetar
los derechos humanos y la libertad de culto. Sin embargo, el ELN retuvo
lo que puede ser la condición clave: la realización de una
convención nacional por la paz con representantes de
todos los sectores de la sociedad civil. Esta cumbre durará, según
los guerrilleros, nueve meses y aparentemente no se negociará antes
de que concluya.
Claves
El gobierno colombiano
anunció ayer que retiraría sus fuerzas militares de
2000 km2 de territorio para comenzar allí negociaciones de
paz con el Ejército de Liberación Nacional (ELN),
la segunda guerrilla del país después de las Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Las concesiones del gobierno
fueron menores que con las FARC: la zona es mucho menor a los 42.000
km2 de Farclandia y se incluyeron resguardos contra
atropellos guerrilleros. La agenda es similarmente dilatada, sin
embargo.
Estas negociaciones podrían
beneficiarse con la toma de mando del republicano George W. Bush
el 20 de enero. Su candidato para ministro de Defensa, Donald Rumsfield,
se mostró en contra del Plan Colombia y enfatizó que
la droga debía combatirse dentro de Estados Unidos.
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JOHN
ASHCROFT ES LA PROXIMA BATALLA DE GEORGE W. BUSH
El ministro de la Injusticia
Por Javier Valenzuela
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Desde
Washington
Eufóricos por la renuncia
de Linda Chavez a la cartera de Trabajo, su primera victoria frente a
George Bush, el Partido Demócrata y sus aliados de izquierda están
concentrando su artillería en John Ashcroft, el ultraconservador
designado como fiscal general (o ministro de Justicia). Mientras Chavez
denunciaba la persistencia en Washington de la política de
destrucción personal, los demócratas informaron que,
en las audiencias en el Senado sobre la confirmación de Ashcroft,
que comenzarán el próximo martes, citarán como testigo
al juez negro Ronnie White.
La intención de los demócratas es demostrar motivaciones
racistas en la oposición que Ashcroft lideró en el Senado
en 1997 al nombramiento de White por Bill Clinton como juez federal. Ashcroft,
entonces senador por Missouri, consiguió que la mayoría
republicana en la Cámara alta vetara a White con el argumento de
que se oponía a la pena capital. Pero el magistrado, como confirmará
la próxima semana en el Capitolio, había firmado hasta ese
momento 41 de las 59 condenas a muerte que le habían sido propuestas.
Las audiencias sobre el nombramiento de Ashcroft se celebrarán
con un Capitolio rodeado por manifestantes contrarios al político
de Missouri. Una coalición de grupos feministas, gays, sindicales
y afroamericanos exhibirá pancartas que recordarán el historial
de oposición al derecho al aborto y defensa de las armas de fuego
del candidato de Bush a la cartera de Justicia.
Con 50 demócratas y 50 republicanos en la Casa Blanca, la batalla
por la confirmación de Ashcroft será reñida, pero
es difícil que concluya con el rechazo de su candidatura. Hasta
ahora, los demócratas sólo tienen contra él argumentos
ideológicos y políticos. El caso de Chavez fue diferente.
Esta hispana que no habla español no dimitió el martes por
su oposición a la enseñanza bilingüe, la discriminación
positiva y el rigor en los casos de acoso sexual, sino por una presunta
ilegalidad. La de haber albergado, y remunerado a cambio de trabajos domésticos,
a una inmigrante ilegal guatemalteca, a comienzos de los años 90.
Chavez cayó en desgracia a los ojos de Bush por no haberle informado
de ese potencial problema en su historial. Los republicanos no podían
defenderla después de haber vetado en 1993 a Zoe Baird por haber
utilizado mano de obra doméstica ilegal. Baird era la primera candidata
de Clinton para la fiscalía general.
Con la amargura en las filas demócratas por la tormentosa derrota
de Al Gore frente a Bush, es muy difícil que la próxima
presidencia esté marcada por el clima de reconciliación
que todo el mundo predica.
* De El País de Madrid, especial para Página/12.
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