Por Horacio Bernades
Un extraño acento que
hasta para los ingleses puede resultar impenetrable, un carácter
más fogoso que el de otros vecinos de las islas, un provincianismo
rústico pero dado a la bonhomía, hombres más afectos
a la cerveza negra que al trabajo duro y mujeres de fuerte personalidad
son algunos de los rasgos más identificables de cierto costumbrismo
irlandés en el cine. Desde aquellos viejos films de John Ford como
El hombre quieto o El arado y las estrellas, esas constantes tiñen
también muestras recientes del cine de ese origen. Dentro de este
bloque podrían distinguirse los films de ambiente urbano, con la
ciudad de Dublín como eje y un panorama de casitas bajas, días
nublados y vecinos solidarios (The Commitments, La camioneta, Agnes Browne)
y films campestres, entre suaves y verdes colinas y pobladores ligeramente
excéntricos, como en El divino Ned. Dos películas que acaban
de editarse en video, sin pasar antes por los cines, son buen ejemplo
de ambas vertientes.
Se trata de Tras la pista de un criminal (Ordinary Decent Criminal, dirigida
por Thaddeus OSullivan), que lanza por estos días LK-Tel,
y Mujer americana (The Closer You Get, de Aileen Ritchie), editada por
Gativideo. Ambas se estrenaron en Inglaterra y Estados Unidos el año
pasado y presentan a figuras conocidas en sus elencos. Muy conocidas,
en el caso de Tras la pista de un criminal. Como que se trata del más
reciente protagónico de Kevin Spacey, que aparece inmediatamente
después de Belleza americana, en el papel de un exuberante hampón
dublinés, dado a las bromas y bígamo para más datos.
Comedia campestre de protagonismo comunitario, Mujer americana presenta,
a su turno, un elenco encabezado por Ian Hart, que supo ser el John Lennon
de los comienzos en Backbeat y combatiente de la Guerra Civil Española
en la Tierra y libertad de Ken Loach.
No podría encontrarse alguien más apropiado que Kevin Spacey
para encarnar a Michael Lynch, gangster sarcástico, a quien el
actor que fue Keyser Söze en Los sospechosos de siempre y el genio
asesino de Pecados capitales dota de esa mirada que parece la de un jugador
de ajedrez, en plena y gozosa maquinación. Como le corresponde
a Spacey, su personaje es el cerebro de una banda en la que también
milita Peter Mullan (protagonista de Mi nombre es todo lo que tengo, de
Ken Loach). La banda de Lynch se caracteriza por la audacia de sus golpes
(son capaces de desvalijar un banco como quien entra a hacer un trámite,
o de robarse cuatro Caravaggios de un plumazo y casi sin planificación
previa). Con la misma despreocupación, el Lynch de Spacey puede
bajarse los pantalones a la salida de los tribunales y frente a toda la
fuerza policial, o saludar con sendos besos de lengua a su esposa (Linda
Fiorentino, nada menos) y a su cuñada, con quienes convive un día
sí y otro no. El personaje está basado en un gangster real
llamado Martin Cahill, cuya historia narró también el realizador
John Boorman en El general, de próximo estreno en Buenos Aires.
Mimetizándose con la distinguible personalidad cinematográfica
de Spacey, Tras la pista de un criminal tiene un tono leve, despreocupado
y burlón.
A años luz de Dublín y de los policías y ladrones
de Tras la pista de un criminal queda el pueblito costero de Donegal,
donde sienta sus reales Mujer americana. La vida es allí tan plácida
como sólo en una comedia folk puede serlo, y los días se
van entre visitas al pub y reuniones comunitarias en la parroquia, donde
el cura del lugar se trabuca con los sermones, prefiere las campanadas
grabadas y amplificadas que el esfuerzo de hacerlas tañer y proyecta
films religiosos para los concurrentes. Claro que, en lugar de una copia
de Los diez mandamientos, bien puede equivocarse y programar Diez, la
mujer perfecta, con una Bo Derek demasiado desvestida para la ocasión.
Ante la inminencia del gran baile anual del pueblo y dándoles la
espalda a las bonitas y nada tontas muchachas del lugar, los jóvenes
de Donegal, acaudillados por el carnicero (Ian Hart), publican un aviso
en un diario de Miami, invitando a las lindas y desprejuiciadas chicas
estadounidenses a cruzar el Atlántico. Mientras se preparan para
recibirlas, el deseo irá venciendo timideces y miopías y
se expandirá por todo el pueblo, entre vecinos y vecinas. Fábula
amable, simpática y, al mismo tiempo, menor, Mujer americana lleva
la marca del cine irlandés. Una marca sin pretensiones, que suele
venir en envase chico, como para consumo doméstico.
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