Por Fernando DAddario
En Iron Maiden, la única
coordenada que resiste al presente (y se acomodará seguramente
al futuro) está relacionada con la entrañable fidelidad
que le profesa su gente: se espera que unos 30 mil fans renovarán
esta noche en la cancha de Vélez su idilio con la banda británica.
El resto de las variables remite inexorablemente al pasado, sin que este
anacronismo militante se constituya en un blanco de crítica. Por
el contrario, la iconografía de Maiden, su estética, su
postura escénica se encolumnan en un orgulloso viaje regresivo,
con un tiempo real (inamovible, el de su inserción en el heavy
metal de fines de los 70) y otro mitológico (el de la épica
medieval).
Iron Maiden ya era una banda vieja hace ocho años, cuando sacudió
por primera vez al público porteño, en una accidentada noche
(pocas veces se vio cobrar tanto a la seguridad en un recital
de rock) en la cancha de Ferro. Y lo era aun antes, desde que la irrupción
de Metallica en el primer lustro de los 80 barrió estilísticamente
con todo lo que venía detrás. Pero la doncella de
hierro (la traducción de un nombre que, más que a
Margaret Thatcher, alude a un instrumento de tortura que se utilizaba
en la Edad Media) se mantuvo impasible en su condición de clásica,
en tanto a su lado fueron pasando, sucesivamente, y a ritmo cada vez más
vertiginoso, las movidas, las ondas y las indescifrables
ramificaciones devenidas del primitivo y glorioso heavy metal. Primero
fue la dicotomía thrash vs. glam, terciaron el death y el black
metal, después reinó el soft, llegaría luego el aluvión
grunge, posteriormente se colarían el rap metal, el ñu metal...
y nada de esto afectó la grandeza de Maiden, despojada ya de los
favores materiales de su distinción (es decir, disminución
en la venta de discos y tickets), pero reforzada en su reafirmación
de los viejos valores perdidos.
Habrá que decir, entonces, que el reinado del grupo liderado por
Steve Harris, aun cuando fue amasado glorificando gnomos, caballeros,
espadachines y hechiceros, se verificó en esta tierra, en un período
preciso, entre 1978 y 1985, lapso en el que entregó discos fundamentales
como The number of the beast, Live after death, Powerslave. Fue el momento
de gloria de la llamada New Wave of British Heavy Metal (NWBHM),
una etiqueta que protegía bajo el mismo paraguas a grupos tan distintos
como los fascistoides Saxon y los endurecidos Judas Priest. Esta camada
de bandas forjó ni más ni menos que el estereotipo del metalero,
también en la Argentina, donde el rockero-blusero Pappo importó
esa estética (cuero negro, tachas, actitud desafiante) para fundar,
a partir de Riff, el heavy metal nacional y popular. Rob Halford, ex líder
de Judas, retornó de su autoexilio del género metálico
y, desde su último disco, Resurrection (el título es gráfico
al respecto) se muestra como un heavy hecho y derecho. Es decir, desanduvo
un camino evolutivo para readecuarse a las expectativas de sus fans.
Es paradójico: la música dura del siglo XXI es doblemente
virulenta y agresiva, pero (a excepción de Marilyn Manson) ya no
escandaliza conciencias como antes. Y frente a grupos como Korn, Limp
Bizkit y Deftones, el NWBHM parece hoy música country. Los incorruptibles
fans de Maiden, muchos de ellos treintañeros largos, consideran
inescuchables (y en el peor de los casos, caretas e inescuchables)
a estas ruidosas bandas alternativas, con sus skates, gorritas, bermudas
y raros peinados nuevos. Es que el heavy metal se popularizó
al revés, hacia arriba en la escala social, cruzándose (sin
rozarse siquiera) con el recorrido inverso que siguió el rocanrol.
El fan argentino de Maiden, que en términos generales es el mismo
de Judas Priest, no adhiere a la futbolización del
rock, no llena los estadios con banderas alusivas al barrio de procedencia
y le escapa al espíritu gregario que anima a los fieritas seguidores
a La Renga. Es más bien solitario, reconcentrado y reivindica los
tiempos en que la pasión metalera significaba algo así como
el último bastión deresistencia de la clase trabajadora.
No es extraño entonces que su referente nacional sea el grupo Almafuerte,
liderado por Ricardo Iorio, un decidor de verdades.
Maiden cabalgó durante años sobre una meseta creativa, respaldado
en sus años de gloria. Su gente le perdonó discos flojos,
como No prayer for dying, entre otros, y la deserción de su cantante
emblema, el catedrático Bruce Dickinson. Se bancó a su reemplazante,
Blaze Bailey, aunque rezaban por la vuelta del por entonces
errático solista Dickinson. El retorno del vocalista (que no es
el original, porque en la era paleolítica del heavy metal, el cantante
era Paul DiAnno) volvió a cerrar el círculo de la
épica nostálgica. El nuevo disco, Brave new world, es apenas
un prolijo detalle burocrático. A excepción del propio grupo,
y de la compañía discográfica, a pocos les importa.
Todos querrán ver esta noche a Eddie, la ya entumecida mascota
eternamente resucitada. Querrán ver los ridículos duelos
acrobáticos entre los tres guitarristas de la banda, la apelación
recurrente a guerras celestes y remotas, la imagen de un Dickinson crucificado,
con un cisne gigante que lo ayuda a descender a la tierra. Un kitsch absoluto,
cuya complicidad se reparte arriba y abajo del escenario. No siempre ha
sido así. Antes la cosa iba en serio: en los 80, el
disco The number of the beast inspiró al predicador electrónico
Jimmy Swaggart para poner una cara de Steve Harris en la tapa de su libro
sobre heavy metal y satanismo. Esto demuestra que, mientras Maiden se
obstina en ofrecer al mundo metálico una imagen de inmovilismo
sagrado, a su alrededor el género humano va evolucionando.
Aún quedan
entradas
En el Vélez Festival habrá actividad
hoy desde la tarde temprano. La organización confirmó
ayer que los grupos soportes argentinos tocarán aún
de día: Mad comenzará a las 17.45 y Cabezones a las
18.30. Luego seguirán los platos fuertes: Queens of de stone
age aparecerá a las 19.20, Rob Halford a las 20.30 e Iron
Maiden atronará a partir de las 22 Frente a la ortodoxia
metálica de Maiden y Halford (ex Judas Priest), la nota distintiva
parecen ser los californianos de Queens of..., que mañana
actuarán solos en Cemento y mostrarán su música
etiquetada como stoner rock. Las entradas para la velada
pueden conseguirse todavía hoy llamando a Ticketmaster (4321-9700),
o en los locales de Dexter Shop, Tower Records, Estadio Obras, Teatro
Sky Opera, Locuras y en el mismo estadio de Liniers. Los precios
son: 20 pesos (platea alta), 25 (campo) y 40 (platea baja común
y platea preferencial). Los que quieran comprar el abono Maiden-Red
Hot Chili Peppers deberán pagar 50 pesos (campo), 30 (platea
alta) y 70 (platea baja).
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Un virtual "Rock
in Baires"
El show de esta noche dará inicio a una suerte de informal
Festival internacional Rock in Buenos Aires, con sedes en el estadio
de Vélez y en el Campo Argentino de Polo. La cartelera completa
de ese festival, en realidad la suma de dos, organizados por dos
empresas enfrentadas entre sí, es la siguiente:
* Hoy: Iron Maiden, Rob Halford, Queens of The Stone Age (Vélez).
* Martes 16: Sting, Sheryl Crow, La Portuaria (Vélez).
* Martes 16: Laurent Garnier, Angel Molina, Daniel Melero, Leo García,
Juana Molina, Diego Ro-k y otros (Campo de Polo).
* Miércoles 17: R.E.M., Beck, Divididos (Campo de Polo).
* Jueves 18: Oasis, Neil Young, Ratones Paranoicos (Campo de Polo).
* Miércoles 24: Red Hot Chili Peppers, Deftones, Catupecu
Machu, Santos Inocentes (Vélez).
En el Polo Festival, que se llevará a cabo martes,
miércoles y jueves de la semana que viene, habrá dos
escenarios alternativos, donde actuarán artistas nacionales
como Babasónicos, Carca, Sergio Pángaro, Jaime Sin
Tierra, María Gabriela Epumer y Bristol, entre otros.
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ROCK
IN RIO ARRANCO AYER CON 250 MIL PERSONAS
Imagina un silencio multitudinario
El músico inglés
Sting cerró durante la madrugada de hoy la primera fecha del festival
Rock in Rio, que en su inauguración reunió a una multitud
de un cuarto de millón de personas. Acompañado por su banda
habitual (que incluye al argentino radicado en Londres, Dominic Miller),
Sting sumó a las canciones de Brand New Day, su disco más
reciente, sus grandes h its y un invitado de lujo, James Taylor, otra
de las figuras de la primera jornada Que resultó una fiesta completa
y estuvo plagada de escenas conmovedoras que el público internacional
pudo seguir a través de la televisación.
El principio de la llamada la mayor fiesta del rock, en tanto,
fue un gran embotellamiento y luego un gran silencio. Sólo después
la música tomó el protagonismo. Las 250 mil personas reunidas
en el lugar, 3200 radios, 400 canales de TV, los shoppings de Río
de Janeiro donde se instalaron pantallas para seguir el evento
y hasta los pasajeros del subteguardaron en el inicio tres minutos de
silencio por la paz y un mundo mejor, antes de dar paso a
la música. El silencio fue precedido por un video con imágenes
de diferentes tipos de violencia, y anunciado por una niña que
hizo sonar una gran campana construida con el metal de miles de armas
incautadas en operaciones policiales. Inmediatamente, y mientras el público
agitaba miles de banderas blancas, Milton Nascimento, Gilberto Gil, la
Sinfónica Brasileña y el cuarteto vocal Communion entonaron
Imagine, el himno de John Lennon, dando el puntapié
inicial junto a un gigantesco coro popular.
La Cidade fue copada por una multitud que comenzó a llegar temprano,
atestando todos los accesos y convirtiendo a la zona de Barra da Tijuca
en un caos. La escena, de todos modos, resultó un buen ensayo para
lo que vendrá: la oferta incluía a dos mitos vivos de la
música local, como Nascimento y Gil, a Sting, Taylor y Daniela
Mercury. La afluencia de público puede ser aún mayor ahora
sobre todo en las jornadas protagonizadas por pesos pesadísimos
como los retornados REM y Beck (hoy), Guns NRoses y Oasis (mañana),
o la fecha pop que protagonizarán Britney Spears, Five y NSync,
el jueves. Ese día, la Ciudad del Rock será ocupada por
miles y miles de pulseras verdes, un método de identificación
de estado civil ideado por la organización: las rojas para personas
casadas o comprometidas y las amarillas indican indecisión
o apertura. Por las dudas, en el lugar se repartirá
medio millón de preservativos.
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